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domingo, 3 de mayo de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. EL MOMENTO.

De esta viñeta...


...a esta otra...


...distan más de doscientas sesenta páginas. Se trata del comienzo y del final de Tres sombras, un cómic de Cyril Pedrosa. Como si fuéramos aquel niño o niña que íbamos descubriendo las siete diferencias entre un dibujo y otro, parémonos un ratito a contemplarlas. Merece la pena. Cada vez que termino de leer el cómic estas viñetas me interpelan, me invocan. No sé... Hay algo extraño que las rodea. Me quieren decir algo. Cuando una narración empieza de una manera y termina igual, nos encontramos con un relato circular pero creo que esta maravillosa historia es mucho más que un enigmático Uroborós. Tengo la sensación de que el cuento de Pedrosa está enclaustrado en estas dos viñetas. Y escribo "en" y no "entre". Bien, veamos primero lo que las une.

El anclaje más obvio descansaría en una pregunta, ¿qué es lo que vemos? primeramente. Estamos ante un paisaje. Es una parte de un jardín que posee la familia protagonista. Viven aislados como dice el padre (página 6), tumbado al lado de su mujer y su hijo, Joachim, auspiciados bajo la sombra de un árbol: "ignorantes del mundo, como en una isla... condescendiente y pacífica." El autor nos muestra la entrada de ese "edén". Al ser un paisaje, sus elementos naturales más que los artificiales, dependen de un factor importante, uno que también nos puede ayudar a relatar, el paso del tiempo. Por ejemplo, podríamos datar a las dos viñetas en la primavera. Tenemos las copas de los árboles en un estado glorioso y tanto en la primera como en la segunda viñeta, los frutos o flores germinan a primera vista. La hierba crece desordenada en ambos casos, limitando el caminito de acceso. Incluso algún que otro objeto se repite como la escalera, que en la primera viñeta está próxima al primer árbol y en la segunda, está posicionada más cerca del muro de piedra. Formalmente también existen dos concomitancias importantes. En primer lugar el punto de vista. Corresponde a uno cenital, un ojo de dios narrativo, y el segundo recae en su trazo. Todo el cómic está dibujado como si fuese un cuaderno de bocetos, un work in progress al carboncillo, una especie de storyboard. Al fin y al cabo, un storyboard no es más que una herramienta para conseguir algo más. Una vez que se consigue, la herramienta deja de tener sentido, no sirve ya. La técnica del storyboard nos conmina, más que ninguna otra narrativamente, al momento mismo de la creatividad, su nacimiento, y aunque quede sellado para siempre en ese mapa de líneas rectas y curvas, después se ninguneará en favor de una versión más elaborada, más perfecta para su consumo.

Terminemos con las diferencias. La primera viñeta está habitada por la presencia humana representada en la figura del padre y su hijo. Las volutas de humo de la pipa del padre parecen dirigir nuestro foco de atención hacia el padre, empujando la carretilla y a su hijo con una azada a su hombro. Cerca de la puertecilla de entrada vemos diferentes objetos que nos informan de la actividad labriega de la familia: una regadera, un rastrillo, una serie de botes posiblemente para confitar o una silla de madera. Centrémonos en la puertecilla. En ambas viñetas está entreabierta pero ubicada de diferente manera. En la primera está a la derecha del muro y en la segunda, a su izquierda. A la hora de abrirla su forma es diferente. En el primer caso sería de afuera adentro y en el segundo, su contrario, de dentro afuera. Es como si en la primera viñeta nos encontrásemos con una invitación al relato y en la segunda con su despedida. En la segunda viñeta además no existe presencia humana, solamente un gato y las mariposas revoloteando. Y por último, existe otro cosa que a simple vista puede que no llame la atención. Limando su centro, hay un texto literario. Es la presencia de la palabra, por tanto, el camino a una explicación. Justo al final, la interpretación deja de existir, muere en el intento para zanjar las cosas.

