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domingo, 14 de marzo de 2021

Domingo de viñetas. EL MARCO DE LA AVENTURA. (Y van cuatro).

     


Regresamos al causante de esta subsección en este blog, Theodore Poussin de Frank Le Gall y lo hacemos con su segundo álbum, El devorador de archipiélagos. Recordemos que nuestro aventurero se despidió de nosotros en plena aventura en busca de su tío, o en busca de su tumba, si lo recuerdan y como muy bien dice Franck Bouysse en el formidable dossier de la edición integral de Planeta de Agostini: "Al final de la historia, en el momento de tocar la verdad con los dedos, Le Gall nos aleja rápidamente de ella." El joven Theodore se sube en el barco que, presumiblemente, le llevará a descubrir la verdad sobre su tío y el álbum se cierra con el bote alejándose de la mirada del lector.

     (Viñeta 4, página 62. El capitán Steene. Edición integral de Planeta de Agostini).

Por tanto la búsqueda continua pero de una manera heterodoxa. Para empezar esta segunda aventura de Theodore es un milagro de narración, ya que parte, como se nos cuenta en el dossier, de tres historias cortas publicadas en Spirou y que con ayuda de Yann, intentaron darle un corpus narrativo para convertirlo en el relato que es hoy en día. Un maravilloso recorrido por ese "Oriente misterioso y soñado, el Oriente de la infancia" que decía el autor. Una palabra que va adscrita a la aventura, sin duda alguna es INFANCIA. Es el auténtico motor propulsor de cualquier aventura. Trampolín avasallador generador de la primera aventura, matriz del primer riesgo de nuestras vidas, anhelo construido en la fantasía de cada uno. Theodore no lo sabe, pero su aventura le llevará por territorios que duermen en el subconsciente de su creador, su deseo soñado de involucrarse en otros mundos recónditos, otras culturas lejanas.

(Viñetas de la 1 a la 9, página 120. El devorador de archipiélagos. Edición integral de Planeta de Agostini).

Este momento refleja dentro del propio relato, esa asunción de protagonismo del propio héroe. Sobre su rostro preocupado, distraído, el vuelo de un pájaro. Pasa de largo y se posa en un balcón donde un gato, demasiado disneyano, hará un buen uso gastronómico del mismo. La génesis tripartita de este álbum dejaba claro que el protagonista era Theodore, pero cómo engarzar estas tres historias, cómo montarlas de tal manera que pareciese una sola. Esta página y sus viñetas nos lo desvelan, solamente desde la distancia, desde el alejamiento del rol protagónico, si bien es cierto que Frank Le Gall tenía un as en la manga, esa búsqueda del capitán Steene, el tío de Theodore, como columna vertebral de la acción, estaba claro que esa renuencia tenía que ser demandada por otro actante, y no me estoy refiriendo al gato, si no a otro personaje nacido de una operación algo más arriesgada. Uno que desconocemos, un personaje del cual no sabemos absolutamente nada, otro misterioso aliado o enemigo como el señor Noviembre, el señor Martín al principio del álbum. Con él, disfrazado de maestro de ceremonias, seguiremos esa aventura del héroe en desenterrar el pasado de su familia. Una aventura que se torna en algunos momentos, existencial. A veces vivir una simplemente es querer soñarla. Seguiremos buscando, continuaremos soñando.

(Viñeta 7, página 117. El devorador de archipiélagos. Edición integral de Planeta de Agostini). 

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