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viernes, 16 de noviembre de 2012

LA CAÍDA DE DUNDEE (V). EL INGREDIENTE ESENCIAL.


Lograr una ambientación perfecta es fundamental para el personaje que la esta sufriendo en ese justo momento, viviéndola, y para el lector que es testigo “in situ”, creyéndola. Por lo tanto, tenemos que partir de la base que no hay acción si no existen esos dos componentes narrativos que son el personaje y su espacio, y como consecuencia el leedor (no os contare nada si nos faltará el tercer componente, o sea TÚ). En La Caída de Dundee quise recalcar el asunto porque después, quizás, puede que conduzca la historia o su estructura por otros derroteros. En mi primera novela tenemos a un grupo de personas (Lagasca & Company) que se encuentran atrapadas en una situación inesperada (intentar escapar de una ciudad-cúpula que se esta desmoronando bajo sus pies), un contexto que además les sobrepasa a cada uno de ellos de desigual manera. Poseemos a la tribu de personajes en un inquietante escenario y a un lector preparado para la inmersión, pero aún nos falta algo. El ingrediente esencial. Aquí es donde sobresale el componente psicológico que es de vital importancia para el proceso identificativo con el lector/espectador (nótese hasta que punto también esto se podría utilizar en otros campos creativos como el cine, y es que el séptimo arte también es narrativa, cinematográfica). Solo sabiendo como son los personajes, es decir cómo estén profusamente descritos, en la trama, habrá una sinestesia perfecta con el testigo de la misma, el lector en nuestro caso. Solo a través de este proceso podemos pasar de la pluralidad (situaciones varias, personajes secundarios, meras acciones transitorias, elipsis, caracteres episódicos) narratológica a su individualidad (el protagonista y en algunos casos su antagonista), atravesando el canal íntimo que nos conecta con aquella persona que nos esta descubriendo, que nos esta siguiendo. Entonces se produce algo mágico entre la página descrita y la mente del que la esta leyendo, elaborándose un fenómeno que tiende a unificarlos cuando se realiza desde la intimidad que encierra un libro y la singularidad del que lo esta disfrutando, creándose una unión entre ellos. Es una especie de correspondencia que altera la percepción del testigo, que se esta inmiscuyendo en los avatares del protagonista (el acto de leer es uno de intromisión) acompañando a su actante en su aventura. Luego todo depende de las diversas situaciones en las que el lector se encuentre; no es lo mismo leer en el Metro, que en tú habitación; no es lo mismo asistir, a veces, a los ataques esporádicos de móviles o a conversaciones subidas de tono, que a la soledad de tu ambiente o a los ronquidos de algún vecino. Pero una vez superados estos pequeños impedimentos de acceso, la satisfacción de sumergirte en un mundo nuevo, donde las leyes naturales pueden estar trastocadas, donde la imaginación reestructura todo un universo, en algunos casos, demasiado expansivo rozando lo cansino, donde la fantasía campa a sus anchas describiendo personajes que atacan lo lógica conocida, creo, que no tienen precio. Por eso ahí están los brazos de la cultura, que son las estanterías de bibliotecas distribuidas por todo el orbe, esperando a que alguno de vosotros podáis aventuraros a algunos de sus libros. ¡Hacedlo! No saldréis defraudados y, si fuese el caso, siempre podréis devolverlo y aventuraros con otro. EL SABER NO OCUPA LUGAR y en MINVS lo sabemos.
Continuará…

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