“El mundo
estaba lleno de gallinas que se hacían pasar por héroes. Para admitir la propia
cobardía, como había hecho Samwell Tarly, hacía falta una especie singular de
valor.”
CAPÍTULO IV. (Desde la página 234 hasta la 298).
A partir de ahora y hasta prácticamente la
conclusión del primer libro de la saga, Desembarco del Rey ocupará todo el
protagonismo escénico narrativo. Si bien es cierto que viajamos al Muro o
regresamos a Invernalia, o incluso nos adentramos más allá del Mar Angosto, el
argumento puebla la ciudad real. En este episodio la intriga se desarrolla a
medida que la mano del Rey continúa investigando la trágica muerte de John
Arryn. A cada paso dado por Eddard Stark, se le suma una sombra más en la
geografía de Desembarco del Rey. Cada pista le lleva a otra más y lentamente
irá descubriendo la telaraña donde se va introduciendo. Quizás con la novela no
se aprecie este augurio, pero sobre el rostro de Sean Bean se refleja una
cierta tensión, solamente rebajada cuando busca cobijo en la conversación entre
sus hijas o entre sus lugartenientes. La mano del Rey es
consciente de que en la ciudad encontrará algo y a cada capítulo que pasa, su rostro se irá tersando. Es más, desde que ofició de
juez en su tierra seccionando la cabeza de un Guardia de la Noche con su
espadón Hielo, sobre su faz existe el temor representado por un constreñir facial característico del actor inglés (ya lo empezó a
entrenar en El Señor de los Anillos y lo ejercitará en un film, también de
tono medieval como Black Death).
Al fin y al cabo Lord
Stark está asumiendo su papel en la historia, e igual que Sam, demostrando sus
capacidades. Si bien es cierto que no es cobardía lo que posee la mano del Rey,
es de otro impulso del cual su perdición se irá alimentando, la curiosidad de
saber qué diablos pasó con la antigua Mano del Rey. Ya el enfrentamiento entre
Robert y él mismo, a consecuencia de un lobo huargo, despertó las desavenencias
entre varias familias (los Lannister y los Stark) anunciando lo peor de cada
uno (Hoja Apergaminada. XV). Y recordemos que en más de alguna ocasión lord Eddard es transmisor de ese pesar
diciendo a su hija menor, Arya, que han
venido a un sitio peligroso (Hoja Apergaminada. XVII). La conversación que mantienen Meñique y la Mano
del Rey le abre los ojos a éste último, incitándole a no confiar en nadie. El
ejemplo más claro es ese pequeño paseo revelador, en el que Eddard Stark está
vigilado por todo el mundo en sus propias estancias. Tanto de los informadores
de la Reina, como de los de la Araña o los del propio Baelish. En la novela, las frases sustituyen a los hechos reflejando este clima. Meñique replica a lord Stark,
cuando éste último le agradece la información que le ha suministrado:“ Desconfiar de mí ha sido lo más inteligente
que habéis hecho desde que desmontasteis al llegar” (página 253).Hemos dicho en más de una ocasión que la serie sigue los pasos de la novela religiosamente pero que a partir de ahora nos encontramos en una peligrosa encrucijada donde la fidelidad al texto es traicionada en favor de otro texto, el guion televisivo. Hasta este momento lo que existía era una adaptación impecable pero ya no será así; cada medio narrativo invertirá en su propia lógica. Un ejemplo será la omisión de las vicisitudes de Daenerys Targaryen. Mientras en la novela, que ocupa el periodo que dura el capítulo cuarto de la serie, no aparece la hermana del Rey Mendigo, en la serie sí. Tiene que hacerlo, la continuidad narrativa es una característica serial decimonónica que muy bien a copiado el universo visual (cine y televisión) y que el escritor ha roto en más de una ocasión en sus propias diégesis, anunciando el carácter postmoderno de sus obras, por un lado iconoclasta rompiendo con todo lo establecido pero por otro, ferviente admirador de lo clásico. A veces la sensación que tiene uno al adentrarse en su trabajo, es de un componente lúdico donde el escritor está jugando con la perspectiva de la trama pero también con la del lector. Quien haya leído el libro sabrá de lo que estoy hablando y también apreciará el último capítulo que conforma este singular "corpus narrativo" de este episodio.
Empieza en la página 288 y nos describe un día de justa por parte de Sansa. En la serie dura escasos minutos y solamente nos mostrará aquello de lo que se alimenta el espectáculo, del morbo sanguinolento de un acto violento pero lo que describe Martin además de eso, es otra cosa. A través de este capítulo nos adentramos más en el mundo de Westeros y sobre todo en su mitología cuando empieza a enumerar los contendientes y sus historias caballerosas regalándonos un potencial literario eterno frente al páramo visual inmediato de la ficción televisiva. ¿Y el final del capítulo televisivo? Encierra un momento antológico, pagando peaje a esa continuidad de la que hemos hablado, donde se nos queda con un interrogante acerca del destino del Gnomo (sobre todo si no has leído la novela con anterioridad). Lady Stark encajona a Tyrion en una posada, siendo su pequeño cuello rodeado por un sinfín de espadas pertenecientes a diferentes lores. El Lannister entra en el espacio, invadiéndolo con su cotidiano ingenio y prepotencia de su clase frente a la escurridiza Catelyn Stark, que prefiere esconderse de la mirada del enano. Al final la encuentra pero la sonrisa de superioridad de Tyrion por saber qué hace en el camino real, enmudecerá al mismo tiempo que se oye el desenvainar de los filos.
A medida que pasa el tiempo, uno ya se tendría que estar posicionando entre la letra o la imagen pero yo sigo aún entre ambos bandos, desde una inmejorable posición para analizarlos.
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