“El software
jamás hace una película entretenida. Es lo qué haces con el software lo que la
hace.”
John Lasseter.
No sería justo terminar de hablar de
Ilion, sin mencionar la capital labor de la U-Tad en su proceso. Y el mejor
hombre para ello es también su director académico del área de animación, José Antonio Rodríguez. Llama
poderosamente la atención su tono conciliador y casi narcótico, rozando el
encantamiento. La impresión se refuerza cuando responde a las preguntas
otorgándolas un grado de información extraordinaria. Y todo expresado desde el
mismo centro de la calma, teniendo un pie en la U-Tad y otro en Ilion. Esta
dislocación refleja un mundo en movimiento, uno en el que el 80 por ciento de
los contenidos serán animados o tendrán alguna relación con la animación
digital, según él mismo me contó. Sus veinte años de director de producción lo
han convalidado para formarse y, sobre todo, para convertirse en un afilado
observador de su profesión. Desde aquel Defensor 5, la primera serie de animación en 3D en
España, hasta Planet 51 (Jorge Blanco, 2009) ha viajado por
muchos lugares y ha conocido a mucha gente y esa experiencia la ha trasladado a
su forma de trabajar en la U-Tad a día de hoy. El esfuerzo es fundamental, la
herramienta primigenia. Nos contó la anécdota de un estudiante de animación que
tuvo un accidente y su mano derecha enyesada no le impidió seguir asistiendo a
clase, empezando a dibujar con la izquierda. La superación tiene que ser la
verdadera gasolina creativa en cualquier nivel artístico. Y sin dejar de mirar
el elemento económico, el arte tiene que abrirse paso en la educación
compartiendo tales valores nucleares.
Su objetivo es la consolidación de una
enseñanza, me dijo y por esa razón empecé preguntándole por el “statu quo” de
la animación en nuestro país. Uno de los grandes problemas graves de la
animación en España es de índole educativa. Lógicamente no estoy hablando de la
asignatura de dibujo de los colegios o institutos, sino de su transformación.
Quizás su enseñanza en mi pasado fue la causante de mi desidia en mi presente
por ejemplo. Y es que los planes de estudio tienen que ser las piezas
fundamentales del rompecabezas cultural de cada país. El establecimiento de un
vínculo con la enseñanza alimenta el conocimiento del mismo medio y, creo que
lo más importante, la conciencia de realizar algo creativo e imaginativo con
una fuerte raigambre cultural. Siempre defenderé que el séptimo arte se tendría
que enseñar en un aula, y no en una cualquiera, sino en una pública. Las cosas
están cambiando a una velocidad estratosférica. Hasta hace unos años la
historia del cine animado español se podía contar en sus películas, que además
también se podían contar con los dedos de la mano. Ahora estamos en medio de
una época dorada donde las instituciones, más privadas que públicas, se están
consolidando y reformulando el tejido industrial animado. Nunca tuvimos tantas
opciones académicas como los estudios Lightbox y su academia o la Kandor
Graphics y su afiliación con la Universidad de Granada. Pero ninguna ha llegado
tanto como la U-Tad, convirtiéndose en el primer centro universitario donde se
imparten los postgrados y masters de diferentes disciplinas. Desde los Grados
Oficiales (en Animación o en Diseño Visual por citar unos pocos) hasta los
Ciclos Formativos Grado Superior (en Animación 3D o en Desarrollo de
Aplicaciones Multiplataforma) José
Antonio fue muy crítico con la duración de dichas titulaciones y sus 600
horas lo corroboran, no solo a efectos legales, sino a computo educativo. Menos
de esas horas estaríamos hablando de otras titulaciones que otras instituciones
están ofertando. Con una férrea idea en mente, crear un nicho de talento
preparado y listo para adentrarse en una naturaleza en continua transformación,
armándose con las técnicas más avanzadas del mercado actual y otras creadas ex
proceso, la única opción viable no solamente técnica sino artística se hunde en
la labor académica sin dejar de otear a la industria.
F I N
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