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miércoles, 29 de enero de 2014

PARTITURA NOCTURNA (VII). EL SECRETO DE UNA SALOMA.


 “Él escribía de tal manera que cuando dejases la sala, recordases la música.
                                                                                                      Juliet Rózsa.

El objetivo del arte es mantenerse en el tiempo y las palabras de la hija de Miklós Rózsa, son representativas de esa perdurabilidad artística, y también del modo de trabajo de su progenitor y de su espléndida carrera musical. En una época (años 40 y 50 del siglo pasado) en la que se ninguneaba al artesano, en la que de alguna manera te encontrabas esclavo de un sistema (Hollywood), el maestro supo darle la vuelta a las cosas, empezando desde la batuta del compositor hasta acabar en el lápiz de la partitura cinematográfica. No eran buenos tiempos para alguien que realizaba puro arte en el interior de otro. La figura del compositor de cine siempre ha estado lastrada por la música clásica y servicialmente siempre se ha considerado a una inferior a la otra. Miklós Rózsa pensaba que eso podría cambiar y de hecho, si hoy en día consideramos a la música que acompaña a las imágenes, arte, ubicándola a la misma altura que la música clásica, es gracias a gente como él. Y es que Rózsa sufrió una doble vida, como tituló su autobiografía, ya que siempre estuvo ligado a la música cinematográfica pero sin olvidarse de su raíz. Su hija nos recuerda que estudió y escribió música clásica y que en sus contratos siempre existía una cláusula que le permitiese irse tres meses a Italia y componer para sus conciertos.
Está dualidad teórica musical la dejó filtrar en muchas de sus notas y Moonfleet es una pequeña introducción hasta acabar desarrollándola completamente con su obra más ambiciosa y la que más se acercó a la idea de lo que para él era la música de cine, La vida privada de Sherlock Holmes (1970). Hoy rendimos un merecido homenaje a un maestro. ¡Adentrémonos en la caleta de los contrabandistas!

