0.
Introducción.
“La película es un reto; es mi capacidad
para resolver situaciones. Jugar con el tiempo en espacios pequeños (…) Siempre
me han gustado, será porque me pierdo con facilidad por la calle.”
Nacho Vigalondo.
Siéntense cómodamente en su butaca de patio
particular y asistan a la planificación/ representación de un lance por parte
del cántabro para discernir si son capaces de salir del laberinto propuesto en
imágenes, si son capaces de asimilar, al menos, parte de la información
propuesta y si están preparados para ser testigos de como la realidad, la
cinematográfica se entiende, se pliega sobre sí misma. Si después del visionado
consiguen alcanzar, aunque sea una sola de las premisas anteriormente citadas,
habrán conseguido disfrutarla, si el efecto es el contrario, no se preocupen,
para eso estamos aquí nosotros. Señores y señoras empezamos EL SUEÑO DE LOS.
1.
Ficha técnica y artística.
Título original: Los cronocrímenes.
Título original: Los cronocrímenes.
Año de producción: 2007 . Una producción de
Karbo Vantas Entertaiment.
Productor: Javier y Esteban
Ibarretxe y Eduardo Carneros.
Director: Nacho Vigalondo.
Guionista: Nacho Vigalondo.
Fotografía: Flavio Labiano en
blanco y negro. 35 mm .
Montaje: José Luís Romeu.
Dirección artística: José Luís
Arrizabalaga y Arturo García (BIAFRA).
Sonido: Asier González.
Diseño de sonido: Roberto
Fernández.
Música: Chucky Namanera.
Reparto:
Héctor — Karra Elejalde.
Clara — Candela Fernández.
La joven del bosque — Bárbara
Goenaga.
El científico — Nacho Vigalondo.
Duración: 90 min.
2.
En el laberinto.
Antes de empezar quisiera agradecer a la
gente de Versus Entertaiment por darnos la oportunidad a nosotros y a todos los que
hayan adquirido el dvd en su edición especial, de poder contemplar el montaje
lineal del film. Una herramienta valiosísima para analizar la película desde
diferentes puntos de vista y ampliar sus secretos. Uno sería desde una
perspectiva filosófica(moral), emplazándolo con el mito, ya que está
irremediablemente relacionado con el séptimo arte desde su fundación, transcurriendo
en su desarrollo. Un hermanamiento no sólo semántico sino significante. El cine
nace de la acción de relatar y el mito obedece al cuento. La bifurcación de enunciados
representa el centro mismo del lugar más mitificado; calles curvas sobre encrucijadas
cóncavas, tropos en símiles, el laberinto. La maraña que se extiende por el
mundo de Héctor (Karra Elejalde), nombre
mítico donde los haya, va construyendo su propio laberinto y el del espectador.
El protagonista de la película es al mismo tiempo Teseo y Minotauro, y el
objetivo ya no será encontrar la salida, sino buscar el comienzo de la
pesadilla.
2.1. Ariadna rebelada o el binomio moral por excelencia. Un comentario al montaje lineal de la película.
2.1. Ariadna rebelada o el binomio moral por excelencia. Un comentario al montaje lineal de la película.
El descubrimiento de esta versión roza lo prodigioso mostrándonos otro
film, otra ficción con los mismos personajes y la misma acción, pero contada
de una manera rectilínea frente a la
angulosidad de la versión estrenada, y por tanto cinematográfica y dispar en su significación.
La premisa es simple aunque su lectura complicada: un hombre, Héctor, viaja al pasado y se encuentra con su Némesis, convirtiéndose en Héctor(2). El hombre intentará, por todos los medios, resolver, planificar, el problema de su viaje temporal sin saber que ya hubo otro Héctor(3) que lo hizo primero, y que lo vigila para que todo se produzca como tiene que ser, ubicando el espacio-tiempo desubicado. Empecemos desenredando el ovillo de Ariadna para descubrir la salida propuesta desde lo contrario al símil, la diferencia, entre un mismo personaje, escindido en dos alternativos. Es una sola persona, pero son tres caracteres diferentes.
El primer Héctor, el individuo que viaja por primera vez en la máquina del tiempo, es el protagonista de la narración y es el que tiende su mano al espectador para que lo acompañe en su deambular.
