(Viñeta 1, página 21. Número 1).
Han sido, exactamente, cuarenta y ocho domingos, es decir, cuarenta y ocho semanas, o si quiere, trescientos treinta y siete días, o casi un año, pero por fin hoy hablaremos, siempre un poquito, del maestro Francisco Ibáñez Serrador, ¡uy, no! Ése no, ya hablé de Chicho en otros medios, por cierto otro maestro pero en lo suyo aunque ambos siempre han tenido algo en común, entretener al público, quizá de ahí mi lapsus viperino. Con esta entrada intentaré hablar un poco de la obra de F. Ibáñez donde quizá sobresalga, de entre todas sus creaciones, unos tal Mortadelo y Filemón, pero qué duda cabe que hubo más personajes magistrales, unos han envejecido peor pero ahí quedan, y otros, gracias a los dioses, nos siguen acompañando. Precisamente el próximo mes de abril se publicará la nueva aventura de los agentes de la T.I.A Misión por España.
¿Cómo hacer una pequeña introducción de alguien que ha trabajado tanto? Bueno ahí está el desafío, así que ¡Valor y al toro! Otro maestro nuestro, para el que escribe, uno de los mejores guionistas del cine español, Rafael Azcona decía a un bulímico de la información como David Trueba en una entrevista (Rafael Azcona: oficio de guionista): "Cuando yo era joven me gusta oír cómo hablaban, lo que decían los viejos. Yo frecuentaba a los mayores". De alguna manera el maestro Azcona era un observador, y por supuesto, un oyente de su época, de la vida que lo rodeaba. Creo sinceramente que Ibáñez ha hecho lo mismo, durante todo este tiempo, pero en el cómic. Se ha consolidado como un cronista de su época. Ver sus viñetas, inmiscuirse entre sus trazos, no es otra cosa que un pacto social, una invitación a observar un país y unas gentes, donde algunas costumbres ya han desaparecido y otras perduran por los siglos de los siglos, intoxicando nuestra cultura.
(Viñeta 1 del álbum El bacilón, 1983).
Esta viñeta nos escenifica a la perfección el estilo del maestro y su práctica, es decir, su funcionalidad. Heredada de la Bd, la técnica Ibáñez nos regala un pedacito, ya no sólo de su mundo, sino de sus preocupaciones, pero siempre aliñada con sorna, con humor, donde cada milímetro de espacio de esa diégesis enmarcada en un cuadrado como somos testigos más arriba, representa además del inicio de una aventura, elemento narrativo incuestionable, crítica de un momento concreto de aquello que está pasando por su vida, pero disfrazada de una serie de elementos típicos de nuestro país que afloran con cada lectura, con cada visionado. Por supuesto que Ibáñez no es el único por estos lares en realizar este tipo de dibujo, me viene a la cabeza Jan por ejemplo y tantos otros, pero el barcelonés se erige como testimonio de una época por su ingente obra, por su tozudez creativa, por su perseverancia gráfica que nos conquista hasta la actualidad. La ironía, el decir o mejor dicho, el mostrar algo contrario de lo que se dice ha sido su herramienta predilecta. La ciudad de arriba está infestada de burla además de otras cosas. La mezquindad de la vecina de enfrente, el inicio de la comida basura, el homicidio de la naturaleza, la proliferación de la presencia de la mascota como germen dañino urbano, la desfachatez del peatón. Desde el minúsculo fondo, ese pájaro cayendo en picado, hasta el primer plano de la viñeta ahogado por el humo negro del tubo de escape del autobús, nos reímos pero también somos conscientes de la denuncia.
Si cogiésemos un álbum un poco más reciente como el de ¡A reciclar se ha dicho! (2011), veríamos que las cosas han cambiado un poco, la dinámica sigue siendo la misma desde hace unas décadas, empezar sus aventuras como si fuesen lecciones de Historia, para luego transformarlas en la actualidad más recalcitrante...
(Viñeta 1, página 7).
...pero seguimos contemplando el abismo en la viñeta, Ibáñez sigue invitándonos a mirar por su agujerito particular un fragmento de vida. Aquí tenemos el interior del salón donde comen y cenan nuestros queridos agentes en su pensión El calvario. Quizá no tenga el contenido crítico de la anterior, pero precisamente por esa razón, uno al descubrirla, decide explorarla por el mero hecho lúdico del ejercicio visual. Puede que con menos detalles, el tamaño de la viñeta aquí sí que importa, pero el maestro sigue ejerciendo de notable cronista.
Continuará...
Regresamos al causante de esta subsección en este blog, Theodore Poussin de Frank Le Gall y lo hacemos con su segundo álbum, El devorador de archipiélagos. Recordemos que nuestro aventurero se despidió de nosotros en plena aventura en busca de su tío, o en busca de su tumba, si lo recuerdan y como muy bien dice Franck Bouysse en el formidable dossier de la edición integral de Planeta de Agostini: "Al final de la historia, en el momento de tocar la verdad con los dedos, Le Gall nos aleja rápidamente de ella." El joven Theodore se sube en el barco que, presumiblemente, le llevará a descubrir la verdad sobre su tío y el álbum se cierra con el bote alejándose de la mirada del lector.
(Viñeta 4, página 62. El capitán Steene. Edición integral de Planeta de Agostini).
