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domingo, 1 de noviembre de 2020

Domingo de viñetas. EL MARCO DE LA AVENTURA. (Y van dos).

 

    


Sí, hoy es el gran día, Corto ha llegado hasta nuestras costas pero no lo hace chillando, festejándolo por todo lo grande, no. No es su estilo, pero entonces ¿cuál es? ¿No estamos acaso en el género más proclive al gran espectáculo? ¿Sujeto a la tiranía del más difícil todavía? ¿Aprisionado en la parafernalia de la acción "pura y dura" como dicen algunos? Pues no. La razón es muy simple, Corto Maltés de Hugo Pratt no nació con esa intención. Miremos ese cartel promocional de La balada del mar salado. Ni siquiera está en el centro del mismo, cuya posición es ocupada por los Groovesnore, los primos Caín y Pandora. A la derecha del cartel sigue la estirpe de la familia con su tío, Tadeo, pero antes podemos ver al teniente Slütter y en el lado opuesto, Corto. Sigamos describiendo, más abajo tenemos al capitán Rasputín y un poco más ladeados hacia la derecha, a Cráneo con Sbrindolin. No aparece el joven Tarao pero no hace falta, lo está en espíritu con ese tatuaje que está posicionado entre Corto, en pequeño, y el gran rostro de Pandora. Hoy hablaremos precisamente de eso, de lo pequeño y de lo grande. Casi todos los actantes del relato se presentan ante el lector y en un lugar nimio aparece el marinero. Efectivamente, no nació con la idea de ser un gran personaje desde el comienzo, pero poco a poco se fue abriendo paso y ha quedado como unos de los paradigmas de la aventura.

Quizá cuando uno se enfrenta a la aventura piensa que va a ser salpicado por la acción más desenfrenada, pero sin embargo en Corto Maltés ocurre, prácticamente, lo contrario. No estoy diciendo que no haya tiros en sus historias, y aquí hay unos cuantos, pero se insinúan más que se muestran. Están fuera del cuadro y a veces el mero hecho de sugerir es mucho más poderoso que el ejercicio de observarlos gráficamente. Pratt apuesta más por la idea que por el hecho, está más preocupado en lo que piensan sus personajes antes que escenificar sus acciones. Esto nos conduce a un mundo interior, íntimo de cada ente narrativo y deja de lado la espectacularidad de los hechos para aferrarse al momento. Tenemos que volver a otro documento para poder certificarlo.


Una carta, a modo de brújula, nos indica al principio el rumbo a seguir en La balada del mar salado y nos avanza la finalidad de su propósito, la relación epistolar dentro de la diégesis, diseñando un diálogo con otra, cuando Corto, casi al final del relato, lea otra carta, la del teniente Slütter. La comunicación entre dos premisas narrativas, como la descripción de unos acontecimientos en pasado, en el marco de la historia, entre su génesis y su ocaso, nos proporcionan las suficientes claves para desestimar el componente espectacular de la premisa aventurera, desnudándola por completo, y abocándola  al sosiego de la razón, a la tranquilidad del análisis de lo vivido con el único fin de ser contado. No estamos muy lejos de los relatos a la luz de las fogatas. Pero es que además, en el interior de la misiva del principio podemos comprobar formalmente que a Pratt no le interesa el gran espectáculo. En la línea 26 de la carta podemos leer: " y Jeremías, que pudo ser inmenso y prefirió ser nada." Entre esa amplitud y ese vacío sucede La balada del mar salado.

Uno de los maravillosos ejemplos pictóricos de Pratt nos puede mostrar la senda, pero como ya hemos dicho, de igual manera que lo haría seguramente el propio Corto, nos está vacilando. Está primera viñeta, espectacular donde las haya, es un espejismo del relato, habrá pocas más como ésta, y sin embargo nos ubica en el punto de partida, el océano pacífico, que como seremos testigos ningunea al propio adjetivo que lo acompaña, de la aventura. Esa grandilocuencia en el trazo podría ser ejemplo de esa inmensidad, grandeza heredera de los relatos de aventuras que el autor consumió en vida y de los cuales va dejando constancia en todas las aventuras del marinero veneciano, aquí en concreto resuenan directamente el Robinson Crusoe (1719) de Defoe o el Moby Dick (1851) de Melville, pero indirectamente podríamos confeccionar un mapa con las que se insinúan desde los lomos y portadas de los libros que vemos desperdigados por las viñetas, a veces conquistados por los propios personajes (la presentación de Rasputín) o como atrezzo de la narración pero diseminados en los lugares cruciales de la misma. En definitiva el poder de la lectura nos apabulla desde cualquier ángulo posible. ¿Y esa nada? ¿Ese vacío de la carta? ¿Cuál podría ser?


La viñeta 7 de la página 84 de la edición de Planeta deAgostini en su colección Todo Pratt, nos puede ayudar. En una mirada solitaria, silenciosa, descansa todo el sentido de la obra de Pratt, esa nada demandada en la carta es reflejo de cómo contempla Corto Maltés el ocaso del sol. Está claro que no está viendo ningún sol, por eso no voy a poner la preciosa viñeta subsiguiente, sino que el personaje está rememorando y a través de esa mirada perdida podemos introducirnos en su mente para descubrirnos a nosotros mismos, a los lectores, preguntándonos por nuestro pasado, por aquello vivido, en definitiva, la comprobación de lo que más nos debe preocupar, que estamos vivos que sobrevivimos un día más a ese pasado, que lo podemos recordar y por tanto, relatar. Corto Maltés es un superviviente de su propio pasado.

Y como si entrásemos en un bucle, las miradas al lector se repetirán encabalgándose en la historia, diciéndonos que al fin y al cabo, puede que esta balada del mar salado esté sujeta a la construcción de una carta, donde cada párrafo es una parte del relato y cada final del mismo, un encabalgamiento retórico. Podemos encontrar también ejemplos de esto, al principio de la historia, viñetas cuya función es unir un sentido.

En la última viñeta de la página 12 nos encontramos a Rasputín mirando una posible presa en el horizonte.

Cuatro páginas más adelante veremos las consecuencias, seremos testigos de la atrocidad del ser humano y constataremos un perfecto encabalgamiento de viñetas, solamente de esta manera podremos valorar la espectacularidad de la historia y disfrutar formalmente de la maestría de su autor. Es una de las entradas a esta balada.

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