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jueves, 6 de diciembre de 2012

Día de la CONSTITUCIÓN.


Bonito día para hablar de la corrupción en todos los ámbitos, y en especial, el político, apoyándonos en mi primer sueño de Los que realice hace algún tiempo.


0. Introducción.

    “Creo que una película no es más que una película; es decir, el público la consume durante dos horas y quizás hable de ella durante un par de días. Pero nada más. Con el cine no creo que se pueda cambiar una estructura política”.
                                                                                                 Costa-Gavras.
                                     
Un hombre de pies con ambos brazos tocándose su cabeza en señal de dolor. El símbolo sobre un papel, en este caso el cartel del film, cobra vida dentro del discurso fílmico, el hombre caerá de rodillas debido al fuerte golpe sufrido por una barra metálica que porta un indeseable. La simbiosis perfecta del título del film: Z. El ejemplo de este truco camaleónico es sintomático del carácter irónico que inunda toda la proyección. La consistencia de la ironía en dar a entender lo contrario de lo que se dice o, en este caso, de lo que se ve es representativa en la cartelera de la película. La forma de los brazos del actor apoyándose en la cabeza forman una letra, Z, que es la primera consonante de la palabra griega ZAO, que significa: “está vivo”. Justamente en el albor de una muerte anunciada, el diputado interpretado por Yves Montad vivirá eternamente: “La muerte de un hombre iba a cambiar el destino político del país” reza el cartel. La resurrección de este fénix será el eje de una investigación por parte de un juez. Señores, señoras empezamos EL SUEÑO DE LOS.


1. Ficha técnica y artística.

Título original: Z.
Año de producción: 1969. Valoria films en coproducción con Reganne films
                                 (Francía) y La oficina nacional para el comercio e industria de la
                                  cinematografía (Argelia).
Productor / es: Jacques Perrin, Ahmed Rachide y Eric Schlumberger.
Director: Konstantinos Costa-Gavras.
Fotografía: Raoul Coutard. 35mm. Panorámico en Estmancolor
Guión: Jorge Semprún (basado en la novela de Vassili Vassilikos) y Costa-Gavras.
Montaje: Françoise Bonnot.
Música: Mikis Theodorakis.
Dirección artística: Jacques D’ovidio
Operador / es de cámara: Georges Liron, Jean Crarcennot y Taibi Lamouri.
Script: Annie Mauret.
Sonido : Michèle Boëhm.
Reparto :
Diputado asesinado---Yves Montand.
Helena--- Irene Papas.
Juez--- Jean-Louis Trintignant.
Periodista--- Jacques Perrin.
Vago--- Marcel Bozzuffi.
Yago--- Renato Salvatori.
General de la gendarmería--- Pierre Dux.
Coronel--- Julián Guiomar.
Duración: 124min.

2. Una trama simple, unas sub-tramas complejas.
     Entre la  individualidad y la pluralidad.

Aunque el film empiece por otros derroteros, presentándonos a los diferentes diputados y a los militares, en un sentido a los “buenos” y a los “malos” de la función, sobrecargada de un aura de cine verité; aunque la narración se adentre en sub-tramas más o menos definidas por un cine político, no cabe duda que la investigación del incidente, y no del asesinato, como dice el juez porque el hecho delictivo no se demuestra hasta el final, cuando el propio juez admite inconscientemente el acto de matar, es la columna vertebral de la diégesis alrededor de la cual gira toda la historia.
Una narración simple trufada de flash-backs que rompen con una cierta linealidad para desconcertar y producir un efecto “choque” que pliegan la trama sumiéndola en una complejidad activa; un despertar a la pasividad cinematográfica del espectador. La reconstrucción de la investigación sigue paso a paso unas claves sencillas y fáciles de asimilar por parte del público. Esas claves, esos “ítems” son también los que jalonan cualquier historia de suspense o thriller. Empezando por la estructura misma de las pesquisas del juez por resolver el terrible hecho. Tiene un comienzo (el asesinato del diputado en plena calle), un medio (la averiguaciones del juez) y un final (las condenas irrisorias de los implicados en el homicidio).