Las pistas están diseminadas a lo largo de toda la partitura, el enigma está por descubrir, como si fuese ese secreto del clan Mohune que busca el contrabandista Jeremy Fox. Y es que la música pacta con la película para ofrecernos un recorrido subterráneo por la sociedad decimonónica inglesa, por las relaciones de poder y corrupción del ser humano, tan bien representadas por la pintura de Hogarth y la pluma de Dickens, envolviéndolo en un tono expresionista langaniano. Parece complicado, tiene que serlo siempre un secreto, pero sí escuchamos con atención descubriremos que todo es más sencillo de lo que parece. De igual modo que la cripta de los Mohune está debajo de la capilla de Moonfleet, lugar que acoge los rezos y lloros de un pueblo abatido por la miseria y el hambre, los temas de la banda sonora se guarecen entre sus notas relacionándose unos con otros para contarnos una historia de venganza en el pasado que reclama redención sobre una historia de amistad en el presente, entre un ángel y un diablo. Y aunque Rózsa mantenga su característica narrativa musical empleando diversos leitmotivs, existe un tema que se va solapando a lo largo de la portentosa partitura, o que quizás vamos descubriendo al mismo ritmo que el joven John Mohune descubre quién es el señor Fox. Porque de eso trata la trama del film, del desenmascaramiento de alguien que no es lo que dice ser y de cómo ese personaje llega a transformarse, aunque sólo sea una vez en su vida, su última redención, delante de la única persona que ha confiado en él. Para aquellos que hayan disfrutado de la película, saben cuál es el momento, poéticamente reforzado, como no, por la presencia musical. Llegó a ser problemático ya que el director Fritz Lang quiso acabar el film justo ahí pero la productora no estuvo por la labor, queriendo regalar a la audiencia un final más optimista, esperanzador, en relación con las pretensiones del punto de vista del niño.
En cualquier caso y gracias a la magnífica copia de Film Score Monthly que editó hace unos años, podemos disfrutar de un material adicional impecable donde nos regala varios finales que escribió Rózsa para la película y donde sobresale el Finale original (Nº 20) que acompañaba el final por el que apostó Lang. 
Es precisamente en ese momento cuando descubrimos la circularidad del contexto narrativo cinematográfico (el film empieza con el mar atacando las costas inglesas y acaba con un moribundo adentrándose en el medio acuoso en busca de algo) y musical (la presencia del tema principal pero con diferente ritmo cadencioso).
El tema principal funciona de anfitrión del resto, como las tres notas discordantes que representa al clan Mohune o el cómico uso del fagot para presentar a los contrabandistas. Y aunque lo que más se oiga durante la partitura sea esa puntuación discordante, presente en casi todos los temas/momentos de la película, evidenciando los oscuros secretos de la familia Mohune enlazándolos con las dudosas intenciones de Jeremy Fox, es el tema principal el que vuelve una y otra vez representando la mixtura perfecta entre el punto de vista inocente de un niño, construyendo un mundo a su alrededor, y la sofisticada mirada multifacética de un adulto, que ya ha construido el suyo y ve como se derrumba a sus pies.
Unas turbulentas notas procedentes de instrumentos de viento aliados con otros de cuerda refuerzan la idea del choque brutal entre el Mar y la Tierra. El efecto es arrebatadoramente salvaje, como el mar embravecido golpeando la costa inglesa, la afinación de los instrumentos, igual que la idea de representarlos como si fuesen fenómenos naturales, alaba la decisión de Rózsa para introducirnos en la historia y hacernos partícipe de como el tema se va desarrollando a medida que Fox se una más al pequeño, ya no solo constatándolo su tiempo de duración sino el ritmo utilizado, explotando en un sentimental tema que el Cd nos regala. Y cito la fuente de grabación digital porque sin ella no hubiesemos podido tener la oportunidad de poder disfrutarlo en su amplitud original. Es un son que nace de una canción de marineros, elemento imprescindible en la historia del film donde las calas, los contrabandistas, conforman un ecosistema costero que muy bien sabe explotar Fritz Lang, jugando con el más mínimo detalle (como aquel soldado inglés que cae a la playa desde el último centímetro de pantalla cinemascope). Y es la Saloma, ese canto marinero, la custodia del secreto, de la intención lógica del compositor. Hacernos retroceder en el tiempo fílmico para ser testigos de esa percusión visual de las olas contra las piedras. El tema principal se ha forjado en ese choque, siendo estáticamente majestuoso para desarrollarse después en un son tranquilo, apaciguando las aguas por donde Jeremy Fox encuentre su arcadia perdida. Quizás regrese a su horizonte pretérito (el pasado es la patria de los hombres), aquel momento melodiosamente impecable donde los instrumentos de viento hablan de una carta para ser entregada al contrabandista y donde un castigo hizo cambiar la faz de un hombre y su modo de vida.

DISCOGRAFÍA:
Moonfleet. Miklós Rózsa. FSM. GOLDEN AGE CLASSIC. Turner Music. 2004.

CLAVES:
I.                   Prelude/Foreword.

II.                Finale. (Original versión).


miércoles, 22 de enero de 2014

LA CAÍDA DE DUNDEE. (XIX). HOJA DE PERSONAJES. LEPANTO.


