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martes, 23 de julio de 2013

CONTEMPLANDO LA OSCURIDAD CON OTROS OJOS.

Continuamos con más críticas y recientes. La que corresponde a Star Treck. Into the Darkness.


Giacchino lo anunció y J.J. lo puso en práctica, repitiendo sus esquemas. El primero nos avisó a través del sonido de una tromba, deslizándose por los títulos de crédito, de que empezaba una nueva era en el mundo de Star Treck, volviendo a realizarlo en Into the Darkness y en cuanto a J.J.Abrams, se ha atrevido a repetir el mismo esquema narrativo aristotélico. Pero lo gracioso del asunto es que partiendo de un sistema periclitado por él mismo en algunas de sus ficciones, lo eleva (es recurrente la presencia de un plano que se repite en las dos películas y en varias ocasiones: la ascensión del U.S.S Enterprise, bien rodeado de nubes, detritus espacial o agua) haciéndolo funcional otra vez, inyectándolo sabia nueva en el interior narratológico de la historia, reviviéndolo. Si en la primera parte teníamos el nacimiento de Kirk (Chris Pine) como prólogo y también como inicio de una mitología espacial renovada, aquí tenemos su sostenimiento. El capitán Kirk y su inseparable oficial médico, Bones (Karl Urban) escapan por los pelos de un planeta que estaba a punto de extinguirse y que afortunadamente los integrantes de la Enterprise logran evitar. Ese era el objetivo, pero la misión era no ser vistos. Realizar la operación de salvamento de la población pero sin que se diesen cuenta de su presencia, para no interferir en su desarrollo evolutivo. Cuando los habitantes miren a la nave salir de las aguas, creerán que se trata de algún dios y empezaran a adorarlo dibujando su estructura en la arena. Cómo empezar y mantener una mitología como la trekkie, haciéndola incrustar en otra.
Pero será en el desarrollo de la trama donde dormitará el talento de J.J. Es en la mitad del mismo donde posiciona las cargas de profundidad para explosionar la narración, dándola una nueva perspectiva, insuflando originalidad en un producto, en teoría obsoleto y conformista con su propia estructura narrativa. En Star Treck (2009) todos creímos que íbamos a asistir a otra película más de la serie pero nos equivocamos. Sabíamos del bagaje del señor Abrams y podíamos esperar algo nuevo pero no en una serie tan bien enquistada como la trekkie. Y el director, acostumbrado a los retruécanos narrativos de sus ficciones (tanto televisivas, que fue donde nació su potencialidad creativa, como en las cinematográficas) nos los introduce a mitad de la película. Convierte el film no en otra secuela más, sino en una que la hace diferente al resto, y no hablo de seguir la moda en querer contar los orígenes como lo hizo otra famosa saga galáctica, que también lo hace sino que la reconvierte, y aquí yace la gracia, en historia paralela. La desmarca apoyándose en una característica temática digna de la ciencia ficción literaria del siglo XIX y cinematográfica del siglo pasado, los viajes en el tiempo, utilizándolo como vórtice alternativo narratológico que succiona la trama llevándola al otro lado del espejo, cuando Spock (Leonard Nimoy) se encuentra con Kirk en el exilio helado de Delta Vega. Pues bien, En la Oscuridad, que regresará a ese desdoblamiento temporal entre los dos Spocks, posee otro pliegue ubicándolo en mitad del desarrollo también, por donde se filtrará el verdadero potencial de esta historia, su verdadero sentido. El enemigo a abatir es John Harrison (Benedict Cumberbatch), mucho más tenebroso que el general rebelde romulano Nero (Eric Bana). Es un ex agente al servicio secreto que desertó y ahora parece querer venganza por algo acontecido en el pasado (como comprobareis, no sólo se repiten los esquemas narrativos sino tan bien las motivaciones de sus actantes). Es un personaje tan misterioso que al principio empieza poniendo bombas y después salva la vida a Kirk contra un grupo de Klingons. Al margen de la adrenalítica acción, de los fastos efectos especiales engalanados en sorprendentes set-pieces, existen dos momentos estremecedores que se detienen en el componente humano, transformando la acción en subsidiaria para después propulsar la trama a otros derroteros, mucho más vertiginosos. Uno es un cruce de miradas entre el moribundo almirante Pike (Bruce Greenwood), padre adoptivo de Kirk, éste y Spock (Zachary Quinto). Hay una mirada terrorífica en el almirante contemplando por última vez el rostro de sus soldados. Quizá sepa la verdadera identidad del tal John Harrison y la tema. El siguiente plano, que ocurre un poco después pero que concatena perfectamente porque es causa y efecto, es cuando el enemigo se desenmascara ante Kirk y Spock.


Es un momento de una gran intensidad. Empieza como otro choque de miradas entre Kirk y John Harrison que detona la perspectiva del propio personaje (le da la espalda al capitán del Enterprise) y del espectador (lo mira mientras recuerda su justificación violenta). Cuando el rebelde diga su verdadero nombre será el principio de la caída del Enterprise. Pero antes que el efecto especial, está el efecto humano. El giro se producirá en las palabras frente a los devastadores efectos especiales que tiene toda la película (no tenemos que olvidar que detrás está Hollywood) pero ojo, hacer que el sentido de la palabra aparte al efecto, aunque sean solo unos minutos, para mi es sintomático. Frente a la pantalla verde falsificada, multiplicadora de ilusión, el rostro de un actor. La verdad del personaje sin tapujos en un primer plano sostenido frente al oleaje frenético de los planos anteriores y posteriores. Solamente en calma podemos descubrir las verdaderas intenciones del personaje y de aquellos que lo rodean.
Pero aquí no acaba todo,  no señor. J.J.Abrams ubica en el desenlace una secuencia que bien podría ser un peaje con respecto al mundo de Star Treck, o concretamente con una de sus películas, pero a la manera del director transformándolo en paradoja. En un mismo plano dos personajes, Kirk y Spock pero sus posiciones han cambiado, son diferentes con respecto a su homóloga (y no voy a nombrarla, que lo adivinen los lectores). Y es que el afán lúdico de J.J. no tiene límites y aquí radica su ambición. Jugar no ya sólo con la perspectiva de un espectador ajeno al universo Trekkie, como él se siente, sino que echa cabos para la remembranza a aquellos que se sientan fanáticos de la serie intergaláctica. Como direccione su estrategia de igual manera hacia el mundo de Star Wars, el trono del rey midas puede tambalearse.

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