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miércoles, 21 de octubre de 2015

HOJA APERGAMINADA (XXIII). CANCIÓN DE FUEGO Y HIELO. JUEGO DE TRONOS. CAPÍTULO 8. POR EL LADO DE LA PUNTA.


Mirar y ver no son misma cosa, chica muerta.
                                                                                                                          Syrio Forel.

Quizás tenga razón el maestro, o quizás esté hablando de algo que tenga que ver con los espejos deformados del Callejón del Gato valleinclaniano, ¿quién sabe? Luces de Bohemia podría ser una perfecta referencia para explicar el sentido de la frase. Una cosa es la persona reflejada en el espejo y otra, su propia reflejo, deformado. Son dos cosas disimiles pero nacen de una misma raíz. Algo parecido pasa en este episodio. Dos momentos de manipulación que parecen mirarse condescendientemente en un espejo para deformar el significado de sus propósitos y embaucar a sus figuras. Uno es el acontecido entre Cersei Lannister y Sansa Stark y el otro, entre Catelyn Stark y su primogénito Robb Stark. Ya hablaremos del primero pero ambos son situaciones ejemplares, donde la inocencia es corrompida de una manera brutal y donde el personaje más veterano intenta aprovecharse del más novato. En el segundo caso, incluso aunque pertenezcan a la misma casa y linaje. ¡Abrid bien los ojos!

CAPÍTULO VIII. (De la página 512 hasta la 610).
El capítulo empieza en movimiento. El plano alzado, desde la techumbre de los aposentos donde se están impartiendo las clases de danza de Syrio, para después bajar sigiloso y convertirse en testigo de los hechos. La novela comienza de igual manera, bueno sin el adjetivo rítmico cinematográfico, con un dilema mientras Arya se defiende de las estocadas de madera de su maestro. La joven se siente traicionada por Syrio ya que la dice que va atacarla por un lado cuando, inmediatamente después lo hace por el contrario. Arya se enfada y el bravoosi responde al enojo con la frase del principio. La joven Stark no lo entenderá pero con el tiempo, esa frase y otras muchas más de su maestro de danza se la incrustarán como parte de su adn, salvándola en más de una ocasión como leeremos más adelante cuando escape por las mazmorras de la Fortaleza Roja.


En el imperio de la imagen todo acontece precipitadamente, el montaje es su digno aliado proporcionando un ritmo extradiégetico a la trama, mientras que las páginas de la novela acogen otro velocidad, una diegética. Construida sobre descripciones precisas y directas acompañadas de diálogos internos que fuerzan la diegésis a un disfrute mucho más apetecible que el observado en la pantalla catódica. Frente a los escasos minutos de la huida de Arya, nos deleitamos entre las páginas de Martin a sus recuerdos. Sus travesuras en Invernalia o las enseñanzas de Syrio, así como aquel momento que se perdió por primera vez, llegando a la sala de los Dragones y escondiéndose en el interior de una de sus cabezas. Todo eso es secundario para el inexorable avance de la imagen, que se va alimentando de un cierto suspense elaborado bajo parámetros diferentes a los literarios. Pero no obstante hay que alabar la coherencia de la serie de televisión y en concreto la de este capítulo y en parte se lo debemos al propio Martin, que es el guionista del mismo también. Ha empezado de una manera como ya hemos descrito y acabará de igual manera. Con otro movimiento, esta vez descendente. El plano va bajándose hasta esconderse detrás del mismo Trono de Hierro, detrás de las innumerables espadas forjadas en su fría estructura. Sansa se somete a una humillación pública con el único objeto de intentar salvar a su padre de una muerte segura. Todo el mundo la mira en la sala del Trono, los nobles la hacen un despreciativo vacío a su paso y ella cabizbaja se aproxima al trono, donde la espera su amado Joffrey. La inocencia acude con paso timorato hacia las fronteras de la maldad. El joven rey parece aislado de la sentida ofrenda de Sansa que incluso se arrodilla ante su efigie.