El segundo Héctor intentará recrear, con la fidelidad que pueda, lo que presenció en el pasada; por lo tanto deja de ser el narratario para transformarse en demiurgo de la narración. Él, autentico maestro de ceremonias, va posicionando, distribuyendo todos aquellos elementos precisos para que el primer Héctor los contemple y de esta forma impulse la narración primigenia para evitar la destrucción del espacio-tiempo. Héctor(2) manipula el alea, el azar, es el ser activo, para servir a Héctor(1), el ser pasivo, aquel que yace en su tumbona mirando con unos prismáticos, convirtiendo el momento voyeur en el detonante de la diegesis; es decir, está intentando mostrarle la salida al laberinto para que la historia arranque, llamando su atención, atrayendo su libido, autentico motor de las pulsiones y manifestaciones psíquicas, mostrando el cuerpo desnudo de una desconocida A partir de este momento, el relato se pliega en dos formas, dos oportunidades de escape. Por un lado cuando Héctor(2) intenta reproducir el mismo movimiento para ser visto por Héctor(1), imitando con sus manos unos prismáticos, y éste huya despavorido hasta llegar al silo donde esta ubicada la máquina del tiempo.
El otro momento tiene como protagonista al último Héctor, el tercero. De igual característica constructiva que el primer momento, la diferencia estriba en su significación moral. Decimos que es análoga porque en ambos casos, tanto Héctor(2) como Héctor(3) realizan la puesta en escena, endiosándose el papel de garantes de la narración, ya que ambos la crean y la dirigen. En este caso concreto Héctor(3), esta cortando el pelo a la joven del bosque (Bárbara Goenaga) para que se parezca a su mujer y así poder salvarla de su asesinato, mediante la confusión.
Héctor(3) manipulará el cabello de la joven con el único objetivo de salvar a su mujer. Él es consciente de estar asistiendo al homicidio de la joven; la ha creado y la manda al Minotauro. La manipulación sometida es diferente en el carácter moral consciente del tercer Héctor. De esta manera, presenciamos la divergencia ética entre Héctor(2) y Héctor(3). Uno administra para que se cree la situación, desnuda a la joven, y otro la destruye. En las dos situaciones la disconformidad es un posicionamiento moral. El crimen no es una cuestión de tiempo, como rezaba la cartelera de la versión cinematográfica, sino una actitud ética en el montaje lineal. Crear, orden, o destruir, caos, es el binomio moral-filosófico por excelencia.
La premisa es simple aunque su lectura complicada: un hombre, Héctor, viaja al pasado y se encuentra con su Némesis, convirtiéndose en Héctor(2). El hombre intentará, por todos los medios, resolver, planificar, el problema de su viaje temporal sin saber que ya hubo otro Héctor(3) que lo hizo primero, y que lo vigila para que todo se produzca como tiene que ser, ubicando el espacio-tiempo desubicado. Empecemos desenredando el ovillo de Ariadna para descubrir la salida propuesta desde lo contrario al símil, la diferencia, entre un mismo personaje, escindido en dos alternativos. Es una sola persona, pero son tres caracteres diferentes.
El primer Héctor, el individuo que viaja por primera vez en la máquina del tiempo, es el protagonista de la narración y es el que tiende su mano al espectador para que lo acompañe en su deambular.
El segundo Héctor intentará recrear, con la fidelidad que pueda, lo que presenció en el pasada; por lo tanto deja de ser el narratario para transformarse en demiurgo de la narración. Él, autentico maestro de ceremonias, va posicionando, distribuyendo todos aquellos elementos precisos para que el primer Héctor los contemple y de esta forma impulse la narración primigenia para evitar la destrucción del espacio-tiempo. Héctor(2) manipula el alea, el azar, es el ser activo, para servir a Héctor(1), el ser pasivo, aquel que yace en su tumbona mirando con unos prismáticos, convirtiendo el momento voyeur en el detonante de la diegesis; es decir, está intentando mostrarle la salida al laberinto para que la historia arranque, llamando su atención, atrayendo su libido, autentico motor de las pulsiones y manifestaciones psíquicas, mostrando el cuerpo desnudo de una desconocida A partir de este momento, el relato se pliega en dos formas, dos oportunidades de escape. Por un lado cuando Héctor(2) intenta reproducir el mismo movimiento para ser visto por Héctor(1), imitando con sus manos unos prismáticos, y éste huya despavorido hasta llegar al silo donde esta ubicada la máquina del tiempo.
