"Podréis acabar con mi cuerpo, quemad mis ropas y despojadme a los rincones más inhóspitos del planeta pero cómo acabar con una idea, cómo olvidarla si ha estado tanto tiempo entre vosotros que su sola desaparición os destruiría. El pensamiento de mi existencia, la eterna idea de la destrucción ha estado en todas vuestras religiones y culturas. ¿Qué es el génesis sin su Apocalipsis? ¿Existiría el Alfa sin su Omega? Por mucho que avancéis, por mucho que descubráis, jamás lograreis erradicar la destrucción en vosotros mismos. ¡Es normal solamente sois humanos!"
Puede que penséis que estamos cada vez más cerca de la victoria (¡poseemos ya 11 símbolos arcanos!), de hecho el derrotar a un sacerdote de Hastur tiene su mérito (ver capítulo 6), pero no hay que subestimar a las fuerzas contra las que nos enfrentamos. Son todopoderosas y sobre todo... sobrenaturales. Bien, dos de nuestros investigadores se han juntado en la Meseta de Leng y después de salir airosos de un enfrentamiento con una araña y un Sumo Sacerdote han descubierto un Templo de Hastur. ¡Cuidado! Porque si bien están juntos no tardaran en separarse y vivir experiencias diferentes y sobrecogedoras.
"Caminaban
a la vez, mostrando sus pies una perfecta sincronía. El pequeño pasillo había
quedado atrás y ante ellos se mostraba un gran peristilo. Un gran árbol retorcido
en sus extremidades y su tronco les daba la bienvenida a los intrusos. Ya era
de noche y las llamas de las antorchas diseminadas alrededor del pórtico alumbraban
titilantes el perímetro de columnas. Monterey estaba a punto de ir al centro
del jardín cuando algo le hizo detenerse bruscamente. Su pie derecho quedó en
el aire unos segundos antes de girarse y dirigirse hacia su destino. El
arqueólogo vio algo en la pared derecha que le mantuvo hipnotizado hasta que
llegó a su destino. Amanda se mantuvo expectante mirando la dirección de su acompañante.
Duque, ninguneándolos continuó adentrándose hacia el árbol, olisqueando su
perímetro. La joven se acercó a donde se encontraba Monterey en una especie de
trance.
—Yo
ya he estado aquí. —Dijo el arqueólogo asombradísimo.
El
arqueólogo se separó del muro mientras Amanda no dejaba de
mirarlo.
—¿Có…
cómo lo sabéis?
La estudiante intentaba resolver el enigma de la pared sin encontrar solución alguna, solo un
desconcierto progresivo. Ante ella había una representación pictórica. Parecía
una especie de reunión, un cónclave de personas ataviadas como las que habían
secuestrado a Montery y la pintura describía un lugar, sino el mismo, muy
parecido en el que había estado preso. Un pozo en una caverna rodeado de
sirvientes del rey Amarillo claudicando y rezando al mismo tiempo. También se podía
vislumbrar la llave que abría el portal a otra dimensión y como el rayo de luz
del Vigía Azul de la Pirámide impactaba
en la bóveda de piedra. Y mientras seguía concentrada en el dibujo, no se percató de una cosa: volvía a estar sola."Montery Jack será el primero y puede que lo que descubra no le guste mucho. Una buena tirada le ha permitido obtener un preciado Símbolo Arcano y una extraña piedra rosácea. ¡Veámoslo!