Hasta este punto nada que objetar pero la riqueza del film no radica en contar eso, sino en interrelacionarlo con segundas y terceras tramas secundarias que transforman la peculiar investigación en una disección maniquea a cerca del abuso del poder (al comienzo de la película el general de la gendarmería habla con el ministro de agricultura de la capital del país y él lo identifica con el “palacio”, símbolo de la concentración total del poder), de la utilización caciquil de la justicia, de la represión y el terror de la ignorancia (el uso del poder más primitivo entre aquellos que no saben pensar, el uso de la fuerza bruta), del retrato social de un país, aunque sólo sea de manera extra-diegética, con el apoyo de nombres y música propias de un carácter helénico. A veces estas tramas crípticas se relacionan con personajes y otras veces con situaciones concretas. El hecho de que Costa-Gavras retrate a la perfección una manifestación o el clima que se respira en un linchamiento no es casual sino voluntario como reza el slogan del film: “Toda semejanza con acontecimientos reales o personas vivas o muertas no es puramente casual, es VOLUNTARIO”. La intromisión de un periodista ayudará al juez a resolver el caso y también será óbice para introducirnos en un mundo arribista, sin escrúpulos donde todo vale para conseguir la noticia. A este respecto es sobrecogedora la aparición del periodista en la habitación donde había dormido el diputado antes de ser asesinado, y donde se encuentra su esposa llorando su pérdida. El reportero empieza a acosarla con preguntas y no deja de fotografiarla, aunque lo que de verdad le interese es fotografiar su dolor porque el sufrimiento vende, el morbo esta servido sobre una hoja de papel.
Dentro de la técnica cinematográfica también se utiliza los flash-backs para presentarnos otra trama. Si bien es cierto que la inclusión de esta técnica narrativa hace lagunas en la investigación, ahogándola en una complejidad totalmente subjetiva, y no por parte del personaje que la tiene, sino por parte del director en su utilización puramente personal. Estos flash-backs podían omitirse ya que no cuentan gran cosa acerca de la investigación e incluso me atrevería a decir de las diferentes tramas y sub-tramas, sin embargo son esos “puntos y apartes de la narración” los que confieren otro valor enriquecedor a la historia no sólo del personaje sino de la propia película y la dan un toque personal, dibujando una individualidad al lado de una historia manida y plural. Recordemos que Z al fin y al cabo es un thriller y ese género concretamente es el más popular en el cine. La genialidad pues reside en la encrucijada de historias de diferentes carices y formas dándose la mano para crear un “todo” transformado en una entrada de cine. Me gustaría recordar lo que Jorge Semprún habla acerca de la mimesis de la creación de la historia en el libro de Esteve Riambau: “…a Costa le interesaba hacer una película eficaz y lo más popular posible (…), un tipo de cine con una cierta brutalidad en la dirección, una sequedad en el montaje, limitando al máximo al aspecto sentimental y lírico que había en al materia, y así producir ese efecto choque”. 

3. De héroes y protagonistas.
Proseguimos hablando de flash-backs; la explicación que atesora la presencia de ellos en el film la hemos explicado desde un punto de vista de la narrativa, pero ondeando en la construcción de personajes obtenemos otro objetivo arto significativo: diseccionar el pasado del personaje de una manera peculiar. La utilización de ellos sigue los parámetros de todo el montaje de la película, como habla Semprún: “…de una cierta sequedad en el montaje”.
En la praxis todo el film esta jalonado por cortes bruscos, algunas veces suavizados por la banda sonora pero en la teoría el significado se metamorfosea en la ruptura de la simpatía del personaje con el público, hete aquí la peculiaridad del hecho, la auto destrucción de la identificación del héroe con el público dentro de los cánones de un cine convencional, plural, comercial. Porque el diputado es el héroe de la película; un héroe con un pasado negativo. Junto a él aparecerá la heroína de la historia, su mujer, Helena. Ambos se complementan desde sus diferencias notables. Estas diferencias radican en primer lugar en la más obvia de todas, son héroes de diferente sexo, son hombre y mujer. Uno habla y con su presencia impone (en la manifestación un par de jóvenes violentos intentan golpearle pero el diputado los espanta sólo con su mirada y regresan por donde han venido, huyendo), otra calla y mira; es testigo de los hechos posteriores a la muerte de su marido. Observa desde la ventana del hospital, donde tienen al diputado moribundo, como unos manifestantes proclaman vítores a favor del diputado pacifista y escriben con tiza la premonitoria letra Z en el asfalto de la calle; segundos después la policía disolverá la concentración de una manera violenta. Él vive el momento, de ahí sus aventuras amorosas en clave “carpe diem”; ella recuerda el pasado y la presencia del marido ausente (ya hemos citado la secuencia en la que Irène Papas se encuentra sola en al habitación de su esposo y se entromete el periodista; pues bien demostrando la riqueza meta cinematográfica del film, esa misma secuencia se puede observa desde otro punto de vista. Es una demoledora conjunción de planos sin palabras (característica que representa a la mujer del diputado) que contiene resonancias trágicas. Ella camina por la habitación del hotel donde residía su marido y mira y toca lo que era de él, guardándose para ella una colonia que él utilizaba como señal imperecedera de que nunca le olvidará y siempre estará con ella.


