Lograr una ambientación perfecta es fundamental para
el personaje que la esta sufriendo en ese justo momento, viviéndola, y para el
lector que es testigo “in situ”,
creyéndola. Por lo tanto, tenemos que partir de la base que no hay acción si no
existen esos dos componentes narrativos que son el personaje y su espacio, y
como consecuencia el leedor (no os contare nada si nos faltará el tercer
componente, o sea TÚ). En La Caída de Dundee quise recalcar el asunto porque
después, quizás, puede que conduzca la historia o su estructura por otros
derroteros. En mi primera novela tenemos a un grupo de personas (Lagasca &
Company) que se encuentran atrapadas en una situación inesperada (intentar
escapar de una ciudad-cúpula que se esta desmoronando bajo sus pies), un
contexto que además les sobrepasa a cada uno de ellos de desigual manera. Poseemos
a la tribu de personajes en un inquietante escenario y a un lector preparado
para la inmersión, pero aún nos falta algo. El ingrediente esencial. Aquí es
donde sobresale el componente psicológico que es de vital importancia para el
proceso identificativo con el lector/espectador (nótese hasta que punto también
esto se podría utilizar en otros campos creativos como el cine, y es que el
séptimo arte también es narrativa, cinematográfica). Solo sabiendo como son los
personajes, es decir cómo estén profusamente descritos, en la trama, habrá una
sinestesia perfecta con el testigo de la misma, el lector en nuestro caso. Solo
a través de este proceso podemos pasar de la pluralidad (situaciones varias,
personajes secundarios, meras acciones transitorias, elipsis, caracteres
episódicos) narratológica a su individualidad (el protagonista y en algunos
casos su antagonista), atravesando el canal íntimo que nos conecta con aquella
persona que nos esta descubriendo, que nos esta siguiendo. Entonces se produce
algo mágico entre la página descrita y la mente del que la esta leyendo, elaborándose
un fenómeno que tiende a unificarlos cuando se realiza desde la intimidad que
encierra un libro y la singularidad del que lo esta disfrutando, creándose una
unión entre ellos. Es una especie de correspondencia que altera la percepción
del testigo, que se esta inmiscuyendo en los avatares del protagonista (el acto
de leer es uno de intromisión) acompañando a su actante en su aventura. Luego
todo depende de las diversas situaciones en las que el lector se encuentre; no
es lo mismo leer en el Metro, que en tú habitación; no es lo mismo asistir, a
veces, a los ataques esporádicos de móviles o a conversaciones subidas de tono,
que a la soledad de tu ambiente o a los ronquidos de algún vecino. Pero una vez
superados estos pequeños impedimentos de acceso, la satisfacción de sumergirte
en un mundo nuevo, donde las leyes naturales pueden estar trastocadas, donde la
imaginación reestructura todo un universo, en algunos casos, demasiado
expansivo rozando lo cansino, donde la fantasía campa a sus anchas describiendo
personajes que atacan lo lógica conocida, creo, que no tienen precio. Por eso ahí
están los brazos de la cultura, que son las estanterías de bibliotecas
distribuidas por todo el orbe, esperando a que alguno de vosotros podáis
aventuraros a algunos de sus libros. ¡Hacedlo! No saldréis defraudados y, si
fuese el caso, siempre podréis devolverlo y aventuraros con otro. EL SABER NO
OCUPA LUGAR y en MINVS lo sabemos.
Continuará…
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