Suena una voz,
sutilmente acompañada de otras, ronroneantes, que trasforman la individualidad
en pluralidad construyendo un coro, acompasado por pequeñas notas de piano que,
a medida que aumenta el tono, van siendo acompañadas por la presencia de
violines, abriéndonos paso, con la incorporación de unos dedos deslizándose por
las notas de un arpa, al contexto de la leyenda, a través del cuento. Todo esto
se puede escuchar en el primer track
(Prologue) y como estamos empezando,
también prologamos a un viaje mitológico. Un periplo que contiene seres
legendarios y enigmas milenarios ambientados en una comunidad de vecinos de
época actual. Un paso a otra realidad de la mano de James Newton Howard.
“Creo que mi música suena mejor con
efectos porque es como se creó. Si fuese a escribir solamente para el silencio,
escribiría música diferente”
James Newton
Howard.
Cuando uno estudia filosofía, se llega a una
conclusión paradigmática. Son de esas sentencias contundentes que, o bien te
acompañan toda tú vida, o bien la olvidas desde el mismo momento que la
descubres: “del mito al logos”.
Realizando un ejercicio de remembranza y, apoyándome en las palabras del
maestro, que entroncan con la idea constructiva funcional de la banda sonora, la
composición nocturna de hoy es un viaje que podíamos, perfectamente
extrapolarlo al desafío filosófico que entraña la frase que da título a este
artículo, porque nos invita a traspasar una realidad a otra; un trayecto desde
el interior de la caverna (en este caso, una piscina) hacía el mundo exterior
(el complejo de apartamentos donde se dirimirá la salvación o no, del mundo),
un descubrimiento desde la fantasía a la realidad, pasando a través del sueño
en dirección directa a la razón. La
joven del agua es una maravilla incrustada en una narración fílmica y eso
no la sustrae su valía, emparejada umbilicalmente a unas imágenes. Es más,
amplifica su objetivo, ayudándonos a experimentar sensorialmente ese paso, de
lo legendario a lo real.
Ya hemos citado el primer tema
del compacto, autentico exordio en forma de cuento narrado, imbuido de un
carácter fantástico, pero sostenido por un fin didáctico. La voz, personificada
en el coro impregna el relato con un aura legendario, evocando la simplicidad
de la narración de una mentira, esto es, un cuento, una simulación de la
realidad con una moraleja final, apoyándose en esos dibujos esquemáticamente
sencillos en su funcionalidad, pero irremediablemente complejos en su
significado, representados por notas simples de piano, custodiadas por el arpa,
instrumento que rememora un tiempo mítico, y acabado con la explosión sinfónica
de los violines apoyándose en la percusión. Estamos en territorio mitológico,
ubicados en el mundo de la heroína preparada para salir al exterior y pergeñar
su misión encomendada. Empieza la película y con ella una atmosférica música,
representada en el plano musical, por
percusiones de carácter tribal en el track
segundo (the party), ambientándonos
el paisaje de la narración y de la banda sonora.
Hasta este momento la música se
ha desarrollado, como hemos dicho antes, de una manera sencilla en su
construcción, reposada sobre tonalidades suaves, pero la utilización del
elemento tribal, a modo de percusión, amenaza a la partitura, rodeando esa
simpleza tonal en complejidad atonal, representada en esos potentes acordes a
los temidos enemigos de las “damas”, especie de lobos bestiales que funcionan
como cazadores, depredadores, parapetados en las sombras de lo desconocido y
prestos a aparecer atrapando a su presa. La percusión, además de actuar de
rémora en el score, allí donde
aparezca, es también sinónimo de advertencia: la horizontalidad en la
composición puede contener, desequilibrios permutables, en forma de notas
discontinuas que jalonan, no ya el tema correspondiente, sino toda la amplitud
de la banda sonora. Estamos a punto de rebasar el límite fronterizo de la
caverna, el umbral establecido, la piscina, dejando el “mundo azul”, para
olvidarnos de la ilusión y adentrarnos
en el mundo tangible de los hechos, la gris realidad, a través de las notas de
un oboe, simbolización nostálgica del mundo mítico y la de un clarinete,
tocando a unos tonos bajísimos, como si estuvieran siendo creados “bajo el agua”,
simbolizando esas ondas en la piscina, que es como se titula el track cuarto del CD (ripples in the pool); escueto en
duración pero completo en intensidad musical, en menos de dos minutos, presenta
hasta tres instrumentos (oboe, clarinete y piano) relacionándose a escala
progresiva de menos a más.
La dama del agua, la sirena, ya esta en
nuestro mundo y sin subestimar a las terribles criaturas que la acechan en la
noche, nuestra heroína tendrá que enfrentarse al enemigo más mortífero al que
se haya encontrado: el cerebro humano, la comprensión racional señalándola como
ejemplo de incomprensión. Esto se puede escuchar en uno de los temas más bellos
de la composición, en particular, el número décimo (the healing), y en general, en la discografía de Howard. El tema empieza amenazante con
la percusión, pero las notas del piano lo amilanan lentamente hasta
prácticamente su desaparición, acabando acompañado por los violines y el oboe,
conformando el tema repetitivo que se irá describiendo, metaforizando la
esperanza de los que no la tienen y finalizando con el poderoso coro. Es la
prueba que necesitan los humanos incrédulos para seguir a la dama en su
aventura. A partir de este momento, la presencia del oboe es indiscutible,
representando a la joven de orígenes acuáticos llamando a la humanidad, a
través de acertijos, que también estarán representados por diferentes
tonalidades, a partir de indicaciones que hay que seguir para lograr el
significado correcto y, de esta manera salvar el mundo, aunque quizás el mundo
no le interese ser salvado, como dice el prólogo de la narración: “…pero los hombres olvidaron escuchar”.
Es aquí donde la partitura se
transforma, otorgándola una complejidad
basada en la Confrontación, ya que todo paso,
trayecto, tiene como finalidad su choque. De la percusión sinónima de tribal
contra la sencillez, que no simpleza, de las notas del oboe y del piano,
ejemplarmente utilizados en el tema decimoprimero (the great Eatlon), donde la presentación del gigante ser alado,
apoyada por la sinfonía prefabricada de instrumentos de viento y cuerda,
romperá la composición de la estructura de la percusión desde su interior,
saliendo apoyada por el coro, que frenéticamente ira subiendo de tono, hasta
llegar a una intensidad paralela a la de la orquesta sinfónica, para
después, regresar a las notas sencillas
del comienzo de la partitura, aquellas que suena desde un piano, simbolizando,
una vez más, la victoria de la ficción ante la cruda realidad y puntuando el
objetivo de la dama. Con esas notas sencillas de un piano,
envolvente en la sinfonía que lo acompaña damos por finalizado nuestro viaje,
aunque el compacto incorpore cancioncillas típicas para su recaudación, nos
quedamos con casi cuarenta minutos de música cinematográfica, todo un lujo, de
un hombre que cree en la construcción fílmica tanto como el director en su
historia. ¿Ha merecido realizar este transvase mitológico a la realidad o es a
la inversa?
Discografía.
Lady In The Water. (La joven del agua). James Newton Howard. 2006. Decca records.
Claves.
1. Prologue.
10. The Healing.
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