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lunes, 16 de marzo de 2015

HOJA APERGAMINADA (XXI). CANCIÓN DE FUEGO Y HIELO. JUEGO DE TRONOS. CAPÍTULO 6. UNA CORONA DE ORO.

Tenía que salir de allí, y pronto. Sus posibilidades de enfrentarse a Mord y escapar eran entre escasas y nulas, y nadie le iba a pasar a hurtadillas una cuerda de trescientas varas, así que tendría que emplear todas sus dotes de convicción para salir libre. Era la lengua lo que lo había metido en aquella celda, así que la misma lengua tendría que sacarlo.”


Las cosas se le ponen cuesta arriba a Tyrion (nunca mejor expresado en este capítulo y a decir verdad, al resto de la troupe narrativa) y esa será una constante en la historia. Pero, además será el ingenio del Gnomo el que desenrede, y a veces enrede, la(su) diégesis. Existen varios personajes que pueblan la trama que han decidido utilizar la astucia antes que el acero (la Araña, Meñique o la propia reina Cersei) y otros, son una mezcla de ambos propósitos (el Matarreyes por ejemplo). Aunque parezca mentira (en parte por su adscripción detallista), la violencia narrada en el orbe de Westeros ejerce un efecto contrario en quienes la utilizan. Su mayor representación, la fuerza bruta es descrita sin ningún tipo de carácter enaltecedor sino más bien todo lo contrario, mostrando su lado más débil. Aquellos que la utilicen se convertirán por derecho propio en perdedores de la diégesis, como vemos en este capítulo con el Rey Mendigo y que la novela lo escamotea hasta un rato (páginas) después. Por lo tanto, podríamos decir que el objetivo dramático (o uno de ellos) recae sobre la intriga antes que sobre la acción y lo que acontece a continuación, en ambos medios mediáticos, es un buen ejemplo de supervivencia, diplomacia e inteligencia otorgada a unos pocos.

Capítulo VI. (Desde la página 376 a la 431).
El destino de Jon Snow sigue siendo un misterio tanto literario como catódico, ninguna de las narraciones lo menciona manteniendo una frágil concomitancia que se irá  deslavazando a partir de esta Corona de Oro. Empecemos por ella. Deseado objeto simbólico para el príncipe Viserys desde el principio (Capítulo I. Se acerca el Invierno): “Más le vale. Me prometió una corona, y la quiero. Nadie se burla del dragón.” Se irá transformando en utópico y, como veremos, en maldito para su sueño de reinar sobre el trono de hierro. El destino del Targaryen, que acontece antes en la serie que en la saga, se convierte en la punta del iceberg creativo de las intenciones de Martin para relatar los sucesos posteriores. Lo que de verdad importa, lo que subyace en la historia, es la intención de supervivencia de aquellos que hemos mencionado anteriormente. Ahí reside uno de los secretos del Juego de Tronos. El príncipe Mendigo, perteneciente a ese grupo de actantes que se apoyan en el acero para alimentar su fuerza (eso creen ellos) y para preponderar su poder, no podrá ver más allá de sus narices que todo su potencial se irá desmembrando convirtiéndose en una mera ilusión. Una mentira confeccionada inocentemente sobre la figura mitológica del dragón (él mismo se cree heredero de su estirpe), que curiosamente la retomará, más tarde Daenerys de la Tormenta. El cambio es uno simbólico. Khaleesi ya no está posicionada en los márgenes narrativos, sino flanqueada por Ser Jorah Mormont y Khal Drogo en el lado protagónico.
La primera incursión de Martin en los Siete Reinos también es una meticulosa descripción del fin de una época y el principio de otra. El cambio estacional suscita desazón en algunos y total indiferencia en otros, pero no cabe duda de su hecho: (“se acerca el invierno”) el cambio en las estructuras mentales y sociales de los habitantes de Westeros no ha hecho más que empezar. La nueva mentalidad empieza a sobresalir como esa punta de iceberg antes mencionada, en algunos personajes y en otros sigue latente convirtiéndose en lanza de sus intenciones, incluso llegando a describirles a ellos mismos delante del espectador o lector. El ejemplo paradigmático es el de Tyrion Lannister. El personaje se enfrenta a multitud de situaciones armado con su inteligencia. A lo largo de la historia esas situaciones le irán dejando heridas físicas y psicológicas pero no cabe duda que logrará superarlas. El primer juicio (de unos cuantos) al que se someterá a Tyrion es el localizado en el Valle de Arryn. Como recordaréis (Capítulo V. ElLeón y el Lobo) Catelyn Stark lleva al Gnomo para ser encarcelado en la fortaleza de su hermana, Lysa Tully.


El encierro en el inexpugnable Nido de Águilas es uno muy singular: se trata de una serie de mazmorras construidas en las alturas de la fortaleza sin pared alguna sobre una ligera pendiente en el suelo. A aquel que se introduzca en las mismas tiene la “oportunidad” de contemplar un extenso y bello paisaje a sus pies. No existe nada que detenga al reo solamente su disposición de supervivencia que al final de los casos, casi siempre sucumbe a la desesperación (“el Azul me llama”). Se establece un interesante paralelismo en las alturas entre Bran y Tyrion. Ya de por sí, en Invernalia el último mostró un cariño al primero produciéndose una subterfugia relación entre ambos. El Lannister ayudará al Stark a salir adelante con una silla diseñada por él mismo, proporcionando al chico su primera desventura en el Bosque de los Lobos. El escenario en ambos momentos funciona de metáfora. La altura como lugar de revelación. El ascenso como maldición para Bran y la mazmorra como bendición para Tyrion. En ambos casos veremos que la caída física de un personaje será el detonante de toda la historia y su posible némesis en la mente del Gnomo, se convertirá en una herramienta para su propia supervivencia. El peligro como acicate de las mentes de los actantes propulsándolos al vacío narrativo, siendo ésta la historia y su discurrir, auténtica geografía mental de sus vivencias.


