El seis de Febrero de este año recibí la primera edición de mi novela (¡Ya están aquí!) y a comienzos de este mes de Abril, se puede decir que los 107 ejemplares que la conformaban ya son historia, bueno uno me lo he quedado yo, ya sabéis cosas de la nostalgia. Algunos pensareis ¡qué éxito!, ¿no? Maticemos.
Es cierto que se han vendido todos los libros menos algunos, pero también
lo es que debido a la creación de los dos traileres (Lo que el Teaser encierra. Anclando palabras (1). Anclando palabras (2)) y a la creación de la
portada, contraportada y logo de la serie (de las cuales tenéis varios ejemplos en el dibujo de arriba), dibujados magistralmente por Jesús
Alonso Iglesias, me han hecho invertir un poco más de capital, llevándome a no
ganar absolutamente nada, todavía. Entonces, quizás tendríamos que replantearnos qué es
el éxito para cada uno. Algunos pensaréis que si uno invierte en algo, lo que
sea, y no logra superar la cifra invertida, puede ser un fracaso. Cierto. Los
más pesimistas incluso, pensaran que si se iguala el número de capital
invertido, es decir que si no ganas ni pierdes nada, también es considerado una ruina. Bueno, seguramente que La Caída de Dundee no vaya con ellos, y si
alguno de ellos la ha comprado, descubrirán que tal vez no sea una lectura para
sus mustias mentes. Yo me encuentro al otro lado de la carretera. Aquel que no
se ve a primera vista pero que si te concentras, lo puedes empezar a otear,
sobre todo si vas acompañado de una dosis de paciencia, atención y curiosidad.
No es el típico lugar soleado, de vez en cuando llueve pero
siempre es bueno pensar que acampará pronto. En ése otro lado el éxito se
mide por otro barómetro, y a esperas de una segunda edición cargada de más
ejemplares y por lo tanto de mayor inversión de la novela, la carrera de la
fortuna se calcula por el termómetro de la opinión. Y mientras continuo esperando las opiniones de
aquellos que hayan terminado de leerla o de aquellos que están empezando o se
encuentran en pleno núcleo central de la misma, ya he recibido varias. Unas han sido positivas y
otras, bueno, no se puede tener contento a todo el personal. Las hay de origen
gramatical por ejemplo, formuladas por gente que te quiere hacer ver que te has
equivocado a la hora de escribir una palabra o por aquellos que te quieren
hacer daño, diciéndote por ejemplo que qué pasa con los acentos. Bien a los
primeros les doy mi cordial bienvenida pero a los segundos, les dedico mi total
indiferencia y desprecio. Veréis me paso con varios compañeros del trabajo. Uno
de ellos me dijo el tema de los acentos y yo me quede un poco noqueado. Al día
siguiente, otro me seguía insistiendo en los acentos y le dije que qué pasaba
con ellos. Y la respuesta fue que no había. Yo le contesté que los acentos no
existen físicamente, ya que son la fuerza de voz con que pronunciamos una sílaba dentro de una palabra y que
para representarlos utilizamos tildes. ¿No querría haber dicho que qué era
lo que pasaba con las tildes? Siempre he odiado a los listillos y creo que este
país está lleno de ellos. En cualquier caso, tengo que decir que existen
palabras mal acentuadas, es mi primera novela y he cometido la torpeza de
dejarme emocionar con mi propio proyecto, sin pedir consejos a nadie y eso se
paga, no obstante espero subsanarlo en la segunda edición. Existen otras
opiniones que me han interesado más, las de aquellos que están acostumbrados a
un cierto hábito de lectura y me han dicho que les ha gustado, que una vez que
empieza la verdadera acción (¡no sé a qué se refieren!), no puedes dejarlo.
Quizás muchos han coincidido en que la narración empieza muy lentamente (esto
creo que es debido a la postura descriptiva que elijo, como muro de contención
narrativo que luego explotará) y a otros les han encantado cosas curiosas, tales como
palabras sueltas, por ejemplo Subvión. No está mal, al fin y al cabo uno no se
replantea escribir para un premio nobel, simplemente intenta dan rienda suelta
a su imaginación, desde diferentes dispositivos con un único fin consciente, en
mi caso, de hacer imaginar cosas a la gente, y subconsciente, el que disfruten
del acto de leer sin tapujos. Que descubran mundos maravillosos, entrañables
personajes con los que explorar los límites del ser humano y que lo hagan desde
el otro lado de la carretera, que falta nos hace hoy en día.
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