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miércoles, 28 de noviembre de 2018

HUECOS. De algunas sensaciones y percepciones durante una Clase.


Hemos tenido una clase interesante en el Máster de Crítica Cinematográfica organizado por la ECAM y Caimán Cuadernos de Cine. El título: Narrativas transmediales. Criterios de análisis con el catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura comparada de la Universidad de Granada, Domingo Sánchez-Mesa. Yo diría que más que interesante ha sido seductora. Ha explosionado en mitad de una semana que se prevé curiosa, después de ver un pre-estreno muy “sui generis” de Roma (traemos lastrando a este país la polémica en Cannes de este año, si estrenarla o no en salas, ¡qué le vamos a hacer!, este país tiende a recoger lo peor de cada casa) y de cara a corregir la crítica semanal correspondiente, en este caso una comparativa, entre Gravity (Alfonso Cuarón) y Cuando todo está perdido (J.C. Chandor), ambas de 2013. Lo siento, estudiar en una Escuela de Cine tiene estos efectos, a lo mejor en la Complutense o la Carlos III suceden otras “cositas”, ¿quién sabe?
Las mejores clases son aquellas que te van despertando del sopor lentamente fabricando un conjunto de sensaciones y percepciones. Ahí van las mías. Las primeras impresiones empezaban por la ignorancia personal, ya no hablo de cosas que desconocía sino que ni siquiera me había puesto a pensar. La palabra “narrativa” dentro del título de la clase daba algunas pistas. El profesor empezó su dialéctica utilizando su artillería fabulosa, y después de un rato tomando notas, empezaron los primeros quiebros de cabeza de algunos compañeros y las génesis de sonrisas de otros. Las preguntas empezaron a dispararse pronto y, cordialmente, se produjo un clima agradablemente tenso donde algunos sabían más por lo que callaban que por lo que preguntaban.


Hablar de la Transmedialidad o de una introducción de la misma fue fascinante. Es un concepto sumamente atractivo, sobre todo para un amante de la narratividad como el que suscribe. Definirla sería ver solamente la punta del iceberg del contenido, cosa que intentó Domingo Sánchez-Mesa, y que creo que consiguió gratamente, aunque parecía complicado. Bien, nos encontramos ante un formato nuevo, un modo de producción, un proceso, que adapta una obra de un medio a otro. Su complejidad reside, a su vez, en su simplicidad otorgada, pero aún hay más. Existe otro tipo de Transmedialidad, la radical, y aquí hemos visto algunos, la posibilidad. Una que da vértigo, sinceramente, la del Transmedia Storytelling. Creada por un “acadfan” (académico y fan todo junto) Henry Jenkins, en la que el objetivo principal es el proceso generado internamente, donde los elementos integrales ficcionales se teletransportan a diferentes canales, con el único fin de crear una unificada y coordinada experiencia de entretenimiento.


Se hablaron de muchas otras cosas, a veces tenía la sensación de que estaba en una “brainstorming” donde las ideas eran impulsadas por otras, pero tengo que citar otros elementos a añadir, como los citados por un colega del primero, Robert Pratten, que defiende la existencia de un componente esencial en este tipo de Transmedialidad: la participación en el universo diegético que se va creando. Es decir, el objetivo final de un proyecto ya no es su potencial espectador o lector, sino su propio proceso mismo, donde ese espectador o lector puede jugar un papel nuclear en la fabricación de esa obra. Domingo Sánchez-Mesa resaltó también el concepto de Convergencia, uno muy interesante y, quizás, de los más democráticos en un proceso narrativo, la coincidencia de dos líneas para unirse a un punto concreto. Pero… ¿Cómo es posible todo este entramado? ¿De qué o de quién se (retro)alimenta? Y aquí nacieron mis primeras impresiones. Convendría responder primero que de una investigación incorruptible por buscar una especie de “Grial narrativo”, que va más allá de lo conocido/estudiado. Y segundo, hablar de la materia prima, la cual sería un cierto gusto, la facilidad con que nos dejamos cautivar por aquello que nos parece más óptimo a nuestros anhelos y expectativas. Nos transformamos en seguidores y empezamos a creer en “algo”, es importante el hecho. Ya no hablo ni siquiera de personas, sino de objetos, de contenidos. Nos posicionamos como fans y vamos multiplicándonos, a la misma velocidad que el mundo circundante nos demanda, vertiginosamente, buscando nuestro refugio. El fenómeno fan, sin duda alguna, se erige como energía vital de este tipo de sistemas. No existe mayor poder que el de un grupo, el de una comunidad,  pero como diría Spencer Tracy en Furia (Fritz Lang, 1936), una masa no piensa, y su consecución más directa será la (auto)defensa a ultranza de todo aquello que le gusta, implicando, si cabe, el uso de la violencia exponencialmente. Quizás no estemos todavía en ese estrato con este tipo de proceso, por ahora, pero vamos en camino. No obstante, lo verdaderamente interesante de todo esto fue una percepción reveladora en forma de diagrama:



Analicémoslo un momentito. Existen dos mundos, el viejo y el nuevo, en ambos existen los mismos objetos: películas, juegos y libros. La diferencia viene en esa convergencia que ya hemos citado y que el esquema de abajo representa perfectamente. Todos los componentes se encuentran fusionados conformando un “todo” perfecto donde no hay posibilidad de fractura, un rectángulo satisfactorio, un ejemplo de Transmedialidad en auge. Ahora bien, ¿qué pasa con el esquema de arriba? Los objetos están separados, no crean unión posible, se miran pero no se tocan, porque existen huecos entre ellos por donde se filtra, o pienso creer que se desliza, la experiencia humana. Eso tan imperfecto de equivocarse para seguir aprendiendo. Por esos intersticios se cuela lo inesperado, lo impredecible, lo inaudito y también, quizás, lo inaprensible. Estaríamos ante dos ejemplos de palimpsestos, donde en el de arriba se pueden leer todavía algunas huellas de una escritura anterior y en el de abajo, ese proceso de desciframiento es imposible. Es cierto que en ambas esa escritura pretérita ha sido borrada artificialmente, la única diferencia descansaría en que en la del viejo mundo somos conscientes de ese proceso y en la del nuevo, ya ni siquiera existe espacio para la duda. ¡Benditos huecos!

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