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domingo, 6 de junio de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. El conjunto. (Segunda parte).

 

Seguimos explorando el Reino de los Hijos de la Tierra aunque esta vez nuestras miradas se dirigirán más allá del gran desierto, a la capital drekkar, Farkas. En el anterior post, hablábamos de las guardas del Cantar de Anoroer de Bourgier y David, y de cómo mostraban un mapa de algo que, en principio, no sucedía en el propio álbum, si es cierto que a la conclusión del mismo y un poco antes, veíamos algunos Drekkars pero poco más. Pues bien, hoy nos adentraremos en su mundo subterráneo así que cojan sus candiles y alumbren cada rincón por donde pasen porque nunca se sabe dónde se parapeta el peligro en geografía tan sombría. Sean bienvenidos a Servitud. Libro II. Drekkars.

Y con ellos empezaremos conectando el primer libro con este segundo, como verán, todo se trata de descubrir los enlaces pertinentes para seguir construyendo/descubriendo este conjunto narrativo. Toda pesquisa comienza con una duda, toda curiosidad se alimenta primero con una pregunta: ¿Recuerdan este momento, la última página de El cantar de Anoroer?

                                      (Página 56. Libro I. El cantar de Anoroer).

En ella, en un paisaje helado, montañoso, tumba del último heredero consanguíneo del rey Garantiel, su hijo Tarquain D. Anoroer, hay dos personajes conspirando, o más bien uno el otro está empezando a recelar de lo que acaba de hacer, de alguna manera está cuestionando su propia misión y el mero hecho de titubear le hace mirar a su propio Emperador y dudar de su asignación, pero no adelantemos acontecimientos. El otro actante de este diálogo es sumamente enigmático. Acerquémonos un poco a él.

                                        
                                (Viñeta 5, Página 56. Libro I. El cantar de Anoroer).

Quédense con ese símbolo en su mano, hoy rastrearemos esa pista en el Libro II, pero aún seguimos habitando el primero porque una vez que hemos confeccionado nuestra particular diana de prioridad narrativa sobre el mismo, tendremos que seguir con sus antecedentes.

                               
                             (Viñetas 4, 5 y 6. Página 34. El cantar de Anoroer).

En estas tres imágenes somos testigos de la la mezquindad del personaje, que está representado como si se tratase de una sombra. Existe otra viñeta ubicada más arriba, concretamente la número 3 de esta página, donde vemos primero sus botas y después conectaremos con esa otra viñeta en vertical donde podemos ver parte de su cuerpo pero no su rostro, escondido en la penumbra de los pasadizos de la fortaleza del Duque de Omel, Othar. Además de ser espía y emisario también es ejecutor en la viñeta 6. ¿Qué poder le confieren sus actos? Si mirásemos este momento enlazándolo con esa página de más arriba, cuando se dirige al Drekkar de una manera insolente, podríamos constatar que tal actante está rodeado de seguridad, de plena capacidad para estar por encima del resto de actantes de la trama, hasta ahora.


                                  (Viñetas 9 y 10, Página 12. Libro II. Drekkars.)

Como segunda parte de una serie de sucesos, Drekkars, va sumando elementos para ir bosquejando una visión mucho más global del asunto. De alguna manera está pergeñando un Gran Plano General cinematográfico a partir de ciertas individualidades, detalles, como si se tratasen de Planos Detalles, si se me permite continuar con el símil cinéfilo. En el caso de arriba, vemos como un personaje mata a otros dos por ese vial extraño. La transición entre viñetas es sencilla, de igual manera, que simple, mecánica, ha sido el acto de asesinar para el personaje. En la viñeta de la izquierda vemos la causa del asesinato, la Tirinka en el interior de ese vial, y en la siguiente ha desaparecido, dejando a la víctima desangrarse y morir.
La Tirinka es el elemento consustancial que abre la investigación, como si de una trama de thriller se tratase, abriendo los caminos insospechados hasta conclusiones sorprendentes, al final, de eso mismo se trata, de mantener la atención del lector vigorizando su curiosidad, no estamos tan lejos de un "macguffin hitchcockniano". A partir de ahora habrá que seguir las pistas de esa extraña sustancia que anhela y anula al Emperador de los Drekkars a niveles de servidumbre inauditos, y que indirectamente está detrás de las intrigas de las gentes de la superficie. Las preguntas se van sucediendo a la misma velocidad que la conjura: ¿De dónde procede? ¿Quién se la suministra? ¿Qué poder encierra?


