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lunes, 18 de enero de 2016
REFUGIADOS.
Lloran y ríen sus cuerpos enalteciendo su derrota...
...al mismo tiempo que denigrando su victoria.
Huyen y mueren por una causa perdida, su última esperanza...
...diluyéndose frente a las costas de la indiferencia.
Desfallecen, caen y se vuelven a levantar una y mil veces...
...en busca de su arcadia particular.
Transportando vidas, experiencias, hacia una nueva oportunidad que muta en vieja parca fatal.
Valientes dubitativos, cobardes decididos de sus destinos.
Hombres y mujeres, ancianos y niños refugiados somos todos...
...granitos de arena en esta prisión llamada Tierra.
domingo, 17 de enero de 2016
PASANDO EL LUDOMINGO CON EL SÍMBOLO ARCANO. CAPÍTULO 8. GORGONEION.
Acción y más acción. Estamos llegando al final de nuestro juego y de nuestra historia y nuestros personajes lo intuyen y de qué manera. En el primer caso, tenemos a Monterey intentando escapar de una situación bastante comprometida, perdiendo valiosos objetos como veis en su carta de aventura. Gracias a eso puede que llegue al final del juego y ¿desentrañar el misterio que rodea al museo? ¡Veámoslo!
"Monterey Jack seguía poseyendo el rubí pero ahora lo tenía a buen recaudo, en su bandolera de piel, mordisqueada por el paso del tiempo. No supo cómo pero al guardar su preciado objeto apareció repentinamente en una habitación. La exploró desorientado. Cada vez entendía menos lo que pasaba a su alrededor y cada vez pensaba que estaba más lejos de una explicación racional. El profesor se encontraba rodeado de estanterías habitadas por filas y más filas de polvorientos manuscritos. Pensaba que se encontraba otra vez en el Museo, y más concretamente en su biblioteca pero la cantidad de polvo que ahogaba los lomos de los libros le decían lo contrario. Puede que estuviese en la biblioteca del Templo de Hastur en la Meseta de Leng donde había ido a parar misteriosamente (capítulo 6 y 7). Se acercó inquieto a la que tenía más cerca, a su izquierda y empezó a espiar su geografía. La luz de queroseno de los diferentes candiles que había en las paredes le permitían observarlas con mayor detenimiento, inmiscuyéndose en cada volumen. Su dedo iba rozando los lomos al mismo tiempo que leía sus títulos en voz alta. Hubo uno que lo llamó poderosamente su atención.
"Monterey Jack seguía poseyendo el rubí pero ahora lo tenía a buen recaudo, en su bandolera de piel, mordisqueada por el paso del tiempo. No supo cómo pero al guardar su preciado objeto apareció repentinamente en una habitación. La exploró desorientado. Cada vez entendía menos lo que pasaba a su alrededor y cada vez pensaba que estaba más lejos de una explicación racional. El profesor se encontraba rodeado de estanterías habitadas por filas y más filas de polvorientos manuscritos. Pensaba que se encontraba otra vez en el Museo, y más concretamente en su biblioteca pero la cantidad de polvo que ahogaba los lomos de los libros le decían lo contrario. Puede que estuviese en la biblioteca del Templo de Hastur en la Meseta de Leng donde había ido a parar misteriosamente (capítulo 6 y 7). Se acercó inquieto a la que tenía más cerca, a su izquierda y empezó a espiar su geografía. La luz de queroseno de los diferentes candiles que había en las paredes le permitían observarlas con mayor detenimiento, inmiscuyéndose en cada volumen. Su dedo iba rozando los lomos al mismo tiempo que leía sus títulos en voz alta. Hubo uno que lo llamó poderosamente su atención.
—¡No
puede ser!
El
arqueólogo cogió el libro y detrás del mismo salió expulsada una cortina de
polvo que impactó de lleno en su rostro.
—¡El
Rey Amarillo!
Monterey
abrió el tomo y empezó a perderse por sus páginas. Esta vez fueron sus ojos, o
más concretamente sus pupilas abriéndose abismalmente ante lo que leía, lo que
delataron su sorpresa y su asombro. A cada renglón leído andaba un paso
llegando a la otra estantería, donde un ejército de tomos le esperaba. Uno de los mismos sobresalía del resto. Parecía que alguien
más había visitado la extraña habitación. Dejó de
sumergirse en las páginas del libro que tenía entre sus manos, sumergiéndolo en el interior de su ya pesada bandolera, y navegó hacia el otro. Al cogerlo
constató que no había ni una mota de polvo por su perímetro, muy diferente al otro
tomo que había cogido hace un rato.
—¿Cultes
des Goules? —Lo leyó asombrándose del desconocimiento que tenía acerca del
hallazgo.