El personaje de Laura Lepanto nace en el mismísimo centro de un conflicto. Un enfrentamiento no resuelto, ya que forma parte de una relación, supuestamente terminada en el pasado, y regresa como un ronroneo a la vida del piloto Lagasca. Al construir una relación de pareja, o concretamente como veremos a destruirla, la mejor opción es la de posicionarse en tierra de nadie. No favorecer a ninguno de los bandos. Aunque lo que verdaderamente me fascinaba era escribir acerca de cómo un irresponsable pudiese haber convivido con una persona totalmente opuesta a él, ordenada. O de cómo la vida da muchas vueltas y en uno de esos giros, las tornas cambian o explota la paciencia y todo se transforma, convirtiendo el paraíso en un infierno o viceversa. La convivencia puede llegar a resultar dolorosa y superarla a veces, se convierte en algo imposible de olvidar. Y aunque en un primer acercamiento podamos ver que el más tocado haya sido Lagasca, las consecuencias de ese encuentro en Dundee, también hacen cambiar a Lepanto. Está descrito en un momento discreto, sutil, concentrado en un detalle, una mirada. Tan imperceptible que ni el propia Lagasca se da cuenta. Una característica innata en aquellos que pagan su cuota de imbecilidad mensual y el piloto es un abonado.
Se podría decir que Lepanto está herida pero a su manera. Han pasado muchos micraños y ambos han cambiado. La relación pretérita llegó a ser destructiva y en un momento de la narración, ella lo expone tangencialmente pero ese pasado destructor ha hecho mella en Lepanto. Ese fue mi primer punto de partida, fabricar un personaje que ha regresado de una guerra y se enfrenta al mundo armada con unos índice de autoestima por los suelos. Por lo tanto me enfrentaba a un ser que ha sufrido mucho y que tiene que ponerse una coraza todos los días para no caerse otra vez. Una superviviente que podría tener algo en común con Lagasca, su miedo al compromiso. Si Lagasca lo tiene es porque siempre ha sido así pero en el caso de ella, su relación pasada la ha convertido en una auténtica escéptica de la relaciones sociales y menos de las que tienen que ver con el otro sexo. Y eso tenía que estar descrito en su rostro, unas facciones duras, representando su inaccesibilidad,  y bellas al mismo tiempo, que atrajesen. Una larga cabellera pelirroja podría potenciar ese ateísmo en las relaciones humanas, convirtiéndose en símbolo peligroso de su pasado. El cine volvió para ayudarme, pero de una manera peculiar. En seguida pensé en aquellas damas de fuerte carácter que protagonizaron algunas de mis películas favoritas como Rhonda Fleming (Duelo de Titanes, 1957, Mientras Nueva York duerme, 1956) :


O Eleanor Parker (Brigada 21, 1951, Cuando ruge la marabunta, 1954):


Sin olvidarme de actrices actuales como Lorraine Bracco (Uno de los Nuestros, 1990, Los Últimos Días del Edén, 1992):


O Rene Russo (Arma Letal 3, 1992, Estallido, 1995):


Sin dejar de lado a Susan Sarandon (Thelma y Louise, 1991, Pena de Muerte, 1995):


Todas se agolpaban en mi cabeza a la hora de describir a Lepanto, los ojos de una, la nariz de otra pero la que más se fijó en mi mente fue, quizás, aquella con los rasgos más pronunciados. Aquella con un perfil casi geometrizado. Donde sus líneas faciales conformarían una figura casi "picasiana". La candidata fue Rene Russo, además su rol en Estallido compartiendo protagonismo con Dustin Hoffman como pareja fracasada, me inspiró bastante en la del piloto y la controladora jefe del aeropuerto. En el film son dos científicos separados y la premisa argumental los une y en mi novela, tanto Lagasca como Lepanto han querido estar alejados pero el destino, (maldito palabro) parece unirles en Dundee.
Lepanto tenía que ser  rencorosa, altiva y sobre todo desconfiada. Elementos que configuraban un carácter serio y frío, bien diferentes a los potenciados por Lagasca, que es olvidadizo, pasota y amigable. El encuentro entre ambos tenía que ser especial. El lector desconoce el pasado de los dos pero su encontronazo tenía que ser descrito de una manera potente, visualmente gráfica, que el tiempo se parase y empezase ralentizándose. La presencia del pasado o su conocimiento pretérito, es lo suficientemente poderoso como para detener la narración y arrancarla con otro ritmo. La acción a partir de ese momento, coincidiendo con el advenimiento de la hecatombe dundiana, incrementará la velocidad de la historia. Al final, descubrí que en la confección actante, las características estéticas pueden llegar a ser importantes en los prolegómenos constructivos del personaje, una ayuda visual, pero lo que de verdad importa es el empuje de la historia, la narración haciendo estragos, diezmando al narratario con una única finalidad, encumbrarle en la más absoluto de las incertidumbres. Dejarle náufrago de sus intenciones. El escritor se transforma en brújula y el lector es un desorientado en sus manos, aunque siempre existan tratos subterráneos entre ambos. Un pacto en la sombra que La Caída de Dundee posee. Cuidado no es un "As en la manga". Es el absoluto respeto por aquel que se atreve a adentrarse en una historia, en compartir el placer de la lectura inmiscuyéndose para imaginársela. ¿Quién describe la historia en mi novela? ¿Un servidor o el anciano de la caverna? Es decir, ¿el escritor o el actante? Como consecuencia podíamos acabar preguntándonos, y de paso contrariándome (¡me encanta!), ¿qué es más importante el personaje o la historia? Yo ya sé la respuesta ¿y tú? ¿Has escrito alguna vez? Te invito a hacerlo, la recompensa es ilimitada, amigo.  



lunes, 13 de enero de 2014

HOJA APERGAMINADA (XI). CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO. JUEGO DE TRONOS. CAPÍTULO 0. INTENCIONES.

