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domingo, 10 de mayo de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. MÁS ALLÁ DEL "VALLE INQUIETANTE".



¿Qué es lo que hace que un cómic sea creíble? ¿Cómo asumimos sus aspectos más extraordinarios? ¿De dónde nace su cotidianidad? Un reto asoma a la vista y antes que nada, habría que dejar claro que estas cuestiones no son exclusivas del noveno arte, se podrían permutar a otros procesos creativos como pueden ser los relacionados con una película o una novela por citar unos pocos. Bien, hoy abordaré el tomo segundo y tercero de una maravilla. De capa y colmillos es un cómic de Alain Ayroles en el guion y Jean-Luc Masbou en el dibujo. Puede que el primero os suene un poco más porque  la Navidad pasada estrenó entre nosotros El buscón en la Indias con dibujo del fantástico Juanjo Guarnido. La serie consta de 10 números y dos, digamos, apéndices. En cuanto al primero de la serie ya le dediqué un tiempecito en la Hoja Apergaminada, especial De espadachines y otros menesteres.

Bandera negra y El archipiélago del peligro son los títulos que en orden cronológico y junto a El secreto del Jenízaro, son parte de un primer acto que navega hacia el primer giro en el vasto arco narrativo que propone la obra. La premisa parece sencilla, sus protagonistas van tras un singular mapa que les podría conducir hasta las míticas Islas Tingitanas, pero ya se sabe que cuando uno anda con piratas... La imbricada estructura del cómic se tornará en indispensable brújula que nos llevará a los sitios más insospechados.
En 1970 el profesor, experto en robótica, Masahiro Mori acuño un curioso concepto, Uncanny Valley (valle inquietante) que afirma que cuando las réplicas antropomórficas se acercan en exceso a la apariencia y comportamiento de un ser humano causan una respuesta de rechazo entre los observadores humanos. Visualmente sobre un gráfico es una inclinación, de ahí lo de llamarlo valle, que mide la positividad de la reacción de las personas. Con el paso del tiempo se ha convertido en una inestimable herramienta en el campo de la animación hecha por ordenador. Aquí en el reino del lápiz, quedémonos con esa hipótesis porque me apoyaré en ella para contestar a las preguntas del principio, en la medida que pueda y sobre todo, apoyándome en las viñetas como excusa perfecta.

Quién mejor que los protagonistas de un relato para darles nuestra confianza, al fin y al cabo, son los que van a compartir sus aventuras con nosotros. En De capa y colmillos se tratan de un hidalgo andaluz, Don Lope de Villalobos y Sangrín, y un gentilhombre gascón, Don Armand Raynal de Maupertuis. Hasta aquí todo normal, o relativamente lógico. El problema viene dado por su naturaleza animal porque nuestros héroes de la función son precisamente eso, animales. En concreto un lobo y un zorro, que en momentos concretos, parecieran regresar a su estado natural.

                               

¿Por qué nos parece tan normal verlos? ¿Por qué asumimos su aspecto antropomórfico? Puede que los GrimmEsopo o Perrault junto a Disneytengan las respuestas a esas cuestiones pero lo que es innegable es el hecho de que la presencia de estos personajes no empaña la verosimilitud del relato. Aquí no tendría efecto alguno la teoría del "valle inquietante" porque damos por sentado que tanto Don Lope como Don Armand son "normales". Cuando nos perdemos por las páginas del cómic, no nos produce rechazo el ver como los personajes se enamoran o se ponen en peligro, cuando acometen las acciones más surrealistas, no las ponemos en duda. Simplemente les damos un beneplácito en la narración. Les otorgamos una credibilidad que no tienen pero que se la han ganado. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se va más allá del "valle inquietante"? Está claro, siguiendo las pistas. 

Una de ellas recaería en los objetos, en los detalles que enriquecen el texto. Veámoslo. Estas imágenes corresponden a parte de las portadas del tomo uno y del tres respectivamente.



     

Es innegable, diría más, incuestionable el dibujo de ambas pero su objetivo no descansa en la estética. Miremos los fondos de las mismas. Ambos diseños nos enseñan lo mismo: fragmentos de cartas náuticas, es decir, mapas. Una rosa de los vientos, los dragones y monstruos del averno típicos y tópicos de la época donde se injerta la historia. Pequeños huecos, en definitiva por donde asomarse y mirar lo que nos esperará dentro del cómic. Es más, si siguiéramos explorando la portada de El archipiélago del peligro, veríamos a uno de sus personajes secundarios, Eusebio, sosteniendo un catalejo. El personaje antropomórfico, pequeñito, insignificante, nos indica cómo prepararnos para ver el gran relato. El personaje de Egg Shen (Victor Wong), al principio de Golpe en la pequeña China (Big Trouble in Little China, John Carpenter, USA, 1986), nos conmina a saber cómo empezó la historia: "poquito a poco". La estructura se nucleariza a partir de un objeto. Todo interés creativo es demandado por un parpadeo. Una vez en sintonía solamente hay que saber cómo mantenerlo. Veamos un ejemplo de cómo un objeto, algo pequeño como un mapa, puede derivar en estructura gestionando la información y por supuesto, de eso se trata, manipulando al lector.

La última página de Bandera negra, nos muestra una revelación: los protagonistas descubrirán que existen más botellas con más mapas que conducen a las islas,...



...por tanto, en el entreacto de la función se tornará decisivo saber quién o quiénes son los que están detrás de estos mapas y su resolución dará pie al inicio del primer giro narrativo del relato.



