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martes, 29 de abril de 2014

DE ALGUNAS REFLEXIONES.


Asistí a la Feria del libro y la cultura de Parla como oyente en una mesa redonda de sugerente e inquietante título: “El libro, ese animal de 4 patas ¿en peligro de extinción?; escritura, edición, distribución y venta.” Moderado por Carlos Lapeña, la mesa la constituyeron Antonio Ventura (escritor), Mariano Zurdo (editor), Consuelo Delgado (distribuidora) y Javier López (librero). Se quiso hacer una especie de “estado de las cosas” acerca del libro y al final se quedó en un intento, que ya para Parla es un triunfo. Uno pírrico en un país cainita como el nuestro como dejaron ejemplarmente claro los integrantes de la mesa y, bendita coincidencia, la circunstancia de tener sobre nuestras cabezas, las de los pocos que asistieron al evento, en el piso de arriba, al alcalde disfrutando de una obra de teatro mientras en el subsuelo de la casa de cultura, se organizaba el debate literario. ¿Sabría que debajo de sus posaderas estaba un grupúsculo intentando dilucidar la cuadratura del círculo literario de este país? Con este hecho se podría establecer un curioso paralelismo, ya de entrada, acerca de la importancia que se le concedió al acto en sí por parte de la autoridad o autoridades del lugar. Esa fue una de las reflexiones que me provocaron mi insignificante participación en la feria pero hubo más.

De intermediarios y otros representantes burocráticos.
El asunto empezó con una ligera digresión por parte de Antonio Ventura. Ligero desvío que comparto, quedándose establecido en pocas palabras las bases de la ignorancia de este país o de su sentimiento. Si hay que hablar de literatura primero tendrás que exponer el contexto para después exponer el texto. Abordó un recorrido histórico desde la II Segunda República hasta la actualidad, rastreando las trazas culturales de un país casi analfabetizado y controlado por la élite política y religiosa en el pretérito y que se supone transformado en el presente, pero igual de controlado que en el pasado, defenestrando a la incultura y la ignorancia del suelo patrio. Bien, a día de hoy seguimos cargando esa lacra, no de igual manera cuántica ni por los mismos controladores, pero sí observando ejemplos en cualquier espacio social o educativo (las auténticos bibliotecas “pasolinianas” frente a los palacios que representan las alcaldías, diputaciones, autonomías, fundaciones y organismos de estado), donde el asalto a la lengua (en todas sus disciplinas) es consentido e, incluso, bien valorado.
Dejando a un lado a estos agentes parásitos de una transición demasiado mitificada, nos tendríamos que centrar en otros representantes que aparecieron en la mesa redonda. Había un editor, una distribuidora y un librero. Entre números y penas, se desnudaron ante el escaso vulgo, victimizándose de un sistema verdugo que ya no parecía que les diese tanto la mano como antes, o con diferente frecuencia una palmadita en la espalda. Los señores ponentes no se han preguntado ellos mismos qué quizás hayan hecho mal los deberes después de tantos años de dominio jerárquico. ¿No ha sido de esta manera tan representativa, la suya, como si se tratasen de tres estamentos de un antiguo régimen periclitado como se han hecho las cosas desde siempre? Quiero decir, que las figuras del editor, distribuidor y librero han estado eternamente entre nosotros  para sacar adelante un libro determinado, independientemente del esfuerzo del autor que queda en segundo plano, por no decir terciario. Y si ahora el “status quo” está cambiando no será porque ellos tienen algo de culpa. Más que preocupados, no estarán asustados del tsunami que se les viene encima, amenazando con borrarles del mapa (de hecho ya se está produciendo con la autoedición o Amazon) su chiringuito, su trono de hierro particular.
La evolución humana es un hecho y su pareja, la artística también debería serlo.
El arte se transforma a medida que pasa el tiempo y aquellos que no lo ven, agoreros profesionales, revuelven con sus soflamas a un público falto, ya no de cultura, sino de juicio, de representación argumental. Son los intermediarios de una burocracia institucionalizada. No se dieron cuenta los integrantes de la mesa redonda pero uno de ellos lo dejó bastante claro: “seguiremos teniendo la misma mierda pero con diferentes moscas.” Pues eso.

