“Es un lugar
donde algo significante, misterioso y oscuro ha pasado y se ha transformado en
una especie de camposanto mítico donde un joven príncipe o rey fue asesinado.”
Josiah “Tink” Thompson.
Aniquilación
o el cuestionamiento del statu quo, cinematográfico.
“…y cuando
contemplas la belleza de la desolación, algo cambia en tu interior. La
desolación intenta colonizarte.”
Jeff Vandermeer.
Hoy no se podría estrenar comercialmente una
película como ésta, de hecho solamente se ha podido realizar en territorio USA.
Bien, eso podría demostrar una cosa sobre todo por estos lares: la involución
de la exhibición y distribución cinematográfica. Pero nos equivocamos desde el
principio. Y es que Netflix entró en la producción de la película tarde pero en
su justo momento, ya que algunos ejecutivos de Paramount, concretamente David Ellison, productor ejecutivo
vinculado con Skydance, quería hacer cambios sustanciales en algunos personajes
a lo que el equipo creativo del film encabezado por su director, Alex Garland, y el segundo productor
ejecutivo, Scott Rudin se negaron.
Pues bien, Paramount encontró una solución, Netflix entraría en la distribución
realizándola en streaming a nivel
internacional y de esta manera sufragar los 55 millones de dólares del
presupuesto total de producción. Así, el resto del mundo se perdería la ficción
en pantalla grande pero, sin embargo, ganaría la versión inalterada de su
director, en otro tipo de pantallas.
La aclaración nos puede
a ayudar a desarrollar el tema del artículo, que no es otro que hablar de la
forma más que del fondo de una historia. Yo mismo en la génesis de la
elaboración del texto, no era consciente de este dato y si me hubiese mantenido
ajeno al mismo podría haber seguido hablando de lo mal que está la distribución
comercial y podría haber dicho que hace unas décadas, podríamos haber visto en
nuestras pantallas todo tipo de ficciones pero encontrar un 2001, Una odisea
del espacio (Stanley Kubrick, 1968) o un Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979) hoy día sería imposible. La gran tragedia
de nuestro tiempo es que no existe alternativa a Star Wars. Entonces habría que
buscar otra estrategia, y claro está, eso pasaría por la oferta de Netflix. De
esta manera este argumento encumbraría a la plataforma de VOD estadounidense
como garante de la creatividad auspiciándola casi al olimpo del arte. Pero
seamos sinceros, las cosas ocurrieron de otra manera y aunque Netflix nos haya
dada la oportunidad de ser testigos de una película interesante, no se ha hecho
por amor al arte, sino por un interés determinado: algunos gurús necios
aventuraban que el estreno del film hubiese sido un fracaso estrepitoso, ya que
la consideraban demasiado intelectual y que la mejor manera de recuperar lo
invertido, sería su distribución en el servicio bajo demanda. De alguna manera
Aniquilación nos dicta el sentido de la ficción en nuestro presente. Nos
posiciona sobre la mesa el statu quo del séptimo arte y lo hace magistralmente,
sin enterarnos, trabajando desde la sombra. Primeramente el thriller envuelve
el relato de la bióloga Lena (Natalie
Portman) que espera a su marido, el sargento Kane (Oscar Isaac), desaparecido hace un año. La ausencia en sí es un
concepto que alimenta el suspense hasta que el Ulises regresa a su Ítaca
particular (la secuencia en la que lo hace es demoledoramente aséptica en su
contenido pero terriblemente interesante en su técnica, como descubriremos).Después, como si formásemos parte de ese pelotón adentrándose a una “terra incognita”, el género va mutando a uno de ciencia ficción (una vez que cruzamos el umbral de la zona protegida llamada Resplandor en el film y Área X en la novela) y fantástico (con la presencia de la sempiterna figura del monstruo). E incluso podríamos decir que en algunos momentos, apoyándose en la banda sonora de la película, estamos rozando el experimental al gusto de un Ligeti. Esta variedad genérica podría responder al contexto de la creación fílmica, esto es, a una cierta postmodernidad en su diégesis pero si observamos con detenimiento, nos podremos dar cuenta del discurso formal. Para llevar a cabo semejante empresa se necesita solamente tener una cosa en mente: desafiar al espectador. Aniquilación, si bien no es un ejemplo de desubicación narrativa constante (cosa que sí que puede llegar a serlo su inspiración literaria de Jeff Vandermeer), sí que lo es a ráfagas. ¿Y cómo se consigue? Apoyándose en varios elementos, que de alguna forma, lo confronta con el estado de las cosas cinematográficas actuales. Cuando se altera ese statu quo, aparece el estado de agitación, la conmoción que es de lo que trata, entre otras muchas cosas más, la película y la novela: de la naturaleza del cambio, del desequilibrio en definitiva. Y quien primero lo sufre en la historia son sus actantes. Casi todos en su jerarquía (ya sean incluso episódicos) se muestran apáticos, desanimados. Se encuentran vaciados por dentro, parecieran seres consumidos (la bióloga Lane), obnubilados (la paramédica Anya, Gina Rodríguez) o sin motivación alguna (la psicóloga Ventress, Jennifer Jason Leigh). En definitiva serían personajes heridos, que