Buscar este blog

domingo, 29 de noviembre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. Reivindicaciones. (I).

 

¿Qué tienen en común estos cómics? Una simple pregunta que quizá venga aledaña a una respuesta más compleja. Independientemente de lo maravilloso que sean, o se hayan convertido, estas obras y por supuesto de sus dispares relatos y géneros disímiles, existe algo que las une: su trabajo para el mercado foráneo. Son cómics realizadas por dibujantes, historietistas que, si bien es cierto no han tenido que emigrar a otros países para poder llevarlas a cabo, sí que han tenido que enviarlos a gente de otras latitudes, concretamente la geografía francófona, para poder convertirse en realidad, y aunque la fotografía muestre editoriales patrias como Norma o Dibbuks, su forja creativa han sido las bárbaras Dargaud (Blacksad), aliándose con Lombard (Warship Jolly Rogers) o Dupuis (Los Campbell). Hoy en día quien no sepa quién es Juanjo Guarnido o Juan Díaz Canales, Miquel Montlló con el genial Sylvain Runberg, único extranjero del grupo, o José Luis Munuera, es porque no le interesa el noveno arte. Son nombres consolidados que no hace mucho no brillaban tanto, que no hace un tiempo puede que nadie confiase en ellos, o para ser más directos, que nadie en España daba un duro por ellos, y me estoy refiriendo al mercado del papel, ya sabemos que algunos hacían sus pinitos en el dibujo en movimiento. ¿Os suena la historia? Es una vieja cantinela que como apéndice de este país nuestro pasa muy a menudo. La cultura siempre estará bajo el asedio de la incomprensión y más en aquellos lugares donde la tradición más conservadora se ha quedado enquistada, llegando a desvirtuar el propio significante. Lo hemos oído millones de veces o por lo menos mi generación, ningunear algo por ser un mero dibujo. Eso de... "Es para niños, no ves que son dibujos", relacionando el sujeto con el predicado sojuzgando aquello más visible, el color, despreciando su contenido literario.

Hoy por tanto, nos toca reivindicar y no será el primer día, haciéndolo con un viejo zorro, el capitán John Tiberius Munro de Warship Jolly Roger. 1. Sin vuelta atrás. Al pincel el barcelonés Miki Montlló y al lápiz  el de Tournai, Sylvain Runberg.


En la página ocho de la edición de Norma Editorial, en su primera viñeta aparece el rostro del presidente Vexton dejándose inyectar suero químico para acabar con sus arrugas naturales y edificarse una fachada irreal de piel. Se muestra relajado y tranquilo lo opuesto a lo que ha sucedido en las páginas anteriores con su némesis el capitán Munro.


Sobre esta viñeta, la número cuatro de la página siete, se produce un interesante choque visual con la anterior. Una críptica sinestesia donde descansa el conflicto narrativo de toda la trama, una construida bajo el paradigma santo de la reivindicación más absoluta, la venganza. A partir del agorero título de este primer capítulo, ya no habrá vuelta atrás, ha comenzado una riada de consecuencias que harán explotar a la galaxia entera. Vexton se resiste al dios más poderoso, el tiempo, insuflándose dosis de fuente de juventud, aislándose de la realidad y escenificando una propia. Munro, asume su realidad pero se inyecta su propio veneno en forma de razzia carnavalesca en pos de su objetivo: destruir a aquel que acabó con su familia. Cronos está presente de una manera desaforada, a veces insultantemente visible en los pasajes pasados, rememorando y acercando al lector la tragedia que vivió el viejo capitán de la Valkiria y otras veces, parapetados en los detalles como este par de viñetas que solitarias no tendrían ningún valor narrativo, salvo el estético quizá pero montadas, solapadas, una encima de la otra o viceversa adquieren su estima. Lo viejo nunca ha estado tan de moda en esta sociedad en la que vivimos, en una actualidad donde lo que dura no es valorable, la veteranía descansa en nimios destellos de resistencia, en locuaces actos tozudos. Son emblemas de resistencia, honorables espacios reivindicativos.

La persistencia como arma de destrucción masiva, la terquedad como timón direccional inapelable, puede que aplazable, pero siempre recordado. El recuerdo puede que sea el mayor enemigo del paso del tiempo. El color nos ayudará a una mejor captura del mismo y aquí se muestra glorioso.

                                                        (Viñeta 5, página 3).