Cersei Lannister y el resto del Consejo Real la miran alimentándose de su ingenuidad. Estamos siendo testigos de una corrupción que momentos antes había sido cimentada de una manera privada, en los aposentos de la reina y que ahora se hace pública (no nos olvidemos que estamos adentrándonos en el reino de amoralidad, como ya hemos señalado en el capítulo anterior). Sansa desconoce los intereses de sus enemigos, a decir verdad desconoce a sus enemigos, ella sigue enamora de su príncipe azul y lo que no sabe es que su acción llevará a otra que no quiere. Trasladándonos a otro espacio y tiempo, ya lo dice lord Mormont (James Cosmos) a Jon Nieve en un capítulo extraordinario de la novela: “Las cosas que amamos siempre acaban por destruirnos.”
El capítulo titulado Jon (desde la página 532 hasta la 546) son de esos momentos donde el tiempo se detiene y lo disfrutas. Percibes la sensación de un mundo bajo tus dedos, habitado por gente como tú, con sus inseguridades y sus anhelos, sus debilidades,  seres muy humanos en definitiva alejados del paradigma épico al que estamos acostumbrados (léase desde la Odisea de Homero hasta El señor de los Anillos de Tolkien). Oímos, porque cuando uno lee oye susurrar a los personajes, sus lamentos, sus ansias. Cosas imperceptibles en la serie, acostumbrado a otro tipo de momentos, a uno como el del final del capítulo donde asistimos a una pelea entre un zombie y Jon. Con eso se queda la imagen lo demás no importa independientemente de los elementos narrativos que impulsan al héroe a seguir construyéndose delante de los ojos del espectador/lector. Es lógico la imagen requiere de su efecto, y en su caso es la espectacularidad lo que demanda. El sonido y la música lo predisponen magníficamente. El momento del combate es lo único que importa en la televisión, pero qué hay de lo demás. ¿Y el resto? La conversación de Jon con su lord Comandante no tiene desperdicio alguno. Se habla de su familia, de su hijo exiliado, de Los Otros, todo envuelto en un clima tranquilamente crispado por las interrupciones de un cuervo, de la formación de una especie de comunidad fraternal entre el bastardo y sus hermanos de Negro y en la actuación de Sam, protagonista de parte del relato cuando decide dar el primer paso y hablar con Lord Mormont. Puede que el actante no sea tan cobarde como él piensa o como le dice el Viejo Oso: “Puede que seáis cobarde pero no estúpido.”


Sam será el personaje que abra el suspense al momento gracias a sus vivencias con su “adorable” progenitor. A través de su boca seremos participes de su construcción. Otra vez el saber es protagonista del relato, de igual manera que Tyron lo utiliza constantemente (un buen ejemplo es el capítulo 6) ya que no posee otras armas, San utiliza su conocimiento para poder investigar algo más sobre la estructura de suspense que se va a formar con la llegada de los no muertos al Muro. El secreto de un buen relato es su propia administración. Ir dejando espacio para lanzar la cuerda que el lector/espectador pueda alcanzar para poder salir del laberinto narrativo que sea. El suspense se construye con información y el cómo se gestiona es una parte importante  de lo que queremos relatar. Una vez que el lector/espectador coge el hilo de Ariadna es copartícipe de la narración y es muy difícil que lo suelte, sobre todo si tiene a un Minotauro/narración convenciéndoles de no hacerlo.
No sería justo denigrar la portentosa adaptación que está sufriendo la novela rio de George R. R. Martin, sobre todo si como en este caso es él el propio guionista de la misma, para alabar algunos momentos del episodio que no posee la novela. El encuentro de la Septa Mordane (Susan Brown) con un grupo de espadas lannisters con sus filos y puntas ensangrentadas es un bello momento visual, donde el miedo a un destino fatuo se vislumbra en los ojos del personaje. No hace falta ver más, sus ojos desnudos lo dicen todo frente a los escondidos de los Lannister. La valentía se enfrenta a la cobardía. O por ejemplo el mayor desarrollo que ha sufrido un personaje, que en la novela prácticamente no tenía ninguna importancia y que a partir del fenómeno televisivo, el propio Martin ha declarado que ha ido creando y haciéndola evolucionar más. Nos referimos a la mujer salvaje Osha (Natalia Tena).

lunes, 5 de octubre de 2015

CON C...





Al vil asesino celular,
                                                                                     frustrador de adns corrompidos
e insaciable devorador de esperanzas mil.

                           
                                       Omnipotente en la carne, débil en el alma.
                                                 Enemigo mío en mi génesis,
                                         generador de suplicios a tu alrededor.


                         Inmisericorde con la edad o el género, eres un maldito cabrón.

                       
                        Estaré hasta el fin de mis días combatiendo tu miserable estrategia
e insoportable crueldad, con mi creatividad.

No me rendiré, ni tampoco los míos,
                              transformándonos en sacos de boxeo donde puedas golpearnos
 una y otra vez, y una y otra vez, nos voltearemos y te haremos frente.

                   Te conocemos desde el albor de los tiempos y veremos tu final.