El otro momento tiene como protagonista al último Héctor, el tercero. De igual característica constructiva que el primer momento, la diferencia estriba en su significación moral. Decimos que es análoga porque en ambos casos, tanto Héctor(2) como Héctor(3) realizan la puesta en escena, endiosándose el papel de garantes de la narración, ya que ambos la crean y la dirigen. En este caso concreto Héctor(3), esta cortando el pelo a la joven del bosque (Bárbara Goenaga) para que se parezca a su mujer y así poder salvarla de su asesinato, mediante la confusión.
Héctor(3) manipulará el cabello de la joven con el único objetivo de salvar a su mujer. Él es consciente de estar asistiendo al homicidio de la joven; la ha creado y la manda al Minotauro. La manipulación sometida es diferente en el carácter moral consciente del tercer Héctor. De esta manera, presenciamos la divergencia ética entre Héctor(2) y Héctor(3). Uno administra para que se cree la situación, desnuda a la joven, y otro la destruye. En las dos situaciones la disconformidad es un posicionamiento moral. El crimen no es una cuestión de tiempo, como rezaba la cartelera de la versión cinematográfica, sino una actitud ética en el montaje lineal. Crear, orden, o destruir, caos, es el binomio moral-filosófico por excelencia.
2.
2. Teseo capturado o la construcción de una pasividad. Apostilla sobre la versión
cinematográfica.
Existen dos modos de ver una película, o una dualidad en la contemplación de una ficción cinematográfica; tenemos al espectador cargado con sus refrescos y sus bombas palomiteras, escoltado por sus guardaespaldas de turno, léase al respecto, sus amigos queridos, o su mujer e hijos amados. Estos sujetos van al cine con un único fin: ser transportados a otra realidad con el objetivo de que se les entretengan durante dos horas, mínimo.
El otro espectador es aquel que va totalmente desarmado ante la pantalla en sombras, para estar dispuesto a enfrentarse a una narración o texto que establezca vasos comunicantes con sus afinidades. El primer sujeto también puede ser afín a muchas cosas, como por ejemplo dejarse embobar con una persecución de trescientos planos por minuto, pero se deja llevar, quiere engatusarse con la facilidad que le proporciona el entretenimiento. El segundo espectador activa, relaciona su correlación con el tema que trate el film, convirtiéndose en participe del motor de la narración, desenmascarando su tramoya ficticia. Quedémonos con el primero, que es la diana, el target de Los cronocrímenes cinematográfico.
El montaje que se llegó a estrenar en los cines de España, tras su periplo por infinidad de festivales en otras latitudes demorando su estreno, concita dudas acerca de sus objetivos. A no ser que ése fuera la meta primigenia del proyecto, sino de su director quizás de sus productores, los auténticos dueños del film.
En cualquier caso la vanagloria interna de la historia es insultantemente aprovechada en cada secuencia y cada plano de su duración; eso tiene una ventaja, solventar por ejemplo la mala dirección de actores de la película en algunos momentos, sobre todo cuando aparece el propio director haciendo de científico (esa entonación en sus palabras es destructiva, aislando al personaje de la trama), o cuando aparece la momia rosa andando diferentemente a como andaría el protagonista, Héctor, ya que son el mismo personaje, pero diferente actor. Esta estrategia es muy común entre los directores noveles que van acompañados de productores veteranos (por ejemplo Alejandro Amenabar con José Luís Cuerda en Tesis).
Por un lado se intenta mostrar que el director a estrenar es competente y por otro, que su productor lo es, aún más. El afán de epatar técnicamente al espectador, presentándole una ficción realizada con muy buena factura, se convierte en el pasaporte laboral del director; por esa razón el joven aprendiz de brujo se esfuerza en ser listo, en entregar un guión enrevesadamente astuto transformándose en un Teseo de andar por casa/laberinto y encontrar la salida él mismo. Enfoca todo su saber en la elaboración de la gran obra maestra, y si no lo consigue, al menos, que llegue al estatuto de obra de culto, proporcionándole estabilidad económica eterna, no volviendo a dirigir ninguna película más, pero viviendo de su primer largo durante toda su vida. Este maldito cinematográfico construirá una ficción apoyándose en el puzzle narrativo, el verdadero laberinto en cuanto a intenciones a la hora de escamotear los problemas, para salir del paso. Buscará la originalidad donde no la haya, siguiendo los patrones de otros ilustres originales, pero nunca creándola.
