El adiós a los reyes acababa con un gran cliffhanger, ¿y ahora qué? Parece que los Hijos de la Tierra se van a despedazar entre ellos, saliendo mal parado el lado imperial, pero los
Drekkars tampoco se libran de las intrigas, la despedida inherente en el título del tercer álbum de
Servitud, lleva consigo una fuerte carga irónica porque no solo a los reyes se refiere sino también a Hegemones que desean empezar de nuevo o a emperadores manipulados como marionetas como si fuesen el duque de Veriel, testigo impasible de unos hechos que le sobrepasarán.
(Viñeta 3, Página 16. El cantar de Anoroer).
Viñetas como la de más arriba nos hacen revisar lo que hemos leído porque, por ejemplo, ya no serán unos meros testigos de una boda lo que vemos en esa viñeta, si no fantasmas, efigies inconscientes de un mundo que se les escapa entre sus dedos, últimos baluartes de una sociedad que se va desmoronando delante de ellos sin darse cuenta. Y cuando creíamos que la esperanza miraba al
desierto, aparece en el tomo cuarto los Iccrins. Cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo,
Bourgier y
David nos enseñan una carta escondida en su baraja creativa, todavía queda algo más del Conjunto, no sólo se trata de otra facción más, si no de otra cultura, otra civilización. Esta vez no hay que adentrarse en las profundidades de la Tierra para observarla o caminar sobre ella, solamente tenemos que girar nuestras cabezas al cielo, como lo hacía Delorn en
El cantar de Anoroer y ver a los Ángeles surcar los cielos de
Servitud. Hoy tenemos que dejar a un lado la épica heroica, con pinceladas de fantasía, y confrontarnos con la política, irónicamente no hay que tener los pies en el suelo para constatar una realidad, sino mantenerlos levitando en los Pilares de la sociedad Iccrin.
(Viñetas 5, 6, 7 y 8. Página 15. Iccrins).
Si bien es cierto que el álbum comienza con los supervivientes de lo que queda del ejército real, intentando escapar de Al 'Astan, rápidamente se pasa a lo que interesa en Iccrins, la maquinación y de boca de uno de sus actantes podremos poner nombre, al fin, al ser que está detrás de la cortina, aquel que mueve los hilos de Servitud. El guardián Arkinde le dice a su homólogo Orodrin que "mientras Kiromedón siga teniendo Tirinka nos dará cierto margen pero cada vez exige más." Kiromedón ya aparece antes en el extracto del Libro de los Gigantes que precede a las páginas de Iccrins, pero será aquí, en la diégesis, donde se le nombre por primera vez, ni más ni menos que un dios. Regresemos con los conspiradores, la noche ampara sus objetivos, su diálogo es sereno pero obtuso, son los que saben lo que está en juego y harán cualquier cosa para impedir que su "statu quo" cambie, sin duda alguna los guardianes representan a la perfección un pensamiento conservador, una política inamovible de privilegios a la altura de unos pocos. Kiriel los denuncia en el senado Iccrin, "Sois unos cobardes que han acaparado una pequeña parte de la humanidad abandonando a todos los demás."
(Viñetas 4, 5, 6, 7, 8 y 9. Página 16.
Iccrins).
Y frente a ellos, un antiguo infante, un senador dispuesto a todo para cambiar la sociedad fosilizada de los Iccrins. Se trata de Barek, su presentación en el relato, cuanto menos, es digna de ser tratada aunque solamente sea "por encima". Su figura parece descansar, pero está despierto, pensativo, frente a la intriga, la incertidumbre, frente a los rostros de los guardianes, limpios, pulidos, tranquilos, resplandecientes con sus bayatas rojas, está el de Barek, deformado en sus comisuras labiales por el Vek, inquieto. Se levanta y sostiene algo en su mano en la viñeta 9. Ya hemos visto que el detalle es importante en Servitud, veámoslo otra vez, construyendo ya no solamente el conjunto arquitectónico de la historia, sino su ideología.
(Viñeta 3, Página 17. Iccrins).
Vienen a buscarle y Barek se lleva colgando una especie de termo. Le acompaña a todas partes, incluso podemos verlo con un poco en detalle en la viñeta 6 de más abajo.
