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domingo, 28 de marzo de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Adentrándonos en el Bosque.

 


                                              (Viñeta 1, página 21. Número 1).

Hoy daremos un paseíto por el bosque de la mano de dos mentes perturbadoras, creativamente hablando, como son Cullen Bunn, sacando punta a su mina del lápiz, y Tyler Crook, desenfundado sus pinceles, y nunca mejor dicho para este cómic dibujado en acuarela. Nos vamos a Harrow County 1-4. (Dark Horse) editada aquí por Norma Editorial.

Desde la génesis misma del relato sus autores lo tenían claro, bosque y campo rodeando un núcleo humano que a vista de pájaro se iría transformando en el Condado de Harrow.


                          (Página 15 del Sketchbook incluido en la edición de Norma).
 
Bien, por tanto, desde el principio queda establecido que la historia iba a dirimirse entre la civilización, el campo creado por el hombre, horadado por la comunidad y el bosque, lo ignoto, la creación misma, milenaria y desconocida. Deseo siempre del hombre moderno por su control, pero también lucha pírrica del mismo. Se podría decir, deportivamente, que construida la meta y la salida de la narración solamente hace falta su desarrollo, es decir, la carrera, el recorrido, uno que pivota alrededor de la naturaleza que como veremos hace de presentación en cada número del cómic en sus primeras páginas.


                                                  (Página 2 del número dos).


                                                   (Página 1 del número cuatro).

No descubrimos el Mediterráneo si nos ponemos a enumerar los cómics e historias que han estado nutriéndose de esta dialéctica, pero lo maravilloso es intentar descubrir dentro de la propia diégesis del cómic sus pistas, sus argucias, es como cuando eras un niño, en mi caso, y te ponías a unir los puntos y se iba desvelando el dibujo ante tus ojos. Ante los de Emmy también se vislumbran otro tipo de dibujos.


                                                (Viñeta 1, página 22. Número 1).

Una vez que la protagonista decida introducirse en el bosque, lo primero a lo que tendrá que hacer frente es al último reducto de civilización en la foresta. El puente como símbolo de unión de dos ecosistemas diferentes, ciencia y magia, religión y hechicería, y que comparten solamente la construcción humana como cordón umbilical de paso. La osadía requiere un ofrecimiento, el bosque se lo facilitará.


                                                (Viñeta 1, página 22. Número 1).

Emmy miraba algo al otro lado del puente, pues bien, al otro lado de la página le espera el sujeto de observación. Su transgresión será recompensada con un cebo, un niño sujetando lo que parece un conejo o un peluche de conejo. A partir de este momento la unión es indefectible, pareciese que Emmy regresase a un posible útero materno, su ímpetu en encontrar a ese niño, arañando las ramas impenetrables de los árboles evocan el ansia del bebé por salir fuera. Su descendencia es el pasado, ya no de su familia, es decir, de su padre, sino de toda la comunidad, de todo Harrow County. El prólogo del número uno lo dictamina así, Emmy empieza a (re)nacer desde este encuentro fortuito en el bosque, del que poco a poco, iremos conociendo más escenarios.


                                         (Viñeta 1, página 44. Número dos).

Huyendo de su progenitor y de la comunidad, se encuentra con la ayuda de Bernice, y ambas acaban en un cementerio. Escenografía que no podía faltar en un relato terrorífico, aunque aquí funcione más de catalizador donde las dos niñas se vayan enterando un poco más de los secretos que guarda su comunidad. El lugar se presta a ello, Bernice, como consejera, le dice a Emmy que "el abuelo me contó que había cementerios antiguos en el bosque donde se enterraba a los indeseables". La "S" final de la palabra "cementerios" no ayuda a tranquilizar, este camposanto que vemos arriba es uno de otros que andan desperdigados por el bosque, inquietante cuanto menos pero de eso mismo se trata Harrow County, de perturbar la tranquilidad del lector de una manera a la que no estamos acostumbrados en un género como este, y aunque la propia narración contenga viñetas gore, este tipo de indirectas narrativas, estremecen más, abriendo nuestras mentes a lo desconocido, nuestra imaginación.


                                    (Viñetas 1, 2 y 3, página 79. Número cuatro).

