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domingo, 29 de noviembre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. Reivindicaciones. (I).

 

¿Qué tienen en común estos cómics? Una simple pregunta que quizá venga aledaña a una respuesta más compleja. Independientemente de lo maravilloso que sean, o se hayan convertido, estas obras y por supuesto de sus dispares relatos y géneros disímiles, existe algo que las une: su trabajo para el mercado foráneo. Son cómics realizadas por dibujantes, historietistas que, si bien es cierto no han tenido que emigrar a otros países para poder llevarlas a cabo, sí que han tenido que enviarlos a gente de otras latitudes, concretamente la geografía francófona, para poder convertirse en realidad, y aunque la fotografía muestre editoriales patrias como Norma o Dibbuks, su forja creativa han sido las bárbaras Dargaud (Blacksad), aliándose con Lombard (Warship Jolly Rogers) o Dupuis (Los Campbell). Hoy en día quien no sepa quién es Juanjo Guarnido o Juan Díaz Canales, Miquel Montlló con el genial Sylvain Runberg, único extranjero del grupo, o José Luis Munuera, es porque no le interesa el noveno arte. Son nombres consolidados que no hace mucho no brillaban tanto, que no hace un tiempo puede que nadie confiase en ellos, o para ser más directos, que nadie en España daba un duro por ellos, y me estoy refiriendo al mercado del papel, ya sabemos que algunos hacían sus pinitos en el dibujo en movimiento. ¿Os suena la historia? Es una vieja cantinela que como apéndice de este país nuestro pasa muy a menudo. La cultura siempre estará bajo el asedio de la incomprensión y más en aquellos lugares donde la tradición más conservadora se ha quedado enquistada, llegando a desvirtuar el propio significante. Lo hemos oído millones de veces o por lo menos mi generación, ningunear algo por ser un mero dibujo. Eso de... "Es para niños, no ves que son dibujos", relacionando el sujeto con el predicado sojuzgando aquello más visible, el color, despreciando su contenido literario.

Hoy por tanto, nos toca reivindicar y no será el primer día, haciéndolo con un viejo zorro, el capitán John Tiberius Munro de Warship Jolly Roger. 1. Sin vuelta atrás. Al pincel el barcelonés Miki Montlló y al lápiz  el de Tournai, Sylvain Runberg.


En la página ocho de la edición de Norma Editorial, en su primera viñeta aparece el rostro del presidente Vexton dejándose inyectar suero químico para acabar con sus arrugas naturales y edificarse una fachada irreal de piel. Se muestra relajado y tranquilo lo opuesto a lo que ha sucedido en las páginas anteriores con su némesis el capitán Munro.


Sobre esta viñeta, la número cuatro de la página siete, se produce un interesante choque visual con la anterior. Una críptica sinestesia donde descansa el conflicto narrativo de toda la trama, una construida bajo el paradigma santo de la reivindicación más absoluta, la venganza. A partir del agorero título de este primer capítulo, ya no habrá vuelta atrás, ha comenzado una riada de consecuencias que harán explotar a la galaxia entera. Vexton se resiste al dios más poderoso, el tiempo, insuflándose dosis de fuente de juventud, aislándose de la realidad y escenificando una propia. Munro, asume su realidad pero se inyecta su propio veneno en forma de razzia carnavalesca en pos de su objetivo: destruir a aquel que acabó con su familia. Cronos está presente de una manera desaforada, a veces insultantemente visible en los pasajes pasados, rememorando y acercando al lector la tragedia que vivió el viejo capitán de la Valkiria y otras veces, parapetados en los detalles como este par de viñetas que solitarias no tendrían ningún valor narrativo, salvo el estético quizá pero montadas, solapadas, una encima de la otra o viceversa adquieren su estima. Lo viejo nunca ha estado tan de moda en esta sociedad en la que vivimos, en una actualidad donde lo que dura no es valorable, la veteranía descansa en nimios destellos de resistencia, en locuaces actos tozudos. Son emblemas de resistencia, honorables espacios reivindicativos.

La persistencia como arma de destrucción masiva, la terquedad como timón direccional inapelable, puede que aplazable, pero siempre recordado. El recuerdo puede que sea el mayor enemigo del paso del tiempo. El color nos ayudará a una mejor captura del mismo y aquí se muestra glorioso.

                                                        (Viñeta 5, página 3).

Rojos, diría casi que incandescentes a punto de ser  detonados, de un presente disconforme  a grises opacos de un pasado temerario.

                                                         (Viñetas 1 y 3, página 15).

El futuro no se puede ver, no se puede disfrutar, está demasiado neblinoso por eso el espacio de Warship Jolly Roger es uno que nos puede recordar a otros, pero al mismo tiempo la línea nos muestra la novedad en lo sucio, en aquello que se pudre por dentro pero también por fuera.

                                                            (Viñeta 1, página 11).

Después vendrían los personajes pero eso ya es otra historia (una especie de intrahistoria dentro de la propia diégesis), ya hablaremos de Alisa Rinaldi, Nikolai Kowalski o Trece y sus reivindicaciones en otro momento, la serie consta de cuatro tomos, al fin y al cabo, hay tiempo pero no será uno agradable.

                                                             (Viñeta 8, página 51).

 

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