(Viñetas 5 y 6, Página 17, Iccrins).
¿Qué es? ¿Algo valioso que carga con él? El hombre que viene a por él y Barek caminan juntos hasta llegar a unos servicios, que se pueden ver a la izquierda de la viñeta 7.
(Viñeta 7, Página 17. Iccrins).
La idea es contundente pero está articulada desde la sombra, puesta en funcionamiento desde el detalle, porque si no Bourgier y David habrían gastado lápiz dibujándola si no es por la razón de que algo apesta en la sociedad utópica de los Iccrins, algo se está pudriendo de camino al Senado Iccrin, la orina o la mierda, está impregnando el recorrido de Barek y es eso precisamente lo que quiere destruir, romper el cerco del inmovilismo de su sociedad, invitándola a unirse a la de Los Hijos de la Tierra y a la de los Drekkars, en definitiva, relacionarse con el resto del mundo.
(Viñeta 3, Página 18. Iccrins).
No será fácil, incluso Barek pagará muy alto su osadía pero dejará la puerta abierta para el entendimiento y comunicación, por donde entrará el aire limpio y barrerá el mal olor de la corrupción.
Pero lo verdaderamente enigmático será seguir la pista de ese Maestro de Ceremonias en Servitud, Kiromedón. Un dios que modelaba el mundo disfrutando con él hasta que aparecieron las Potencias, se escondió de ellas y decidió burlarlas creando al hombre. Las Potencias se hicieron carne también en forma de Dragones, Gigantes, Sirenas, Hadas y Ángeles y en la sombras decidió confrontarlas, unas con otras. Servitud es un cómic, una Bd que se tiene que releer, es decir, su verdadero lector es aquel que se sumerge en sus páginas y las contempla y las vuelve a mirar, apostando por los detalles para descubrir esas conexiones que confirman el Conjunto del que hemos estado hablando todas estas semanas. Por lo tanto la lectura, además de ser apasionante, adquiere un sentido lúdico, nos encontramos ante un juego narrativo, donde uno tiene que estar atento y siempre tener a mano los demás álbumes para contrastar las diferentes informaciones que van presentándose en la odisea de Kiriel y Filène de Anar. Y entre esas claves existen momentos maravillosos de anagnórisis. Por ejemplo tomemos la presencia de las Potencias en todo el relato hasta ahora. ¿Existen? ¿Son reales? Ya que estamos en el cuarto álbum, quedémonos entre sus páginas para averiguarlo.
(Viñetas 5, 6, 8 y 9. Página 19. Iccrins).
Filène es llevada a una prisión Iccrin, pero cuando intenta escapar, será el guardián Orodrin quien, pegándola un puñetazo, la desarmará. La última viñeta ondea en su interior un cobarde puño frente al cuerpo encogido de Filène. ¡Cuidado Orodrin no se puede jugar con fuego, al final puedes llegar a quemarte!
(Viñetas 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7. Página 48. Iccrins).
Orodrin es descubierto como Potencia junto al guardián Arkinde, y será éste último, quien lo remate, curiosamente, con un puñetazo que le atraviese el corazón frente a la sorpresa de todos en el senado Iccrin. El que a hierro mata, a hierro muere, dirían los más ancianos el lugar. Las Potencias han sido descubiertas, pero antes más revelaciones que conecta Iccrins con Drekkars por ejemplo y que
demuestran que las Potencias siempre han estado conspirando en la sombra también, al mismo nivel que Kiromedón.
(Viñeta 12, Página 47. Iccrins).
Orodrin se ve cercado por las revelaciones y decide mostrarse como es, una Potencia, antes de que su compañero lo liquide y suelta que los "Iccrins son nuestros". La posesión de un objeto como elemento nuclear del poder absoluto, lo tengo, lo poseo, lo controlo.
(Viñeta 2, Página 25.
Drekkars).
Algo muy parecido se escucha en los aposentos del Emperador Drekkar cuando viene a verlo Aïon para suministrarle la Tirinka. "Los Drekkars me pertenecen." De alguna manera son ramificaciones que se extienden a lo largo del relato para mantenerlo unido, para que el plan continúe y se pueda desanudar todo al final en un nuevo Paso, uno que se llamará Shalin. ¡Qué poco falta para resolver el enigma!