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lunes, 18 de febrero de 2019

DÍA DE PRE-ESTRENO. MIRAI, MI HERMANA PEQUEÑA. LA ODISEA DE KUN O LA TEORÍA DEL CAMINO CONTRARIO EN UN APRENDIZAJE.



Mamuro Hosada propone esta vez un viaje conceptual con todas sus consecuencias.
¿Qué es una historia sin personajes? Y más importante aún, ¿qué es sin sus espacios? Mirai, mi hermana pequeña (Mirai, JAP, 2018), se circunscribe alrededor de una casa y sus habitantes. Una localización puede jugar un papel secundario en cualquier narración pero en un relato donde lo más insignificante puede llegar a significar, automáticamente, ese papel se convierte en uno preponderante. De alguna manera, el lugar deja de estar subordinado para transformarse en elemento coordinado, situándose al mismo nivel que el de un actante, llegando incluso a definirlo. En ese sentido, la vivienda del pequeño Kun funciona como elemento cosificado de la historia. Según el propio director, para diseñarlo se contrató a un arquitecto en vez de a un director de arte. Es más, la abuela que custodia al pequeño, llegará a criticar el espacio que habita diciendo, despectivamente, que sólo se puede vivir en ese tipo de construcción si te casas con un arquitecto. Y es que la diégesis de la ficción se desarrolla íntegramente en lo que no es la típica y tradicional casa japonesa, como se puede llegar a percibir desde la propia génesis de la narración. Pasando de un plano general del cielo a un plano general de la casa a través de un movimiento pendular aproximativo. Con esto no sólo se potencia un viaje de lo general a lo particular, sino que además, se establece una distinción conceptual entre la pluralidad de la igualdad constructiva de las demás viviendas que rodean a la de Kun, singular y diferente. Frente al acabado impecable de todas las casas del barrio, el hogar del niño es uno donde su construcción parece no estar terminada. La diferencia se establece en una anomalía arquitectónica, que la aísla del resto, como producto finalizado.


Cogiendo la idea de una arquitectura conceptual, cuya importancia reside sobre las ideas que guían un proceso antes que en su propia resolución, esto mismo se podría permutar al propio relato. Y es que la estructura de la casa nos proporciona claves formales para construir la odisea de Kun.  Las habitaciones no están separadas por paredes ni puertas y se encuentran conectadas por una escalera vertical. Lo único que divide a las estancias es la propia elevación de su edificación. Solamente de esta manera se puede vislumbrar el tema vertebrador del guion: conocer la verdad de una familia. Eliminando los muros de la casa, se permite ver el interior de la misma en su totalidad. Existe un paneo de derecha a izquierda (heredero de uno de los travelling laterales de Los niños lobo, 2012) que desnuda la intimidad del núcleo familiar. De hecho es solamente en el interior del hogar donde el niño descubrirá los secretos familiares, y de esta manera irá progresando en sus pesquisas, escalón a escalón, como se verá en varias ocasiones a Kun subiendo por la escalera. Tampoco no es baladí que aparezcan muchas superficies acristaladas, como aquella donde el pequeño, impaciente por el regreso de su madre, hace círculos de vaho espiando la calle.


La transparencia como una de las características de su búsqueda. Una que empieza con una frustración. Kun se llevará una gran sorpresa cuando su madre regrese y no lo haga sola. Además de con su padre, vendrá con una hermanita. La atención sobre Mirai pondrá patas arriba su mundo, quebrándose de tal manera que descubrirá su particular agujero “carrollniano”, en forma de morera por donde se adentrará, ya no sólo a otro mundo, sino a su propia genealogía. El árbol como índice familiar y elemento fantástico de la trama, por donde se pliega el espacio y el tiempo (mundos opuestos divergentes en un mismo lugar, como lo dejó claro el director en su primer film, La chica que saltaba a través del tiempo, 2006  o en su penúltimo El niño y la bestia, 2015).