El movimiento de ella por la habitación lento y parsimonioso, con la vista pérdida está cargado de reminiscencias homéricas (Penélope esperando a Ulises en su Ítaca natal). Helena no es Penélope, la habitación no es Ítaca, diferente personaje, diferente espacio pero igual concepto: el sentimiento de ausencia, el significado de herida en la representación vuela a lo largo de la secuencia, del canto.
Helena es la pasividad activa que explota al final con la mirada puesta en el mar, símbolo mediterráneo por excelencia. Una mirada que estalla, un sentimiento mezclado de alegría, orgullo y emotividad. El diputado es la actividad pasiva. Durante el mitin se pregunta en voz alta porqué es una amenaza la palabra paz, porqué genera tanto odio y violencia. No lucha contra su destino, su muerte anunciada la admite pasivamente. ¿Estando en tensión no oye el motocarro y no ve la porra con la que le golpean estando en plena plaza?
Dejemos a los héroes para hablar de los protagonistas del film. Olvidemos el olimpo de los inaccesibles para bajar a la Tierra y convivir con las personas de la calle, los protagonistas. El personaje principal, el juez interpretado por Jean-Louis Trintignant, no hará acto de presencia hasta bien entrado el segundo acto, si bien es cierto que se pasea por el primero pero de una manera anodina y tímida; carácter que seguirá al personaje durante toda la proyección. Un elemento físico, en este caso de atrezzo, unas gafas oscuras de pasta negra camuflan al letrado ante la hipocresía y mentira a la que es testigo. Como capricho recordatorio, huelga decir que esta presentación me recuerda a otra sublime, y que quizás demuestre una cierta cinefilia del director de Z. Estoy hablando de Psicosis (Psyco, 1960) de Alfred Hitchock. Un thriller que seguramente tenía en cuenta Costa-Gavras a la hora de realizar la película, no para enfocarla desde el punto de vista de la práctica pero más bien desde la teoría. El personaje de la hermana es presentado avanzada la trama hitchockniana y será resolutivo en la investigación de los asesinatos en el motel Bates.
Otro protagonista tripartito es /son los tres diputados de la oposición, que actúan de una manera coral; son como una especie de Coro griego que anuncian la muerte del héroe, le protegen y ayudan en los momentos decisivos. Este elemento de teatro refuerza la génesis clásica de Z. El personaje del periodista arribista; su presencia esporádica pero fundamental a lo largo de la investigación. La aparición de Jacques Perrin en la trama alumbra nuevas expectativas. Gracias a las pesquisas del periodista el juez resolverá el caso. El arribismo como fuerza motriz de esperanza en un mundo repleto de hipocresía.