Rojos, diría casi que incandescentes a punto de ser  detonados, de un presente disconforme  a grises opacos de un pasado temerario.

                                                         (Viñetas 1 y 3, página 15).

El futuro no se puede ver, no se puede disfrutar, está demasiado neblinoso por eso el espacio de Warship Jolly Roger es uno que nos puede recordar a otros, pero al mismo tiempo la línea nos muestra la novedad en lo sucio, en aquello que se pudre por dentro pero también por fuera.

                                                            (Viñeta 1, página 11).

Después vendrían los personajes pero eso ya es otra historia (una especie de intrahistoria dentro de la propia diégesis), ya hablaremos de Alisa Rinaldi, Nikolai Kowalski o Trece y sus reivindicaciones en otro momento, la serie consta de cuatro tomos, al fin y al cabo, hay tiempo pero no será uno agradable.

                                                             (Viñeta 8, página 51).

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. "Menos es más". Buscando la Piedra filosofal del relato.

    

"Greyson, no te dejes monopolizar por el pasado. El presente es más duro de llevar."

                                                                                                                                     Névo.

Ya fue algún tiempo, ni siquiera me acuerdo, pero sí que tengo muy presente lo que descubrí y donde lo hice. Fue la editorial francesa Drakoo, capitaneada por el gran Arleston y fue en este mismo foro. Alguien posteó unas imágenes de una BD, que no es de la que voy a hablaros un poquito hoy, sino de otra, creo recordar que fue Le Serment de L'acier de Gwenaël en el guion y Elisa Ferrari en el dibujo, bueno el caso es que me quedé noqueado al visitar la web de Drakoo y descubrir, como dice su logo, un pasaporte a otros mundos imaginarios.

Viajar por internet es como explorar lo desconocido, si adecuamos los parámetros correctos de nuestra búsqueda, podremos revivir  algo parecido a lo que vivieron los grandes exploradores en el siglo pasado, pero un poco más seguros, sentados en nuestros sillones delante de un ordenador. Descubrir Dragon & Poisons. Greyson, Névo et Natch, dibujado por Rebecca Morse, escrito por Isabelle Bauthian y coloreado por Aurélie F. Kaori, para mí fue algo parecido a descubrir el paso del noroeste ártico. Después de leer y ver mucho, uno va disminuyendo su aura de interés y piensa que quizá ya no haya nada que lo sorprenda, craso error cuando hablas del universo digital, ¡ay amigo!, la cosa cambia porque la escenografía es apabullante y la zona de rastreo se hace expansiva.


Pongámonos como Névo y Greyson a descender en el Pozo de los Deseos, puede que pidamos una pesadilla antes que un anhelo. No sé si se podrá disfrutar de la octava viñeta de la página séptima del álbum pero si he citado a la colorista de esta BD no es baladí, junto al relato y al dibujo nos encontramos con una maravilla en los colores, es más, todo el trasfondo geográfico, que remite a una zona mediterránea no hubiese sido posible o no se hubiera conseguido de no ser por el color de Kaori.

¿Qué es Dragon & Poisons? ¿Qué es este Dragones y Venenos? La portada es muy importante en un cómic y la que abre este artículo es muy definitoria de lo que el público puede esperar. Un gran dragón rojo arropando a unos personajes y no sólo a ellos, al fondo a la ciudad de los venenos, Pâimoson. El subtítulo de la portada nos presenta a estos personajes. La última es la chica, Natch y los otros dos son Greyson y Névo en orden de huida. No huyen del dragón, ni siquiera son conscientes de su enorme presencia, vuelan para que la furia de Natch no los alcance. Las claves están sobre el mismo dibujo pero al mismo tiempo desaparecen ante el lector. ¿Es por tanto una BD fantástica? Diría que sí, pero es mucho más que eso, digamos que el género se muta en excusa para hablar de otras cosas, algunas de una actualidad increíble, sobre todo en el tiempo de la realización de la obra, el 2019.

