Buscar este blog

martes, 25 de junio de 2013

PERCEPCIÓN CATÓDICA. TRANSICIONES.

Se empiezan a ver lentamente por dónde irán los derroteros narrativos de nuestras series. Son pequeños hilos sueltos del tejido con el que está fabricado el guion. Para conseguirlo, se producen transiciones. Tanto desde Warehouse 13 como desde Firefly, asistimos a los cambios sutiles que toda serie tiene que poseer, tanto en tono como en expresión, cuando nos estamos aproximando al ecuador de su eje principal.


Claudia es el nombre que nos ayuda con el misterio. Su desentrañamiento acerca del intruso en el almacén. Es también la incorporación de un nuevo personaje a la escena criptica de Warehouse 13, Claudia Donovan (Allison Scagliotti). Un personaje que además no viene solo, lo acompaña su objetivo, su hermano científico y que además enlaza con el pasado de Artie. Por lo tanto tenemos la concatenación de efectos internos en la construcción del personaje y su motivación, que a lo largo del capítulo se irá desvelando. La inclusión de una nueva pieza al puzle narrativo a estas alturas, puede llegar a ser peligrosa para el ritmo de la propia serie, pero también puede llegar a establecer, con mayor contundencia, su importancia. Todo lo que arrastra Claudia (no olvidemos que el episodio lleva su nombre) implicará un nimio desenmascaramiento en el pasado de Artie. Durante los primeros capítulos trabajaba en la sombra narrativa, es decir, era el ente o el hacker que se había filtrado en Warehouse 13. No sabíamos nada de él o ella, ni siquiera el propio Artie. Y su sorpresa es pareja al misterio que envuelve la vida del cuidador del almacén. Claudia nos descubre un poco más quién es, además de convertirse en el anclaje con el que muta la perspectiva de la trama. Su presentación funciona como resorte por el cual la trama no se plegará (o por lo menos no lo hará en este capítulo) mostrando una cierta originalidad con respecto a los episodios anteriores. La amenaza de Claudia ha sido velada a nuestros agentes Mika y Pete, mostrándose al margen, mientras estaban en sus primerizas misiones. Tampoco no se sabe el porqué, si bien por iniciativa del cuidador o de su jefa, la señorita Frederic, pero ha permanecido oculta, solamente privilegiando al espectador el ser testigo de la intriga. Esto propiciará que no existan tramas paralelas esta vez. Concretamente parecen fusionarse en un solo camino: encontrar a Artie.


Puede que a partir de ahora, la búsqueda de objetos se transforme en periódica, ubicándola en el prólogo, y quizás tengamos que seguir otro arco argumental mucho más poderoso que la captura y adquisición de estrafalarios objetos. En cualquier caso, me gustaría que no fuese así, o por lo menos no en todos los capítulos. ¿Qué sería de Warehouse 13 sin esos juguetitos? Aquí tenemos un par más para incluirlos en nuestro bazar de las sorpresas particular: un singular espectrómetro y la brújula que abre puertas dimensionales. La creatividad de la serie va pareja a la imaginación de sus creadores. ¿Qué objeto más lógico que una brújula para abrir portales a otras dimensiones? En el pasado sirvió para guiar a navegantes, y aún hoy día permanece con su función. ¿Y ese espectrómetro que hace ver a los agentes lo que ha pasado con Artie, retrocediendo en el espacio y tiempo? Una maravilla.


La transición en Jaynestown se hace más invisible de cara al espectador. Se convierte en un proceso abstracto eucarístico que parte del guion y se desliza por la trama a través de los personajes. Cuando el reverendo Book se quede con River y ésta empiece a destrozar su libro sagrado, deshojándolo por falta de comprensión, será el detonante que catapulte esa misma falta de sentido al final del episodio, donde un decaído Jayne se pregunte una y otra vez el sentido de una acción que ha presenciado. Y todo tiene que ver con la fe y su construcción. Estos dos diálogos, uno entre Book y River y el otro, entre Mal y Jayne mecen la historia de todo el capítulo, girándola hacia un lado u otro. No vamos a señalar pues, aquellos elementos característicos de todo tipo de ficción, donde aparecen personajes secundarios con tramas subyacentes, ni motivos subterfugios, más bien bascularemos sobre esas comunicaciones, que son al fin y al cabo lo que de verdad hacen a uno pensar que no ha estado perdiendo el tiempo, contemplando otra serie tonta.
La primera conversación. River le dice a Book que su biblia está rota que no tiene sentido, que no funciona. Y el reverendo contesta que su libro no es acerca del sentido, sino que habla de creer en algo que puede cambiar tu vida. River se queda mirándolo unos segundos, para después instarle a que le entregue su libro para poder arreglarlo. Pero Book termina diciendo que su libro habla de la fe y que no puede arreglarlo, más bien es la fe quien te arregla a ti.


La segunda. Jayne se queda pensativo mirando perdidamente. Totalmente hundido. Ha sido salvado por un campesino de morir por un disparo y no deja de preguntarse porque lo ha hecho, sabiendo que él ni lo hubiese intentado. Mal se acerca y le dice que quizás no era por él, sino que era por lo que ese campesino necesitaba, por lo que creía. La fe pulula de un sitio a otro como pelota de tenis, siendo golpeada por la narración. Dejando a sus jugadores extenuados después de no descubrir absolutamente nada más allá de ella. El único requisito imprescindible es creer en ella y tanto Jayne como River, no están por la labor. Aún así, dudan.


No obstante, y dependiendo de las puntas de iceberg creativo que vayamos descubriendo en Firefly, me alegra descubrir el regreso a ese baile de máscaras narrativas por donde empezó a volar la Serenity. Dejándonos algún que otro buen ejemplo. La secuencia de la balada en la taberna del pueblo, donde se va alternando la épica o su construcción (los aldeanos cantan la valentía de Jayne en el pasado) mientras éste se encarga de decir la verdad a sus compañeros y al espectador, desmitificándola completamente (hace un tiempo llegó a ese pueblo con un único objetivo, robarlo pero por desgracia para él, el dinero sustraído cayó de la nave, haciendo que volviese a manos de sus propietarios). Es por esa razón que el pueblo ha erigido una estatua a Jayne y es por eso que están felices de su regreso. Es un viaje a la leyenda, cómo se crea y cómo se destruye y en eso tiene que ver mucho la fe. ¡Benditas transiciones!

No hay comentarios:

Publicar un comentario