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martes, 29 de enero de 2019

DÍA DE PRE-ESTRENO. VERANO DEL 84 / DECEPCIÓN DEL 84.


El título de la película  hace contextualizar su diégesis, irremediablemente. ¿Qué pasaba en aquel verano en las pantallas de medio mundo? Aparte de asistir a otra fase expansiva del blockbuster norteamericano en el globo, están los estrenos de Indiana Jones y el Templo Maldito (Indiana Jones and The Temple of Doom, Steven Spielberg) o de Calles de fuego (Streets of Fire, Walter Hill), aunque los títulos más significativos para esta crítica serían Gremlins (Joe Dante) o Starfighter: La aventura comienza (The Last Starfighter, Nick Castle). En ambas ficciones una comunidad era zarandeada por “lo extraño”, bien en forma de bichejos a los que no se podían alimentar después de la medianoche o bien en forma de extraterrestres, reclutando pilotos para defender la frontera galáctica contra Xur y la armada Ko-Dan. Además sus actantes compartían una misma geografía: un municipio o suburbio residencial donde creían vivir protegidos. Todo esto se vuelve a presentar en la película de Yoann-Karl , Anouk Whissell y François Simard, los creadores de Turbo Kid (2015) pero quizás su propuesta se acerque más a “ lo real” que otros homenajes como pudieron ser Super 8 (J. J. Abrams, USA, 2011) o la serie Strangers Things (Matt y Ross Duffer, USA, 2016-), como puntos de partida de un legado Amblin que, por supuesto, Verano del 84 prolonga. Hasta aquí todo lo que se puede esperar pero más allá, sólo existe una profunda decepción y sobre todo una que enfada. Existían motivos suficientes para construir otro ejercicio de estilo. Otro periplo por recorrer que estuviese preñado de las características de los productos anteriores, pero que al mismo tiempo, pudiese incluir alguna novedad, es decir, dar más juego. Dos ejemplos pivotan las posibilidades, aminorándolas negativamente. El primero es la aproximación a los personajes.


El tratamiento al grupo se ha visto infinidad de veces pero aquí se muestra una pequeña evolución en su acercamiento, que los hermana ligeramente con los personajes de Cuenta conmigo (Stand by Me, Rob Reiner, USA, 1986), mostrando a un grupo de adolescentes en plena efervescencia sexual continuada. De hecho, los chistes sexuales están diseminados por todo el metraje, repitiéndose a cada segundo como herramienta de distensión/distanciación que los creadores quieren otorgar a su ficción. Pero, además, existe algo que saca de quicio a la propuesta desarticulándola completamente. Los cuatro protagonistas, aunque se podía hacer extensible a la chica de turno, están horriblemente dirigidos. Y frente a la construcción de potentes imágenes como las de “la caza del hombre” nocturno, realizadas en planos cenitales, donde los vemos corriendo apoyados en los haces de luz de sus linternas, los planos y movimientos que sustentan la presencia del grupo se muestran incómodos. Es más, hay momentos cuando están los cuatro compartiendo algún plano general que no saben qué hacer. No saben dónde colocarse, pareciesen desorientados, bien no sabiendo donde ubicarse o bien, no creyéndose la mayoría de tonterías que sueltan entre ellos, cuestionando la credibilidad de la propia representación. Sería interesante preguntarse hasta qué punto hemos llegado a ese territorio donde la contaminación es tal, que ya da lo mismo escribir una cosa u otra, enseñar lo que sea.


El segundo ejemplo sería el peligro al que tendrán que enfrentarse el grupo, que es uno más férreamente anclado a su actualidad: los esquemas y estructuras narrativas se mezclan endogámicamente, mostrándonos otro verano inolvidable para los protagonistas que se tornará pesadillesco en forma de investigación en busca de un serial killer. La película está constantemente cuestionándose la posibilidad de que el vecino de al lado sea un asesino en serie y esa insistencia narrativa, pronto irá desinflando la estructura de la película. Eso sí, frente a un guion vacuo siempre podremos agarrarnos a una serie de ítems, elementos característicos con las demás ficciones citadas, como la utilización de las bicicletas, en concreto y haciendo un autohomenaje a su film anterior, las BMX o la utilización de la música pop del momento, ese Cruel Summer  de Bananarama, que nos ayuden a sobrellevar el sopor del visionado de la película.

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