en algunos de los casos, deambulan por la trama parasitándola y ejerciendo de agentes extraños. Ante semejante construcción dramática, el proceso de identificación de la heroína no se produce. Por lo tanto es muy difícil que se cree el vínculo emocional entre el personaje y el narratario. El cordón umbilical entre ambos está cercenado. Esto nos haría recordar a personajes de otras ficciones ya citadas como al astronauta Bowman de 2001 o al escritor Pisatel de Stalker. Existen focos de esperanza en personajes ubicados al margen, secundarios, como el de la física Radek (Tessa Thompson) pero en seguida se desvanece cualquier tipo de apoyatura emocional. En un momento del film llega a decir a Lena que la doctora Ventress quiere afrontar el Resplandor, y que Lena quiere luchar contra él. Y ella dice que no opta por ninguna de las dos opciones. Después desaparecerá, engullida por la metamorfoseante naturaleza del pueblo donde se encuentran. Frente a la aniquilación existen dos opciones: no asumirla, ser lo suficientemente necio para no valorarla, o la asunción de la misma. Jossie Radek parece no mojarse, pero es el único actante que elige y asume su final, cosquilleándose su brazo por donde están sobresaliendo ramitas. Aniquilación en su tercera acepción gramatical significa hacer perder el ánimo. No cabe duda que los personajes de la ficción son unos desanimados y su única esperanza radica en la regeneración de otro cuerpo, otro sistema y para que el proceso tenga éxito hace falta solamente una cosa, morir en un lado y en el otro, creando algo completamente distinto de ambas cenizas.
Otro elemento desestabilizador tendría una característica conceptual, se trataría de realizar un viaje al otro lado. Tendríamos que disfrazarnos de Alicia y atravesar el portal “brechtiniano”. Nos encontraríamos con la consciencia misma de ser testigos de una ficción, de la edificación de una mentira. En definitiva ser consecuentes con la presencia de la cámara. Es curiosa la importancia que tiene el hecho durante toda la historia, ya que en la novela no existe. Varias veces aparece la presencia del objeto como estructura elíptica de la explicación de lo que vemos, simple y llanamente, mirándolo, siendo partícipes del propio plano. La posición de la cámara es vital para entender la información suministrada. Hablaré de una secuencia anodina en su contenido pero valiosa en su forma porque lo que nos llega a decir es que en la cotidianidad es donde reside la extrañeza (eso lo representa a la perfección David Lynch en sus obras). Y esto se realiza, no generando frustración sino curiosidad, pero una malsana auspiciada por el suspense. El sargento Kane regresa a casa. La primera reacción de Lena es la de la desconfianza de aquello que está viendo, su rostro pareciera que ha visto un fantasma en vez de a su marido. De alguna manera está cuestionando su incertidumbre de realidad pero inmediatamente, se abalanza sobre él abrazándolo, quiere creer lo que está viendo y sintiendo, presentándose ante el espectador quizás el único momento que vemos de la protagonista expresar sus emociones. Pero será un espejismo porque la conversación que tienen en la cocina, volverá a ubicarla en una posición de desconcierto y duda, de una sobriedad emocional aplastante. Ella, de pie demanda una explicación que no llega por parte de su compañero, sentado, casi amnésico al interrogatorio. Se sientan enfrentados en la mesa, uno a cada lado del otro. Lo lógico de la gramática clásico de la puesta en escena sería utilizar el plano/contraplano, que es utilizado, pero sorprende la utilización de un plano general, alejado, parapetado, en un pasillo tenue que muestra a Kane solo. Su cuerpo aparece como cercenado, la mitad se encuentra ubicada en un tenso fuera de campo, dando un fuerte protagonismo al vacío existente. Unos segundos después, Lena ocupará ese vacío inquiriendo más información acerca de dónde ha estado. La construcción de un malestar dentro de la narración propone el principio de su desestabilización.
Y esto nos llevaría a un tercer elemento del que ya hemos avanzado algo con la explicación de la secuencia, es decir, la dosificación de la información. La historia empieza por el final y la labor del montaje es fundamental. Lena es una superviviente encarcelada en una habitación, sujeta a una férrea interpelación. A partir de ese momento iremos yendo y viniendo a medida que se vaya graduando el interés de lo que está narrando. A través de flashbacks veremos “su historia”. La utilización de carteles con los títulos de las partes de la narración, a modo de capítulos, da a entender la existencia de la manipulación, ya no sólo por parte de los creadores de la historia, sino quizás por parte de la propia protagonista. Los recuerdos serán importantes para poder desarrollarlos con precisión y eficacia, pero ¿son reales? ¿Eso fue lo que pasó realmente? La incertidumbre será el otro protagonista de la trama. Aniquilación como obra interesante en el panorama “cinematográfico” actual, cuestiona su statu quo y lo hace confeccionando preguntas sin saber muy bien la respuesta. ¿Qué significa ser humano? ¿Y qué significa confrontarse con lo desconocido?