El maniqueísmo entra en acción con la presentación de los militares y policías al principio de la película. Son los antagonistas pero protagonistas al fin y al cabo de la trama, ya que sin ellos no habría homicidio y consecuentemente no habría asesinato y como consecuencia no habría investigación posible y quizás no existiese Z como thriller, tal vez como crítica social y política, porque hay que recordar que algunos hechos son reales, sucedidos en Grecia durante la dictadura de los coroneles pero ya hablaremos de eso en otro apartado.
La secuencia arranca con planos detalles de las condecoraciones de los militares de símbolos cristianos y fascistas para  pasar a primeros planos de los rostros de los mismos e incluso a volver al detalle de alguna frente, bigote u ojo. Estos planos son la carta de presentación del poder en la película, y yo diría que en la vida real, son los atributos significantes del mundo castrense, un mundo que parece más cerca de un jardín de infancia. La secuencia empieza con una conferencia acerca de la eliminación del oídio que afecta a la vid para adentrarse más adelante en un mitin beligerante alrededor de la extirpación de “ciertos –ismos” (socialismo, pacifismos, comunismo, etc…). Los militares presentes empiezan a aburrirse como niños (uno juguetea con un palillo, otro bosteza de manera exagerada y los hay que se pone a dibujar en la hoja que le han dado de la conferencia) hasta que el general de la gendarmería empieza a exhortarles. Poco a poco su interés va creciendo a medida que el general habla de la eliminación de los “rojos” de una manera didáctica. De un infantilismo precoz pasamos a un sadismo total en los personajes que interpretan a la mano represora militar. Además de la masa de hombres que no paran de escupir e insultar y gritar con total impunidad delante de los cascos de la policía a los pacifistas, cabe resaltar la presentación de los dos primos: Vago y Yago. Todos ellos forman parte de una organización fascista que trabaja a la sombra de los militares y que los protege. Todos ellos son obreros y trabajadores de extracción humilde y analfabeta la mayoría. Como consecuencia son seres brutos, primitivos. Su relación con la policía es de absoluta amenaza y represión (si no haces este trabajito no te renovaré el permiso para tu trabajo, etc, en definitiva el abuso del poder). Son gentes que no tienen donde agarrarse y eso lo saben los militares. Entre la masa destacan dos: uno es un trabajador como el resto, Vago, padre de familia que lleva un negocio de ataúdes y el otro es un juerguista, Yago, que le atraen los jovencitos de una manera apabullante. Mientras Vago necesita pagar unas cuotas para conseguir que su motocarro sea suyo, Yago sólo necesita pasárselo bien en compañía masculina preferentemente juvenil. Mientras que el resto parecen marionetas movidas por hilos represores, Yago se sienta a gusto y contento con la vida que tiene. Una cierta lastima frente a un rechazo total de repudio absoluto (paradigmática es la secuencia en la que Yago sale de la redacción del periódico, después de haber conseguido que quitasen su nombre del articulo referido al asesinato del diputado, y entra en un bar repleto de jóvenes, poniéndose a jugar al lado de uno con una máquina de pin-ball. La mano de Yago se desliza lentamente sobre el cristal luminoso hasta llegar a la mano del joven, que sin inmutarse y concentrado en el juego no le da la mayor importancia).
Resumiendo todos ellos forman parte de una división antes mencionada al comienzo del texto entre buenos y malos; entre victimas y verdugos, entre héroes y protagonistas.

4. Espacios de representación.
Título cogido de un libro (Signori, la corte! de Beatrice Manetti) no traducido al castellano y que se cita en el de Riambau a cerca de la filmografía del director helénico: “…convertidos en espacios de representación en los que la liturgia procesal no tiene como objetivo la legitimación de la autoridad, sino la demostración de su naturaleza arbitraria, represiva y feroz”.
La escritora se refiere a otro elemento importante dentro del thriller; un espacio vital donde se desarrolla parte de la acción y que incluso a subdividido al género llamándolo thriller judicial, me estoy refiriendo al tribunal de justicia. Es aquí donde Z cobra una cierta independencia genérica con respecto al resto de películas que pertenecen al thriller. La omisión de ese espacio durante toda la película produce un eco visual que se extenderá hasta la parte final, cuando se presente el codiciado espacio (es precisamente en una secuencia cargada de elementos teológicos tanto en su forma, los planos de la presentación del tribunal son cenitales, como si alguien situado en una posición privilegiada y “elevada” es testigo de los acontecimientos, como en su estilo, uno de los personajes que intenta amedrentar al juez clama al cielo y pone a Dios como único elemento igualatorio frente a la Ley).