Repentinamente
empezó a oír un grupo de voces procedentes del techo. Dejó de leer el libro y alzó su rostro
mirando arriba. La superficie estaba completamente lisa salvo en el centro
donde existía una especie de trampilla por donde seguían filtrándose las voces,
ahora transformadas en chillidos. Pero dónde diantres se encontraba pensó,
mirando a su alrededor. Su mirada circular constató que la trampilla era la
única opción de salida pero cómo acceder a ella. Miró y miró las estanterías y
al echar un vistazo rápido sobre la situada más a su derecha, vio la presencia
de una escalerilla corrediza, ridícula en una estantería de solo tres niveles. Automáticamente
pensó que el único fin de esa nimia escalera de madera era salir de esa
biblioteca zulo. La desencajó de su estructura y apoyándola sobre la estantería
más cercana a la trampilla, se aventuró a escalarla. Justamente llegaba a la
misma. Con una sonrisa de superación, quizás la primera en su vida, se aceleró
a subir a la misma mientras el retumbar de las voces proseguía. De pronto sonó
una explosión y Montery bajó rápidamente asustado. Mal asunto, si había estallado
algo encima de su cabeza, lo más seguro que allí dentro no estaría a salvo.
Agarró el libro en su mano derecha y con su izquierda se encaramó hacia arriba.
Al abrir la compuerta de madera, una bocanada de humo casi lo hizo retroceder y
caer al suelo de la biblioteca, pero se agarró fuerte y con un leve impulso
pudo llegar al suelo del espacio que empezaba a conquistar arrastrándose
lentamente. Empezó a oír berridos y gritos como nunca los había oído y de
pronto se encontró en un Pasillo en Llamas.
Se levantó rápidamente y observó, lo poco que
pudo, una arremolinada cortina de humo espeso gris acordonándolo. No pudo ver
más allá pero alguien o algo corrían en su dirección. Se apartó y vio como un
hombre, o lo que quedaba del mismo consumido por las llamas, caía al agujero de
donde él había salido. La trampilla se cerró tragando al quemado. Pronto la
biblioteca sería pasto de las llamas y el pasillo por donde estaba también. Así
que velozmente intentó buscar la salida. A cada paso que daba miraba en todas
las direcciones y en algunos casos, aventuraba sus manos más allá de las
cortinas de humo, explorando lo desconocido nerviosamente. Sus manos llegaron a
una pared y se acercó, casi besándola. No había duda se encontraba de regreso
en el museo, o lo que quedaba del edifico. A su lado vio un poster publicitario
de la exposición itinerante de Reliquias del Pasado del museo. ¿Qué había
pasado en su interior? ¿Alguna lámpara mal apagada? o quizás ¿algún loco de los
cultistas de Hastur había sido el causante? El fuego y las llamas le recordaron
algo que acababa de leer en ambos libros y que misteriosamente coincidían. El
calor sofocante del pasillo era escenificado en un dibujo que se repetían en
ambos tomos. Las llamas devoraban la geografía de un altar donde existía un
extraño medallón que en su interior dibujaba la cabeza de una mujer con
serpientes en su calva."En nuestro segundo caso tenemos a Amanda resolviendo su correspondiente carta de aventura, con una colección de pistas que la ayudarán a ir por el camino correcto en su investigación.
Además de utilizar su habilidad especial, que la supondrá una beneficiosa tirada de dados extra si lo precisase.
"Amanda
llegó a una conclusión. ¿Sería la Medusa la que había en el dibujo? ¿El mito
griego? Las hormigas rodearon a la pensativa estudiante y después formaron una
hilera que se perdía al fondo del pasillo. La marcha marcial despertó a la
joven de sus argumentos y contempló como se perdía debajo de una compuerta, de
donde salía una fulgurante luz amarillenta. Cuando llegó y la abrió no lo pudo
creer. Se encontraba en la entrada de lo que parecía una de las salas del Museo
de Arkham. No perdió el tiempo dudando y se adentró en la estancia. Caminó
sigilosamente entre un mar de estatuas de piedra. Las observaba a medida que
caminaba mirando sus perfectas construcciones. Representaban a personas en
diferentes gestos, todos ellos horrorizados por algo. Quién había sido capaz de
captar tal perfección en los rasgos faciales de aquellas esculturas dignas del
Hollywood más siniestro, aquel que ella adoraba en sus ficciones. De pronto
chocó con el brazo de una de ellas. Se asustó del tacto frío, helado de la
escultura. Cuando se dispuso a abandonar la sala volvió a echar un vistazo a la
estatua y miró sorprendida que conocía ese rostro. ¡No podía ser cierto! Era la mujer con la que había estado hace escasos minutos en ese maldito museo salvándola de un Gul. (Capítulo 4). Se acercó a la estatua y la miró
detenidamente. No había ninguna duda era ella pero ¿cómo había acabado así? Un
escalofrió la inundó todo su ser. Todo tenía una contaminada relación con el
mito de la Gorgona, sí es que ese era el argumento más lógico a lo que estaba
viviendo. Si había estatuas de piedra era porque alguien o algo las había
convertido. Ella había conocido a esa mujer antes y ahora se encontraba con su
escultura. Y si todas eran también humanas y no estatuas de piedra. Se giró y
miró aliviada que ese argumento se caía por su propio peso al leer la
habitación donde estaba o mejor dicho, el evento que acogía: Exposición de Medusa.
