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miércoles, 17 de abril de 2013

RESEÑA MATEMÁTICA.

Uno de mis últimos pases de prensa oficiales (¡ya sé que voy un poco retrasado!) y una de las reseñas más estructuralmente "matematizada". Quise conformar un triángulo alrededor de tres palabras que conformasen sus ángulos constructivos. Tres palabras que tuvieran la suficiente fuerza en su estructura. ¿Lo conseguí? os traslado la respuesta a vosotros.
Victoria, ven, Mamá.

Tres palabras que dan escalofrío después de haber visto la película de los hermanos Muschietti. Independientemente que la propuesta haya nacido de un cortometraje realizado por los mismos autores y de la pasión que sentía Del Toro por el mismo (“Estilo limpísimo, cargado de emoción, terror y es sugestivo.”), nos encontramos ante un caso que multiplica la nimia experiencia acumulada en el corto para desplazarla a cotas narrativas más elevadas; no nos encontramos ante el típico ejemplo, reiterativo, de inflación y explotación de un excelente cortometraje, llegando a cansar al espectador, sino de todo lo contrario, proponiendo nuevos caminos para desarrollar la trama, ramificándola y sugiriendo, antes que exhibiéndola como mero juguete “cirquense”. Desde el arranque con la crisis como telón de fondo a todo lo que envuelve a esa cabaña llamada Helvetia, pasando por el desarrollo profundo del personaje modigliano de la madre.
Victoria. La niña mayor tiene gafas y eso en el mundo visual del cinematógrafo tiene sus trucos. El juego visual que se realiza (fuera de foco y focalizar) es una manera más de establecer efectos ópticos para imponer un estilo que enlaza la narrativa con la técnica. Victoria (Megan Charpentier) lo ve todo borroso, configurándose su punto de vista difuminado como algo natural en su ser. No será hasta cuando su Tío (Nikolaj Coster-Waldau) le devuelva sus gafas, cuando la niña recobrará su verdadera visión.
Ven. El personaje que avisa a Victoria de la presencia materna es la pequeña Lilly (Isabelle Nélisse). Habla poco, casi en susurros convirtiéndose en el sujeto pasivo de la acción, compartiendo con el espectador (otro ser pasivo) la manipulación.
Mamá. Es la esencia del pasado, el juguete roto de la narrativa y al mismo tiempo motor de la misma. Es su efecto y causa.
El cine, el sujeto y el efecto dan como resultado la experiencia del escalofrío. Es una sensación que pulula como si fuesen esas extrañas mariposas-polillas que revolotean tontamente en busca de la luz, cada vez que aparece la cuidadora. Pero no todo encierra una lógica. Existe una secuencia escondida en la narración que pone los pelos de punta, precisamente por ser lo contrario de lo citado. Annabel (Jessica Chastain) acuna a Lilly, después de encontrarla tiritando a la sombra de un árbol. La pequeña se resiste al principio, llegando a golpear a la adulta, pero ella incansable consigue domar a la niña, soplándole en sus manos para calentárselas. Lilly deja de moverse violentamente y mira, por primera vez a Annabel con otros ojos. El sujeto pasivo se trasforma activamente, relacionándose con el personaje del adulto, sonriéndola y mostrándole otro rostro. La presencia de Mamá es inexistente y el cine nos regala un remanso de paz en tan endiablada historia donde para poder asustarte solo hacen falta tres palabras, curiosamente también el cortometraje las incluía.

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