La estrategia de los creadores irá imbuida al ritmo del relato, a medida que se vaya desenrollando el mismo, los obstáculos irán multiplicándose, pero también la adhesión de nuevos aliados que puedan ayudar a la heroína a poder vislumbrar mejor un pasado todavía un tanto neblinoso. Estas viñetas responden a ese esquema, la presentación del Sr. Sorrell. El personaje ayudará  a Emmy a poder establecerse un poco mejor en la nueva realidad a la que tiene que enfrentarse. Por supuesto, y como no, esa anagnórisis empezará en el bosque, donde los faros del coche del farmacéutico se asemejan a los de un monstruo, pero su resolución se celebrará en la casa del actante. De regreso a la civilización, la construcción de un hogar, se puede resolver el enigma. Solamente después de haber superado las pruebas de iniciación Emmy, recordemos que ha cumplido diecisiete años, con lo cual está a las puertas de convertirse en mayor de edad, podrá saber la verdad sobre su padre y sobre su entorno. La ofrenda en forma de extraño niño, la revelación en uno de los cementerios olvidados del bosque, agrupan sus ítems más característicos para que la heroína se libere de unas ataduras, más psíquicas que físicas, generadas en el mundo oculto del bosque, pero su proceso final tendrá lugar en el mundo conocido, el del hombre. Este vaivén narrativo se refuerza en el epílogo.


                                            (Viñeta 1, página 99. Número cuatro).

Ya no en un núcleo rural humano si no en la urbe. Está lloviendo intensamente como si esa frecuencia nos hiciera recordar unas páginas atrás, como si nos hiciese volver, ni más ni menos, al principio del relato, poniéndonos frontalmente el misterio de adentrarse en el Bosque como si se fuese algún tipo de mecanismo temporal. Uno que nos avisa de la dialéctica encerrada en Harrow County o mejor dicho, de aquello de lo que se alimenta el miedo, ni más ni menos, que de lo desconocido.


                                                      (Página 5. Número 1).

domingo, 21 de marzo de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Invitando a observar la vida.

  


Han sido, exactamente, cuarenta y ocho domingos, es decir, cuarenta y ocho semanas, o si quiere, trescientos treinta y siete días, o casi un año, pero por fin hoy hablaremos, siempre un poquito, del maestro Francisco Ibáñez Serrador, ¡uy, no! Ése no, ya hablé de Chicho en otros medios, por cierto otro maestro pero en lo suyo aunque ambos siempre han tenido algo en común, entretener al público, quizá de ahí mi lapsus viperino. Con esta entrada intentaré hablar un poco de la obra de F. Ibáñez donde quizá sobresalga, de entre todas sus creaciones, unos tal Mortadelo y Filemón, pero qué duda cabe que hubo más personajes magistrales, unos han envejecido peor pero ahí quedan, y otros, gracias a los dioses, nos siguen acompañando. Precisamente el próximo mes de abril se publicará la nueva aventura de los agentes de la T.I.A Misión por España.

¿Cómo hacer una pequeña introducción de alguien que ha trabajado tanto? Bueno ahí está el desafío, así que ¡Valor y al toro! Otro maestro nuestro, para el que escribe, uno de los mejores guionistas del cine español, Rafael Azcona decía a un bulímico de la información como David Trueba en una entrevista (Rafael Azcona: oficio de guionista): "Cuando yo era joven me gusta oír cómo hablaban, lo que decían los viejos. Yo frecuentaba a los mayores". De alguna manera el maestro Azcona era un observador, y por supuesto, un oyente de su época, de la vida que lo rodeaba. Creo sinceramente que Ibáñez ha hecho lo mismo, durante todo este tiempo, pero en el cómic. Se ha consolidado como un cronista de su época. Ver sus viñetas, inmiscuirse entre sus trazos, no es otra cosa que un pacto social, una invitación a observar un país y unas gentes, donde algunas costumbres ya han desaparecido y otras perduran por los siglos de los siglos, intoxicando nuestra cultura.

                                             (Viñeta 1 del álbum El bacilón, 1983).

Esta viñeta nos escenifica a la perfección el estilo del maestro y su práctica, es decir, su funcionalidad. Heredada de la Bd, la técnica Ibáñez nos regala un pedacito, ya no sólo de su mundo, sino de sus preocupaciones, pero siempre aliñada con sorna, con humor, donde cada milímetro de espacio de esa diégesis enmarcada en un cuadrado como somos testigos más arriba, representa además del inicio de una aventura, elemento narrativo incuestionable, crítica de un momento concreto de aquello que está pasando por su vida, pero disfrazada de una serie de elementos típicos de nuestro país que afloran con cada lectura, con cada visionado. Por supuesto que Ibáñez no es el único por estos lares en realizar este tipo de dibujo, me viene a la cabeza Jan por ejemplo y tantos otros, pero el barcelonés se erige como testimonio de una época por su ingente obra, por su tozudez creativa, por su perseverancia gráfica que nos conquista hasta la actualidad. La ironía, el decir o mejor dicho, el mostrar algo contrario de lo que se dice ha sido su herramienta predilecta. La ciudad de arriba está infestada de burla además de otras cosas. La mezquindad de la vecina de enfrente, el inicio de la comida basura, el homicidio de la naturaleza, la proliferación de la presencia de la mascota como germen dañino urbano, la desfachatez del peatón. Desde el minúsculo fondo, ese pájaro cayendo en picado, hasta el primer plano de la viñeta ahogado por el humo negro del tubo de escape del autobús, nos reímos pero también somos conscientes de la denuncia. 