Dragon & Poisons, efectivamente puede llegar a ser una crítica al sistema capitalista sin lugar a dudas, un análisis del arribismo imperante en las sociedades de consumo dispuestas a todo con tal de poder pisar al vecino, contribuyente, paisano, de al lado pero sobre todo, y por encima, se encuentra el poder del relato, que no es otra cosa que su forma, el cómo narrar unos hechos para que puedan ser contados con el único fin, y aquí no tendríamos que engañarnos, todos los cuentistas lo buscamos, de perdurar. De conseguir encontrar la piedra filosofal donde otros las han encontrado. Es una empresa difícil, tanto como la que quieren hacer Névo y Greyson, remontar el tiempo para salvar a su amiga de un destino aciago, pero fascinante a la vez. La página 35 nos desvela en su viñeta séptima una forma de conseguirlo. En esta viñeta sólo cabe la mirada de Névo, su catarsis, encontrarse con el asesino de su querida Natch y acabar con él. A las autoras no les hace falta escenificar el acto violento, en este caso, menos es más, han tenido tiempo de poder hacerlo cuando por ejemplo la pareja de perdedores descienden al Pozo y van destrozando a los bichos que salen a su encuentro. Aquí solamente hay que mostrar la cara de Névo para saber lo que pasará y sus palabras encerradas en el bocadillo explican mejor el destino del asesino de Natch que un buen trazo del mismo.

Esto nos lleva a la última página del álbum, lo siento spoilers, la fórmula "menos es más" se escenifica en toda su majestad aquí. Névo y Greyson llegan a la casa de sus clones de otra alteridad y los ven tras las rejas. Su diana está puesta sobre su amiga Natch, el origen de este viaje temporal para poder salvarla de la parca. Sobre todo el más interesado es Névo, ya que al comienzo de la historia es su querida y no la de Greyson, pero el destino no siempre es como lo deseamos. Resulta que ambos se dan cuenta que Natch parece sentir algo por Greyson mientras que ningunea a Névo. El relato parece retomar otra dirección, estamos al final de la primera parte, y el lector se dará de bruces con una encrucijada. ¿Cómo hacerlo? Los autores de Dragon & Poisons nos los enseñan. De una sola pasada podemos comprender el lío donde se han metido los dos perdedores, pero otorgando más tiempo a la página y a sus viñetas, podremos descubrir cosas más interesantes. Todo se dirime entre un cruce de miradas.

Podríamos pensar que la relevancia visual recae entre Greyson y Natch, de hecho, las autoras nos lo muestran resaltando con una subviñeta el rostro de Natch, pero existe otra mirada recelosa, la del joven Cik. Parece que es el único, salvo los Névo y Greyson del pasado parapetados en la reja, consciente del sentimiento de la joven.

Ella seguirá observando a Greyson como acuna a su mujer mientras Cik no deja de recelar de dicha mirada. ¿Dónde reside la importancia de la mirada? ¿Entre los protagonistas o entre los secundarios? O quizá todo se delega en la del lector para que construya la suya propia. Lo dicho, menos es más, no estamos contemplando una página de un cómic, estamos ante la Piedra Filosofal del relato. No es tontería que detrás de Drakoo este uno de los guionistas más prolijos de la actualidad de la BD. 

  



domingo, 15 de noviembre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. El primer impulso.


Con Quena y el Sacramús (Le Scrameustache) de Gos (Roland Goossens) empezó mi aproximación a la mítica  École de Marcinelle, por tanto no fue Tintín, demasiado denso para un niño de siete años, ni los pitufos, demasiado livianos, y ni siquiera unos galos que sólo tenían miedo a que el cielo se les cayera sobre sus cabezas o un cowboy más rápido que su sombra, los primeros en hacerme explorar la BD, fueron un adolescente y un gato, más o menos, del espacio. Luego vendrían más sorpresas pero el primer impulso fue gracias a un antiguo militar que se pasó a la historieta. No me olvidaré, aunque solamente sea una cita, de la plataforma que me dio esa oportunidad, la emblemática revista Spirou Ardilla, hermana genética de su versión franca, pero eso es otra historia.

Y la aproximación fue, cuanto menos, errática como todas las mías. Si observásemos la viñeta doce de la página 41 de la maravillosa y necesaria edición de Dolmen Editorial (Colección Fuera Borda), esa escenificación del Machu Picchu en la forma de la ciudad perdida de Satsohuataco, como destino del Sacramús en su "pasaportodo", descansa mi brújula particular. Mi viaje por tanto comenzará con el primer álbum de la serie, El heredero del Inca (L'Héritier de L'Inca, 1972). Es curioso como ya el propio título nos anuncia que el tema incaico nos recuerda a otro emblemático autor, Hergé, con uno de sus muchos clásicos El templo del sol (Le temple du soleil, 1946), pero digamos que aquí el homenaje es utilizado como mero trasfondo donde ya no sólo la aventura y la intriga acamparán a sus anchas, sino que el humor, e incluso la comedia de enredo, se escenificarán entre sus páginas.