El director de Los cronocrímenes ha llegado a decir que la novedad de su film esta escondida y que para disfrutarla, lógicamente hay que hallarla (no me pararé a comentar al amigo Vigalondo por sensatez). En la trama enrevesada de su película esta el secreto de una pasividad, los giros sin movimiento nos llevan a auténticos callejones sin salida de la historia. El final es ejemplarizante al respecto: Héctor y Clara esperando a que sobre sus cabezas llegue la tormenta y empieza a llover. Como final no esta mal, esperar pasivamente (curiosa repetición del vocablo para sentar las bases de su verdadero significado) a algo. Pero el movimiento de grúa imposible se podía haber evitado. Estamos asistiendo a una construcción, la de la pasividad del espectador atontado viendo todo y no contemplando nada.
Hace mucho tiempo el señor Tarvskoki detectó un mal en el cine de su época; como si se tratase de un cirujano logró detectar el autentico cáncer creativo del siglo XX: “Ya nadie quiere aprender, todos quieren enseñar”. Como genio que no es consciente de su ser, el director ruso vaticinó por donde se iría a desplazar el arte cinematográfico, o al menos una dirección por la cual iban a seguir muchos otros hasta llegar a nuestra época. La crítica a la edificación de la indiferencia en el significado y la abulia en el sentido. Por esa razón podemos constatar que la versión estrenada de Los cronocrímenes es conservadora, frente a la vanguardista del montaje no exhibido. Nos adentramos en un tiempo pasivo…
3. Diferentes opciones de salida al laberinto.
Existen dos modos de ver una película, o una dualidad en la contemplación de una ficción cinematográfica; tenemos al espectador cargado con sus refrescos y sus bombas palomiteras, escoltado por sus guardaespaldas de turno, léase al respecto, sus amigos queridos, o su mujer e hijos amados. Estos sujetos van al cine con un único fin: ser transportados a otra realidad con el objetivo de que se les entretengan durante dos horas, mínimo.
El otro espectador es aquel que va totalmente desarmado ante la pantalla en sombras, para estar dispuesto a enfrentarse a una narración o texto que establezca vasos comunicantes con sus afinidades. El primer sujeto también puede ser afín a muchas cosas, como por ejemplo dejarse embobar con una persecución de trescientos planos por minuto, pero se deja llevar, quiere engatusarse con la facilidad que le proporciona el entretenimiento. El segundo espectador activa, relaciona su correlación con el tema que trate el film, convirtiéndose en participe del motor de la narración, desenmascarando su tramoya ficticia. Quedémonos con el primero, que es la diana, el target de Los cronocrímenes cinematográfico.
El montaje que se llegó a estrenar en los cines de España, tras su periplo por infinidad de festivales en otras latitudes demorando su estreno, concita dudas acerca de sus objetivos. A no ser que ése fuera la meta primigenia del proyecto, sino de su director quizás de sus productores, los auténticos dueños del film.
En cualquier caso la vanagloria interna de la historia es insultantemente aprovechada en cada secuencia y cada plano de su duración; eso tiene una ventaja, solventar por ejemplo la mala dirección de actores de la película en algunos momentos, sobre todo cuando aparece el propio director haciendo de científico (esa entonación en sus palabras es destructiva, aislando al personaje de la trama), o cuando aparece la momia rosa andando diferentemente a como andaría el protagonista, Héctor, ya que son el mismo personaje, pero diferente actor. Esta estrategia es muy común entre los directores noveles que van acompañados de productores veteranos (por ejemplo Alejandro Amenabar con José Luís Cuerda en Tesis).
Por un lado se intenta mostrar que el director a estrenar es competente y por otro, que su productor lo es, aún más. El afán de epatar técnicamente al espectador, presentándole una ficción realizada con muy buena factura, se convierte en el pasaporte laboral del director; por esa razón el joven aprendiz de brujo se esfuerza en ser listo, en entregar un guión enrevesadamente astuto transformándose en un Teseo de andar por casa/laberinto y encontrar la salida él mismo. Enfoca todo su saber en la elaboración de la gran obra maestra, y si no lo consigue, al menos, que llegue al estatuto de obra de culto, proporcionándole estabilidad económica eterna, no volviendo a dirigir ninguna película más, pero viviendo de su primer largo durante toda su vida. Este maldito cinematográfico construirá una ficción apoyándose en el puzzle narrativo, el verdadero laberinto en cuanto a intenciones a la hora de escamotear los problemas, para salir del paso. Buscará la originalidad donde no la haya, siguiendo los patrones de otros ilustres originales, pero nunca creándola.