Unas planchas al final de El archipiélago del peligro nos presentará al causante de lanzar las botellas, el sabio Bombastus que naufragó en una de las islas hace un tiempo. Si cito este intento de hilvanar causa y efecto, es porque el engranaje de este estupendo mecanismo de relojería transmutado en cómic, recae sobre el auténtico "caballo de Troya" de cualquier narración, su credibilidad. Y lo fascinante, en nuestro caso, es que esta cualidad está ubicada, oculta y lista para ser desenterrada, en las propias viñetas que conforman la historia como hemos visto. Algo de lo que hablé, por cierto, en el segundo domingo de viñetas. Formar parte.

Soy un mar de dudas y ahora más que nunca, en pleno proceso creativo para sacar mi segunda novela, este receloso escriba solamente tiene claro una cosa. Lo más importante de un relato es su forma de contarlo, una construcción bicéfala que descansa en dos herramientas fundamentales. La gestión de la información, el qué y el cuándo de la historia, y su credibilidad, el cómo. Solamente a través de estos dos ejes se puede sustentar todo la tramoya escénica. El contexto teatral es importante en la diégesis De capa y colmillos. Recordemos que su génesis es una representación.



Permitidme ser redundante, sobre todo si habéis leído el artículo de la Hoja Apergaminada, porque me gustaría empezar con la página segunda del primer tomo. Todo se genera en la primera viñeta. La representación de una obra teatral en Venecia. A partir de aquí se irán desplegando cortinas y subiendo tramoyas para hacernos disfrutar de la ilusión de realidad. Aquí es importante pararse a pensar en la facilidad con que nos entregamos a un cómic, a una película o a una obra de teatro, sobre todo si está bien contado/a. La forma de narrar es la fe del relato. Me viene a la memoria el deseo de un moribundo Henry Jones cuando le insta a su hijo Junior: "tienes que creer" en Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and The Last Crusade, Steven Spielberg, USA, 1989). ¡Tenemos que creer! Pero cuidado, junto a un imperativo siempre existe un imperator. Por tanto, la credibilidad siempre estará amenazada por la imposición de la ficción.

Hemos hablado de los protagonistas y de los objetos, cuestionándolos en relación con la estructura de la historia ahora viene el tema. Dudar de la verosimilitud, no ya de lo que vemos, sino de lo que otros han visto y nos han legado, recelar de una tradición, desconfiar del mito. Tanto Bandera negra como El archipiélago del peligro se cruzaran con algunos de los misterios más ancestrales del ser humano: ¿existió la Atlántida? ¿Y el holandés errante? Macguffines maravillosos, que bien se podrían unir a otros como el de las Islas Tingitanas, para convertirse en pretextos con el único propósito de jugar al despiste narrativo.



En Bandera negra aparecen los piratas y con ellos su background, un mundo de aventuras pero también de supersticiones que la historia tratará de darle un sentido, otorgarle una cierta credibilidad. La página 25, la que tenéis más arriba, presenta al Capitán Boone y su lugarteniente el señor Cigüeño, hablando en su camarote sobre las islas Tingitanas y de los potenciales peligros a los que se enfrentan quienes osan intentar arribar a sus costas: "En sus aguas medran las más abominables bestias abisales...", "que el Holandés errante a veces pasa por allí"... "Se creen que son el último vestigio de la antigua Atlántida". Descripciones que acumulan ejércitos de adjetivos  que alimentan la superchería. El miedo es vital en ese aspecto y lo refleja muy bien la comunidad pirata, siempre representada bajo una masa, apelotonada en un mismo grupo de personajes que a la mínima declaman su temor, a veces de una manera exageradamente brechtiana, rompiendo jocosamente la cuarta pared. Por ejemplo, cuando se enteran que a bordo de su barco se encuentra un conejo, metáfora del infortunio marítimo, reaccionan de esta manera en la primera viñeta de la página 35 del mismo cómic:





¿Y cómo se combate a la superstición? ¿Cómo se bate uno en duelo contra la fantasía? "Con el infinito por menor" que diría el filósofo Antonio Escohotado. "Con la realidad que rodea a las cosas, con su inabarcabilidad, lo que no necesita que nosotros lo veamos". En nuestro caso nosotros utilizaremos el espíritu cartesiano de la experiencia cuyo adalid es Don Armand.



Puedes poner en duda muchas cosas al leer De capa y colmillos pero lo que te puedo garantizar es que nunca puedes juzgar su honestidad argumental. Frente al hecho fantástico, se habla de monstruos abisales, leviatanes remotos... 




...la excusa racional...



...para intentar explicar la existencia del Holandés errante por ejemplo.

La estructura narrativa, por su naturaleza, tiende a la explicación de un desarrollo, a la interrelación de unos hechos que posiblemente aislados, separados unos de otros, no tendrían ningún significado pero puestos en relación conforman la diégesis del relato. Por tanto, desde el punto de vista de la estructura, estaríamos en el orbe de la realidad más absoluta, la consciencia de la construcción del relato. Podríamos intentar resolver el misterio de la Atlántida por ejemplo, siguiendo con De capa y colmillos, escenificando una hoja de ruta con una serie de obstáculos que atravesar o superar (duelos, persecuciones, amoríos, llamémoslos como queramos) para llegar al final de una explicación. Esas pruebas se convertirían en remanentes fantasiosos frente a una realidad que los va construyendo y, al mismo tiempo, otorgando su credibilidad. Es la estructura, al fin y al cabo, la que nos permite avanzar un paso más allá de ese "valle inquietante", donde no encontraremos el rechazo, ni nos resultará extraño, por citar otro ejemplo, que un caballero camine con su escudero por tierras manchegas en pos de acechanzas, citando a otros actantes gloriosos de un legendario texto "de cuyo nombre no quiero acordarme".










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