Aunque vaya bajo el pabellón de la Hoja Apergaminada, esto es una alianza entre ésta y Percepción Catódica para poder hablar de la serie de libros de George R. R. Martin y de su adaptación televisiva, respectivamente. El hecho circunstancial de que hayamos tenido que fusionar estas dos secciones en una especie de híbrido de ambas, es sintomático de que, ahora mismo, hablar de este tema conlleva preparar cantidad ingente de información e intentar no aburrir al personal. Y con este propósito hemos querido hablar de literatura y de imágenes alternándolas. ¡Viajemos a Poniente!


En literatura, la palabra es la benefactora del sentido. Las palabras buscan juntarse para significar algo y de esa unión nace un tipo de narración. La descripción de unos hechos y quién los realiza. El  mundo de la televisión y del cine, poseen la imagen, garante de la comprensión sin florituras, directa en su objetivo comprensible. Explicar sin decirlo, narrar sin contarlo. La adaptación catódica de Canción de Hielo y Fuego está teniendo un éxito imparable, comparable tal vez a otra adaptación, The Walking Dead pero de diferente base, el cómic. En cualquier caso alimentada por el poder subyugante de la imagen-plano/dibujo-viñeta.
Y aunque exista gente que solo se haya aproximado al Westeros televisivo o bien empezó con el mismo, entre ellos un servidor, la base literaria de la que parte es más creativa y más enigmática que su mímesis hertziana. Ya sé que el viaje suele ser en dirección contraria pero al leer el primer libro, uno se encuentra con que todo es mucho más fascinante, más misterioso, arrebatadoramente críptico, y por supuesto, el universo descrito mucho más expansivo, mucho más violento y cruel que el gancho televisivo. No obstante llegué a la conclusión de que la serie de televisión tampoco erra en sus objetivos, ofreciéndonos un buen ejemplo de síntesis y entretenimiento sin desmerecer al mundo del cine.
La adaptación de HBO funciona perfectamente por muchas razones, pero una de las más importantes es su razón complementaria. La serie de televisión es un complemento perfecto de la novela. Nunca está por encima de la misma y sus creadores (David Benioff y D. B. Weiss) han sabido extraer el jugo de la misma. ¿Cómo? Convirtiéndose primeramente en fans de la saga (sólo tenéis que oírlos hablar de la misma), y después detectando aquellos momentos nucleares de los libros para exprimirlos al máximo. Podemos analizar un momento del prólogo del primer libro para dar fe de ello.

"Pero ya era veterano de cien expediciones, y la interminable extensión de selva oscura que los sureños llamaban el bosque Encantado no le resultaba aterradora. Hasta aquella noche. Aquella noche había algo diferente. La oscuridad tenía un matiz que le erizaba el vello. [...] Durante toda la jornada, Will se había sentido observado, vigilado por algo frío e implacable que no le deseaba nada bueno. Gared también lo había percibido. No había nada que Will deseara más que cabalgar a toda velocidad hacia la seguridad que ofrecía el Muro, pero no era un sentimiento que pudiera compartir con un comandante. Y menos con un comandante como aquel."
                                                                                          (Prólogo, págs 15 y 16).

