Continuamos con más críticas y recientes. La que corresponde a Star Treck. Into the Darkness.
Giacchino lo anunció y J.J. lo puso en práctica,
repitiendo sus esquemas. El primero nos avisó a través del sonido de una
tromba, deslizándose por los títulos de crédito, de que empezaba una nueva era
en el mundo de Star Treck, volviendo a realizarlo en Into the Darkness y en
cuanto a J.J.Abrams, se ha atrevido a repetir el mismo esquema narrativo
aristotélico. Pero lo gracioso del asunto es que partiendo de un sistema periclitado
por él mismo en algunas de sus ficciones, lo eleva (es recurrente la presencia
de un plano que se repite en las dos películas y en varias ocasiones: la
ascensión del U.S.S Enterprise, bien rodeado de nubes, detritus espacial o
agua) haciéndolo funcional otra vez, inyectándolo sabia nueva en el interior
narratológico de la historia, reviviéndolo. Si en la primera parte teníamos el nacimiento
de Kirk (Chris Pine) como prólogo y también como inicio de una mitología
espacial renovada, aquí tenemos su sostenimiento. El capitán Kirk y su
inseparable oficial médico, Bones (Karl Urban) escapan por los pelos de un
planeta que estaba a punto de extinguirse y que afortunadamente los integrantes
de la Enterprise logran evitar. Ese era el objetivo, pero la misión era no ser
vistos. Realizar la operación de salvamento de la población pero sin que se
diesen cuenta de su presencia, para no interferir en su desarrollo evolutivo.
Cuando los habitantes miren a la nave salir de las aguas, creerán que se trata
de algún dios y empezaran a adorarlo dibujando su estructura en la arena. Cómo
empezar y mantener una mitología como la trekkie, haciéndola incrustar en otra.
Pero será en el desarrollo de la trama donde
dormitará el talento de J.J. Es en la mitad del mismo donde posiciona las cargas
de profundidad para explosionar la narración, dándola una nueva perspectiva,
insuflando originalidad en un producto, en teoría obsoleto y conformista con su
propia estructura narrativa. En Star Treck (2009) todos creímos que íbamos a
asistir a otra película más de la serie pero nos equivocamos. Sabíamos del
bagaje del señor Abrams y podíamos esperar algo nuevo pero no en una serie tan
bien enquistada como la trekkie. Y el director, acostumbrado a los retruécanos
narrativos de sus ficciones (tanto televisivas, que fue donde nació su
potencialidad creativa, como en las cinematográficas) nos los introduce a mitad
de la película. Convierte el film no en otra secuela más, sino en una que la
hace diferente al resto, y no hablo de seguir la moda en querer contar los
orígenes como lo hizo otra famosa saga galáctica, que también lo hace sino que
la reconvierte, y aquí yace la gracia, en historia paralela. La desmarca apoyándose
en una característica temática digna de la ciencia ficción literaria del siglo
XIX y cinematográfica del siglo pasado, los viajes en el tiempo, utilizándolo
como vórtice alternativo narratológico que succiona la trama llevándola al otro
lado del espejo, cuando Spock (Leonard Nimoy) se encuentra con Kirk en el
exilio helado de Delta Vega. Pues bien, En la Oscuridad, que regresará a ese
desdoblamiento temporal entre los dos Spocks, posee otro pliegue ubicándolo en
mitad del desarrollo también, por donde se filtrará el verdadero potencial de
esta historia, su verdadero sentido. El enemigo a abatir es John Harrison
(Benedict Cumberbatch), mucho más tenebroso que el general rebelde romulano
Nero (Eric Bana). Es un ex agente al servicio secreto que desertó y ahora
parece querer venganza por algo acontecido en el pasado (como comprobareis, no
sólo se repiten los esquemas narrativos sino tan bien las motivaciones de sus
actantes). Es un personaje tan misterioso que al principio empieza poniendo
bombas y después salva la vida a Kirk contra un grupo de Klingons. Al margen de
la adrenalítica acción, de los fastos efectos especiales engalanados en
sorprendentes set-pieces, existen dos momentos estremecedores que se detienen
en el componente humano, transformando la acción en subsidiaria para después
propulsar la trama a otros derroteros, mucho más vertiginosos. Uno es un cruce
de miradas entre el moribundo almirante Pike (Bruce Greenwood), padre adoptivo
de Kirk, éste y Spock (Zachary Quinto). Hay una mirada terrorífica en el
almirante contemplando por última vez el rostro de sus soldados. Quizá sepa la
verdadera identidad del tal John Harrison y la tema. El siguiente plano, que
ocurre un poco después pero que concatena perfectamente porque es causa y
efecto, es cuando el enemigo se desenmascara ante Kirk y Spock.
Es un momento
de una gran intensidad. Empieza como otro choque de miradas entre Kirk y John
Harrison que detona la perspectiva del propio personaje (le da la espalda al
capitán del Enterprise) y del espectador (lo mira mientras recuerda su
justificación violenta). Cuando el rebelde diga su verdadero nombre será el
principio de la caída del Enterprise. Pero antes que el efecto especial, está
el efecto humano. El giro se producirá en las palabras frente a los
devastadores efectos especiales que tiene toda la película (no tenemos que olvidar
que detrás está Hollywood) pero ojo, hacer que el sentido de la palabra aparte
al efecto, aunque sean solo unos minutos, para mi es sintomático. Frente a la
pantalla verde falsificada, multiplicadora de ilusión, el rostro de un actor. La
verdad del personaje sin tapujos en un primer plano sostenido frente al oleaje
frenético de los planos anteriores y posteriores. Solamente en calma podemos
descubrir las verdaderas intenciones del personaje y de aquellos que lo rodean.
Pero aquí no acaba todo, no señor. J.J.Abrams ubica en el desenlace
una secuencia que bien podría ser un peaje con respecto al mundo de Star Treck,
o concretamente con una de sus películas, pero a la manera del director
transformándolo en paradoja. En un mismo plano dos personajes, Kirk y Spock
pero sus posiciones han cambiado, son diferentes con respecto a su homóloga (y
no voy a nombrarla, que lo adivinen los lectores). Y es que el afán lúdico de
J.J. no tiene límites y aquí radica su ambición. Jugar no ya sólo con la
perspectiva de un espectador ajeno al universo Trekkie, como él se siente, sino
que echa cabos para la remembranza a aquellos que se sientan fanáticos de la
serie intergaláctica. Como direccione su estrategia de igual manera hacia
el mundo de Star Wars, el trono del rey midas puede tambalearse.
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