"Monterey caminaba por el pórtico izquierdo, adentrándose en una geografía más oscura que la anterior. Tampoco él se dio cuenta de su propia soledad y a cada zancada que daba, iba conquistando un misterioso suelo arenoso. Al principio ni se enteró pero cuando la arena empezó a frenar su caminar miró al suelo y comprobó, sorprendido que ya no había cemento sobre sus pies sino arena. Se detuvo y observó a su alrededor como el pasillo había desaparecido y se encontraba en el centro de un mar de arena. Inesperadamente su mente realizó un viaje a su pasado, aquel donde devoraba las obras de uno de sus escritores favoritos, Julio Verne y su Viaje al Centro de la Tierra. El Mar de Lindebrock no estaba tan lejano pensó. De pronto, una luz rosada empezó a parpadear en un extremo y el hombre hipnotizado empezó a andar hacia ella. Cada vez se hundía más y más. No había ninguna duda, el Templo tendría muchas trampas y una de ellas sería un pasadizo de arenas movedizas. Como siempre la suerte le acompañaba se dijo irónicamente. La luz se desvaneció repentinamente y empezaron a verse fogonazos de pocos segundos de duración. El último de ellos impactó en el rostro de Monterey causándole un gran miedo en su interior. Ante el hombre de ciencia se empezaron a amontonar Horribles Visiones. Al principio dudó, no parecían reales, sobre todo aquellas que acontecían en su juventud pero a media que fueron apareciendo gente que él conocía y familiares cercanos, empezó a estremecerse. ¿Qué eran esas visiones? ¿De dónde procedían? No podía saberlo porque la angustia lo atoraba de una manera frenética. Aparecieron sus padres muertos en la Frontera Mexicana. También vio a su tío que lo portaba en brazos escapándose de los disparos de los Green go!!! Esa huida tenía un momento sumamente revelador. Un pequeño detalle que fue muy sintomático para él. La manera en que su propia madre lo depositaba en brazos de su cuñado. Su dolorida mano ensangrentada no buscaba consuela en la de su padre sino, sorpresivamente en la del hermano. Fueron varios segundos de contacto capilar piel con piel pero muy significativos. Después antes de morir su madre echo un último vistazo a su cuñado. En esa mirada iba cargada todo el amor y cariño que necesitaría ese niño al crecer sin sus padres. Monterey comprendió, mucho más tarde por mediación de su propio tío, la verdad: que él era su propio padre y que siempre estuvo enamorada de su cuñada, su madre. Algo tan íntimo, tan personal, lo dejaba completamente desnudo ante el universo. Esas visiones le traían recuerdos que le proporcionaban escalofríos. Seguía paralizado cuando regresó la luz rosácea. Miró detenidamente a la fuente luminosa y repentinamente las visiones desaparecieron y frente a él se encontraba un pedestal de piedra. El arqueólogo miró al suelo y comprobó que la arena había desaparecido y, otra vez, sus pies estaban sobre suelo de granito. Imitaba la figura de una especie de animal, un simio de proporciones exageradas con una gran boca abierta de par en par. El simio de piedra parecía tragarse a Monterey a medida que avanzaba hacía la estatua. Del interior de sus fauces había un rubí desprendiendo esa luz rosácea del principio y la que le hizo despertar del sueño o la pesadilla. Algo, algún poder lo incitaba a coger la piedra preciosa pero el hombre se resistía hasta que no pudo más y escondió el rubí en el interior de su bandolera. Cuando lo hizo la boca del simio se cerró bruscamente, asustando al arqueólogo que miraba como había una inscripción sobre las fauces ya selladas. R’lyeh era lo que pudo llegar a leer. Tenía pues entre sus manos el Rubí de R’lyeh."
Amanda busca la verdad. Es lo que ha estado haciendo toda su vida y lo que mejor sabe hacer, sin ningún tipo de duda. Ahora, cuando cree encontrarla, se asusta y se la quitan las ganas de saber más. Y es que la verdad siempre hace daño y más si vas en su busca. Te libera pero al mismo tiempo te puede atrapar para el resto de tu vida. La estudiante también obtendrá un importante triunfo: dos pistas más y un codiciosa símbolo arcano pero… ¿A qué precio?
"Se
despertó de la inopia del dibujo y buscó a su compañero con la mirada, sin
tener éxito.
—¡MONTEREY!
Se dio la
vuelta y se adentró en el jardín. Caminó hasta el gran árbol y tampoco vio a
Duque.
—¡Genial!, otra vez sola.