En contraposición y de una manera paralela a la investigación, la sala del juez ejercerá de espacio de representación de una trama política, de un teatrillo donde la mentira y la coacción caminan a sus anchas.
Un punto de desunión entre el cine judicial convencional de construcción matemática y el film de Costa-Gavras. En muchas películas de ese género, algunas obras maestras,  lo que se pone en tela de juicio, y nunca mejor dicho, es la realidad del proceso judicial ante la mirada del espectador, edificada alrededor de una autoridad palpable. Mientras que en Z la demostración de los mecanismos que construyen el veredicto, mostrándoselos al espectador de una manera sucia y corrosiva, es la base de la dialéctica.
En infinidad de títulos sobre juicios, los protagonistas resolverán el caso por su condición de buenos profesionales tanto delante como detrás de las cámaras (de abogados como de actores); sí bien es cierto que tendrán que superar una serie de dificultades u obstáculos pero “su legitimación autoritaria” logrará solucionar el caso. En Z dentro de la investigación se desarrollan diferentes hechos fundamentales para solucionar la instrucción, la mayoría de ellos apoyados de una manera minimalista, “casi imperceptibles” al espectador y escribo entre comillas porque al final tienen que ser transparentes para el ojo del que contempla la acción, para la justificación de la profesionalidad del abogado de turno en resolver el crimen. Esto ocurre manufacturado alrededor de una simple metáfora literaria: “flexible y ágil como un tigre”. La constante repetición de esta frase por parte de los presuntos culpables se transforma en el interruptor que dará luz al asunto investigado en una secuencia final catártica donde se pone de manifiesto que la pluma es más fuerte que la espada. La diferencia estriba en que la anagnórisis esta construida de una manera sencilla sin sobresaltos finales a los que estamos acostumbrados por desgracia en los últimos años.  En la película de Gavras la construcción del suspense no radica en el momento cumbre; la historia no esta construida para ese momento “final antológico” descubriendo una nueva y definitiva información. La justificación del efecto sorpresa no esta justificada por esos golpes, aunque el film los tenga para adornar la trama (el intento de asesinato de uno de los diputados de la oposición), típica y fallida, para mi gusto (lo peor de la función); la edificación del suspense en el film Z esta cimentada sobre la cotidianidad de la narración. El juez será imparcial y acatará los designios de la ley, y no los de sus superiores, sin dudarlo porque hemos visto su “modus operandi” a lo largo de la investigación. Lo cotidiano de su profesión es la argamasa perfecta para el suspense creado.

5. En el lugar del crimen se oye bouzouki.


 La elección de la música estuvo hecha por Gavras y por el francés responsable de la banda sonora”.
                                                                                                  Mikis Thedorakis