Si cogiésemos un álbum un poco más reciente como el de ¡A reciclar se ha dicho! (2011), veríamos que las cosas han cambiado un poco, la dinámica sigue siendo la misma desde hace unas décadas, empezar sus aventuras como si fuesen lecciones de Historia, para luego transformarlas en la actualidad más recalcitrante...

                                                       (Viñeta 1, página 7).

...pero seguimos contemplando el abismo en la viñeta, Ibáñez sigue invitándonos a mirar por su agujerito particular un fragmento de vida. Aquí tenemos el interior del salón donde comen y cenan nuestros queridos agentes en su pensión El calvario. Quizá no tenga el contenido crítico de la anterior, pero precisamente por esa razón, uno al descubrirla, decide explorarla por el mero hecho lúdico del ejercicio visual. Puede que con menos detalles, el tamaño de la viñeta aquí sí que importa, pero el maestro sigue ejerciendo de notable cronista.

                                                                                                                      Continuará...

 

domingo, 14 de marzo de 2021

Domingo de viñetas. EL MARCO DE LA AVENTURA. (Y van cuatro).

     


Regresamos al causante de esta subsección en este blog, Theodore Poussin de Frank Le Gall y lo hacemos con su segundo álbum, El devorador de archipiélagos. Recordemos que nuestro aventurero se despidió de nosotros en plena aventura en busca de su tío, o en busca de su tumba, si lo recuerdan y como muy bien dice Franck Bouysse en el formidable dossier de la edición integral de Planeta de Agostini: "Al final de la historia, en el momento de tocar la verdad con los dedos, Le Gall nos aleja rápidamente de ella." El joven Theodore se sube en el barco que, presumiblemente, le llevará a descubrir la verdad sobre su tío y el álbum se cierra con el bote alejándose de la mirada del lector.

     (Viñeta 4, página 62. El capitán Steene. Edición integral de Planeta de Agostini).

Por tanto la búsqueda continua pero de una manera heterodoxa. Para empezar esta segunda aventura de Theodore es un milagro de narración, ya que parte, como se nos cuenta en el dossier, de tres historias cortas publicadas en Spirou y que con ayuda de Yann, intentaron darle un corpus narrativo para convertirlo en el relato que es hoy en día. Un maravilloso recorrido por ese "Oriente misterioso y soñado, el Oriente de la infancia" que decía el autor. Una palabra que va adscrita a la aventura, sin duda alguna es INFANCIA. Es el auténtico motor propulsor de cualquier aventura. Trampolín avasallador generador de la primera aventura, matriz del primer riesgo de nuestras vidas, anhelo construido en la fantasía de cada uno. Theodore no lo sabe, pero su aventura le llevará por territorios que duermen en el subconsciente de su creador, su deseo soñado de involucrarse en otros mundos recónditos, otras culturas lejanas.

(Viñetas de la 1 a la 9, página 120. El devorador de archipiélagos. Edición integral de Planeta de Agostini).

Este momento refleja dentro del propio relato, esa asunción de protagonismo del propio héroe. Sobre su rostro preocupado, distraído, el vuelo de un pájaro. Pasa de largo y se posa en un balcón donde un gato, demasiado disneyano, hará un buen uso gastronómico del mismo. La génesis tripartita de este álbum dejaba claro que el protagonista era Theodore, pero cómo engarzar estas tres historias, cómo montarlas de tal manera que pareciese una sola. Esta página y sus viñetas nos lo desvelan, solamente desde la distancia, desde el alejamiento del rol protagónico, si bien es cierto que Frank Le Gall tenía un as en la manga, esa búsqueda del capitán Steene, el tío de Theodore, como columna vertebral de la acción, estaba claro que esa renuencia tenía que ser demandada por otro actante, y no me estoy refiriendo al gato, si no a otro personaje nacido de una operación algo más arriesgada. Uno que desconocemos, un personaje del cual no sabemos absolutamente nada, otro misterioso aliado o enemigo como el señor Noviembre, el señor Martín al principio del álbum. Con él, disfrazado de maestro de ceremonias, seguiremos esa aventura del héroe en desenterrar el pasado de su familia. Una aventura que se torna en algunos momentos, existencial. A veces vivir una simplemente es querer soñarla. Seguiremos buscando, continuaremos soñando.

