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miércoles, 1 de mayo de 2013

DÍA DEL TRABAJADOR.

Siempre existe un comienzo y el mío fue esta reseña acerca de una película española. Fue la antesala de lo que después se llamaría El Sueño de Los y que subtitulo en mi Blog. Además creo que las palabras que utilicé allá por el 2002 son tristemente proféticas, de igual manera que el film. Solamente una petición, no soy muy dado a ellas, pero tened claro en estos aciagos días que nos han tocado vivir que lo único a lo que nos podemos agarrar es a la resistencia, no nos queda otra cosa.


DIÁLOGOS FICTICIOS ESCULPIDOS DE REALIDAD. 

Una buena película descansa sobre muchos factores alterables. Un film tiene que descansar sobre uno, que no lo es: la diégesis de la historia. Hay muchas aproximaciones a esta conclusión, por ejemplo la tradicional estructura narrativa de 3 actos: PRESENTACIÓN, NUDO o DESARROLLO y DESENLACE pero con su cuarta película, Aranoa ha demostrado seguir fiel a su primigenia estructura: la narratividad expuesta directamente en la dialéctica de sus personajes. Toda la filmografía de este cauto director español gira entorno a esta estructura.


En FAMILIA (1996) la acción descansa y es el motor en sus personajes: un grupo de actores de una compañía de teatro, que ayudan a un solitario Juan Luis Galiardo a despertar de su tedio letargo anacoreta.
En BARRIO (1998) los rostros y la forma de expresarse de los tres protagonistas destilan una frialdad e insensibilidad ante una sociedad que, o bien no los entiende o no quiere comprenderlos.
Está forma de rebelarse contra el sistema aparece en su última película: LOS LUNES AL SOL (2002). Mediante los diálogos, las frases, las palabras de estos “parados” del celuloide se mostrará su particular cruzada contra el mundo permisivo de hoy. Hay una frase muy sintomática al respecto, dicha en boca de uno de los personajes que pueblan esta ficción: “la cuestión no es si nosotros creemos o no creemos en Dios. La cuestión es si Dios cree en nosotros”. El Dios de está frase es la personificación o deidad de cualquier sistema social existente que utiliza al hombre y lo engaña. Y es que la importancia de los diálogos es capital, como los personajes que las expresan. Es a través de esta estructura dialéctica como podemos comprender el verdadero sino de la historia. Unos diálogos que personifican con extrema claridad los sueños, anhelos, desgracias de los protagonistas y describen su forma de vida, su forma de hablar, de creer. Busquemos los hechos para demostrar la teoría. El film está plagado de ellos pero citaré solamente dos. El primero es del personaje que interpreta Javier Bardem (SANTA), que mantiene con un niño de siete años que está cuidando. Al anochecer Santa lo acuesta en la cama y lo lee un cuento: la cigarra y la hormiga. El propio personaje se sorprende de la realidad social existente en el relato, ante la incomprensión del niño.

                                                                SANTA
                                Aquí lo que no se dice es por qué unos nacen hormigas
                                y otros cigarras. Porque si naces cigarra estás jodido, y
                                eso aquí no lo pone.


Santa despierta de una realidad social en una historia ficticia. Replantea sus coordenadas sociales sobre la fábula cuestionando su mensaje conservador en la obra de Esopo. Es decir, este diálogo que mantiene él solo, es la representación máxima del personaje; su espíritu de lucha, su inquietud social, su personalidad, su forma de hablar están descritas en un par de frases. Es la fabulación dentro de la fábula. El guionista se replantea una serie de preguntas para su historia y las extrapola a la realidad ficcionada del relato cinematográfico. El hecho de que Santa le esté leyendo una fábula al niño, el hecho de que una generación se comunique con otra, expone a las claras y sin tapujos, el tema latente en la película: la crítica social sobre una realidad de papel, utilizando el arma más poderosa del mundo, la palabra. Lo patético de la historia y del personaje es que se lo esté diciendo a un niño, que no lo entiende y se quedará dormido; las generaciones venideras están perdiendo el sentido de crítica inherente en el personaje de Santa.
Otro de los personajes que pululan por esa ciudad del norte es José, interpretado por Luis Tosar. Un personaje quijotesco que lo enraíza con la tradición más literaria de nuestro país. José está casado con Ana, que curiosamente es la única que tiene una ocupación laboral, y trabaja en una fábrica de conservas de pescado por las noches. Cuando regresa a casa, y antes de acostarse, se echa un bote entero de desodorante para combatir el mal olor de pescado. En una noche José la asusta y la coge por sorpresa, abrazándola y besándola. Ella intenta escapar de sus garras esgrimiendo que huele a pescado y su marido la contesta que a lo único que huele es a sirena. Otra vez un diálogo es representativo de la descripción de un personaje: José trasformado en el famoso hidalgo está viendo a su Dulcinea particular.


Estos diálogos, frases ficticias, son creados con el objetivo de ser desarrollados en una realidad imaginada. Este pathos se está perdiendo, por desgracia en el panorama cinematográfico español y lo único que nos queda es un plano donde Santa y José están sentados en un barco, con el suelo amarillo y los asientos rojos, tomando el sol. Curiosamente fue el plano escogido para el cartel de la película y curiosamente el color del  suelo del barco se asemeja a la bandera española. Quizás el espíritu de lucha de los parados no esté todavía consumido y les queden fuerzas para seguir resistiendo. Resistiendo sentados y expectantes sobre una bandera, un país pero al fin y al cabo aguantando. Como muy bien dice el poeta Claudio Rodríguez, y ya expuesto por el director de la película, “a pesar de tanta vida deplorable, a pesar y aún ahora, que estamos en derrota, nunca en doma…”.  

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