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lunes, 27 de octubre de 2014

PASANDO EL LUDOMINGO EN CADWALLON. CIUDAD DE LADRONES. CAPÍTULO 8. LA HIJA DEL DUQUE.


"Llega un momento en la vida ladrón, cuando las joyas terminan de resplandecer, cuando el oro pierde su brillo y la sala del trono se convierte en una prisión y lo único que queda es el amor de un padre por su hijo."
                                                                                                               Rey Osric.

La cita profana de Conan el bárbaro (John Milius, 1982) me inspira el último capítulo de este juego. Si amigos, por fin hemos llegado a la última aventura de Cadwallon. Ya sé que nos hemos demorado un poquito desde el lejano Temáticos de Marzo. Espadachines y otros menesteres pero aquí tenéis la conclusión de esta especie de campaña de Ciudad de Ladrones que hemos querido llevar a cabo. Como ya sabéis tanto Vanessa como un servidor nos encontramos bajo mínimos y ambos tenemos solamente a dos ladrones a nuestras espaldas, bueno en mi caso sería uno porque Lucius cuenta como mercenario. Bien, cuando el rey Osric expulsó esas melancólicas palabras a Conan y sus amigos, se encontraba al final de su camino (¡y tanto!, en las tomas que no llegaron a montarse de la película moría violentamente por sus hombres, acuchillado repetidamente cual Julio César) y solamente en el umbral de su camino pudo realizar un ejercicio memorístico de su existencia, llegando a la conclusión de que lo más importante de todo era el amor, el recuerdo de sus hijos. De igual manera, quizás el hombre más poderoso de Cadwallon se ha dado cuenta de esa perdida y ahora que su hija ha sido raptada, busca frenéticamente a alguien que la pueda traer de vuelta. Y ahí entra en juego el gremio de ladrones y por supuesto, Los Ejecutores de Vanessa y Los Malditos míos.
Entremos en materia. Lo primero que llama la atención en el tablero de aventuras es el espacio de pista. Si os fijáis bien hasta que el contador no llegue a la ronda número cuatro, la pista en forma de carta de misión no será revelada. Esto significará que hasta ese momento y, por mucho que hayamos investigado por el entramado de callejuelas recónditas, no podremos rescatarla incluso si tenemos suerte y la encontramos. Este mecanismo que encierra la estrategia del objetivo del juego, desarrolla nuevos caminos lúdicos para el mismo. Por lo tanto, de nada nos vale saber dónde se esconde la hija del Duque sin saber qué pista necesitamos para poder tener éxito en la misión. Ya lo sabéis ¡otra carrera contrarreloj ha empezado!


La rueda de sospechosos que podría saber algo de la secuestrada es innumerable y tanto Leona e Iris como Anays y Lucius recorrieron los lugares más conocidos de Cadwallon. Personalmente inicié mi búsqueda por los alrededores de la Biblioteca y las dependencias del Laboratorio pero no obtuve ningún resultado, salvo llenar mi saca de tesoros. Vane por el contrario tuvo más suerte aunque todavía no se había desvelado la pista para poder rescatar a la hija del Duque, pero ella, o más bien, Leona dio con el paradero de la noble a escasos metros de la Posada, en una destartalada casa al fondo de una oscura y estrecha calle.


La cuenta atrás empezó pero todavía había que desentrañar la pista y la verdad es que no tardó mucho tiempo en ser desvelada. La ronda cuarta llegó al juego muy cerca de la señal de alarma. Los rastrillos empezaron a bajarse rápidamente. El peligro en Ciudad de Ladrones está a la vuelta de la esquina.


¡Un brazalete de oro! ¡Esa era la pista! Rápidamente miramos en nuestras pertenencias por si llevásemos uno y raudos nos empecinamos en ir a por la hija del Duque.


El combate es inminente al caer los primeros rastrillos del distrito y si no nos damos prisa uno u otro quedará encerrado para siempre en Cadwallon. Así que, y ante la mirada bobalicona de los milicianos, decidí dar el primer golpe de gracia atacando a Iris. Anays utilizando su carta arcana de Golpe Crítico se desembarazó fácilmente de ella.


Tengo que decir a favor de los milicianos que jamás estuvieron tan operativos como en este último capítulo del juego (para muestra un botón, ¡mirad la foto de arriba!). Ante la precavida mirada de Iris, rodeada, veía como atacaban a Anays y a Leona respectivamente pero el final llegó y por fin pude ganar la partida, que no el juego.


Aquí la tenéis, la única superviviente de Los Malditos junto con la hija del Duque. Como decía antes, lo bueno de este juego es que se puede jugar de manera individual, escogiendo al azar una de las ocho aventuras que lo componen o intentar, como hemos hecho en la Fortaleza de Nintes, crear una especie de campaña, repitiendo con los mismos personajes que empezamos desde el capítulo 1. A medida que las misiones se iban sucediendo, los ladrones y mercenarios iban cayendo y eso incorporaba un elemento narrativo imprescindible, el suspense. También es cierto que la serialidad con la que hemos fabricado este Cadwallon, requería de ese elemento para poder mantener la mirada del lector. No sé si lo habré conseguido pero en cualquier caso espero que leyendo Pasando el Ludomingo podáis haceros una idea del componente narrativo que existen en los juegos de mesa y en este en particular y ponerlos en práctica, ya veréis como no os defrauda.
Bueno y hasta aquí la ciudad libre de Cadwallon, pero ¡un momento!...


"Anays se detuvo justamente debajo de una alcantarilla enrejada. Oyó los relinchos al menos tres veces, y a cada respiración animal parecía estar más cerca de sus botas. La curiosidad hizo que se agachara ligeramente, adentrándose con su mirada más allá de las rejas oxidadas. Sus ojos empezaron a explorar el ignoto fondo de la alcantarilla. Ante sus pupilas solo había oscuridad. La necromante esperó pacientemente al próximo relincho pero el tiempo pasaba lentamente sin poder oírlo otra vez. Llegó a pensar que tal vez lo habría imaginado, que quizás algún otro ruido podría haberla hecho creer lo increíble. Se alzó majestuosa delante de la alcantarilla y mirando en derredor sonrió para ella misma. No se había percatado pero se encontraba detrás de los muros de una casa de citas. Enseguida pensó que lo que había oído habían sido jadeos y no...
Repentinamente su cuerpo trastabilló y cayó al suelo. La reja de la alcantarilla se rompió en mil pedazos y de su interior lóbrego apareció el rostro deforme de un Cíclope. Riendo sacó su enorme brazo derecho y con un mandoble de su espada, partió en dos el cuerpo de Anays. No tardó mucho rato en recoger los pedazos de la necromante e introducirlos en el interior del subsuelo. Los jadeos continuaron en el barrio de las putas pero esta vez entremezclados con relinchos animales. Un Cíclope no pasaría hambre esa noche."

Continuará en...

Próximamente, espero.

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