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miércoles, 23 de abril de 2014

LA CAÍDA DE DUNDEE. (XXI). HOJA DE PERSONAJES. VOYAGE.


Estaréis de acuerdo conmigo que como Lagasca no es el típico héroe, tampoco tendrá  cerca al típico compañero y, quizás tampoco al típico antagonista pero de eso ya hablaremos en otro momento. Los compañeros, eternos secundarios, más que necesarios se hacen vitales en la formación de los protagonistas. Los superhéroes por ejemplo tienen a sus sidekicks que ejercen a su lado de teloneros de la acción. ¿Qué sería de Batman sin Robin? Bien en la creación de Voyage esa era la idea primigenia pero gracias a dios que solamente se quedó en eso, en la génesis del personaje, el caparazón de donde nace la idea. Voyage carece de superpoderes y además es un viejo cascarrabias que utiliza a Lepanto como diana de sus ironías. Eso lo hacía más cercano y en definitiva, más humano y es que esa palabra es la que más veces se repetiría en mi cabeza a la hora de crear no solo a Voyage, sino a todo el elenco de La Caída de Dundee. Además el personaje nació con otro handicap, su escalafón actante.
Voyage es presentando como personaje secundario pero a medida que la historia se vaya desarrollando, se irá posicionando sobre la misma. A decir verdad en este primer libro ambientado en MINVS, lo único que hago es ubicar a los personajes para que puedan ser empujados por las circunstancias narrativas que los llevarán al momento álgido de la trama. Por lo tanto tenemos una serie de historias paralelas que se irán sobre poniendo, unas encima de otras al ritmo frenético de la destrucción de Dundee. La de Voyage es una de las más importantes, ya que será el garante de la transmisión y protagonista del momento nuclear en esta primera parte: el descubrimiento de la Cámara del Encuentro. Esa es la principal razón por la cual dediqué mi portada a ese concreto instante. Sobre un dibujo, en una sola imagen tenía que describir el misterio y la sensación de extrañeza que inunda todo el lugar, provocando un ambiente inquietante para el lector. El foco de luz dirigiéndose hacia unas extrañas inscripciones y hacia el título, pero al mismo tiempo, desde el techo empiezan a caer restos de arena y piedra y el cuerpo de Voyage se muestra reluctante con ese pie avanzando, tembloroso por lo que acaba de encontrar.
A Voyage siempre me lo imaginé con un carácter muy nuestro, tosco, directo y listillo. Y si existe o existió alguien o algún actor español que aglutinase toda esa cohorte de adjetivos y más, era el gran Alfredo Landa. Un actor que llamo volcán, porque en cualquier momento está a punto de explotar, entrando en erupción con algún improperio u acción aparentemente ilógica. Un auténtico personaje quijotesco, aunque tuvo la oportunidad de interpretar al sidekick del hidalgo manchego, Sancho Panza. Por otro lado, tenía en mente desde una óptica física el tipo de peinado que llevaba el gran compositor Jerry Goldsmith, con su melena lacia canosa recogida. Una especie de abuelo carroza, último rockero de su generación.


Regresando al interior del andamiaje de Voyage, me encontré con algo insultantemente interesante, y que me hizo desarrollar su carácter hacia otra dirección. La diferencia de edad me proponía jugar con el elemento generacional y con el trasvase de experiencia de una persona a otra, y aunque biológicamente no tengan ningún tipo de consanguinidad, el rol de Lagasca como el de Voyage empezaron a jugar al de padre e hijo constante y sutilmente. Hay un momento, que no diré, donde podemos asistir a un proceso de anagnórisis por parte del viejo. Voyage se dará cuenta que de lo mucho que ha contado a Lagasca, algo seguirá perpetuándose. Es breve, ocupa unas líneas pero es de vital importancia de cara a la construcción interior del personaje. Se da cuenta, aunque no tenga que decírselo el propio Lagasca entre otras cosas porque ni él mismo es consciente de ello, pero su forma de pensar, sus ideales tendrán un heredero que hará mantener su pensamiento. Esto para un viejo huérfano es de mucha valía, quizás lo que más, incluso más allá de sentirse útil en la sociedad que vive. De alguna manera, Voyage piensa que hace un favor al mundo que le ha dado la espalda en innumerables veces, inculcando su punto de vista sobre otro paria más. Es el ejemplo filosófico de que el ser se irá pero sus ideas permanecerán. Y aunque la idea de la figura del Padre revolotee a lo largo de la historia, como ya he dejado constancia, Voyage es más bien un colega que un padre para Lagasca, por el típico tratamiento coloquial que se tiene entre los dos. Aliándose con la socarronería y la chulería, la pareja de pilotos de subviones ejercerán, inconscientemente un auténtico duelo dialéctico, sobre todo cuando están delante de otros personajes, donde el concepto de autoridad, tan querido por el Convenio por otra parte, se pondrá en entredicho en repetidas ocasiones.
Existe otra figura narrativa que me fascina y es la del looser, la del perdedor que se transforma en un ser peligroso para su enemigo, entre otros motivos, porque no tiene nada que perder. Voyage ejemplifica en sus carnes un pasado como superviviente de alguna guerra pérdida en el pretérito y que en el presente ahoga sus recuerdos en máscaras etílicas. Su ironía es humedecida por el alcohol gaseoso.
Bueno y hasta aquí los protagonistas de mi novela, aunque como ya he dejado claro no he querido hacer distinción del rango protagónico. A partir de ahora iré presentando al resto de la troupe en parejas y hasta en tríos. ¡No os lo perdáis!



R.I.P Don Alfredo.

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