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domingo, 7 de marzo de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Anagnórisis.

  


Regresamos a la "gentil"  Drakoo para ser testigos de una aventura en el París de las Maravillas de la mano de un equipo extraordinario. El guion parte de Pierre Pevel, de los lápices se encarga Étienne Willem y del color, Tanja Wenish para invitarnos a resolver un misterio en Les Artilleuses. 1. Le vol de la Sigillaire (Las Artilleras. 1. El robo de la Sigillaire), como de costumbre, esperando ser editada algún  día de estos en el lenguaje de Cervantes.

No existe nada motivador en el primer tomo de Les Artilleuses, salvo que uno se agarre al factor genérico de su propuesta. Quiero decir, si eres un fan del Steampunk ya tienes la mitad del precio del álbum comprometido y eso, quieras o no en estos tiempos que corren es de agradecer, pero qué pasa si no te gusta el pastiche futurista, aunque en nuestro caso particular más bien sería retrofuturista, bueno siempre te puedes aproximar a su universo de fantasía como excusa perfecta. Insistimos, pareciese que no hay nada nuevo en el horizonte de esta historia y sin embargo, comprobamos que su circuito narrativo clásico nos va descubriendo oportunidades, riesgos formales que merecen la pena. Nos encontramos en la antesala de una Anagnórisis, ¡descubrámosla!

                                                          (Viñeta 2, página 31).

La noche posibilita la revelación como dijimos, a propósito de los últimos álbumes de Astérix, en Empezar por el final (I). Es un tiempo de recogimiento, pero en absoluto de calma sino todo su contrario. La viñeta de más arriba lo escenifica a la perfección, y es que a veces una imagen vale más que mil palabras. Si diseccionamos la viñeta en dos partes trazando una diagonal, comprobaremos que el dibujo inferior, los dos gendarmes apoyándose mutuamente en "darse calor" con un cigarrito, demuestra una tranquilidad cotidiana frente a la parte superior, su rotunda antítesis donde una de las protagonistas, Mam'zelle Gatling, intenta llegar a un piso superior buscando algo. El suspense de un choque de trenes no nace de un accidente sino de su gestación, la tensión de la administración del relato como antítesis del sosiego, pero su revelación no consiste en descubrir el propósito de la protagonista, regresando al lugar del crimen, sino en destapársela al lector. Esta Anagnórisis tiene su propio prolegómeno, eso sí acompañada por diferentes actantes (el traficante de arte, el fauno Cristofaros, junto a Lady Remington, líder del trío rebelde), pero igual escenario aunque diferente estado atmosférico, de día.


                                                     (Viñeta 6, página 16).

Habría que pasar unas páginas atrás para comprender la dimensión del juego narrativo que nos proponen sus creadores, brillando su particular as en la manga creativo aunque no seamos conscientes de ello todavía. Nuestra vista se posa sobre la mirada de la joven Gatling contemplando el nuevo universo que está descubriendo en ese vivero acristalado. 


                                          (Viñetas 1, 2, 3, 4 y 5, página 17).

Mientras hablan Lady Remington y Cristofaros del robo de la Sigillaire (fenomenal proto MacGuffin de la trama) y son detectados por unas dianas misteriosas, desde el exterior, Gatling provoca el componente lúdico antes de presentarse la tragedia. Juega con fuego con una planta carnívora y al final se quema, es picada por ella. Es ahora de regresar a la nocturnidad.

                                                             (Página 32).

El esplendor azulado de la página nos regala un momento mágico, la cuna de la Anagnórisis, la revelación está puesta en juego. En este micro universo cuadriculado el escenario es el mismo, pero sufriendo unas consecuencias distintas, que por supuesto no desvelaremos aquí y que como hemos señalado, tampoco lo haremos en cuanto al objetivo de la joven Gatling en volver al vivero, invitando a otro enigmático personaje a poblarlo y a amenazarlo.

                                    
                                                            (Viñetas 7, 8 y 11).

Lo importante es el rostro de la protagonista encontrando algo. De la planta carnívora, aquella con la que jugaba unas páginas atrás, sale escupido un objeto, un anillo, la reliquia conocida como Sigillaire. Hasta este momento el rostro de la actante es uno inconsciente, ve el anillo y le llamaba su atención pero nada más, es en el lector donde se inicia un mecanismo de apertura, el de la Anagnórisis, la revelación de la consciencia de que el objeto no se ha perdido y lo más importante, que a partir de ahora dará mucho más juego a la trama.


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