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viernes, 3 de febrero de 2017

ESPERANDO.


Cuando no estás, el pasado me arrincona increpándome qué hice. La duda me invade y la culpa me aprisiona, sonrojándome por lo que no hice.

Cuando no estás, vivo dentro de un círculo autodestructivo que gira y gira sin dirección.  Desganado y vacío de esperanza. Mis párpados están sellados, durmiendo la vida y despertándome a la muerte.

Cuando no estás, espero la oportunidad fisiológica para actuar vanamente porque ya no me queda interés por todo aquello que creía apasionarme. Mi tristeza crece en igualdad de condiciones que mi responsabilidad.

Cuando no estás, la oscuridad comprensiva es lo único que me arropa. Sin alicientes, busco excusas donde no las hay desenterrando el cofre de la verdad, cuyo interior está vacío. Es el tuyo. Tu espacio, tu presencia, tu enseñanza, tu transmisión.

Cuando no estás, recuerdo tu legado: fuiste emprendedora tardía, sin importarte los años sino las ganas. Sin desdeñar la dificultad del desafío sublime, enfrentándote al villano eterno del ser humano, el tiempo, sobrepasándolo.

Cuando no estás, echo de menos tu voz. La representación de tu esencia valiente. La llamada diaria, que en algunos casos me parecía obsesiva, ahora se convierte en vital. Marco iluso tu número esperando que lo cojas pero sólo oigo el hueco hilo telefónico.

Cuando no estás, aún sigo esperando.


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