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sábado, 29 de junio de 2013

NO SÉ EL POR QUÉ.

Hacía mucho que no publicaba en la web de Scifiworld y para colmo, me censuran un poco de mi crítica al Hombre de Acero (2013). ¡Manda Huevos! Bueno aquí tenéis la versión del régimen y aquí abajo, la mía.

DESDE LOS DESPOJOS.


Cada película que se realiza es proclive a su contexto de producción, otras veces es tan adelantada a su tiempo que se tiene que esperar para revalorarla en su justa medida. No voy a citar a estas segundas pero sabéis que existen. Y por supuesto el film a comentar se encontraría en el primer tipo. Desestructurémoslo desde los despojos, es decir, desposeyendo a alguien de lo que goza (nuestro entretenimiento) y tiene (nuestro dinero metamorfoseado en entrada cinematográfica) con violencia (qué es sino el cine, más que movimiento).

Primer.
He vuelto a sentir esa sensación que no me gusta. ¡Me he hartado! Por favor que apaguen la máquina de hacer Blockbuster. Otra vez lo han conseguido. Todo embarrullado en mi cabeza, aunque esta vez con cierto aire “artie” (a través de la inclusión de los flashbacks). Todo parece apelotonado siendo empujado por un supuesto ritmo que nos quieren hacer vender desde la década última del siglo pasado. Solo se ven los restos, la destrucción generada, y es que parece ser que los índices de calidad de hoy día, van progresivamente parejos al nivel destructor que contiene un film. Jamás veremos a Metrópolis tan derruida como en esta película pero a qué precio, al de la remembranza bochornosa (lo visto nos recuerde a un hecho real que aconteció un 11 de septiembre, por desgracia). ¿Todavía tenemos que estar soportando la psicosis de un país herido, hiriendo al mundo con su avanzadilla visual? Es una película tras otra, recuerdo tras recuerdo, como si quisiesen recordarnos no ya solo la capacidad maligna del otro, sino establecer una peligrosa línea divisoria entre unos y otros, una secesión moral entre “buenos” y “malos”.

Segundo.
Algunos han entendido mal las propuestas vanguardistas del siglo pasado. El cine es movimiento y, en principio es lo que lo diferenciaba de la fotografía, pero hay que saber diferenciarlo de la tropelía rítmica. Desde el comienzo, con esos quince primeros minutos kriptonianos, que nos recuerdan a otro prodigio avatariense (la repetición de esquemas debido a su éxito de afluencia en la taquilla, más que de calidad), quieren dejar establecido el esquema de todo lo que acontecerá después, eso sí, con las incongruencias correspondientes. Se concentran tanto en la generalidad técnica (en este caso, ¡y siempre es lo mismo! los efectos especiales visuales y de sonido, que dejan a un lado lo verdaderamente importante, el corazón de la narración, el guion. Y aquí no hay excusa que valga, detrás del mismo está una cabeza muy competente para poder realizarlo (en el pasado nos ha dado muy buenas muestras de ello). La explicación de cómo el general Zod escapa de la prisión fantasma esta apuntillada, todo parece estarlo con el único fin de convertir la trama en un cajón de sastre para intentar meter en él todo aquello que nos recuerde las otras aportaciones del héroe. Existe otro peligro, el afán de querer epatar cueste lo que cueste, y el director del film lleva intentándolo toda su vida pero sin obtener el éxito que le dio su primer trabajo, y que creo que fue muy sobrevalorado.

Quieren hacer una nueva visión del superhéroe porque creen que la anterior propuesta fue fallida, y no sólo eso, quieren darnos una visión digest de casi todas las aventuras anteriores (sobre todo de la primera y segunda parte), ya habrá tiempo en secuelas de ir excavando en el pasado de las otras producciones. Envuelta eso si en unos preciosos efectos especiales, revueltos pero lo más de lo más, cuando en verdad lo único que consiguen en su efecto contrario, menos de lo menos. ¡Ya tenemos a los cochecitos mecánicos para deleitarnos con sus transformaciones y de paso no ver absolutamente nada! A veces pienso que el efecto ciega a la narración, y como en éste caso, nos regala diálogos tan sorprendentes como éste, por parte del general Zod: “Esto solo puede acabar en una cosa. O te mato o me matas”. Juzguen ustedes mismos.

Nota aclaratoria: la supresión del título del film o referencia al mismo está buscada, igual que en la película, cuando elimina constantemente su génesis principal, no diciéndola, salvo casi al final y por palabras de un soldado.

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