                               (Viñetas 5, 6 y 7, Página 25. Libro II. Drekkars).

Empezamos a ver su rostro y sabemos que se llama Aïon. Es el que suministra la especie, nunca mejor escrito si sois seguidores de Frank Herbert. El camello del Emperador y el que a cambio de la Tirinka, ordena dónde hay que atacar y cuando, incluso su plan está dividido en fases y la primera de ellas corresponde a la desestabilización ocurrida en el Libro I. El cantar de Anoroer. El gesto es nuclear porque describe a la perfección su posición en esta especie de tablero  de ajedrez que es Servitud. Se lava sus manos. Es un gesto social y político en la estructura Drekkar (las audiciones con el Emperador tienen que ser a manos limpias) pero también convoca al background del lector (el signo cristiano es avasallador) y lo reproduce en la cotidianidad de su pensamiento (aquel que se lava las manos, no se implica en nada). Mientras vemos el rostro de Aïon, se nos pueden pasar muchas cosas por la cabeza, pero su rictus sereno ante el Emperador o frente a un viejo conocido (en la viñeta de más abajo), rozando el ninguneo, nos habla, como digo, de un pedestal desde donde nos mira y observa su juego, manejando los hilos de sus marionetas a su antojo y propósito.


(Viñeta 1, Página 28. Libro II. Drekkars).

El encuentro es fugaz pero elocuente en la mirada del Justicar, Farder de Xiar. Tenemos a los mismos personajes de la página que cerraba el Libro I, con diferente indumentaria y en diferente posición, pero lo que se mantiene entre ambos es el recelo. Algo que irá alimentando el conocimiento del lector en las conspiraciones del relato, y el desconcierto de Farder, empezando a dudar de sus propias órdenes.


                                    (Viñetas 7 y 8, Página 6. Libro II. Drekkars).

Me gustaría acabar, por hoy, con el ingrediente básico de este conjunto que se va edificando ante el lector, el detalle. Frente a esta suma narrativa, la unidad mínima es esencial. Con el Libro II. Drekkars, hemos sido testigos de la sociedad Drekkar y como si se tratase de un mundo dentro de otro, es decir, como si fuese un subconjunto que compartiera una zona común. De esa zona común hablaremos otro día, pero de lo que no hay duda es que el acto mínimo ayuda a comprender mejor el total.
Otro elemento inquietante que nos hace mirar de otra manera aquello que estamos observando. Ya pasó en el Libro I con el momento en el que Delorn, en un momento de sosiego levanta la cabeza y mira como una nave surca el cielo. Un momento intrascendente a priori, pero que se volverá, como si fuese un boomerang, a la cabeza del lector a medida que vaya explorando las páginas de Servitud. Pues bien, aquí tenemos otro de esos momentos. 

Un aspirante a maestro enseña a su Emperador  lo que ha conseguido de un huevo de dragón. La figura del Emperador se muestra impasible, distante, alejada del resto, solamente cerca de su Hegemon, él mismo lo dice los Drekkkars son suyos, él es su Sol. El resto solamente se atreven a bajar sus cabezas y a asentir. Pero el hecho es importante, la celebración del hallazgo no impresiona al Emperador frente a las bocas abiertas del resto de congregantes, pero sin embargo Bourgier y David gastan su esfuerzo en dibujar/describir una viñeta donde el pie del Emperador se inquieta, tiembla y sobresale de su escondite. El bebé dragón/humano ha despertado su recelo, el inicio de su represalia.

                                                                                                             CONTINUARÁ...





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