La página 24 de la edición de Dolmen es un buen ejemplo. No una ni tres, sino todas las viñetas  conforman un esquema vodevilesco, que además de escenificar el suspense (¿descubrirá el tío Jorge al Sacramús?) lo disfraza lúdicamente para que el lector se vea envuelto en una trama detectivesca (el misterioso origen de Quena, cuyo rastro se pierde en el lejano Perú y cuya medalla que pende de su cuello, nos invita a explorar un enigma: el Continente de las Dos Lunas). En cómo están situados los diferentes personajes dentro del escenario (la casa del tío Jorge) y de cómo se mueven dentro de las respectivas viñetas, independientes, pero al mismo tiempo en conjunto, a favor de la propia página, nos traslada a ese teatrillo burdo y falsete de la propia representación de Quena en intentar esconder a su misterioso aliado espacial.

Que termina, a modo de epilogo cómico, con las viñetas cuatro y cinco de la página 26, con la asistenta de la casa del tío Jorge "mareada" (sobre todo por los sucesos acontecidos de transformación en estatua de sal y de su posterior recuperación, siendo encarcelada dentro de un armario) ante el personaje (el pasante del notario que lleva consigo una carta "reveladora") que va a continuar con el equívoco. Pero no tenemos que olvidarnos del verdadero contexto de ciencia ficción que cubre toda la serie y que aquí no deja de regalarnos pequeños anticipos de lo que luego serán las aventuras espaciales de nuestros protagonistas.

Desde aquí podríamos descubrir otro homenaje posible, la Yoko Tsuno de Roger Leloup, y es que en esos años la École de Marcinelle debió ser un hervidero creativo sin igual, tenemos que situarnos temporalmente en un marco increíble donde Peyo (Johan y Pirluit), Walthéry (Natacha), Seron (Los hombrecitos, al respecto ver el número 20, Viaje a la infancia (II). Por un accidente,  o Will (Tif y Tondu) y los citados entre otros muchos más, hablaban y creaban a sus respectivos personajes.

Era imposible que un niño de siete años no pudiese dejarse cautivar por estas claves para conformar su interés futuro en el noveno arte y seguir con vida desde entonces, impulsándose hacia esa ventanitas llamadas viñetas.

domingo, 8 de noviembre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. De gestos estratégicos.

   


Seguimos desentrañando las maravillas de una serie como Thorgal (J. Van Hamme y G. Rosinski) con su tercer volumen cronológico, en cuanto a realización se refiere, Los tres ancianos del país de Arán (1979), después de hablar un poquito de sus dos álbumes anteriores en el capítulo diez de Domingo de viñetas: Gestionando la información. En la web oficial del héroe nórdico, Thorgal. com, se dice que este álbum pertenece en solitario a la saga llamada, "El pueblo maldito", y aunque no será el único cómic en conformar un solo ciclo, si creo que es uno de los más interesantes en cuanto a cantidad y calidad se refiere. Además en esta aventura conoceremos por primera vez a la Guardiana de las llaves que más adelante será importante en otras sagas como la llamada "Hacia el norte". Pero no adelantemos acontecimientos, quedémonos en este enigmático país de Arán de la mano de Thorgal, y no hay que olvidarse, de Aaricia.

Entre otras muchas cosas porque el personaje dará un pequeño salto para desenredarse del role de actante pasivo y que gracias al devenir de la serie, comprobaremos que se irá tornando en activo, otorgándola una relevancia narrativa importante. Digamos que a partir de este tercer episodio, Aaricia se irá despertando hasta llegar al mismo nivel consciente de su compañero, y aunque sólo sea un rato en esta aventura porque pronto regresará al role-objeto (ser la damisela en peligro a rescatar), merece la pena resaltarlo porque pone sobre la mesa creativa de sus autores, una de sus claves para comprender el espíritu de su creación. Tanto Van Hamme como Rosinski van despacio, tienen a sus espaldas encorvadas de trabajar, muchos años de colaboración y durante este espacio denso han ido desarrollando sus propias características que a veces sobresalen de la propia viñeta, imperialmente majestuosas en su trazo pero también en su diseño literario, y otras veces hay que escarbar para hallar momentos, gestos que por sí solos son capaces de revelarnos innumerables opciones creativas por un lado, pero también posicionamientos sociales y políticos de su época por otro. Veamos uno.

