DIÁLOGOS FICTICIOS ESCULPIDOS DE REALIDAD.
Una
buena película descansa sobre muchos factores alterables. Un film tiene que
descansar sobre uno, que no lo es: la diégesis de la historia. Hay muchas
aproximaciones a esta conclusión, por ejemplo la tradicional estructura
narrativa de 3 actos: PRESENTACIÓN, NUDO o DESARROLLO y DESENLACE pero con su cuarta película, Aranoa ha demostrado seguir fiel a su primigenia estructura:
la narratividad expuesta directamente en la dialéctica de sus personajes. Toda
la filmografía de este cauto director español gira entorno a esta estructura.
En FAMILIA (1996) la acción descansa y es
el motor en sus personajes: un grupo de actores de una compañía de teatro, que
ayudan a un solitario Juan Luis Galiardo a despertar de su tedio letargo
anacoreta.
En BARRIO (1998) los rostros y la forma de
expresarse de los tres protagonistas destilan una frialdad e insensibilidad
ante una sociedad que, o bien no los entiende o no quiere comprenderlos.
Está
forma de rebelarse contra el sistema aparece en su última película: LOS LUNES AL SOL (2002). Mediante los
diálogos, las frases, las palabras de estos “parados” del celuloide se
mostrará su particular cruzada contra el mundo permisivo de hoy. Hay una frase
muy sintomática al respecto, dicha en boca de uno de los personajes que pueblan
esta ficción: “la cuestión no es si
nosotros creemos o no creemos en Dios. La cuestión es si Dios cree en nosotros”.
El Dios de está frase es la personificación o deidad de cualquier sistema
social existente que utiliza al hombre y lo engaña. Y es que la importancia de
los diálogos es capital, como los personajes que las expresan. Es a través de
esta estructura dialéctica como podemos comprender el verdadero sino de la
historia. Unos
diálogos que personifican con extrema claridad los sueños, anhelos, desgracias
de los protagonistas y describen su forma de vida, su forma de hablar, de
creer. Busquemos los hechos para demostrar la teoría. El film está plagado de
ellos pero citaré solamente dos. El primero es del personaje que interpreta
Javier Bardem (SANTA), que mantiene con un niño de siete años que está cuidando.
Al anochecer Santa lo acuesta en la cama y lo lee un cuento: la cigarra y la
hormiga. El propio personaje se sorprende de la realidad social existente en el
relato, ante la incomprensión del niño.
SANTA
Aquí lo que no
se dice es por qué unos nacen hormigas
y otros
cigarras. Porque si naces cigarra estás jodido, y
eso aquí no lo pone.
Santa
despierta de una realidad social en una historia ficticia. Replantea sus
coordenadas sociales sobre la fábula cuestionando su mensaje conservador en la
obra de Esopo. Es decir, este diálogo que mantiene él solo, es la
representación máxima del personaje; su espíritu de lucha, su inquietud social,
su personalidad, su forma de hablar están descritas en un par de frases. Es la
fabulación dentro de la fábula. El guionista se replantea una serie de
preguntas para su historia y las extrapola a la realidad ficcionada del relato
cinematográfico. El
hecho de que Santa le esté leyendo una fábula al niño, el hecho de que una
generación se comunique con otra, expone a las claras y sin tapujos, el tema
latente en la película: la crítica social sobre una realidad de papel,
utilizando el arma más poderosa del mundo, la palabra. Lo patético de la
historia y del personaje es que se lo esté diciendo a un niño, que no lo
entiende y se quedará dormido; las generaciones venideras están perdiendo el
sentido de crítica inherente en el personaje de Santa.
Otro de
los personajes que pululan por esa ciudad del norte es José, interpretado por
Luis Tosar. Un personaje quijotesco que lo enraíza con la
tradición más literaria de nuestro país. José está casado con Ana, que
curiosamente es la única que tiene una ocupación laboral, y trabaja en una fábrica
de conservas de pescado por las noches. Cuando regresa a casa, y antes
de acostarse, se echa un bote entero de desodorante para combatir el mal olor de
pescado. En una noche José la asusta y la coge por sorpresa, abrazándola y
besándola. Ella intenta escapar de sus garras esgrimiendo que huele a pescado y
su marido la contesta que a lo único que huele es a sirena. Otra vez un diálogo
es representativo de la descripción de un personaje: José trasformado en el
famoso hidalgo está viendo a su Dulcinea particular.
Estos
diálogos, frases ficticias, son creados con el objetivo de ser desarrollados en
una realidad imaginada. Este pathos se está perdiendo, por desgracia en el panorama
cinematográfico español y lo único que nos queda es un plano donde Santa y José
están sentados en un barco, con el suelo amarillo y los asientos rojos, tomando
el sol. Curiosamente fue el plano escogido para el cartel de la película y
curiosamente el color del suelo del
barco se asemeja a la bandera española. Quizás el espíritu de lucha de los
parados no esté todavía consumido y les queden fuerzas para seguir resistiendo.
Resistiendo sentados y expectantes sobre una bandera, un país pero al fin y al
cabo aguantando. Como muy bien dice el poeta Claudio Rodríguez, y ya expuesto
por el director de la película, “a pesar de tanta vida deplorable, a pesar y
aún ahora, que estamos en derrota, nunca en doma…”.
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