(Viñeta 7, página 117. El devorador de archipiélagos. Edición integral de Planeta de Agostini). 

domingo, 7 de marzo de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Anagnórisis.

  


Regresamos a la "gentil"  Drakoo para ser testigos de una aventura en el París de las Maravillas de la mano de un equipo extraordinario. El guion parte de Pierre Pevel, de los lápices se encarga Étienne Willem y del color, Tanja Wenish para invitarnos a resolver un misterio en Les Artilleuses. 1. Le vol de la Sigillaire (Las Artilleras. 1. El robo de la Sigillaire), como de costumbre, esperando ser editada algún  día de estos en el lenguaje de Cervantes.

No existe nada motivador en el primer tomo de Les Artilleuses, salvo que uno se agarre al factor genérico de su propuesta. Quiero decir, si eres un fan del Steampunk ya tienes la mitad del precio del álbum comprometido y eso, quieras o no en estos tiempos que corren es de agradecer, pero qué pasa si no te gusta el pastiche futurista, aunque en nuestro caso particular más bien sería retrofuturista, bueno siempre te puedes aproximar a su universo de fantasía como excusa perfecta. Insistimos, pareciese que no hay nada nuevo en el horizonte de esta historia y sin embargo, comprobamos que su circuito narrativo clásico nos va descubriendo oportunidades, riesgos formales que merecen la pena. Nos encontramos en la antesala de una Anagnórisis, ¡descubrámosla!

                                                          (Viñeta 2, página 31).

La noche posibilita la revelación como dijimos, a propósito de los últimos álbumes de Astérix, en Empezar por el final (I). Es un tiempo de recogimiento, pero en absoluto de calma sino todo su contrario. La viñeta de más arriba lo escenifica a la perfección, y es que a veces una imagen vale más que mil palabras. Si diseccionamos la viñeta en dos partes trazando una diagonal, comprobaremos que el dibujo inferior, los dos gendarmes apoyándose mutuamente en "darse calor" con un cigarrito, demuestra una tranquilidad cotidiana frente a la parte superior, su rotunda antítesis donde una de las protagonistas, Mam'zelle Gatling, intenta llegar a un piso superior buscando algo. El suspense de un choque de trenes no nace de un accidente sino de su gestación, la tensión de la administración del relato como antítesis del sosiego, pero su revelación no consiste en descubrir el propósito de la protagonista, regresando al lugar del crimen, sino en destapársela al lector. Esta Anagnórisis tiene su propio prolegómeno, eso sí acompañada por diferentes actantes (el traficante de arte, el fauno Cristofaros, junto a Lady Remington, líder del trío rebelde), pero igual escenario aunque diferente estado atmosférico, de día.


                                                     (Viñeta 6, página 16).

Habría que pasar unas páginas atrás para comprender la dimensión del juego narrativo que nos proponen sus creadores, brillando su particular as en la manga creativo aunque no seamos conscientes de ello todavía. Nuestra vista se posa sobre la mirada de la joven Gatling contemplando el nuevo universo que está descubriendo en ese vivero acristalado. 


                                          (Viñetas 1, 2, 3, 4 y 5, página 17).

Mientras hablan Lady Remington y Cristofaros del robo de la Sigillaire (fenomenal proto MacGuffin de la trama) y son detectados por unas dianas misteriosas, desde el exterior, Gatling provoca el componente lúdico antes de presentarse la tragedia. Juega con fuego con una planta carnívora y al final se quema, es picada por ella. Es ahora de regresar a la nocturnidad.

                                                             (Página 32).

El esplendor azulado de la página nos regala un momento mágico, la cuna de la Anagnórisis, la revelación está puesta en juego. En este micro universo cuadriculado el escenario es el mismo, pero sufriendo unas consecuencias distintas, que por supuesto no desvelaremos aquí y que como hemos señalado, tampoco lo haremos en cuanto al objetivo de la joven Gatling en volver al vivero, invitando a otro enigmático personaje a poblarlo y a amenazarlo.

                                    
                                                            (Viñetas 7, 8 y 11).

Lo importante es el rostro de la protagonista encontrando algo. De la planta carnívora, aquella con la que jugaba unas páginas atrás, sale escupido un objeto, un anillo, la reliquia conocida como Sigillaire. Hasta este momento el rostro de la actante es uno inconsciente, ve el anillo y le llamaba su atención pero nada más, es en el lector donde se inicia un mecanismo de apertura, el de la Anagnórisis, la revelación de la consciencia de que el objeto no se ha perdido y lo más importante, que a partir de ahora dará mucho más juego a la trama.