“¿Por qué piensan que las películas iraníes están
supuestamente hechas para ser casi guías turísticas política-sociales de
Irán?”
(Mani
Haghighi en la conferencia de prensa del Festival Internacional de Berlín,
2018.)
Algo de molestia se puede filtrar en la confección
de esa pregunta y derivada de la misma, algo de rabia se puede infiltrar en la
periferia narrativa de Pig (2018,
Irán) escenificando un Irán poco frecuente. El comienzo puede parecer
anecdótico pero encierra una puesta formal que irá amplificándose sobre el relato.
La cámara sigue a un grupo de chicas por las calles de Teherán. No dejan de
parlotear acerca de sus ídolos, cuando por la esquina derecha del plano corre
un hombre hacia ellas, no para agredirlas sino para pasar de largo, llamando su
atención sobre una cabeza humana en el arcén. Todo lo que acontece en Pig puede llegar a ser superfluo y lo
nuclear, es lo que sugieren sus imágenes.
El espectador que asuma el reto se verá atraído por
la sucesión de unos hechos: los asesinatos de varios directores iraníes perpetrados,
supuestamente, por un psicópata, y por supuesto el seguimiento y
esclarecimiento del crimen. Estaríamos habitando los límites del thriller pero eso
no es lo fascinante, y como si se colase por la ficción ligeramente, podríamos
estar asistiendo a una comedia o a un drama indistintamente, pero tampoco sería
lo relevante y aunque la ironía y la parodia se posicionen como distancias
críticas (las secuencias que tienen que ver con el musical más kitsch del baile
de las cucarachas o la que imita a los péplums) lo que pivota frágilmente, como
la mente de su protagonista, es la historia de Hasan (Hasan Majuni) en estado de pánico constantemente.
Bien sea por la
preocupación que siente por su hija, que la pide que le haga un selfie, para comprobar
que efectivamente va acompañada de sus amigas, o bien la presión de una fan,
que parece estar en todos lados espiándolo, sin olvidarnos de las dos
directrices por las que versa su vida, ambas de raigambre sentimental, la
primera de raíz maternal, representada en su madre de fuerte personalidad
fraguada entre dos países como son Irán y Turquía y la adoración, rayando lo
psicótico, con su musa y actriz, que la acaba de dejar.