Por tanto la búsqueda continua pero de una manera heterodoxa. Para empezar esta segunda aventura de Theodore es un milagro de narración, ya que parte, como se nos cuenta en el dossier, de tres historias cortas publicadas en Spirou y que con ayuda de Yann, intentaron darle un corpus narrativo para convertirlo en el relato que es hoy en día. Un maravilloso recorrido por ese "Oriente misterioso y soñado, el Oriente de la infancia" que decía el autor. Una palabra que va adscrita a la aventura, sin duda alguna es INFANCIA. Es el auténtico motor propulsor de cualquier aventura. Trampolín avasallador generador de la primera aventura, matriz del primer riesgo de nuestras vidas, anhelo construido en la fantasía de cada uno. Theodore no lo sabe, pero su aventura le llevará por territorios que duermen en el subconsciente de su creador, su deseo soñado de involucrarse en otros mundos recónditos, otras culturas lejanas.
(Viñetas de la 1 a la 9, página 120. El devorador de archipiélagos. Edición integral de Planeta de Agostini).
Este momento refleja dentro del propio relato, esa asunción de protagonismo del propio héroe. Sobre su rostro preocupado, distraído, el vuelo de un pájaro. Pasa de largo y se posa en un balcón donde un gato, demasiado disneyano, hará un buen uso gastronómico del mismo. La génesis tripartita de este álbum dejaba claro que el protagonista era Theodore, pero cómo engarzar estas tres historias, cómo montarlas de tal manera que pareciese una sola. Esta página y sus viñetas nos lo desvelan, solamente desde la distancia, desde el alejamiento del rol protagónico, si bien es cierto que Frank Le Gall tenía un as en la manga, esa búsqueda del capitán Steene, el tío de Theodore, como columna vertebral de la acción, estaba claro que esa renuencia tenía que ser demandada por otro actante, y no me estoy refiriendo al gato, si no a otro personaje nacido de una operación algo más arriesgada. Uno que desconocemos, un personaje del cual no sabemos absolutamente nada, otro misterioso aliado o enemigo como el señor Noviembre, el señor Martín al principio del álbum. Con él, disfrazado de maestro de ceremonias, seguiremos esa aventura del héroe en desenterrar el pasado de su familia. Una aventura que se torna en algunos momentos, existencial. A veces vivir una simplemente es querer soñarla. Seguiremos buscando, continuaremos soñando.
Regresamos a la "gentil" Drakoo para ser testigos de una aventura en el París de las Maravillas de la mano de un equipo extraordinario. El guion parte de Pierre Pevel, de los lápices se encarga Étienne Willem y del color, Tanja Wenish para invitarnos a resolver un misterio en Les Artilleuses. 1. Le vol de la Sigillaire (Las Artilleras. 1. El robo de la Sigillaire), como de costumbre, esperando ser editada algún día de estos en el lenguaje de Cervantes.
No existe nada motivador en el primer tomo de Les Artilleuses, salvo que uno se agarre al factor genérico de su propuesta. Quiero decir, si eres un fan del Steampunk ya tienes la mitad del precio del álbum comprometido y eso, quieras o no en estos tiempos que corren es de agradecer, pero qué pasa si no te gusta el pastiche futurista, aunque en nuestro caso particular más bien sería retrofuturista, bueno siempre te puedes aproximar a su universo de fantasía como excusa perfecta. Insistimos, pareciese que no hay nada nuevo en el horizonte de esta historia y sin embargo, comprobamos que su circuito narrativo clásico nos va descubriendo oportunidades, riesgos formales que merecen la pena. Nos encontramos en la antesala de una Anagnórisis, ¡descubrámosla!
(Viñeta 2, página 31).
La noche posibilita la revelación como dijimos, a propósito de los últimos álbumes de Astérix, en Empezar por el final (I). Es un tiempo de recogimiento, pero en absoluto de calma sino todo su contrario. La viñeta de más arriba lo escenifica a la perfección, y es que a veces una imagen vale más que mil palabras. Si diseccionamos la viñeta en dos partes trazando una diagonal, comprobaremos que el dibujo inferior, los dos gendarmes apoyándose mutuamente en "darse calor" con un cigarrito, demuestra una tranquilidad cotidiana frente a la parte superior, su rotunda antítesis donde una de las protagonistas, Mam'zelle Gatling, intenta llegar a un piso superior buscando algo. El suspense de un choque de trenes no nace de un accidente sino de su gestación, la tensión de la administración del relato como antítesis del sosiego, pero su revelación no consiste en descubrir el propósito de la protagonista, regresando al lugar del crimen, sino en destapársela al lector. Esta Anagnórisis tiene su propio prolegómeno, eso sí acompañada por diferentes actantes (el traficante de arte, el fauno Cristofaros, junto a Lady Remington, líder del trío rebelde), pero igual escenario aunque diferente estado atmosférico, de día.
Habría que pasar unas páginas atrás para comprender la dimensión del juego narrativo que nos proponen sus creadores, brillando su particular as en la manga creativo aunque no seamos conscientes de ello todavía. Nuestra vista se posa sobre la mirada de la joven Gatling contemplando el nuevo universo que está descubriendo en ese vivero acristalado.
Mientras hablan Lady Remington y Cristofaros del robo de la Sigillaire (fenomenal proto MacGuffin de la trama) y son detectados por unas dianas misteriosas, desde el exterior, Gatling provoca el componente lúdico antes de presentarse la tragedia. Juega con fuego con una planta carnívora y al final se quema, es picada por ella. Es ahora de regresar a la nocturnidad.
(Página 32).
El esplendor azulado de la página nos regala un momento mágico, la cuna de la Anagnórisis, la revelación está puesta en juego. En este micro universo cuadriculado el escenario es el mismo, pero sufriendo unas consecuencias distintas, que por supuesto no desvelaremos aquí y que como hemos señalado, tampoco lo haremos en cuanto al objetivo de la joven Gatling en volver al vivero, invitando a otro enigmático personaje a poblarlo y a amenazarlo.