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miércoles, 7 de noviembre de 2012

HOJA APERGAMINADA. (I).EN BUSCA DE JUSTICIA POR PARTE DE UN CAMISÓN.


La hoja apergaminada es aquella superficie que doblamos en una de sus puntas para hacernos recordad que nos hemos quedado ahí, que hemos realizado un alto en el camino y que gratamente podremos continuarlo otro día. Por lo tanto es un hito literario, independientemente del género, que nos proporciona una ayuda en nuestra búsqueda de nuestra particular felicidad. ¿Qué es leer un libro, un ensayo, un cómic, sino la persecución del bienestar propio? Y es que un acto de lectura es individual, pero la crítica es plural. La acción de lectura viene acompañada de soledad, pero la opinión desborda sus límites para adentrase en la de muchos. La idea crece solitaria y se desarrolla en conjunto a las personas a las que va dirigida. Desde tantas y diversas hojas arrugadas, dobladas, apergaminadas me atrevo a hablaros del arte escrito… y dibujado.


Hoy empezaremos por el noveno arte con una maravilla llamada El camisón, de los genios creativos Joann Sfar y Lewis Trondheim en el guion y a los pinceles, Christophe Blain. Esta BD pertenece a una famosa serie francesa titulada La Mazmorra y dentro de la misma, pertenece a una sub-colección llamada Amanecer, donde se cuentan las aventuras y desventuras de un joven carcelero y dueño de la mazmorra de la serie primigenia. Es decir nos encontramos con un extenso prólogo de lo que luego será la historia principal; y escribo extenso porque si bien es cierto que en nuestro país, la serie se ha quedado estancada, aunque yo diría que fosilizada, en el país vecino se sigue publicando con cierta regularidad, la que responde al ritmo de un título por año, más o menos. Vuelvo a citar la palabra extenso porque sus creadores quieren convertirla en una gran saga, ya que este primer capítulo del prólogo hace el número -99, es decir pretenden con Amanecer llegar hasta el número 0, que sería donde empezaría la serie propiamente dicha, La Mazmorra, y después en el número 101, empezaría otra sub-colección llamada Crepúsculo, que contaría los avatares del mundo sin ésa mazmorra. Como podéis comprobar es una tarea cuanto menos arriesgada, y más en un campo como el cómic y más concretamente en la BD. Así que tenemos Mazmorra para rato, o por lo menos, en las zonas francófonas.
Como ya he dicho, nuestro héroe cuenta su infancia y las correrías que tuvo que hacer frente hasta llegar a ser el dueño de su propia mazmorra. Su nombre es Jacinto de Cavallère, perteneciente a la nobleza más vetusta del reino y por tanto, poseedor de una serie de principios que están caducando rápidamente en la sociedad que le ha tocado vivir. Una forma de pensar y actuar esta finiquitándose y esta dando comienzo un nuevo mundo, donde la moral es leyenda, el arribismo es la ética y el poder es el garante, creador (el carnaval de Antípolis) y destructor (la creación del Metro) de la historia. Su padre, el senescal Araku Hamuleck (los que lean mi novela sabrán donde empieza mi pasión por los nombres enrevesados), ya le avisa en la página 4, en la viñeta tercera (edición de Norma Editorial y, a partir de este momento es la que seguiremos): “Ve a la capital con tu Tío, que te enseñará las reglas de esta nueva época en la que estamos.” Esa forma de pensar saldrá dinamitada gráficamente en la siguiente página del cómic, cuando Jacinto sea atacado por una panda de Bros y conozca a su particular Sancho Panza, el Doctor Hipólito, que le dirá: “Pero el progreso moral brilla por su ausencia.”


La cita quijotesca no es una apostura, sino más bien, es un pequeño homenaje al modo de vida y a la forma de pensar de unos personajes que creen ver gigantes en vez de molinos de viento. Es apostar por la fantasía, la ficción, enmarcándola dentro de la realidad del trazo negro de los autores (a veces da la sensación que al señor Blain le gusta las pinturas negras de Goya y la elección de un mundo muy cercano al de Dumas no es baladí). Las viñetas primera y segunda de la página 45, en la que aparece el senescal Araku Hamuleck (¡bendito nombre!), interponiéndose entre las huestes de su hermano, el Tío Florete, y su hijo, nos muestran a un autentico Quijote envalentonado, raudo a luchar contra ejércitos de filibusteros, en pos de la justicia. Palabra que alimenta el núcleo narrativo de la historia. Desde el primer momento, la corrupción esta instalada en el escenario principal de las desventuras del protagonista, la ciudad de Antípolis. Nada más llegar a su entrada, él e Hipólito tiene que pagar un peaje por el paso del puente si quieren acceder al interior. Como han sido asaltados por los Bros, no tienen nada que ofrecer, y después de varias ofertas, a cada cual más humillante para pasar de un lado a otro, al final deciden atravesar el rio por el lado menos profundo; un rio por llamarlo de alguna manera, porque más bien es un conducto por donde fluyen las aguas fecales de la urbe. O sea que los dos protagonistas se introducen en la ciudad oliendo a mierda, los héroes de la función caminan por las infestadas y rocambolescas calles de una urbe que los aísla primero por su olor y después por su condición, garante de la justicia Jacinto y otro, Hipólito, oposición contra una de las mayores costumbres de Antípolis, la quema de una Arbolesa (y no me preguntéis qué es, leed el cómic) en pleno carnaval.
Desde que Jacinto se pone su particular disfraz hasta que lo empieza a ejercer, las cuarenta y ocho páginas del álbum son un alarde de inteligencia narrativa, la concatenación de hechos producen el corpus de la trama (Jacinto llega a la ciudad como un extraño y lo que quiere es encontrar amigos; a ésa llamada responderán los duendes, que le ayudaran a resolver la situación de la Arbolesa), convirtiéndola en una formula matemática cuantitativa magistral . También es un ejemplo de posicionamiento conceptual moderno, hay momentos en los que uno es consciente de que esta leyendo, convirtiendo la ficción en una mera herramienta (viñeta primera de la página cinco, Jacinto esta escribiendo una especie de diario y lo interrumpe por esta cansado del mismo, diciendo que: “Es imposible escribir y vivir aventuras al mismo tiempo.” Aquí, el lector es consciente de la propia lectura y también es una opción del narratario, a partir de ahora, Jacinto dejará de ser testigo de los hechos para convertirse en actor de la acción, no obstante, es el momento cuando intenta rescatar a su compañero Hipólito), otro elemento de modernidad creativa sería la incorporación de un personaje como el de Alexandra, que pasaría de ser la típica damisela en peligro, a ser una autentica mantis religiosa literalmente, creadora del peligro (las viñetas donde se supone que Jacinto intenta salvarla de unos malhechores es muy significativa al respecto, transformando el proceso aproximativo del personaje y otorgándole una madurez inusitada) y de desbordante gracia visual, la última viñeta que cierra la historia (y que me atrevido a publicarla), resume en un solo plano, como si fuese un ejercicio de síntesis brutal, el viaje de anagnórisis que se hace, no solo el héroe, sino sus creadores, pasando de un discurso que roza en algunos casos el nihilismo (simbólica presencia de nubarrones en la noche), hasta su destrucción por todo lo contrario, el romanticismo (enigmática presencia de la Luna, y como ya he señalado, Alejandro Dumas es parte del espíritu de la obra). Jacinto empieza a creer en su utilidad como justiciero. Todos somos Jacinto, a todos nos gustaría que todo el mundo nos leyera. Comienza una nueva etapa en la vida de Antípolis y lo hace de la mano del Camisón.


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