El director de Los cronocrímenes ha llegado a decir que la novedad de su film esta escondida y que para disfrutarla, lógicamente hay que hallarla (no me pararé a comentar al amigo Vigalondo por sensatez). En la trama enrevesada de su película esta el secreto de una pasividad, los giros sin movimiento nos llevan a auténticos callejones sin salida de la historia. El final es ejemplarizante al respecto: Héctor y Clara esperando a que sobre sus cabezas llegue la tormenta y empieza a llover. Como final no esta mal, esperar pasivamente (curiosa repetición del vocablo para sentar las bases de su verdadero significado) a algo. Pero el movimiento de grúa imposible se podía haber evitado. Estamos asistiendo a una construcción, la de la pasividad del espectador atontado viendo todo y no contemplando nada.
Hace mucho tiempo el señor Tarvskoki detectó un mal en el cine de su época; como si se tratase de un cirujano logró detectar el autentico cáncer creativo del siglo XX: “Ya nadie quiere aprender, todos quieren enseñar”. Como genio que no es consciente de su ser, el director ruso vaticinó por donde se iría a desplazar el arte cinematográfico, o al menos una dirección por la cual iban a seguir muchos otros hasta llegar a nuestra época. La crítica a la edificación de la indiferencia en el significado y la abulia en el sentido. Por esa razón podemos constatar que la versión estrenada de Los cronocrímenes es conservadora, frente a la vanguardista del montaje no exhibido. Nos adentramos en un tiempo pasivo…
3. Diferentes opciones de salida al laberinto.
Sólo aquel que se atreva a introducirse en el
laberinto podrá disfrutar de su sentido. La idea de perdernos en un sitio,
lugar u objeto fascina al ser humano desde tiempos milenarios. Esa faceta
entretenida de estudiar los mecanismos misteriosos que nos enfrenta a lo
desconocido es pura adicción. Aquel que se atreva a descifrar el código de Los
cronocrímenes podrá disfrutar de la experiencia. Por lo tanto este artículo es
un aviso para navegantes curiosos y prestos a estar atentos a cualquier atisbo
de extrañeza que enlace con los sentidos de la significación. El espectador
tiene que adentrarse en su propio grado de cultura, y desde una posición
analítica, no ociosa, descubrir la respuestas a las preguntas, a cada paso que
de en el laberinto, para, de esta manera, no descubrir la salida, sino las
diferentes opciones evasivas.
Los cronocrímenes es nuestro laberinto
particular, pero queremos dejar claro que el montaje lineal es mucho más
enriquecedor que la versión exhibida, entre otras cosas, porque la primera nos
posiciona en la picota de la narración, posicionándonos desde la moralidad,
obteniendo una aptitud ética, que la versión cinematográfica detesta. Otra
característica de la atracción hacia una de las versiones/salidas del
film/laberinto, es su disyunción con respecto al espectador. Mientras el montaje
lineal tiende a ser frío y distante, la película estrenada es llanamente
complicada, porque es en su barroco texto temporal montado, donde puede ser
engañado el espectador, ya que solamente a través de la confusión, pueden sus
creadores tenerlo comiendo de la palma de su mano.
Por tanto diremos que esta última opción de
salida/versión, es extraña y enrevesadamente aburrida, puede que cercana
a la afinidad plural de una mayoría, que la encumbre a la adoración de un nuevo
vellocino de oro, mientras que el montaje lineal/la otra salida, nos parezca la
más apropiada para ser analizada, experimentada y finalmente disfrutada. Curiosamente
cuando citamos la palabra conservadora, no nos referimos a la manera clásica de
crear una ficción, sino al punto de vista otorgado para que se cree esa mentira
deliciosa que es el cine. Para finalizar y poder contemplar la luz a la salida
de nuestro laberinto, otra puntualidad indiscreta, el montaje lineal presenta
en su génesis una narratividad clásica que desmonta la supuesta complejidad
original de Los cronocrímenes estrenado. El clasicismo jamás estuvo tan cerca
del vanguardismo. Ésa es nuestra opción y ¿la vuestra?
No hay comentarios:
Publicar un comentario