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viernes, 26 de julio de 2013

ZARAFA.

Una de las joyas del cine animado francés del año pasado ha aterrizado en nuestro país y en algunas salas, por desgracia, en este tormentoso 2013. Y aquí está mi pequeño análisis de la misma.


Un viaje psíquico.

El film de Rémi Bezançon y Jean-Christophe Lie parece sacado de los archivos clásicos Disney, no obstante este último ha trabajado allí (fue animador asistente en El Jorobado de Notre Dame, Hércules o Tarzán). Los numerosos planos generales, auténticas  transiciones descriptivas, puntean los momentos de tensión para apaciguarlos con sus bellos retazos.


La casa del ratón siempre lo estableció de esa manera como si la estructura narrativa del viaje se convirtiera en un canon mismo (quien recuerde el regreso de Mowgli a la civilización en El Libro de la Selva sabrá de lo que hablo, compartiendo la presencia animal y el retorno al origen con Zarafa). La figura del paisaje, al margen de su componente contemplativo, nos anuncia la fisicidad de la aventura, el movimiento. Los personajes buscan algo o intentan llegar a algún sitio concreto. Pero la representación formal no es la acostumbrada, generando una alternativa. Existe una secuencia a mitad del relato que indica la digresión narrativa a seguir, realizándola de una forma antitética mostrando las intenciones del film: más que un desplazamiento, lo que pretende la historia es contar un itinerario mental.


Una vez que nuestros héroes llegan a territorio francés dejando atrás Marsella y su encuentro marlenedietrichano con la pirata Bouboulina, aparece un mapa que nos irá detallando el recorrido de la expedición. A cada paso dado, se nos presentará un boceto o una pintura que escenifica ese momento de exploración. No se nos muestra ningún tipo de ejemplo de movimiento, simplemente aparecen pinturas estáticas que sellan la mirada continua del espectador para invitarle a contemplar los acontecimientos con otros ojos, de una manera más contemplativa que resolutiva en cuanto al ritmo. De esta manera y aquí nos alejaríamos de la producción clásica disneyana, Zarafa es un periplo psíquico al fondo mismo del alma humana. Una narración que es contada por un anciano de un remoto pueblo africano y que tiene como narratario a un grupo de niños. Su voz y su presencia será el elemento enunciador que aparece y desaparece en mitad de la trama. No la empieza (secuencia de arranque y presentación de los principales actantes, Maki y Shoula) pero nace de sus cuerdas vocales; no la interrumpe (secuencias explicativas para los más peques y náufragos despistados encauzando el relato) pero la concatena y por supuesto no la clausura (secuencia final en la que el propio anciano se despide caminando al encuentro de sus personajes que lo esperan en la lejanía) sino que la deja en un suspense abstracto.


Maki, un niño de diez años, jura a una jirafa moribunda cuidar de su cría, Zarafa, y hacerla retornar a su tierra. La cosa se complica, la trama se desarrolla cuando el salvador de Maki, el beduino Hassan tiene un plan con el Pachá de Egipto para regalarle el animal al rey de Francia y así pedirle ayuda frente a su lucha contra los turcos, que están asediando sus fronteras. Aquí sobresale la complejidad del viaje, apoyándose sobre la herramienta histórica para su desarrollo didáctico. El relato suele detenerse (explicaciones del narrador) para reajustar la acción expuesta a una explicación más sencilla para los más pequeños acerca de la misión del beduino. Detalle ejemplarizado con Maki, que no consigue entenderlo. Él sólo es un niño que pretende cumplir una promesa y serán los adultos que lo rodean los encargados de que fracase en su misión. Además de estos elementos descritos, la confrontación de perspectivas formales y la complejidad de la aventura, aparecerán otros más que conseguirán marginalizar su adscripción genérica a un determinado producto animado. La presencia de  la seriedad en algunos pasajes de la travesía, como frío helador que paraliza el plano en el momento menos pensado, es uno de ellos. Me refiero a la muerte de la Jirafa madre por ejemplo. Sin miramientos por parte del esclavista Moreno, el villano de la función, observamos como un simple disparo, oyéndolo y viendo su causa final, la caída del cuerpo a abatir, es mucho más espeluznante que la sangre utilizada en muchas producciones anime por citar otro tipo de animación. Y si hablamos de violencia tiene que aparecer su consecuencia, denotando otro elemento más de extrarradio genérico, la moral con la que se utiliza. El personaje de Hassan lo representa perfectamente, sufriéndola en sus propias carnes. Es un caballero de las arenas, respetuoso con los animales y con los más desfavorecidos pero no deja de estar a las órdenes de un bien mayor, en este caso detener la guerra entre turcos y egipcios. Incluso llegará a mentir al niño con tal de llevar a Zarafa al zoo de París. Pero cuando llegue a territorio galo, se producirá la anagnórisis que le mostrará el camino de caída de su propia personalidad. Su plan ante el monarca francés es inocente y humillante al mismo tiempo, los propios franceses se ríen de su propuesta de ayuda. Esto podría haber desencadenado en una secuencia de furia y venganza totalmente justificable por parte de Hassan pero no es así. Hassan abandona los amaneramientos fantasiosos y abraza el realismo más atroz abandonando a Maki y a los demás, olvidándolos por el alcohol y sintetizado en un simple plano en el que se introduce en una posada y desaparece de la trama. El resurgir de su persona vendrá unido al ansía de Maki por liberar a Zarafa que regresará para cumplir su vieja promesa, aunque no como lo había planificado.


Y es que al final lo que queda de este asombroso viaje, es la promesa de un niño (su inquebrantable moral que lo ayudará en su futura ética) y el perdón de un adulto (su compromiso caducado y regenerado). Palabras que irremediablemente están entrelazadas en un marco mental que limita por todos sus lados esta fábula que es, sembrando siempre la duda de su veracidad arrinconándola a un porcentaje de credibilidad. Quizás jamás se llegó a producir, simplemente fue una bella y pictórica metáfora de los inicios de una nación, en este caso un pueblo del África subsahariana.

Por cierto, hace unos días hablábamos de una película llamada Super 8 y de la relación que establecía con otros films de la década de los ochenta del siglo pasado. Pues bien, os anuncio que la próxima sesión continua versará sobre:



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