Se empiezan a ver lentamente por dónde irán los
derroteros narrativos de nuestras series. Son pequeños hilos sueltos del tejido
con el que está fabricado el guion. Para conseguirlo, se producen transiciones.
Tanto desde Warehouse 13 como desde Firefly, asistimos a los cambios sutiles
que toda serie tiene que poseer, tanto en tono como en expresión, cuando nos
estamos aproximando al ecuador de su eje principal.
Claudia es el nombre que nos ayuda con el misterio.
Su desentrañamiento acerca del intruso en el almacén. Es también la
incorporación de un nuevo personaje a la escena criptica de Warehouse 13,
Claudia Donovan (Allison Scagliotti). Un personaje que además no viene solo, lo
acompaña su objetivo, su hermano científico y que además enlaza con el pasado
de Artie. Por lo tanto tenemos la concatenación de efectos internos en la
construcción del personaje y su motivación, que a lo largo del capítulo se irá
desvelando. La inclusión de una nueva pieza al puzle narrativo a estas alturas,
puede llegar a ser peligrosa para el ritmo de la propia serie, pero también puede
llegar a establecer, con mayor contundencia, su importancia. Todo lo que
arrastra Claudia (no olvidemos que el episodio lleva su nombre) implicará un
nimio desenmascaramiento en el pasado de Artie. Durante los primeros capítulos
trabajaba en la sombra narrativa, es decir, era el ente o el hacker que se
había filtrado en Warehouse 13. No sabíamos nada de él o ella, ni siquiera el
propio Artie. Y su sorpresa es pareja al misterio que envuelve la vida del cuidador del almacén. Claudia
nos descubre un poco más quién es, además de convertirse en el anclaje con el
que muta la perspectiva de la trama. Su presentación funciona como
resorte por el cual la trama no se plegará (o por lo menos no lo hará en este
capítulo) mostrando una cierta originalidad con respecto a los episodios
anteriores. La amenaza de Claudia ha sido velada a nuestros agentes Mika y
Pete, mostrándose al margen, mientras estaban en sus primerizas misiones.
Tampoco no se sabe el porqué, si bien por iniciativa del cuidador o de su jefa,
la señorita Frederic, pero ha permanecido oculta, solamente privilegiando al
espectador el ser testigo de la intriga. Esto propiciará que no existan tramas
paralelas esta vez. Concretamente parecen fusionarse en un solo camino:
encontrar a Artie.
Puede que a partir de ahora, la búsqueda de objetos se
transforme en periódica, ubicándola en el prólogo, y quizás tengamos que seguir
otro arco argumental mucho más poderoso que la captura y adquisición de
estrafalarios objetos. En cualquier caso, me gustaría que no fuese así, o por
lo menos no en todos los capítulos. ¿Qué sería de Warehouse 13 sin esos
juguetitos? Aquí tenemos un par más para incluirlos en nuestro bazar de las
sorpresas particular: un singular espectrómetro y la brújula que abre puertas
dimensionales. La creatividad de la serie va pareja a la imaginación de sus
creadores. ¿Qué objeto más lógico que una brújula para abrir portales a otras
dimensiones? En el pasado sirvió para guiar a navegantes, y aún hoy día
permanece con su función. ¿Y ese espectrómetro que hace ver a los agentes lo
que ha pasado con Artie, retrocediendo en el espacio y tiempo? Una maravilla.
La transición en Jaynestown se hace más invisible de cara al
espectador. Se convierte en un proceso abstracto eucarístico que parte del guion y se
desliza por la trama a través de los personajes. Cuando el reverendo Book se
quede con River y ésta empiece a destrozar su libro sagrado, deshojándolo por
falta de comprensión, será el detonante que catapulte esa misma falta de
sentido al final del episodio, donde un decaído Jayne se pregunte una y otra
vez el sentido de una acción que ha presenciado. Y todo tiene que ver con la fe
y su construcción. Estos dos diálogos, uno entre Book y River y el otro, entre
Mal y Jayne mecen la historia de todo el capítulo, girándola hacia un lado u
otro. No vamos a señalar pues, aquellos elementos característicos de todo tipo
de ficción, donde aparecen personajes secundarios con tramas subyacentes, ni
motivos subterfugios, más bien bascularemos sobre esas comunicaciones, que son
al fin y al cabo lo que de verdad hacen a uno pensar que no ha estado
perdiendo el tiempo, contemplando otra serie tonta.
La primera conversación. River le dice a Book que su biblia está rota que no
tiene sentido, que no funciona. Y el reverendo contesta que su libro no es
acerca del sentido, sino que habla de creer en algo que puede cambiar tu vida.
River se queda mirándolo unos segundos, para después instarle a que le entregue
su libro para poder arreglarlo. Pero Book termina diciendo que su libro habla
de la fe y que no puede arreglarlo, más bien es la fe quien te arregla a ti.
La segunda. Jayne se queda pensativo mirando perdidamente.
Totalmente hundido. Ha sido salvado por un campesino de morir por un disparo y
no deja de preguntarse porque lo ha hecho, sabiendo que él ni lo hubiese
intentado. Mal se acerca y le dice que quizás no era por él, sino que era por
lo que ese campesino necesitaba, por lo que creía. La fe pulula de un sitio a
otro como pelota de tenis, siendo golpeada por la narración. Dejando a sus
jugadores extenuados después de no descubrir absolutamente nada más allá de
ella. El único requisito imprescindible es creer en ella y tanto Jayne
como River, no están por la labor. Aún así, dudan.
No obstante, y dependiendo
de las puntas de iceberg creativo que vayamos descubriendo en Firefly, me
alegra descubrir el regreso a ese baile de máscaras narrativas por donde empezó
a volar la Serenity. Dejándonos algún que otro buen ejemplo. La secuencia de la
balada en la taberna del pueblo, donde se va alternando la épica o su
construcción (los aldeanos cantan la valentía de Jayne en el pasado) mientras
éste se encarga de decir la verdad a sus compañeros y al espectador,
desmitificándola completamente (hace un tiempo llegó a ese pueblo con un único
objetivo, robarlo pero por desgracia para él, el dinero sustraído cayó de la
nave, haciendo que volviese a manos de sus propietarios). Es por esa razón que
el pueblo ha erigido una estatua a Jayne y es por eso que están felices de su
regreso. Es un viaje a la leyenda, cómo se crea y cómo se destruye y en eso
tiene que ver mucho la fe. ¡Benditas transiciones!
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