Desde el
centro del peristilo pudo comprobar una cosa. El dibujo de la pared no era el
único que había. Rodeando el jardín, ocultos detrás del mar de columnas
porticadas se encontraban más. Desde la
posición donde se encontraba solo podía percibir la cantidad de
representaciones pictóricas pero no las podía contemplar muy bien. Tenía que
encontrar un centro perfecto para poder visionarlas todas y ¿cómo poder llegar
a hacerlo? Mientras pensaba, su cuerpo empezó un ligero vagabundeo hasta que
chocó con el tronco del árbol. Repentinamente le vino la inspiración. Se dio la
vuelta y contempló el árbol y su gran dimensión y se le ocurrió algo, a medida
que su vista se perdía entre sus copas. ¿Y sí subía a lo más alto de una de
ellas? Y sobre todo, ¿qué sentido tenía el verlas todas juntas? Enseguida llegó
a una conclusión al mismo tiempo que se encaramaba por el tronco retorcido para
alzarse hacia los cielos arbóreos. Puede que sólo un dibujo no la dijese nada pero
quizás vistos en conjunto, la explicarían muchas cosas. Era la manera como se
hacían en Hollywood las cosas, es decir, las películas. Un fotograma suelto no
significaba gran cosa pero una docena podía representar una secuencia. Y
mientras llegaba a la cumbre pensaba en lo mucho que la gustaba imaginar y en
los dos únicos mecanismos que la proporcionaban ese placer, los libros y el
cine, e indudablemente el segundo era mucho más atrayente que el primero. ¿Cómo
no lo había pensado antes? Amanda se encumbró en una de las copas del árbol y
miró alrededor. La joven empezó a mover su cabeza exageradamente de izquierda a
derecha y de arriba abajo intentando buscar el significado pertinente. Veía los dibujos y algo más. Los marcos que
limitaban las representaciones formaban misteriosas letras. Con una disposición
diferente cada uno y realizados de manera disímil, podía ver consonantes y
vocales rodeándola. Ahí estaban la R, la E, la L, otra E y por último una… H.
—Re… Releh —leyó con dificultad.
Había oído
ese nombre antes y recordó donde. En el Viejo
Diario, antes de que el sacerdote de
Hastur lo convirtiera en cenizas. Y los recuerdos abrieron Un Terrible
Descubrimiento. La raza de los Primigenios reinó hace mucho tiempo en el
universo y en este planeta, incluso mucho antes de la aparición del hombre.
Eran seres ancestrales y entre ellos combatían para ganar
poder. Una vez que el ser humano pisó la faz de la Tierra no vieron mejor títere
para poder manipularlo a su antojo. Pero su desenfrenada lucha intestina los
destruyó. No se sabe de dónde vinieron pero tampoco cómo desparecieron y el
misterio quedó sin resolverse alimentando las mentes del hombre hasta nuestros
días. ¿Y sí ese Hastur fuese uno de ellos? ¿Quizás el último? Había algo que se la escapaba. ¿Por qué existía un
lugar dentro de los dominios de Hastur donde se citaba el lugar de otro
Primigenio? ¿Qué interés tendría para el Rey Amarillo la ciudad de Releh, hogar
del poderosísimo Cthulhu? Volvió a mirar todos los cuadros y comprobó que
tenían algo en común. En ellos había Cultistas y todos parecían ir en procesión
hacia una luz. ¿Qué significaría eso? Regresó a un callejón sin salida pensó.
La desilusión regresaba a su interior mientras bajaba parsimoniosamente por el
tronco. Cuando su zapato llegó al suelo vio como un desfile de hormigas se
perdía por las raíces del árbol y algo volvió a iluminarse en su interior. ¿Y sí lo que querían los Cultistas es llegar a Releh para…? ¿Para qué?
De pronto se percató de la existencia del Libro
de Dzyan. Quizás el milenario manuscrito podría ayudarla y rápidamente lo
cogió del interior de su mochila. La joven apoyó su cuerpo en el tronco del
árbol y empezó a hojear el manuscrito. Leyó y leyó sin poder relacionar el tema
que estaba buscando: el conflicto entre Primigenios y, más concretamente entre
Hastur y Cthulhu. Su dedo tembloroso iba guiando cada párrafo leído hasta que
se detuvo en un punto. Había un dibujo. Amanda lo vio detenidamente. Parecía un
amuleto construido en hierro. Representaba el rostro de una mujer gritando. Se
dio cuenta de ello porque el rostro estaba rodeado de una arremolinada melena pero algo
llamó su atención. Se acercó más al dibujo y observó que no era pelo lo que
rodeaba el rostro sino serpientes. Parecía encontrarse ante la figura mítica de una Gorgona. Y mientras seguía extrañada continúo
leyendo, esta vez en voz alta: Solo el mal podrá ser destruido con el mal."
Jenny posee algo muy valioso, un objeto que la puede consumir en su potencial avaricia. Con ayuda de dicho objeto resolvió la carta de investigación/aventura. El Necronomicón la proporcionó un dado rojo extra más y, conjuntamente con su colección de pistas, pudo superar el reto. Además en su camino consiguió otro Símbolo Arcano. El Rey Amarillo tiene los días contados... ¡o no!