La novela comienza con una búsqueda. Miembros de la Guardia de la Noche rastrean la pista de unos asaltantes salvajes, más allá del Muro, y se encuentran con los Otros. La serie iguala al prólogo literario pero con diferente sentido. Aquí  el elemento clave es el suspense. Su construcción relacionada con la aparición de los Caminantes Blancos es un buen ejemplo para detenernos. Siendo más detonante en la serie que en la novela, transformándose en más atonal. Las imágenes requieren síntesis, la conciliación de las partes reunidas en un todo con el único fin de conducir la mirada del espectador de la manera más sencilla posible, mientras que entre las paginas, el escritor debe recrearse en el ambiente, describirlo y desarrollar la situación, amparándose en una concisión compleja. Además existe un aliado bicéfalo en el campo visual que suele ser muy útil, el sonido y sobre todo la música, cosa que en la literatura hay que pergeñarlos.
El prólogo en la serie es relampagueante, posicionando todos los elementos listo para activar el suspense. Un rastrillo se levanta ante la atenta mirada de los integrantes de la Guardia y del espectador, que realizando un ejercicio metanarrativo, pareciese que estuviese en su interior observando atentamente a los tres miembros de la expedición. Nos adentraremos en el interior del Muro, comprobando sus dimensiones y su magnificencia. Y aunque la atracción en este momento bien pudiera darse por lo novedoso de la misma, ya que no aparece en la primera novela, es el tamaño lo verdaderamente hipnótico. ¿Por qué?
Mientras las palabras se arremolinan en un cierto laconismo, que en sus significados se pueden transformar en verborrea metafórica, Martin solamente nombra el Muro y ya está, la dimensión, el volumen, tiene que ser importante en el mundo de las imágenes. La sensación de espectacularidad reverbera en cada plano que muestre alguna construcción de proporciones faraónicas (eso nos lo hizo recordar una y otra vez la trilogía cinematográfica del Señor de los Anillos y ahora la del Hobbit). Los héroes mitológicos lo son por su hazañas y por el mundo que pueblan o que han heredado de enigmática descendencia, y la geografía es su transposición visual de su grandeza. En cambio para Martin, lo que de verdad le  importa es otra cosa. Es la construcción de un suspense que dejará en un "cliffhanger" al lector. No sólo hay que crear ese ambiente terrorífico sino que además tienes que hacerlo sentir al lector, y la opción del autor es describiéndolo con un ritmo sosegado que muy sutil, como si fuese la duración que tarda Will en subir al Centinela gris verdoso, nos va cercando a medida que pasamos la página. Logra conseguir que la mirada del testigo, el lector, se amolde a la del personaje, Will, y de la mano observen el ataque de los Otros. Momento que será menos descriptivo y más rítmico en la serie, acorde con sus características visuales y sonoras.
El origen y su adaptación visual funcionan complementariamente buscando la intención de agradar al vulgo y eso es muy difícil de hacer en estos días. Para sus creadores mi enhorabuena. Y hablando de intenciones, la mía será que periódicamente iré escribiendo sobre el primer libro, titulándolo como la serie de televisión, intentando ser conciso y sintético al mismo tiempo, ya que si quiero escribir acerca de la saga literaria, hacerlo capítulo por capítulo siguiendo su patrón, se convertiría en una tarea ardua y complicada, entre otras cosas porque en la Fortaleza de Nintes se habla de muchas más cosas, además de literatura. ¡Es tiempo de encender fogatas! ¡Se acerca el Invierno!







miércoles, 8 de enero de 2014

ODA.

               


                                          Escribir aunque no se tenga ganas.
                                     Alimentar la desidia despertando al lápiz.
                              Vulnerar el tedio inmiscuyéndose en sus entrañas.
                      Desalojar las entrañas del aburrimiento, desperezándolo a gritos.

                                                   Y vuelta a empezar.

                          Escribir hasta que no te quede sangre en tu interior.
                             Orquestar tu creatividad, lanzándole enigmas.
                                    Masificando la investigación mental.
                      Regresando al estado embrionario de la caverna platónica.

                                                    Y vuelta a empezar.

                                         Dejar el último aliento en una letra.
                                               Ahogarse en una palabra.
                                                 Morir en su significado.
                                                     Resucitar al lector.

                                                    Y vuelta a empezar.

                              ¡Qué tus dedos sangren explotando el sentido!
                                Bien siendo percutores de teclas informáticas.
                                 Bien convirtiéndose en estandartes de tinta.
                                      Atacando a degüello el vacío blanco.

                                                     Y vuelta a empezar.

                                   ¿Qué nos queda después de las palabras?
                                                 La sinrazón dando vueltas.