La idea de construir la narración sobre un andamiaje simbólico abre las posibilidades al camino del aprendizaje, o a ser consciente del mismo. Hasta que Kun no diga que es el hermano mayor de Mirai, no podrá superar su desafío. Es decir, hasta que no se dé cuenta del papel que juega en su familia, no podrá evolucionar y para eso tendrá que redescubrir a sus parientes y sobre ellos revoloteará una cuestión: ¿qué significa ser buen padre o buena madre? Los padres llegan a planteárselo cuando están colocando una miríada de objetos, casi al final de la película. A medida que los van colocando en la parte trasera de su vehículo, irán cubriendo el plano inconscientemente. Quizá a su pregunta solamente la sigan otras más que lo único que hacen es crear más dudas y generar menos respuestas, no dejándoles ver con “claridad” que ser padre o ser madre, es una prueba eterna de éxitos y fracasos, y que quizá tengan que dar la razón a la abuela cuando dice que en una crianza lo más importante sea el deseo, las ganas de mejorar, de no repetir los mismos esquemas educativos que te han sido legados. Bajo este punto de vista el descubrimiento que hace el niño de sus padres en dos momentos concretos, es sintomático del proceso de aprendizaje que sufrirá.


El primero será cuando el padre intenta enseñar a Kun a montar en bicicleta. Una y otra vez insiste en cómo tiene que hacerlo pero no consigue ningún éxito. Tendrán que aparecer otros niños para que Kun se dé cuenta de cómo llegar a conseguirlo. Bien, Kun viajará al pasado y será testigo de la derrota de su progenitor intentando montar en bicicleta. Una y otra vez se caerá y no será hasta ya muy mayor cuando aprenda. Y el segundo cuando la madre insta a Kun a recoger todos sus juguetes. Aquí también el niño viajará al pretérito para comprobar que su madre era peor que él mismo en cuestión de orden, incluso llegando no a desordenar una habitación sino una casa entera. Ambas secuencias y sus réplicas en el pasado son ejemplos de vasos comunicantes, donde se puede concluir que tanto la paternidad como la maternidad son deseos de superación con el paso del tiempo. De hacer, quizá, lo contrario de lo que ha hecho uno. De seguir el camino contrario, y ese viaje conceptual es el que también experimenta Kun cada vez que sale a su jardín. 

domingo, 17 de febrero de 2019

La crítica en construcción. Algunas explicaciones.


"La única crítica verdadera de una película no puede ser más que otra película."
                                                                                                             Jacques Rivette.
                                                                                                                                    
No me gusta empezar con una "frasecita" en La crítica en construcción pero pensaba que me ayudaría a mi argumentación. Soy de los que piensa que cuando uno tiene que explicar una crítica, algo se ha hecho mal. A la única explicación que nos tenemos que apoyar en el ejercicio crítico, es a la explicación de nuestro sujeto de estudio, y si bien es cierto que en esta sección, lo que hago es explicar la génesis de mi proceso crítico, qué duda cabe que es más porque prima el comportamiento docente antes que el profesional. Dicho esto, pasemos a hablar de mi verdadero enemigo: un servidor. En la clase anterior descubrí, una vez más, el error prepotente de dar las cosas por sentado. El profesorado detectó dos momentos de mi crítica que irremediablemente acababan en el foso del malentendido y de la malinterpretación, llegando a estar de acuerdo con uno y en desacuerdo con el otro. El primero responde a un error de subestimación, quizá generado por no corregir suficientemente mi texto y el otro, responde a uno de estructura. Uno que, bajo mi punto de vista es menos importante, entre otras cosas, porque creo que en estructura los límites siempre chocan con la objetividad y subjetividad del escritor y del lector. Bueno, ¡veámoslos!


El último de su especie. 