Hemos enumerado una serie de elementos intrínsecos a la creación de una película desde diferentes puntos de vista desde la narración, la construcción de personajes, etc. Elementos que son barajados y permutados por otros de cariz extrínsecos: la Historia Contemporánea del siglo XX, por un lado y la banda sonora de la película por otro. Empecemos por lo primero. El tamiz sobre el que se desarrolla toda la filmografía de Costa-Gavras esta rodeado de un carácter histórico contemporáneo. En todas sus películas el siglo XX cumple un papel importante en la trama narrativa. Desde Los raíles del crimen (Compartiment tueurs, 1965) hasta Amen. (2003) pasando por La confesión (L’Aveu, 1970) o Desaparecido (Missing, 1982).
En nuestro caso particular y con Z, su segundo film, el hecho histórico aparece de una manera sutil: el golpe de estado perpetrado por los militares que derrocó a la monarquía el 21 de abril de 1967 y a la Unión de Centro, dando pie a una férrea dictadura en Grecia: la dictadura de los coroneles. La construcción del film, y la de toda su filmografía, se realiza desde un punto de vista histórico-realista para adentrarse más tarde en la ficción pura y dura. El proceso de documentación previo al rodaje es exhaustivo y proceloso. La utilización de personajes y lugares “reales” los transmuta en “realidad fílmica”. La historia esta basada en la reconstrucción del asesinato del diputado izquierdista Grigorios Lambrakis por parte de un juez, Khristos Sartzetakis, hijo de un oficial de policía y políticamente imparcial que se hizo cargo del caso.  La ligereza con que Costa-Gavras localiza la acción de su película es significativa. No nos dice claramente que los hechos están aconteciendo en su Grecia natal pero jalona la narración con una serie de claves históricas geopolíticas apoyadas por la banda sonora. Durante la trama observamos que en los despachos y oficinas hay numerosos cuadros de los monarcas helénicos, la cerveza que beben algunos personajes es puramente griega e incluso el avión que trae al diputado pacifista de los cielos se llama Olimpic Airlines; pero lo más curioso de la  identificación geográfica es la intrusión de numerosas canciones populares, prohibidas durante la dictadura, compuestas por Mikis Theodorakis en lugares populares como los bares. Esta música diegética sumada a la extra-diegética llena a la historia de una riqueza musical y etnológica palpable.
La bandolina para la presentación de los héroes, rodeándolos de un sentimiento trágico clásico, la percusión para presentar a los militares y fuerzas represoras y las notas eléctricas para la identificación de los repentinos cambios de ánimo de algunos personajes (Yago en el bar), como si en la música estuviera la clave de la hipocresía en la imagen; otro claro signo de ironía que rodea toda la película de principio a fin y que es debido en parte al trabajo en las situaciones y diálogos de Jorge Senprúm. Este crisol musical eleva la trama a cotas de emoción contenida que se derrumban en secuencias como la del final, donde el sonido diegético de las teclas de una máquina de escribir se funden con la percusión de la banda sonora para golpear, metafóricamente, a lo intocable: los generales huirán por la puerta de atrás de la sala del juez.
La estructura  de la banda sonora adquiere una división matemática en cuanto a su permutación de temas compuestos; temas, por otra parte, no realizados por el compositor para el film como expresa el propio músico en el comienzo del articulo, dando una inusitada importancia al director en cuanto a la elección de dichos temas para explicar y apoyar su discurso narrativo. Esta estructura se apoya en tres pilares antes mencionados, tres temas diferentes en la discografía del compositor griego exiliado durante los hechos acontecidos; como nota curiosa citar que una de las prohibiciones que aparecen sobre impresionadas en la pantalla al final de la película, es no escuchar la música tradicional y entre paréntesis aparece el nombre de Mikis Theodorakis.
El primer tema es “El tema principal” apoyado en una fuerte percusión, el segundo sería “To yelasto pedi” ahogado por unas maravillosos bandolinas eternas, inolvidables y el último “Café rock”, que también engloba “Bazucada”, ambos como temas recurrentes pero que difieren con la música tradicional y se relacionan con una cierta modernidad musical. La riqueza de cada tema se ampliará con diferentes versiones como por ejemplo del segundo tema, que tendremos una orquestada (tono grandilocuente, síntoma universal) con otra al estilo Bozouki, instrumento tradicional griego, (tono íntimo, síntoma regional). Un mismo tema diferentes sensaciones al escucharlos.

6. Epílogo.
Cahiers du cinema atacó a la película de Costa-Gavras de manera minoritaria pero ruidosa. Algunos críticos jalonaban a Z como la obra maestra del cine político sin justificación política. Jean Narboni fue bastante duro con el film hablando de irrisorio el análisis político que hace la película y cómo un arribista periodista y un honrado juez pueden llevar a juicio a un general. Según el crítico el patrón que seguía Z era más bien el del Western, el de una mitología liberal un tanto dudosa.
Quizás lo que no gusto a algunos fue la eliminación de la lucha de clases de la época; recordemos que la película se estrena en 1969, un año después del Mayo del 68, y las consecuencias de ese hecho histórico seguían latentes en algunos sectores intelectuales.
Los protagonistas de Z eran de extracción burguesa y la denuncia a la dictadura se hacía desde una libertad de conciencia moral, pero lo que muchos no vieron es lo que Costa-Gavras quería con su película: ni más ni menos que… lo que aparece en la introducción de este texto cinematográfico. De una manera manipuladora, al fin al cabo, hundiéndose en la primigenia fílmica, esto es, el cine es un punto de vista, es una realidad la del director y como tal subjetiva.

7. Bibliografía.
 I. De traidores y héroes. El cine de Costa-Gavras. Esteve Riambau.
    Edita la semana internacional de cine de Valladolid (Seminci).
    Primera edición de 2003.
 II. Así de simple II. Varios autores.
      Edita E.I.C.T.V. OLLERO y RAMOS, EDITORES.
      Primera edición de 1997.
 III. Nombres de la banda sonora. José María Benítez y Luis Miguel Carmona.
       Edita Sripper ediciones S. L.
       Primera edición en 1996

8. Videografía.
 Z, 2002. DVD, Manga films.                                          

9. Discografía.
 Z, Mikis Theodorakis. CD, F M Records.





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