“Con eso como
punto de partida, empecé a concebir un relato para el farero, […]. Resultaba
difícil, porque no sabía nada de su vida, no contaba con ningún indicador que
me permitiera imaginármelo.”
Jeff Vandermeer.
Okja
y la asunción de una responsabilidad.
“Aprendo cada
día, cada hora pero ¿cómo se aprende? Dejándose sorprender. Haciendo ver que
dónde estaba el prejuicio llegue el juicio.”
Antonio Escohotado.
En la mostración y encubrimiento de la información se encuentra la riqueza del director surcoreano. Su filmografía da fehacientes pruebas de ello. (Memories of Murder o The Host). En Okja, esa herramienta está más depurada y parece en menor medida que en otras ficciones de su autor, pero eso no quita que el efecto que vaya a conseguir haya mutado de otra manera. Tenemos una conversación entre Maji (Seohyun An) y su compañera (me niego a describirla como mascota) al principio de la historia, la cual desconocemos porque no podemos oírla (desaparece medio rostro de la protagonista debajo de una de las orejas de Okja) y termina con otra, está vez de la compañera a Maji, de la que tampoco somos participes. Existe algo que solamente pertenece al ámbito privado de esos dos personajes. Algo quizás por lo que ha valido la pena luchar. Desde el rapto del animal hasta la persecución por Seúl, llegando hasta la batalla campal en las calles de New York y finalizando en ese campo de concentración cárnico, lo que se ha puesto a prueba ha sido la fuerza de voluntad de Maji ¿Cómo se construye? ¿Cuál es su motor? El director nos puede haber dado la clave, nada más empezar la película, en esa conversación con ese plano del ojo de Okja ampliando su pupila a medida que escucha a Maji susurrarla algo.
Además de existir una complicidad notoria, observamos un hecho fantástico, quizás por la química, el animal además de escuchar parece sentir algo con ese sutil gesto. Más adelante también volverá a repetirse conductas humanas sobre el animal en el desfiladero con Maji. Por tanto estaríamos ante una alianza entre los dos personajes y el rescate de Okja, es llevado bajo el paroxismo de la amistad alimentando una cierta testarudez en la heroína que la otorga la fuerza para seguir adelante, no importando el desafío, es más cuanto mayor es, más conecta con el deseo de superarlo. Podríamos ubicar una escala de proporciones, empezando por lo pequeño, la superficie de cristal que la impide pasar al otro lado, en la sucursal de Mirando en Seúl, a algo más grande, cuando corre en pos del camión que lleva a Okja llegando a encaramarse al vehículo y evitando la altura de los sucesivos túneles por lo que va introduciéndose. A cada paso mayor peligro. El tamaño sí que importa. El tamaño de Okja en su presentación nos habla de lo grande que es pero también, paradójicamente, de lo débil que es, cuando se resbala por el riachuelo. No cabe duda que el director empieza a establecer vínculos con el espectador, construyéndole su afinidad con el personaje. Pero quizás en su contrario podamos comprender mejor de que se sustenta la lucha de Maji. Y es que en la película existen más ejemplos de lucha, como aquellos que fracasan estrepitosamente. Le pasa al grupo de defensa animal compuesto por idealistas, que se pasan haciendo lo que consideran correcto y después acaban realizando su contrario. Quieren rescatar a Okja de las fauces de Mirando para después entregársela en bandeja a la misma corporación. Maji es engañada por uno de sus integrantes. Y la secuencia en la factoría donde Okja es forzada por un macho de su misma especie es demoledora al respecto. Mientras lo ven, no dejan de observar sus propios errores, unos que volverán a repetir una y otra vez. Pareciese que estuviésemos ante unos hijos de papá, atolondrados, que ven todo desde la confortabilidad del otro lado. Y aunque reciben de lo suyo cada uno, pareciese más un castigo recibido por su inoperancia ante los hechos. Al final Okja acaba prisionera gracias a sus salvadores. Es una lucha innecesaria, absurda (intentan por todos los medios no utilizar la violencia en sus “perfomances”), está vacía de contenido y no tiene ningún sentido. La música de Jaeil Jung nos aporta más claves al respecto. La presentación de este destartalado grupo aparece junto a fanfarrias de trompetas como si el circo hubiese hecho acto de presencia en la trama. ¡Señores y señoras con todos ustedes…! Lo absurdo catapulta al relato al desconcierto. El grupo pacifista intentando secuestrar a Okja, y enfrentándose con la policía con paraguas de colores, ejemplifica muy bien la incoherencia del enfrentamiento pero también nos habla del acto irreflexivo del grupo, frente a la férrea decisión de la construcción de una responsabilidad por parte de Maji en su tarea de regresar con Okja a las montañas. Regresamos al maestro Escohotado cuando le preguntaron que qué les diría a los jóvenes de ahora: “Que se las arreglen como puedan. La libertad reclama que cada cual se la juegue. Que piensen por sí mismos. Asumamos responsabilidad plena y completa por nuestras acciones y nuestras ideas.” Todo eso lo podría representar Maji, ¿por qué no el grupo de defensa animal?