¿Y si ya nadie mirase películas?, ¿qué sentido tendrían sus imágenes? Por tanto, ¿y si ya no existiese la belleza? Precisamente porque reside en la mirada del que observa, como recuerda el personaje de Michel Piccoli al señor Óscar (Denis Lavant).
Carax se despierta repentinamente, algo le inquieta, necesita salir de la habitación que lo acoge. Empieza la representación. La forma en la que realiza el trayecto establece el ahínco de la búsqueda, la necesidad de relatar, de la cual se alimentará toda la estructura genérica del film: uno de sus dedos se trasforma en llave (“lo fantástico”), descubriendo una puerta secreta en la pared y adentrándose en un pasillo (“el thriller”).


El director se confrontará con una platea llena de gente… durmiendo ante unas imágenes. Comienza el acto. A través de sucesivas citas, Óscar ira transformándose en episódicos personajes invadiendo espacios comunes, desentrañándolos genéricamente pero no lo hará sólo, le acompaña su teatro andante en forma de limusina, y su particular hada madrina “franjuniana”, Céline (Édith Scob).
En un mundo poblado por invidentes iconográficos, los elegidos en consumir las imágenes serán los obnubilados por la nostalgia, es decir, Óscar es esclavo de la cinefilia pero al mismo tiempo, es consciente de su papel actante. La anagnórisis funciona como salvamento para poder ejercer la dictadura de lo protagónico otro día más, aunque la verdadera revelación, la proporcionará el rol secundario, cuando el personaje de Jean (Kylie Minogue), cantando su existencialismo en el interior de los almacenes de La Samaritaine, invitará a la SteadyCam a rodearla. La planificación en movimiento de la secuencia nos alumbra el modo de captar una “realidad” y nos confronta con la divergencia de su rivalEn ese sentido, Holy Motors (FRA, 2012) es la última en su especie, diferenciando entre el cine y la fotografía, entre el motor y su parada.



Bien, ¿qué quise decir con la primera frase subrayada? Pues un lío de tres pares de... Bueno, habría que leer justamente el final de la frase anterior para empezar a descifrar el jeroglífico. El ser consciente del papel de actante. Para mí Óscar en un personaje, ni siquiera llega al grado de actor. Es un actante que cada día que pasa trabaja realizando diferentes papeles, roles. Al saber quien es, de alguna manera, controla lo que hace y lo convierte en protagonista, y como muy bien escenifica el film, todopoderoso, inmortal. Quizá el único peligro al que se enfrente sea el tedio, como muy bien muestra el plano de él mirando con su "familia" a través de la ventana. Es una mirada triste, apocada, aburrida, desolada al fin y al cabo. Por lo tanto Óscar ejerce una dictadura valiéndose de su condición de actante clásico. Ahora bien, la estructura de la frase hace aguas por todos lados. Quizá lo que quise decir no es que la anagnorisis funcionase como salvamento, sino más bien su contrario, como condena y de esa manera entroncar con ese plano final de él.

Y en cuanto a la otra frase subrayada, el problema para algunos venía dado por la palabra "rival". Parece ser que si uno quiere hablar de algo tiene que nombrarlo de una manera directa. Esto que se presupone en el interior de cualquier organigrama lógico, puede llegar a desubicar, sobretodo, si uno no lo sigue a rajatabla. Bien mi objetivo iba por ahí. La utilización del adjetivo en vez del nombre, es decir, situar primero rival antes que fotografía me permitía la opción lúdica en mi escritura, por otra parte, cosa que siempre me ha interesado. ¿Acaso escribir una crítica no es construir también un puzle? Esto entroncaría con el teorema de Rivette, intentando siempre hacer lo contrario y en ese aspecto, la idea de construir otro tipo de crítica, alejada de la ortodoxa. En definitiva jugar con el lector, que cuando se llega a conseguir, es todo un placer. Seguimos trabajando.

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jueves, 7 de febrero de 2019

La crítica en construcción. Reseñando.


Existe algo que me atrae poderosamente hacia lo pequeño. No sé qué es exactamente, pero puedo conjeturar que el deseo de síntesis ejerce un diabólico interés subterráneo en mí. Primero porque me es difícil aplicarlo y segundo, porque el mero hecho de fanfarronear con el desafío, me incita a poder superarlo. Bien, aquí aglutiné dos prácticas muy interesantes, bajo mi punto de vista, y ambas hablan de detalles. Por un lado, la reseña a un fantástico cortometraje y por otro, a la edición de un dvd de la obra de un director fascinante.