Puede que el equilibrio, si existe algo parecido en Tres sombras, de esta obra descanse en que no existe tal cosa. Da lo mismo si las viñetas son afines o disímiles. Eso es lo de menos. Nos hemos pasado unos minutos describiendo y detectando sus posibles presencias o carencias, sin pararnos a pensar qué estábamos viendo exactamente. Demandamos a la narración una evolución que no tiene por qué ser recíproca. Quizá no hayamos estado en ninguna de las dos viñetas o quizá hayamos estado en un ínterin de ambas. Admito que existe algo de trampa en la propuesta realizada, pero no existía mejor forma, o por lo menos la más honorable, que la del desenmascaramiento. Existe una viñeta en el tercer acto de la narración que nos aporta la clave al enigma.


La cito por si no se ve correctamente. En la tercera y última viñeta de la página 190, el padre le dice a un anciano que "Todo este tiempo perdido... Corriendo... En una fuga inútil..." El protagonista acaba desolado y el anciano, críptico, le responde: "Ve ese fuego, esta mansedumbre... Joachim que duerme..." El padre lo ha entendido por fin: "Me doy cuenta ahora de hasta qué punto son unos instantes preciosos...". Es ahí donde reside el secreto de Tres sombras o por lo menos como yo lo siento cuando lo releo. El lazo que se confecciona entre una obra y su lector descansa en un diálogo con su subjetividad. En cómo el testigo se enfrenta al creador, en cómo le afecta. La huida del padre, con su hijo, representa magníficamente a la hybris. La soberbia como motor incontrolable que demanda una energía alimentada de furia y rabia. Lo sé porque también yo estuve huyendo, como el padre de Joachim, lo sé porque me vi reflejado en esa ceguera estúpida. Muchas veces Pedrosa dibuja el contorno de los ojos del protagonista con un trazo grueso, como si estuviesen pegados a sus cejas. Es como que mira pero no ve o no sabe ver nada. Es un Edipo.


Frente a eso, la actitud de su mujer y también cómo la dibuja el autor. Con grandes ojos, ampliamente conscientes de lo que la rodea. No es el único personaje femenino de la historia que sabe dónde está, qué sabe de sus propias limitaciones. Está la señorita Pike que también afronta con entereza su destino.


La madre de Joachim conoce perfectamente la realidad que está viviendo frente a la ignorancia de su marido, sumido en una realidad paralela de engaño y mentira autoimpuesta. Ese orgullo solo es capaz de llevarlo a un lugar que solamente el creador puede llevarnos, uno diseñado en viñetas como la de abajo, con un dibujo esquemático donde la única protagonista es la línea negra, gruesa moldeando ya no solamente al cuerpo humano, la medida de todas las cosas renacentista, sino también la geografía, la medida de todas las cosas medievales.


Uno no llega a comprender la magnitud de la tragedia en el momento que ocurre porque está muy cerca de la misma, por esa razón la primera fase de cualquier duelo, es su incredulidad. Uno tiene que saber retroceder y mirar con cierta perspectiva. Es una cuestión de tiempo y es necesaria la presencia de otra persona para poder ayudarte a desprenderte de la otra presencia. La primera te ata al presente, compartiendo el dolor, y la segunda, representando la herida, te ata al pasado. No obstante, existen casos de una testarudez abrumadora que nos obligan a recorrer un viaje donde deseamos construirle un sentido, aunque sea con poca forma, como la odisea del padre de Joachim. Y aquí terminamos con algo que ya hemos comentado. La grosería del trazo en cada dibujo, en cada viñeta, no solamente pueda responder a un trabajo por terminar, a algo que está esperando ser acabado, a recibir una reflexión por parte de su creador. Más bien puede responder a la vivacidad de un momento. A la sensación que tiene uno de estar en mitad de un torbellino, viviendo en ese justo momento las cosas. En coger el primer pincel, el primer lápiz y generar la creación, disfrutándola en el mismo acto en sí de su ejecución. Esas dos viñetas del principio puede que estén dialogando de lo mismo. De pararnos a mirar las cosas con otro ritmo, o sin ritmo alguno, disfrutando de sus detalles, saboreando los pequeños acontecimientos que vivimos cada día y que por mil razones se nos escapan, igual que nuestros seres más queridos. De vivir el momento, todo lo demás es mera adición.

                                                                                                                             Para David.

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