De banalizaciones.
Mariano Zurdo puso en juego algo que también tiene su importancia, aunque lo hizo burdamente, queriendo ganarse la sonrisa de los que allí estábamos a costa de la intimidad de algunos individuos, contándonos emails que le llegaban de los mismos. Donde, de alguna manera y con cierta razón, despotricaba con la inflación de autores que se van produciendo con el paso de los años. Gente prepotente, según él, que se creían Cervantes o Vargas Llosa en sus primeros trabajos. Consuelo Delgado, la distribuidora, apoyaba el argumento incentivando su trabajo y el de su compañero diciendo casi que si no fuera por ellos, los índices culturales del país estarían por los suelos. No todo vale, pero es cierto que el sistema de sacar un libro a la calle está cambiando, dejémonos de demonizar y hagamos que el público juzgue lo que compra, o al menos démosle la oportunidad de acercarse a aquello que le interesa. Hagamos espacios reservados para aquellos que solo quieran leer un cierto tipo de literatura genérica y no la sempiterna LITERATURA. Con esto no quiero “guetizar” al género porque por desgracia entre nosotros, los autores que estamos empezando, hay mucha basura y en algunos casos y, empezando por uno mismo la mía propia, pero convirtamos la hazaña de escribir una novela, un ensayo, una crítica, un análisis, en un camino de aprendizaje. Puede que lo primero que escribas sea infumable y puede que lo segundo también, pero si de verdad sientes que necesitas expresarte en palabras, frases, adelante continúa y sigue aprendiendo. Por supuesto que ahora existe una banalización creativa pero es algo lógico en el mundo que estamos viviendo, en la sociedad que estamos sufriendo. Hemos alcanzado estratos indispensables para construir una mansión que se llama sociedad del bienestar sin pensar en darla una habitación a la cultura y luego vienen las crisis. ¡Venga ya! Las crisis son necesarias porque nos avisan de todas las cosas perniciosas que hemos estado haciendo hasta ahora y la enseñanza es que habrá que cambiar de sistema, habrá que empezar a conducir por carreteras secundarias antes que por la autopista. Puede que sea más peligroso pero habrá que empezar a construir un riesgo cimentado en la constancia, y el valor en uno mismo. Tendremos que empezar de cero a conocer nuestros objetivos pero también nuestras limitaciones, que no venga nadie de fuera y nos diga lo que tenemos que hacer. Banalización creativa frente a la banalización institucional. La primera crea, bien o mal, pero la segunda destruye perfectamente todo lo que encuentra a su paso.

De ruegos y preguntas.
La parte final del acto y la más escueta e interesante, a mi modo de entender una mesa redonda, fue la de las preguntas de los asistentes que daban pie a representar sus puntos de vista confrontándolos con los de los ponentes. Y saqué varias conclusiones, la primera de ellas fue que cada uno vive en su burbuja de cristal particular. Antonio Ventura diciendo que leer a Harry Potter es hacerte casi de Hogwarts y, en cambio leer a Salgari es convertirse en lector apasionado. El primero se convertirá en fanático del mago y el segundo en erudito literario. No se ha dado cuenta el señor escritor que vivimos en el siglo XXI y que, por desgracia, la única puerta o una de ellas que tiene los jóvenes y no tan jóvenes de entrar en la literatura, sea esa, a la que él mismo está criticando. Le tendría que haber preguntado si a los cómics los considera literatura o morbo artístico. La segunda se me generó oyendo a Javier López, el eterno “homo felicite”, diciendo que las cosas cambiarán para mejor. Me gustaría saber qué formula utiliza para construir esa felicidad, quizás como librero se sustente debajo de los libros de texto estudiantiles. ¿Qué pasaría si a partir de mañana fueran gratuitos? Al final hubo alguien que comparó los problemas del libro con los mismos a los que tiene que hacer frente el cine. Quizá no esté en peligro el libro sino la cultura de este país y lo único a favor de esta situación es que se celebre una feria cultural para poder verlo, y más importante aún,  poder debatirlo.

1 comentario:

  1. Yo por la parte que me toca, reconozco no haber sido capaz de encauzar la mesa por los derroteros previstos, es decir, por la actualidad y el futuro del libro más extensamente. Sin embargo y pese a las digresiones y el tono negativo general, creo que el acto fue interesante y constructivo, tanto por los ponentes como por los asistentes.
    Gracias por ser uno de ellos y por esta reflexión.

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