"No, no
había perdido la cabeza. Se había pellizcado reiteradamente en su brazo derecho
y cada vez la dolía más. Jenny contemplaba con estupor como las estatuas,
alimentadas por la niebla rompían su cárcel de cristal y empezaban a desfilar
marchando hacia la puerta de salida. Tampoco le resultaba extraño a estas
alturas de la noche, después de todo lo que había visto. Curiosamente la niebla
desapareció y cuando la última de las estatuas dejó la sala, la mujer bajó por
la escalera y decidió marcharse del lugar. Cuál fue su sorpresa al encontrarse en el interior
de una sala repleta de gente mirándola. No había restos de estatuillas, ni de
pasillos con niebla. Ahora solo había un gran salón decorado hasta el último
rincón con gente muy bien emperifollada. No existía vacío posible todo se
encontraba decorado con guirnaldas y una cantidad ingente de valiosísimos
cuadros. No cabía ninguna duda se encontraba
en una Fiesta en el gran salón.
—Gracias,
querida. —Le dijo una dama, elegantemente vestida con un traje de noche negro que poseía gran cantidad de pequeños diamantes explotando por todo su perímetro, al mismo tiempo que le
quitaba el Necronomicón de sus
manos.
Jenny se
sentía totalmente desubicada y desorientada y no pudo reaccionar a tiempo de su
hurto.
—Lo estábamos
esperando. —Dijo la dama alejándose con una gran sonrisa.
La mujer se
encontraba estupefacta viendo a todos como la saludaban, elevando sus copas y
sonriéndola como si hubiese hecho un trabajo impoluto.
—Gracias
al trabajo de nuestra amiga, por fin podremos conseguir nuestro objetivo.
Al grito
de la dama se sumaron el de todos los asistentes que empezaron a vociferar. Jenny seguía sin entender nada mientras miraba a todos lados. ¿Había conseguido
para este grupo de gente el Necronomicón?
Y ¿quién era toda esta gente? ¿Se trataría de alguna secta? ¿Y qué harían con
el libro de los muertos?
Un hombre
se tropezó con ella e interrumpió sus pensamientos, acercándose efusivamente.
—¡Bien
hecho! ¿Habrá supuesto un reto para vos, me imagino?
—No, no lo crea. —Regresó a la calma—. Por
cierto… ¿Qué estamos celebrando?
—¡Qué
cachonda! —Río el hombre regresando al tumulto del gentío.
¿Qué le
había dicho? No entendía absolutamente nada de la situación. Mantuvo la calma y
decidió explorar el salón para intentar saber más de lo que estaba sucediendo
y, porque no, intentar recuperar lo que era suyo. Los ojos de la diletante no
dejaban pasar ningún tipo de detalle; en las cosas pequeñas estaban los
secretos de este mundo decía su colega McGlen. Algo detuvo su mirada, helándosela
por completo. La gente estaba eufórica y se chocaban entre ellos y en uno de
esos golpes inconscientes, un hombre levantó minúsculamente la falda de una mujer.
Jenny se quedó alucinada. La pierna de
la mujer era de piedra completamente. Al acercarse al resto de damas con
sus vestidos de noche corroboró el origen geológico de sus seres. ¿Eran las
estatuas de piedra que había visto en el almacén? Si era cierto, no sabía cómo unas figuras grotescas se habían
transformado en moldes humanos. No pudo evitarlo y decidió
escapar del lugar. Iba caminando hacia atrás cuando se chocó con un gran
espejo. Al darse la vuelta comprobó aterrada que ella también era de piedra.
¿Qué le había pasado a su bello cutis? ¿Su espléndido color cutáneo donde
estaba? Jenny empezó a chillar y apagó todo el alboroto de la fiesta. Todo el
mundo la miró extrañado.
—Tranquila,
querida. —Intentó consolarla la dama que le sustrajo el Necronomicón—. Ya sé que estas nerviosa por marchar, como el
resto de nosotros pero todo a su tiempo.
De pronto
se oyó unas campanas y todos explotaron de júbilo, empezando a tirar confeti por
todos lados.
—Lo
ves, llegó el momento. ¡Vamos a por el Gorgoneion!"
CONTINUARÁ...