Partiendo del primer track de la banda sonora, Redemption
hasta el último, el décimo quinto The
Quick and The Dead vamos a ser testigos de una venganza musical y
narrativa “orquestada”que hunde sus raíces en el
pasado del personaje principal (Ellen). Y es que el tiempo pretérito siempre regresa en un género tan tipificado como
el Western, representado por las notas
de una guitarra española y fundiéndola en su resolución, emparejándola con
otros acordes, superando la herida narrativa del héroe, en este caso heroína, y
constatando la victoria de la sinfonía musical con pequeños elementos “reales”,
acompañándola de un aire innovador/experimental que quizás no lo sea tanto. Veamos
y por supuesto, oigamos.
Alan Silvestri apunta bien desde el primer disparo, realizando un
rendido homenaje a la sinfonía, visitando el mundo Morricone, presentándonos en el primer track y, en solo cuarenta segundos de sus esplendidos tres minutos
y medio, los elementos con los que vamos a trabajar: redoble en las cuerdas de
una guitarra española (homenaje implícito al legado del maestro Leone, que rodó su famosa trilogía del
dólar en territorio alicantino y la posterior invasión, a modo de coproducción de los famosos spaghetti), sonido de un látigo, gracias
al futuro tecnológico, llamase sintetizador o programa informático y un silbido
que caracterizó, no sólo a un género sino que también lo hace, fusionándose en
la trama, proporcionando un cierto grado de realidad, esto es, verosimilitud frente a la ficción hollywoodiense reinante por entonces. Realicemos un escueto
inciso para explicarnos. Las películas de “vaqueros” del periodo mudo y
clásico, como las conocemos, salvando las distancias, pretendían el disfrute
del espectador, manipulándole desde los primeros minutos hasta su finalización.
El control era la clave para describir una serie de hechos, transformándolos si
era preciso para salvaguardar al divertimento.
Cuando los nuevos cines explotan
en los años 60, también lo hacen una serie de compositores, que pretenden
infundir un realismo a sus trabajos, entre ellos está el maestro Ennio Morricone que apoyado por las
imágenes planificadas por su colaborador favorito, Sergio Leone, se
mezclaban con el fin de restituir una cierta "veritá" a la pantalla. Esas
imágenes nos hablaban de que la realidad contada no era tan bonita desde un
plano estético, como nos la habían contado antes, sino más bien todo lo
contrario, representándola en toda su crudeza. Una especie de “Neorrealismo del Western” donde la utilización de la violencia en el plano
cinematográfico, era cortante y sucia apoyada en “elementos reales” a la hora
de planificar su banda sonora, en el plano musical. En nuestro caso hay una
serie de “ítems sonoros” escogidos como el látigo o el silbido, representantes
ubicuos de la presencia humana en el interior de la partitura en Redemption o el de la incorporación de unas
castañuelas en The Quick And The Dead,
recordando la utilización por parte del maestro Morricone de su
inconfundible aullido de coyote por ejemplo, amplificando ese sentimiento de
realidad dentro de la historia.
La presencia de lo real es
contundente en esta evolución de los temas citados. Desde los primerizos cuarenta segundos de los
sonidos/imitaciones de un látigo y un silbido, acompañando a las cuerdas de una
guitarra española introduciendo un ambiente y revelándonos la sequedad cortante en el uso del látigo, y la asfixia del paisaje, lugar de la acción
violenta que va a acontecer, hasta el minuto y diez segundos que dura el track final. Son la prueba palpable del
apoteosis sinfónico, donde al tema de Ellen,
que se ha oído en el número cinco (Ellen’s
First Round) y el nueve (Ellen vs.
Dred), fluyendo en el número diez (Kid
vs. Herod), entrelazando sinuosamente los temas con los del chico
protagonista (Leonardo DiCaprio), uniéndolos de una manera amistosa enseñándole algo
que no se atrevió a dictar el padre (Gene Hackman), explotando radicalmente con una traducción de
instrumentos orquestales comunes, como son la trompeta y la presencia de
violines, volviendo a los orígenes de la música
sinfónica del Oeste. Y si bien mantiene las cuerdas de la guitarra, como
homenaje al personaje femenino de la función y el sonido de las castañuelas,
como elemento topónimo de la acción, recordándonos a un país muy cercano, la
reflexión final es la siguiente: hay que cambiar las cosas para no cambiar
nada.
Discografía.
The Quick And The Dead. (Rápida y
mortal). Alan Silvestri. 1995.
Varèse Sarabande.
Claves.
1. Redemption.
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