Tyrion empezará a maquinar su estrategia sobre la marcha y sobre el personaje de Mord el carcelero. Es muy importante reseñarlo porque demuestra que el Lannister es un actante intrigante pero no maquiavélico, como pudiera ser el de la Reina. Usa su mente para sortear un problema, apoyándose en los elementos inherentes a su linaje por ejemplo y después improvisa los ajenos, siempre teniendo en cuenta su legado cultural, su auténtico aliado, como la capacidad de observación del medio y sobre sus pobladores. Utiliza la intriga de una manera espontánea (salir del calabozo mediante un acercamiento al lema de la casa Arryn, “Tan Alto como el Honor”) para después dirigirla a su propio terreno (un juicio) manufacturando el complot de tal manera que le permita salir victorioso del mismo sin derramar una gota de sangre y siempre pagando sus deudas, ¿es una Lannister no?

Tyrion puede llegar a ser uno de esos personajes literarios, hecho en gracia física por Peter Dinklage, que habiten el olimpo clásico creativo pero no nos engañemos con George R. R. Martin, porque poco después lo veremos en un campo de batalla y en un futuro próximo en otro tipo de juicio donde no saldrá muy bien parado, pero eso ya será otra historia.

sábado, 7 de marzo de 2015

LA CAÍDA DE DUNDEE. (XXIV). DONDE SE GUARECE LA AVENTURA.


¿Qué es la acción sin su pausa? ¿Qué es un camino sin su posada? ¿Qué es un recorrido sin su descanso? Aunque parezca mentira la intensidad se mide por su grado de calma y los mejores momentos literarios y cinematográficos de la aventura, siempre han estado localizado en sus partes más reposadas. Aquellos lugares prestos a desvelar los objetivos narrativos de la historia y al mismo tiempo, desnudar los de sus actantes generando un esquema irónico en su (inter)relación: aquellos que más se han movido anteriormente son los que deambulan tranquilamente en una guerra dialéctica por desentrañar la diégesis. Son momentos característicos por su apariencia reaccionaria, parecen que no pasa nada y sin embargo se dice mucho. Yo los llamaría "tabernas" donde se guarece la aventura. Con La Caída de Dundee quería utilizarlas para informar al lector, para indicarle por dónde tendría que seguir a los personajes pero también cuáles serían sus directrices y objetivos, y al mismo tiempo modelar su contexto narrativo. Imaginémonos que mi novela se desarrollara en la obertura del film En busca del Arca Pérdida (Steven Spielberg, 1981), es decir que en las doscientas cincuenta y nueve páginas está toda la persecución del principio de la mítica película, aquel momento en el que Indiana Jones activa el mecanismo del templo por el cual una gigantesca bola de piedra lo irá persiguiendo. Esa era una de mis primeras intenciones. Escribir con un ritmo trepidante todo lo que iba  a acontecer en Dundee, desde que se produce los primeros apagones de electricidad en el Complejo Ocioso hasta el derrumbe y caída de la ciudad-cúpula.  Ahora bien, si me hubiese dado por relatar esa tragedia no me hubiese dado tiempo a exponer algunos temas que creo son importantes para el futuro de la novela y, espero, de la serie. Así que me puse a desarrollar un epílogo y prólogo a modo de "tabernas", además de la inclusión de otras situaciones particulares, donde al mismo tiempo que reposan los héroes y villanos de mi fabula, el lector atento incansable iría descubriendo una retahíla informativa valiosa para el devenir del mundo de MINVS.
Ejemplos de hiatos circunstanciales serían el capítulo doce (Algunas Explicaciones) y el trece (La Llave), que no es que denoten a la narración sino que la connotan deliberadamente. Se produce un gancho entre ambos representado por un suspense, la espera a una explicación. Son momentos donde, curiosamente, se cede protagonismo a los secundarios descubriendo cosas y donde uno de ellos, el profesor Horacio, se erige en maestro de ceremonias de un ritual, el de la revelación. El ritmo se interrumpe dentro del Fortaleza, la geografía de la sala circular conlleva a la inmovilidad (se encuentran sentados creando circunloquios mentales esperando a la exposición), el clima es apagadamente oscuro, lejano de las luces eléctricas y de neones que han ido escoltando los avatares de los personajes en sus diversas huidas, consiguiéndolo algunos y pereciendo otros. La continuidad se frena con un único sentido, parar la diégesis pero no para fosilizarla sino para revivirla cogiendo impulso y retomando el ritmo para mucho más tarde. La trama ha llegado a una encrucijada y ahora toca posicionarse en otra dirección, y si bien es algo peligroso y no cabe duda que la historia se queda suspendida, el riesgo alimenta mi creatividad constantemente. Es mi dinero y mi trabajo conjunto a mi tiempo y sacrificio el que hace posible que La Caída de Dundee haya sido un rotundo éxito. Y no lo digo por el número de unidades vendido, que es más bien escueto, sino por un hecho incuestionable: mi obra ha salido a la luz. Eso ya es un logro aunque uno no puede quedarse en solamente eso, hay que seguir consiguiendo muchos objetivos más, como por ejemplo saber venderla. En eso soy más cauto pero continuo en la brecha y mientras tanto me tomo un gin-tonic en mi taberna favorita.