23 de Mayo (2016, ESP). Cortometraje dirigido por David Martín de los Santos.


Vimos la historia y después escribimos, en unos veinte minutos, la reseña. Lo verdaderamente arrebatador no fue realizarlo, que por supuesto tiene su interés, sino después en clase debatirlo y descubrir nuevos enfoques, igual o más apasionantes que el mío. Es de agradecer que después de defender tu postura ante cualquier cosa, alguien te abra la cabeza con otra, y descubras cosas que en un primer visionado se te pasaron o no las diste la prevalencia que deberías. El enigmático mundo de los objetos desapareció de mi análisis y regresó en la charla que tuvimos después.

                                               HISTORIA DE UN FANTASMA.

23 de Mayo plantea un desafío. Desde su mismo comienzo, con ese montaje de primeros planos de basura, como representación de lo desecho de una historia. Una narración que se irá construyendo desde fuera de campo. A través de una voz en off en el sonido pero también, a través de un hombre, que también se encuentra en off visual del presente narrativo. Y también, una narración que se destruye con otro montaje de primeros planos, derruyendo el espacio habitado por ese hombre en el pasado. Pero ese no es el final porque el relato se transforma y muta cuando ese piso, ya reconstruido, vuelve a ser habitado. Otros primeros planos de unos pies hablando de caos, descontrol. La narración renace pero no lo hace sola. Esta auspiciada bajo una fantasmagoría. Sobre una pared blanca impacta una sombra de una ventana y la de un hombre abriéndola. Quizá fue solamente eso, la historia de un fantasma, de una ausencia.


Siempre me ha pasado. A veces uno aprende de oídas y como no se puede ver todo, tienes que empezar a ejercitar la selección. Pienso que igual que nuestra mente es selectiva, nuestra curiosidad también, y existen varios directores, seguramente más de los que me gusta, que he odio hablar de ellos. Viota es el caso pero también Nunes o Portabella. Y en estos casos, enseguida se enciende el motor del fetichismo y claro, tengo que comprar algo, ya sea un libro, o un dvd, o incluso una banda sonora para poder saber más del autor demandado. El cofre de Intermedio lo compré hace tres años y ahora es cuando he empezado a descubrirlo y a sentirme atraído por este santanderino de nacimiento y madrileño de adopción, y es que además me ha pasado una cosa mágica con él. Pero eso ya es otra historia, como diría Kipling, que espero seáis testigos en forma de video-ensayo.


                                     PAULINO VIOTA. TRABAJOS. (1966-1982).



Intermedio nos propone con Paulino Viota. Trabajos (1966-1982) una excepcional oportunidad de descubrir a uno de los directores más desconocidos del panorama nacional. Y la distribuidora no lo hace sola, hermanándose con agentes de otras disciplinas artísticas como el Museo Reina Sofía, ayudan a correr el telón  del olvido para presentarnos la filmografía de un aspirante eterno a la Escuela Oficial de Cine y autor de uno de los filmes más importantes de la historia del cine español. El completo digipack guarda cuidadosamente cuatro dvds en donde se puede establecer una interesante  cronología de su obra. Desde sus primeros cortometrajes hasta Contactos (16mm, 1970), película restaurada por la Filmoteca Española, pasando por Con uñas y dientes (35 mm, 1977) hasta llegar a Cuerpo a cuerpo (35 mm, 1982) y todo esto acompañando y contextualizado con presentaciones, conversaciones y un exquisito librito donde el propio director nos desvela y nos desgrana su forma ya no solo de hacer cine sino también, su forma de verlo como demuestra el estudio que realiza de la estructura de Río Grande (John Ford, USA, 1950). Un verdadero cofre para el alumno, el profesional y el espectador de un cine distinto.