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sábado, 2 de febrero de 2013

HOJA APERGAMINADA. (IV). HOMENAJE AL DETALLE O MIRADA MICROSCÓPICA A DOS MAESTROS.



Una vez conseguida la maldita Concha, ¿qué hacer con ella? Nuestros intrépidos aventureros tendrán que descubrir en el lugar más peligroso de Akbar, la respuesta. El escenario es el país de los Jaisirs y en cuya capital, Numur se desarrollará prácticamente toda la acción del segundo álbum de la serie creada por Le Tendre y Loisel. Bragón y su séquito llegan a Thä, la ciudad de los Palfangos donde les espera Mara, su princesa hechicera, madre de Pelisse y amante de Bragón. Será ella quien les conduzca al siguiente estrato de la búsqueda, anunciándoles que tendrán que adentrarse en el Templo del Olvido para leer sus runas. Allí se encuentra la dirección exacta del Pájaro del Tiempo, animal que proporcionara a Mara el tiempo suficiente para destruir al Dios Ramor.
Aunque las primeras planchas nos anuncien una pausa en la acción, del todo merecida por los acontecimientos acaecidos en el anterior episodio, no nos engañemos. Aún en los momentos relajantes, tanto el guionista como el dibujante, tienen mucho que contar y la mejor manera de hacerlo es describir con suma sutilidad, no ya solo lo que acontecerá a posteriori en los siguientes escalafones de la aventura, sino lo que sucedió en el pasado de cada uno de los personajes que integran la expedición. Esto último tiene truco, claro está. Habiendo leído el segundo ciclo podemos observar que El Templo del Olvido va estableciendo una serie de puntos, que enlazan con toda la serie pasada. Por ejemplo la presencia del Libro Mágico de los Dioses es sintomática al respecto. El libro aparece de soslayo en el primer álbum y es aquí donde lo podemos observar, guarecido por las manos de Mara y protegido por su fiel consejero Galhoum. No diré más, pero ese grimorio será el título del segundo capítulo del segundo ciclo de las aventuras del Pájaro del Tiempo. No adelantemos acontecimientos. Después del  intento frustrado de los Jaisirs por robar el libro, el ritmo de la narración será relanzado catapultándola al desértico escenario de la Región de los Labios de Arena. Pero cuidado, los creadores nos tienen preparados dos sorpresas; la primera es un nuevo integrante de la expedición que les guiará hasta el peligroso Templo, el aristocrático Bodías, príncipe de la Región de los Mil Verdes y antiguo rival del caballero Bragón en su pasado por el amor de Mara. Aquí el guionista introducirá un elemento del pasado que dificultará la progresión del héroe en su empresa, haciéndole que a cada rato el experto caballero desee saber exactamente cuál fue la relación que mantuvieron el elegante noble y Mara. Unos tenues celos hacen acto de presencia. La segunda es algo que se sitúa en el lugar que más gusta a sus creadores, al borde de la historia, la presencia secundaria de Mara. Si en el primer capítulo impulsaba la acción convirtiéndose en parte activa del prólogo, ahora se muestra pasiva, esperando en las sombras el éxito de la misión configurándola un manto de duda acerca de su verdadero objetivo. Gracias a las palabras del padre supremo de los Jaisirs, el anciano reptil Fjel, algo empieza a oler a podrido. Literalmente dice que desde que Mara tradujo el Libro Mágico teme lo peor.


Frente a la luminosidad del desierto “moebiusano” (y el juego de palabras con el gusano arrakiano de Herbert es buscado, lógicamente), algo oscuro se teje entre las bambalinas de Numur (en la viñeta nº 3 y en la 7 de la página 19, muy bien escenificado por ese Bulrog, que escucha al reverendo padre entre la tela sedosa y trasparente de su lecho, convirtiendo lo que observa en algo nublado por la gasa de la sutil cortina palaciega). Esta duda ante el verdadero motivo de Mara se sustenta en la presentación de la misma en las viñetas nº 6 y 8 de la página 4. Es un personaje viejo que rezuma una extraña mezcla de grandeza y arrogancia por su posición, y aunque maquillada de manera salvaje, aparece con todas sus arrugas invadiendo su cansado rostro. Hay algo en esas ojeras que le quitan el sueño, algo que quizás ni ella misma controla.


No cabe duda que el guion de este segundo capítulo es avasallador con respecto al de los demás, empezando a desentrañar los misterios que encierra la búsqueda de la mítica ave, pero el dibujo no se queda atrás. La duda se va instalando en la búsqueda y los interiores “gigeranios” del templo, ayudan a crearla, enfatizándola aún más si cabe. En algunos aspectos los trazos de la línea nos hace recordar al maestro suizo y a su emblemático escenario cinematográfico, la nave Nostromo de Alien (Ridley Scott, 1977). A cada paso dado, nos enrarecemos más de las tétricas tumbas invadidas por huesos jaisirs y de algún que otro zombificado cuerpo, además de las paredes que envuelven anatómicamente el entorno de sus profundidades.
Dos maestros en sus abigarradas composiciones, tanto textuales como pictóricas, que nos conducen al germen de cualquier narración, el detalle. Desde los guardianes del Templo del Olvido, los bichitos alopécicos de aspecto chirriantemente graciosos hasta la presencia del enigmático Fol de Dol (secundario mágico de toda la serie), vamos descartando objetos del camino: la concha de Ramor que tenía embrujado a Shan-Thung, el bastón de Fjel y el Libro Mágico de Mara… ahí lo dejo.

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