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domingo, 21 de marzo de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Invitando a observar la vida.

  


Han sido, exactamente, cuarenta y ocho domingos, es decir, cuarenta y ocho semanas, o si quiere, trescientos treinta y siete días, o casi un año, pero por fin hoy hablaremos, siempre un poquito, del maestro Francisco Ibáñez Serrador, ¡uy, no! Ése no, ya hablé de Chicho en otros medios, por cierto otro maestro pero en lo suyo aunque ambos siempre han tenido algo en común, entretener al público, quizá de ahí mi lapsus viperino. Con esta entrada intentaré hablar un poco de la obra de F. Ibáñez donde quizá sobresalga, de entre todas sus creaciones, unos tal Mortadelo y Filemón, pero qué duda cabe que hubo más personajes magistrales, unos han envejecido peor pero ahí quedan, y otros, gracias a los dioses, nos siguen acompañando. Precisamente el próximo mes de abril se publicará la nueva aventura de los agentes de la T.I.A Misión por España.

¿Cómo hacer una pequeña introducción de alguien que ha trabajado tanto? Bueno ahí está el desafío, así que ¡Valor y al toro! Otro maestro nuestro, para el que escribe, uno de los mejores guionistas del cine español, Rafael Azcona decía a un bulímico de la información como David Trueba en una entrevista (Rafael Azcona: oficio de guionista): "Cuando yo era joven me gusta oír cómo hablaban, lo que decían los viejos. Yo frecuentaba a los mayores". De alguna manera el maestro Azcona era un observador, y por supuesto, un oyente de su época, de la vida que lo rodeaba. Creo sinceramente que Ibáñez ha hecho lo mismo, durante todo este tiempo, pero en el cómic. Se ha consolidado como un cronista de su época. Ver sus viñetas, inmiscuirse entre sus trazos, no es otra cosa que un pacto social, una invitación a observar un país y unas gentes, donde algunas costumbres ya han desaparecido y otras perduran por los siglos de los siglos, intoxicando nuestra cultura.

                                             (Viñeta 1 del álbum El bacilón, 1983).

Esta viñeta nos escenifica a la perfección el estilo del maestro y su práctica, es decir, su funcionalidad. Heredada de la Bd, la técnica Ibáñez nos regala un pedacito, ya no sólo de su mundo, sino de sus preocupaciones, pero siempre aliñada con sorna, con humor, donde cada milímetro de espacio de esa diégesis enmarcada en un cuadrado como somos testigos más arriba, representa además del inicio de una aventura, elemento narrativo incuestionable, crítica de un momento concreto de aquello que está pasando por su vida, pero disfrazada de una serie de elementos típicos de nuestro país que afloran con cada lectura, con cada visionado. Por supuesto que Ibáñez no es el único por estos lares en realizar este tipo de dibujo, me viene a la cabeza Jan por ejemplo y tantos otros, pero el barcelonés se erige como testimonio de una época por su ingente obra, por su tozudez creativa, por su perseverancia gráfica que nos conquista hasta la actualidad. La ironía, el decir o mejor dicho, el mostrar algo contrario de lo que se dice ha sido su herramienta predilecta. La ciudad de arriba está infestada de burla además de otras cosas. La mezquindad de la vecina de enfrente, el inicio de la comida basura, el homicidio de la naturaleza, la proliferación de la presencia de la mascota como germen dañino urbano, la desfachatez del peatón. Desde el minúsculo fondo, ese pájaro cayendo en picado, hasta el primer plano de la viñeta ahogado por el humo negro del tubo de escape del autobús, nos reímos pero también somos conscientes de la denuncia. 

Si cogiésemos un álbum un poco más reciente como el de ¡A reciclar se ha dicho! (2011), veríamos que las cosas han cambiado un poco, la dinámica sigue siendo la misma desde hace unas décadas, empezar sus aventuras como si fuesen lecciones de Historia, para luego transformarlas en la actualidad más recalcitrante...

                                                       (Viñeta 1, página 7).

...pero seguimos contemplando el abismo en la viñeta, Ibáñez sigue invitándonos a mirar por su agujerito particular un fragmento de vida. Aquí tenemos el interior del salón donde comen y cenan nuestros queridos agentes en su pensión El calvario. Quizá no tenga el contenido crítico de la anterior, pero precisamente por esa razón, uno al descubrirla, decide explorarla por el mero hecho lúdico del ejercicio visual. Puede que con menos detalles, el tamaño de la viñeta aquí sí que importa, pero el maestro sigue ejerciendo de notable cronista.

                                                                                                                      Continuará...

 

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