En
busca de Santuarios.
Empecemos por una constatación y un
descubrimiento. Un elemento que se repite ad
infinitum en la trilogía y otro que aparece frescamente novedoso en la
cuarta parte.
Lo primero no es ajeno a la saga
de Piratas del Caribe, el guión
construido bajo los parámetros de la desorientación y la confusión, solamente
salvado, en exiguas excepciones, por los diálogos, que también, enrevesadamente
y a todas luces, en demasía, explicativos de los personajes. La sensación que
uno tiene al contemplar las películas de la tetralogía corsaria es la de su inabarcable
mercadotecnia narrativa; como si los creadores estuvieran confeccionando un
guión repleto de ideas que explotan, sin control previo, perdiéndose por el
camino, alejándose del sentido común del relato e invadiendo el parque de
atracciones, que es de donde se originaron. Es como si no poseyeran la mítica
brújula que les indicase el norte, como la que posee Jack Sparrow. Me imagino a los guionistas Ted Elliot y Terry Rossio
embarcándose en disputas bizantinas a cerca de la trama y su desarrollo,
empezando pacíficamente para después tirarse los trastos a la cabeza, en las brainstorming del estudio. La algarabía
es tal que En el fin del mundo (2007, Gore
Verbinski), lo que parecía un objetivo común a la serialización del relato,
esto es, la búsqueda y rescate de Jack Sparrow,
se transforma en sub-relato para dejar paso a una retahíla de situaciones
(subtramas como la historia de amor entre Calipso
y David Jones por ejemplo) que van
agrandándose hasta devorar la trama principal, desorientando al espectador con
bonitos artificios. Pero no podemos olvidarnos de los otros dos films, hay para todos. De La maldición
de la Perla Negra
(2003, Gore Verbinski),
destacaríamos las idas y venidas ilógicas entre los personajes, por ejemplo, la
situación de confinamiento de Jack
Sparrow y Elisabeth en una isla,
y del Cofre del hombre muerto (2006, Gore
Verbisnki), sacaríamos a relucir la relación entre Will y su padre. En definitiva, son situaciones hijas del desbordamiento
creativo.
Lo segundo es algo que,
personalmente se recibe con alegría, y es que uno descubre al enfrentarse a las
eternas duraciones de las películas, que esta última es la de menor metraje.
Motivo de júbilo y tranquilidad al mismo tiempo. Así pues nos deparan dos horas
y algo más, de piratas y corsarios, de la presencia, ¡por fin!, del imperio
español y seres (sirenas)/lugares (la fuente de la juventud) mitológicos para
descubrirlos desde otra perspectiva, aquella que nos acerca a Santuarios donde
venerar las imágenes mejor logradas. Y aunque En mareas misteriosas (2010, Rob Marshall) se vuelve a repetir
enrevesado guión, existe la presencia de estos templos habitados por secuencias
que nos ayudan a contemplar la narración con otros ojos. ¿Imposible? Veamos.
El comienzo de la cuarta parte
nos sitúa velozmente en el Londres de 1800 para presentarnos una urbe plagada
de gente y, para avisarnos de que se esta gestando el nacimiento de una nación
y de una nueva era, la industrial, la construcción a medias de emblemáticos
edificios británicos lo atestiguan. La nueva presentación de Jack Sparrow cómicamente, ¡como no!,
entrelazada con la típica secuencia de huida, nos demuestra que la idea, la evasión
misma por el pirata, además de por diferentes escenarios (la sala del juicio,
la sala real, las calles engalanadas londinenses y la miserable zona portuaria,
en ese orden) y compartiendo plano con diferente personajes y atrezzo, sólo demuestra una cosa, su propia
construcción. De cómo Jack Sparrow
con sólo mirar un pastel y después desplazarlo ridículamente, a una de las
velas situadas en una de las lámparas araña del techo de la sala real, fabrica
su juego particular de fuga empezándolo a planificar con su mirada. Y es a través de los ojos que
contemplamos, hermanado con una sonrisa, la peripecia errolfliliana del héroe. Ahora sin la atadura sentimental de la
pareja de la trilogía podemos decirlo alto y claro, Jack Sparrow es el único
protagonista absoluto de la historia. Saltando de carromato en carromato por
las intrincadas calles de la capital del Támesis,
vemos al pirata llegar al estatus que antes se le resistía, aunque quizás tenga
que pasar una prueba, la última, enfrentarse a su doppelgänger particular en un fascinante duelo consigo mismo. Al
final del mismo descubriremos el secreto de su doble, pero no cabe duda que la
huida y la posterior confrontación con él mismo, se ha confabulado en
fabricadas secuencias, set pieces,
donde venerarlas por el resto de los días.
Lastima que este comienzo sólo
sea eso, un prólogo de unos excelentes veinte minutos. El resto de la
proyección hará gala de sus imperfecciones lastradas por las películas
anteriores. No obstante la inclusión de las sirenas invadirá el relato de una
pizca mitológica ambientando la secuencia de la captura de una de ellas, y
convirtiéndola en baluarte último de lo que hemos designado como Santuario. Un
conjunto de planos que traspasan el tedio del resto de la filmografía caribeña,
para potenciarlos a una altura considerable, tanto como lo que mide el faro que
protagoniza la secuencia. La luz de la construcción es vital para cazar a los
seres fabulosos por lo tanto la mitad del conjunto de piratas se posiciona
parapetados en el interior del mismo, como si de Jonases se trataran escondidos en el interior de la ballena. El
momento se desarrolla en la paz de la noche, los piratas fletan un bote donde
la otra mitad de ellos se convierten en el cebo de las sirenas. La calma deja
paso a la zozobra cuando los seres mitológicos vuelan por las cabezas de sus
victimas, engulléndolas en algunos casos. La luz disparará directamente sobre
el bote alertando a las sirenas y empujándolas a la orilla, momento
aprovechable por el resto de la tripulación que intentará capturar a alguna. La
ambientación barroca en el interior del faro, pudiendo observar el aparejo que
lo habita y produciendo resonancias en el personaje y en el espectador, frente
a la desoladora ensenada que incluye la orilla que lo circunscribe crea un choque
singular entre la oscuridad (la noche) y la luz (del faro). Los piratas se
aliaran con un término tan antagónico para ellos como es la luz, y sus
connotaciones significantes, para enfrentarse a la negrura del reino de las
profundidades de donde provienen las sirenas. Pero hasta aquí hemos llegado, rápidamente
abandonaremos el Santuario para adentrarnos en la más absoluta incoherencia
narrativa, como nos tienen acostumbrados el amigo Bruckheimer.
No os defraudéis en el maravilloso trabajo de leer las películas,
siempre existen los Santuarios, incluso en las peores, que esta crítica os
sirva de consejo, diseminados en los
lugares más inhóspitos del metraje. Embarcar la paciencia con vosotros y
descubriréis otra perspectiva fílmica. Os dejo con algunos pertenecientes a la
saga, solamente hay que ver detenidamente para descubrirlos en una herrería (el
duelo entre Sparrow y Will o la presentación de Jack Sparrow mientras su pequeño bote va
hundiéndose a media que se acerca a fondearlo en Port Royal en La maldición de
No hay comentarios:
Publicar un comentario