Este gesto sucede al comienzo del álbum y tiene que ver con la viñeta 6 de la página sexta, que podéis ver en el encabezado de este post, y que nos muestra a Aaricia sobre el corcel de Thorgal, él mismo de pies, a su lado, y al enano Jadawin (génesis argumental del relato) próximo. De frente tienen el collar de Thajazi, que nos cuenta el propio Jadawin que quien suelte el collar con una sola flecha reinará en el país de Arán. El collar llama la atención de Aaricia y decide atreverse a realizar la prueba ante el asombro de todos. Primer posicionamiento, un tanto dudoso, la apreciación de lo estético reside en una mirada femenina, lo bello capturado por la atención femenina. Veremos que se convertirá en la trampa pero también en la solución a la estrategia que disimulan sus autores. El diseño de la disposición del collar aprisiona a la propia viñeta y será la propia actante acercándose quien aumente esa claustrofobia.

En la viñeta segunda de la página 7 armada con una flecha y ante el estupor de Thorgal detrás, Aaricia decida, y esto es muy importante independiente, entra de lleno en la diégesis "thorgalniana" para hacerse un hueco imprescindible en la serie. Y cómo lo hará haciendo gala de su ingenio, un sólo gesto valdrá para que la mujer deshaga las cuerdas que mantienen sujeto el collar de Thajazi. Y también será un aviso para navegantes para aquellos que decidan seguirla, en este caso será el propio Thorgal, pero más adelante también se incorporará a su senda, su hijo Jolan por ejemplo. Un gesto, un ligero balanceo que ocupará cuatro pequeñas viñetas dentro de la misma página séptima.

De igual manera que la viñeta que abría este artículo y presentaba el desafío, constreñía su propio espacio dividiéndolo en cuatro partes, serán cuatro microviñetas las que expandan el significado de la resolución de la prueba. No existe capacidad de fuerza, ni de brusquedad en el universo de Thorgal, aunque las haya y seamos testigos de las mismas, solamente triunfará el discernimiento y la sutileza del pensamiento representada en esos ligeros cortes danzarines para conseguir el collar mítico. Solamente Thorgal podrá superar las tres pruebas a las que se enfrente utilizando la misma estrategia. 

 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Domingo de viñetas. EL MARCO DE LA AVENTURA. (Y van dos).

 

    


Sí, hoy es el gran día, Corto ha llegado hasta nuestras costas pero no lo hace chillando, festejándolo por todo lo grande, no. No es su estilo, pero entonces ¿cuál es? ¿No estamos acaso en el género más proclive al gran espectáculo? ¿Sujeto a la tiranía del más difícil todavía? ¿Aprisionado en la parafernalia de la acción "pura y dura" como dicen algunos? Pues no. La razón es muy simple, Corto Maltés de Hugo Pratt no nació con esa intención. Miremos ese cartel promocional de La balada del mar salado. Ni siquiera está en el centro del mismo, cuya posición es ocupada por los Groovesnore, los primos Caín y Pandora. A la derecha del cartel sigue la estirpe de la familia con su tío, Tadeo, pero antes podemos ver al teniente Slütter y en el lado opuesto, Corto. Sigamos describiendo, más abajo tenemos al capitán Rasputín y un poco más ladeados hacia la derecha, a Cráneo con Sbrindolin. No aparece el joven Tarao pero no hace falta, lo está en espíritu con ese tatuaje que está posicionado entre Corto, en pequeño, y el gran rostro de Pandora. Hoy hablaremos precisamente de eso, de lo pequeño y de lo grande. Casi todos los actantes del relato se presentan ante el lector y en un lugar nimio aparece el marinero. Efectivamente, no nació con la idea de ser un gran personaje desde el comienzo, pero poco a poco se fue abriendo paso y ha quedado como unos de los paradigmas de la aventura.

