Por fin la cinematografía británica tiene
sus Siete samuráis (Sichinin No Samurai, 1954 de Akira Kurosawa), aunque también
podríamos citar su remake
norteamericano Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 1960 de John Sturges). De cualquiera de las
maneras, ya de entrada el tratamiento no es muy original que digamos pero no
niega, en forma alguna que disfrutemos/leamos la película con otra
perspectiva. Si la forma no es nueva tampoco lo es su fondo, ya que el cine ha
tratado el periodo histórico donde acontecen los hechos infinitamente. Estamos
en la pre-época de las andanzas del mítico ladrón de Sherwood, en una Inglaterra ahogada de problemas sociales y
económicos además de los politicos, donde aparecerán los alegres hombres de mayas verdes (Las aventuras de Robin Hood, 1938 de Michael Curtiz y William Keighley) o los proscritos (Robin Hood: príncipe de los ladrones, 1991 de Kevin Reynolds) hasta llegar al cinema
verité, o eso pensaba el director, (Robin
Hood, 2010 de Ridley Scott), sin
olvidarnos de la versión Disney (Robin Hood, 1973 de Wolfgang Reitherman) y las producciones de la Hammer
(Sword of Sherwood Forest, 1960 de Terence Fisher o A Challenge for Robin Hood, 1967 de C. Pennington-Richards). Dirigiendo este background hollywoodiense y
británico, su director Jonathan English conjuga el entretener con el criticar, ya que Templario no sólo crea un
divertimento sino que propone un acercamiento examinador a la realidad
versada, es decir no prepondera unos elementos técnicos, efectos artificiosos, que los hay en el film frente a otros, exponiendo unos
hechos enfocados desde otros parámetros significantes, más bien equilibra
ambos pergeñando un mismo objetivo: mirar el mismo escenario de tantas
producciones pretéritas pero deteniéndose en los detalles, intentando
descubrir otra realidad, otro escenario sabiendo lo que se hace, esto es que
está ante un medio de contar historias y se vale del mismo, utilizando las
herramientas que la narración le ofrece a él y le han ofrecido a cientos de
cineastas desde 1895. Ejemplos para una visión “palomitera” de la narración sería el enfoque que hace a los caballeros rebeldes, siendo menos heroico del
esperado no existiendo héroes en su historia sino hombres con sus manías y
fobias, borrachos, mujeriegos y asesinos. Otro elemento de conexión subliminal con
el espectador sería el uso y la presencia de la violencia. La secuencia de la
tortura a los rebeldes apresados es de un protagonismo descarnado, donde la desmembración
se erige como trofeo transformado en símil violento, cuestionando la
incoherencia del propio acto. Pero centrándonos en el apartado crítico, existen
dos momentos verdaderamente poderosos en el relato, protagonizados por el Templario
que se cuestiona su fe y el monarca al que se enfrenta. Ambos son además de
personajes, elementos que transcienden la narración, potenciando su
significante; el primero representa a la religión y el segundo a la laicidad.
Son dos vectores que vertebran la historia haciéndola balancearse de un lado
(Iglesia) a otro (Estado).
La primera secuencia muestra al
Rey Juan (Paul Giamatti) expectante
con la mirada perdida, preocupado por algo que va a realizar; las aguas del
Canal de la Mancha
reflejan la efigie del monarca temblando a cada oleaje y representando su
interior inestable. La cámara panea hacia abajo definiendo el contorno del
noble como imagen temblorosa pero imagen, al fin y al cabo. Casi al final de la
película, el heredero al trono inglés vuelve a las aguas. Camina vacilante hacia una
charca cercana al asedio de la
Torre de Rochester, con la faz turbada por lo que ha hecho. El director
vuelve a realizar el mismo movimiento de cámara, pero esta vez la contemplación
del reflejo del Rey es casi imposible debido a las estancadas y terrosas aguas
de la charca. Ya ni siquiera el Rey Juan puede verse.
La otra secuencia muestra el rezo
del Templario (James Purefoy) antes
de acometer su aventura. Salir del lugar asediado y conseguir alimentos para
sus compañeros. Gracias a este acto heroico, los rebeldes consiguen alimentos y
también se relajan convirtiendo la sala central de la Torre en antesala de la
muerte de algunos de ellos; a los que hemos visto reír y comer, los
encontraremos poco tiempo después, abatidos y muertos. La acción solitaria del
Templario ha propiciado un éxito y una derrota, los asaltadores consiguen
penetran en el interior y aniquilar a casi todos los resistentes. Ambas situaciones ponen en común
un elemento afín, la soledad. Por una parte la del Rey, que empezó preocupado
ante los acontecimientos que fuera a protagonizar, y que han motivado que ya
ni siquiera pueda verse reflejado en las aguas estancadas; sus acciones han
ensuciado su trono, su ansia de poder lo ha borrado, no sólo de la historia sino de la HISTORIA ,
aquella que se escribe con Mayúscula,
abocándolo al olvido.
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