Se relajó solo había sido una ilusión, seguramente esas estatuas eran muñecos
de la propia exposición para poder lograr una escenificación más veraz de la
misma.
—¡Ves lo que pasa cuando uno se enfrenta
al Rey Amarillo! —La chilló un hombre vestido con un capuchón amarillo.
—¿Pe…pero?
—Se asustó la estudiante, comprobando que detrás del hombre había más.
Amanda se
encontró rodeada de cuatro corpulentos encapuchados, vestidos igualmente. No
podía ver sus ojos pero si se percató de sus sonrisas.
—¿De
qué está hablando? —Empezó a retroceder.
— Creían
que protegiendo el Gorgoneion se librarían de nosotros pero no sabían que eso
mismo los mataría.
—¿Qué?
Amanda seguía sin comprender nada a medida que
iba siendo rodeada por los cultistas."
"Jenny iba
dando bandazos, siendo zarandeada por la muchedumbre enfervorizada de la sala.
Precipitadamente se vio cruzando el umbral de la estancia y apareciendo,
repentinamente delante de un pórtico. El viento sopló contra su rostro,
avisándola que ya no se encontraba en un sitio cerrado sino en uno exterior,
pero uno extraño y siniestro. La mujer vio el pórtico y a la gente adentrándose
en él y se quedó pensativa por un momento.
—¡No
lo pienses más, compañera!
Un hombre
la interrumpió dándole una palmadita. Jenny lo miró encorvada y enfadada.
—No
todas las noches, uno tiene la posibilidad de visitar Releh.
Inesperadamente
se produjo un chispazo en su mente, nublándosela y volviéndose todo muy
confuso. Parecía que recordaba más que vivía. No sabía ya si se encontraba
despierta o dormida, viva o muerta. Su mente navegaba en un limbo. Pequeños fogonazos
de pensamientos se desplazaban delante de ella. Vio a la joven que ayudó a
escapar en el museo y también recordó a su padre, o más bien, a su puño. Se
desplazó al instante en el que una mujer le arrebató su valioso hallazgo, el Necronomicón en la Exposición de
Medusa. Pero qué diablos estaba pasando en su cabeza. De pronto, regresó al
exterior y reaccionó ante el objeto de su deseo. La mujer que la había robado
pasó delante de ella con el manuscrito entre sus manos. Se detuvo y abrió el
libro en una página concreta, en un renglón preciso. Jenny no podía pensar en
mejor momento para arrebatar el Necronomicón. Miró hacia atrás comprobando que la puerta de la sala del museo permanecía
abierta, expulsando una amarillenta luz plomiza desde su interior. Sus manos
estuvieron a punto de rozar el libro pero sorprendentemente se detuvieron al oír
una especie de canto. La mujer empezó a cantar algo que estaba escrito en el
manuscrito y de las profundidades del pórtico salió una luz esmeralda que hizo
detenerse a la turba automáticamente. Jenny también lo observó. Parecía como si
dentro del pórtico se abriese una puerta dimensional a otra parte. Quizás a ese
Releh que la decían. Todo volvió a pasar muy rápido. De pronto se vio en una
sala delante de una estatua monstruosa de piedra. Todos estaban congregados
delante de la efigie. Era enorme, sentada en un trono sobre su mano derecha
sostenía una especie de amuleto colgado, a modo de péndulo. El objeto oscilaba
parsimoniosamente de izquierda a derecha. Era lo único vivo de la sala.
—¡GORGONEION!
¡GORGONEION! ¡GORGONEION! —Clamaban todos menos una.
Inesperadamente
se empezaron a oír los primeros gritos. Jenny dejó de mirar el objeto y vio
como unos encapuchados empezaban a blandir sus puñales y asestarlos sobre los
cuerpos de aquellos que encontraban en su camino. Uno a uno iban cayendo. Algún que otro encapuchado cayó también
ante el ataque. Rápidamente se empezó a contemplar las llamas provenientes de
los candiles que transportaban algunos de los atacantes. Unos y otros no se
dieron cuenta pero la estatua se levantó y una serie de tentáculos le salieron
disparados de todas partes. No tardó mucho en coger el péndulo y abrirlo. En su interior apareció un rostro ensortijado en serpientes que rápidamente abrió sus ojos. Del interior de sus cuencas abisales salió un potente haz de luz, encendiendo todo a su alrededor. Jenny regresó al interior de la
sala y volvió a ver a la misma joven, también en una situación dificultosa,
siendo rodeada por los encapuchados. Quiso moverse pero no podía. Su cuerpo
estaba completamente paralizado. Intentó chillar, llamar la atención de los
hombres pero nada. Cuando se pudo mirar en el espejo de la sala comprobó con
horror en lo que se había convertido. Ella también era una estatua de piedra. Enseguida pensó en lo inevitable: ¿estaba muerta? y si lo estaba porque seguía oyendo su voz, y lo más curioso, porque la de los demás."
CONTINUARÁ…
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