Quizá cuando uno se enfrenta a la aventura piensa que va a ser salpicado por la acción más desenfrenada, pero sin embargo en Corto Maltés ocurre, prácticamente, lo contrario. No estoy diciendo que no haya tiros en sus historias, y aquí hay unos cuantos, pero se insinúan más que se muestran. Están fuera del cuadro y a veces el mero hecho de sugerir es mucho más poderoso que el ejercicio de observarlos gráficamente. Pratt apuesta más por la idea que por el hecho, está más preocupado en lo que piensan sus personajes antes que escenificar sus acciones. Esto nos conduce a un mundo interior, íntimo de cada ente narrativo y deja de lado la espectacularidad de los hechos para aferrarse al momento. Tenemos que volver a otro documento para poder certificarlo.


Una carta, a modo de brújula, nos indica al principio el rumbo a seguir en La balada del mar salado y nos avanza la finalidad de su propósito, la relación epistolar dentro de la diégesis, diseñando un diálogo con otra, cuando Corto, casi al final del relato, lea otra carta, la del teniente Slütter. La comunicación entre dos premisas narrativas, como la descripción de unos acontecimientos en pasado, en el marco de la historia, entre su génesis y su ocaso, nos proporcionan las suficientes claves para desestimar el componente espectacular de la premisa aventurera, desnudándola por completo, y abocándola  al sosiego de la razón, a la tranquilidad del análisis de lo vivido con el único fin de ser contado. No estamos muy lejos de los relatos a la luz de las fogatas. Pero es que además, en el interior de la misiva del principio podemos comprobar formalmente que a Pratt no le interesa el gran espectáculo. En la línea 26 de la carta podemos leer: " y Jeremías, que pudo ser inmenso y prefirió ser nada." Entre esa amplitud y ese vacío sucede La balada del mar salado.

Uno de los maravillosos ejemplos pictóricos de Pratt nos puede mostrar la senda, pero como ya hemos dicho, de igual manera que lo haría seguramente el propio Corto, nos está vacilando. Está primera viñeta, espectacular donde las haya, es un espejismo del relato, habrá pocas más como ésta, y sin embargo nos ubica en el punto de partida, el océano pacífico, que como seremos testigos ningunea al propio adjetivo que lo acompaña, de la aventura. Esa grandilocuencia en el trazo podría ser ejemplo de esa inmensidad, grandeza heredera de los relatos de aventuras que el autor consumió en vida y de los cuales va dejando constancia en todas las aventuras del marinero veneciano, aquí en concreto resuenan directamente el Robinson Crusoe (1719) de Defoe o el Moby Dick (1851) de Melville, pero indirectamente podríamos confeccionar un mapa con las que se insinúan desde los lomos y portadas de los libros que vemos desperdigados por las viñetas, a veces conquistados por los propios personajes (la presentación de Rasputín) o como atrezzo de la narración pero diseminados en los lugares cruciales de la misma. En definitiva el poder de la lectura nos apabulla desde cualquier ángulo posible. ¿Y esa nada? ¿Ese vacío de la carta? ¿Cuál podría ser?


La viñeta 7 de la página 84 de la edición de Planeta deAgostini en su colección Todo Pratt, nos puede ayudar. En una mirada solitaria, silenciosa, descansa todo el sentido de la obra de Pratt, esa nada demandada en la carta es reflejo de cómo contempla Corto Maltés el ocaso del sol. Está claro que no está viendo ningún sol, por eso no voy a poner la preciosa viñeta subsiguiente, sino que el personaje está rememorando y a través de esa mirada perdida podemos introducirnos en su mente para descubrirnos a nosotros mismos, a los lectores, preguntándonos por nuestro pasado, por aquello vivido, en definitiva, la comprobación de lo que más nos debe preocupar, que estamos vivos que sobrevivimos un día más a ese pasado, que lo podemos recordar y por tanto, relatar. Corto Maltés es un superviviente de su propio pasado.

Y como si entrásemos en un bucle, las miradas al lector se repetirán encabalgándose en la historia, diciéndonos que al fin y al cabo, puede que esta balada del mar salado esté sujeta a la construcción de una carta, donde cada párrafo es una parte del relato y cada final del mismo, un encabalgamiento retórico. Podemos encontrar también ejemplos de esto, al principio de la historia, viñetas cuya función es unir un sentido.

En la última viñeta de la página 12 nos encontramos a Rasputín mirando una posible presa en el horizonte.

Cuatro páginas más adelante veremos las consecuencias, seremos testigos de la atrocidad del ser humano y constataremos un perfecto encabalgamiento de viñetas, solamente de esta manera podremos valorar la espectacularidad de la historia y disfrutar formalmente de la maestría de su autor. Es una de las entradas a esta balada.