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lunes, 19 de enero de 2015

PASANDO EL LUDOMINGO CON EL SÍMBOLO ARCANO. CAPÍTULO 4. CONOCIMIENTOS EXTRAÑOS... EN UNA MENTE PERTURBADA.



"Y aquí nos encontrarás, no importa si llueve, nieve o diluvie. Esperaremos justamente aquí tu llegada. Dándote la bienvenida que te mereces, sacrificando a los infieles prometidos e ingresando entre nuestras huestes a los nuevos adictos. ¡Salve al Rey Amarillo! ¡Vive Primigenio Hastur!"


¿Demasiados Símbolos Arcanos? No, no os habéis perdido nada, lo que pasa es que la instantánea es una recolección de dichos objetos conseguidos en una partida doble que me supuso un cierto caos organizativo para este taller narrativo. Pero bueno, eso no impide seguir adelante y ya veréis que en este capítulo se conseguirán muchos símbolos arcanos, no tantos como los mostrados más arriba pero los suficientes para enseñaros que nuestros tres investigadores van por el buen camino en su confrontación con Hastur. ¡Adelante, con errores o sin ellos, siempre en la brecha!



Monterey Jack parece encontrarse en una aventura difícil pero su emblemático Cultos Inconfesables y un Cuchillo le han servido para obtener preciadas recompensas y alguna que otra maldición en forma de monstruito.

"Se despertó súbitamente regresando a una especie de Cónclave Secreto donde él parecía ser la atracción principal. Volvió a mirar a los congregados que lo rodeaban. Los Cultistas de Hastur orando sin parar, cabizbajando sus rostros, estaban concentrados en su rezo. Decidió mirar a  su alrededor comprobando que su posición se encontraba en serio peligro. A escasos centímetros existía un agujero subterráneo en el centro de una sala circular. Miró por encima de su cabeza, sin dejar de observar el pozo que se encontraba a sus pies, y descubrió que se encontraba en el interior de una caverna, decorada con unos candiles ubicados en las paredes. Monterey observó también que a su derecha se encontraba el Conservador  y su bigotillo sonriente seguido por Duque. Bajando una pequeña escalinata se encontraba una serie de compuertas que daban a unos pasillos que confluían en esa misma sala. Al final del que estaba situado enfrente de él, se encontraba un pequeño altar donde la Vigía Azul de la Pirámide reposaba. El arqueólogo regresó a observar el suelo a sus pies descubriendo que su bandolera estaba abierta, sobresaliendo la punta de su emblemático libro Cultos Inconfesables y que un poco más lejos se encontraba el Cuchillo del Conservador. Pensó que serían dos buenas herramientas para una posible huida. De pronto un rayo turquesa salió despedido del espejo y se incrustó en la bóveda de la caverna. Los fieles dejaron de orar y dirigieron sus miradas hacia el techo. El rayo seguía apuntando el centro de la bóveda de arcilla. El arqueólogo miró atentamente como el rayo concentraba su poder en un punto e iba erosionando la superficie. Hilillos de terracota empezaron a caer sobre las capuchas de los Cultistas al mismo tiempo que empezaban a gritar como posesos. Todos miraron atentos el efecto destructor del rayo que salía del objeto. Monterey pensó que podría ser una oportunidad de oro para poder escapar de sus captores pero cuando se decidió a empezar su fuga, el techo terminó de ceder y la bóveda cayó, desintegrándose sus componentes, y dejando entrever un haz verdoso que iba descendiendo hasta posicionarse justamente delante del arqueólogo. Pe… pero ¿qué diablos…? Pensó enseguida llegando a la misma conclusión que la del Conservador cuando le dijo que eso no era un espejo, sino que era una llave. La luz empezó  a expandirse hasta llegar una circunferencia que emitía ondas desde su epicentro, expulsándolas por todo su diámetro. Bajó la circunferencia esmeralda y desapareció en el interior del pozo a los pies de Monterey. Todos los congregados dejaron de mirar el haz para dirigir sus miradas a su prisionero, incluido el Conservador y Duque. Los Cultistas no tardaron mucho tiempo en sacar del interior de sus ropas unos cuchillos y apuntar el rostro del arqueólogo.
 —Creo que me toca hacer los honores. —Se dirigió el Conservador a Monterey, blandiendo su puñal.
Éste no dejaba de sonreír mirando los ojos del arqueólogo. Monterey había estado en situaciones muy peligrosas pero ésta sobrepasaba al resto. Delante tenía la hoja afiladísima de un puñal plateado acercándose a hacia sus ojos y detrás se encontraba con un ejército de puñales esperándole para hacerle picadillo. No tenía escapatoria. De repente la luz verdosa regresó a la caverna desde el pozo iluminando la única vía libre a Monterey. Miró al Conservador y después a Duque y no se lo pensó dos veces, sobre todo teniendo el reflejo de su rostro sobre la daga de su verdugo. Éste alzó su arma dispuesta a clavársela en el rostro del prisionero, pero Monterey bajó su cuerpo haciendo que su cabeza golpease el estómago de su adversario. El Conservador cayó al suelo ante la irritada muchedumbre que empezó a dirigirse hacia el arqueólogo. Éste consiguió coger el Cuchillo y rápidamente se deshizo de las cuerdas que lo tenía aprisionado y antes de saltar al pozo, pudo placar otro ataque de un puñal lanzado furtivamente hacia su persona, poniendo el tomo de Cultos Inconfesables sobre su cuerpo. El puñal se clavó en el centro del libro, salvando al hombre que ya caía hacia lo desconocido. Inesperadamente Duque siguió a Monterey, saltando por encima del Conservador que se erguía del golpe sufrido. El animal y el humano desaparecieron de la vista de los Cultistas igual que el fulgor esmeralda del pozo. Todos se quedaron callados mirando al Conservador.




Amanda pasito a pasito va descubriendo cosas a medida que encuentra pistas y algún que otro portal a otros mundos.

"El cuerpo de la estudiante vaciló al llegar al final del pasillo. No sabía cómo pero había llegado hasta el punto donde se  había oído más cercano el ruido de una metralleta. Lo más significativo de todo esto es que al llegar se dejó de oír los disparos, regresando un silencio sospechoso. Amanda aprovechó para recapitular su odisea. Se encontraba en el Museo para poder acabar su tesis sobre la teosófica Helena Petrovna Blavatsky y había terminado de caerse dormida y encerrada tras sus muros, descubriendo que en el edificio se escondían los objetos más fabulosos que ella no habría podido imaginarse nunca, entre ellos dos que llevaba consigo. Uno era la legendaria Lámpara de Alhazred y el otro, la Espada de Gloria. Los disparos volvieron a oírse pero con diferente intensidad, pareciendo que era otra arma la que chillaba. Amanda miró la puerta del almacén del Museo. En su interior había poca luz y los fogonazos de un arma automática ayudaban a describir el lugar, prendado de un olor a pólvora. No sabía el porqué, pero se aventuró al interior pensando tal vez que podría tratarse de su única vía de escape. Sobre una pila de cajas se encontraba una dama disparando sin cuartel hacia un agujero en el techo del almacén. Desde arriba parecía sobresalir un brazo azulado que se dirigía perezoso hacia la mujer. Su piel arrugada y bulbosa daba más asco que temor. De repente salió disparado un haz verdoso que impactó en la mujer. Amanda se acercó más y pudo comprobar que se encontraba ante un Portal a otra dimensión. Su luz esmeralda y su formación líquida la pusieron sobre aviso, además de que ella ya había investigado ese tipo de fenómenos en su tesis, buceando en el Libro de Dzyan. No tenía la menor duda se encontraba ante un Portal a Cualquier otra Parte. Jenny la miró asombrada mientras Amanda la sonrió.

 —Os encontráis ante un portal a lo desconocido.
 —No me digas, guapa. Pues te puedo asegurar que hay algo más físico que un portal ahí arriba.

Ambas miraron a la luz y algo se movió al mismo tiempo que emitía unos gruñidos, aproximándose a ellas."





Jenny Barnes no se relaja ni un segundo, desempolvando su Automática del. 45 consigue otro Símbolo Arcano y el encontronazo con un monstruo.

"Sobre el rostro de la señorita Barnes disparaba el haz esmeralda, mapeando su físico. Era como si esa extraña luz la estuviera poseyendo, eliminando sus decisiones, que ahora mismo pasaban por eliminar a la extraña presencia de arriba. Amanda se acercó más a Jenny intentando explicarla algo cuando del agujero del techo, arropado por la luz, cayó un ser orondo. No era humano pero tampoco animal. Era un híbrido de ambas especie pero ninguna concretando. Su carnoso brazo tocó al de Jenny y en ese mismo instante la mujer sintió como si toda su vida pasara en un segundo. Enseguida volvió  a ese pueblo de mala muerte donde había nacido y se había criado. A ese tiempo infame donde había aprendido a sobrevivir en las calles de Arkham y de repente se encontró en un callejón sin salida. Una presencia la perseguía y Jenny no sabía quién podría ser. Sacó su pistola pero no la llevaba con ella. La sombra la acarició su rostro y ella pegó un grito al comprobar que era el rostro de su padre quien la perseguía por las tinieblas. Jenny se zafó de su agresor y salió corriendo calle abajo. Volvió a recordar pasajes de su adolescencia cuando su progenitor la maltrataba a ella y a su madre delante de su hermano mayor, sin que éste pudiera hacer nada. Era como los disparos de su Automática del. 45. Eran precisos y muy rápidos y podían llegar a matar la conciencia de la libertad, de su libración. Algo salió de su conciencia, algo que mantenía guardado por mucho tiempo. La verdad. No lo había dudado ni por un instante. Para poder crecer tuvo que hacerlo, tuvo que matar al padre acosador y lo hizo antes de huir de ese pueblo. Empezó a llover a cántaros y la señorita Barnes cansada de correr se detuvo en una esquina. Al principio no se percató de la acumulación de agua, pero rápidamente de creó un charco delante de la mujer. Jenny descansando miró el fondo del mismo, descubriendo con terror como se reflejaba un rostro y no era el suyo. Era el de su padre. Pensó enseguida que a veces Te Conviertes en los que Más Temes. El ser orondo sonrió a Amanda a la vez que se acercaba al cuerpo de la paraliza Jenny. En seguida supo la estudiante de que ser se trataba. Era un Gul. Habitante de otras dimensiones, contaminando la nuestra. Con solo su tacto podría hacer morir del miedo más atávico a quién tuviese tan mala suerte de encontrarse en su camino.

 —¡DESPIERTE!, ¡DESPIERTE!


Los gritos de Amanda surtieron efecto porque Jenny se desperezó y empezó a disparar su arma sobre la presencia del Gul. Éste se hizo añicos saltando por los aires. La estudiante se apartó para librarse de la explosión pero no lo hizo de la luz verdosa del Portal. El haz engulló a la joven haciéndola desaparecer en el acto. Cuando Jenny quiso buscarla para agradecerla su gesto, no encontró a nadie. Bajó de las cajas y miró a su alrededor. Volvía a estar sola. Algo captó su atención. La mujer se agachó mirando un libro que sobresalía de una de las cajas afectadas por la explosión.


 —Vaya, vaya. Qué tenemos aquí. —Habló para ella mientras levantaba el Necronomicón
entre sus manos."

CONTINUARÁ...

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