El orden tiene que ser un objetivo principal a la hora de planificar cualquier actividad creativa, por lo tanto es un medio para llegar a algo más que un estado. Muchas veces observamos películas, leemos libros o, incluso, escuchamos música y somos testigos de ese orden. Bien, es pura ilusión amigos, no existe. Se utilizada para poder llegar a buen puerto a la hora de contar una historia, pero creedme el proceso para acabar correctamente es un autentico caos. Los rodajes por ejemplo. ¿Habéis asistido a alguno? George R. R. Martin dijo con respecto a la primera adaptación de su primer libro, Juego de tronos, que la próxima vez que vaya a hacer un cameo, lo hará sentado, a ser posible en algún trono cómodamente y bebiendo una jarra de cerveza. El caos reina cuando se está en medio de una labor creativa y es tu punto de vista hacía la materia a desarrollar, lo que te permite ver todo con una cierta perspectiva y lo que te ayuda a ponerla en práctica. Eso para mí por ejemplo, es el trabajo de dirección. No solo tener algo claro, sino saber exponerlo cristalinamente a todo tu equipo. Luego ya vendrá la sala de montaje y postproducción para arreglar el entuerto pero si no lo tienes rodado, grabado o capturado, estás perdido. He querido empezar con esta postura caótica porque me ha gustado mucho el capítulo tercero de Warehouse (T1), Resonance. Creo que ejemplariza lo anteriormente narrado, es un episodio que empieza confundiendo, se va construyendo y, al final, amplia su sentido. En cambio el capítulo de Firefly, llamado Bushwhacked, me ha resultado previsible y monótono. Me he llevado una decepción.
La creación de Joss Whedon se desinfla, o al menos lo parece ya que estamos en el tercer episodio, restando el interés de su trama. Mientras la tripulación sigue sobreviviendo en el espacio y escapándose de las garras de la Alianza, se encuentra con una nave varada en la inmensidad oscura. Deciden explorarla y encuentran al único superviviente de una matanza Reavers. La Horror Story hace acto de presencia en la gula genérica narrativa de la serie, dando la sensación que Firefly es un gran estómago por donde se van colando los ingredientes (géneros), que conformarán un plato exquisito pero hasta que lleguemos a degustarlo, hará falta tiempo. El misterio enclaustrado en las paredes del naufragio espacial podía haberse desarrollado más pero en seguida se esfuma, al mismo tiempo que aparece un velero de la Alianza amenazando la presencia de la Serenity. Es decir, ante proponer el juego caótico de sorprender al espectador, buscando los mecanismos tras la tramoya ficticia (que es mas o menos lo que ha estado intentando hacer su creador hasta ahora) arriesgándose, decide acomodarse y seguir el camino del desarrollo narrativo clásico, estableciendo una ordenada concatenación de hechos, posicionando su timón hacia el peligro de la presencia de la Alianza. Y aquí sí que me he sentido bushwhacked (emboscado). Al final del capítulo segundo, aparecían unos agentes de la Alianza queriendo buscar a River (Summer Glau). Este Cliffhanger no se colma en Bushwhacked. Se desarrolla un poco, sobre todo sobre el personaje de River pero se queda en éso mismo, en la punta del iceberg sin saber como de grande es su base. No obstante podemos encontrar pequeños momentos, como el interrogatorio montado sincopadamente, fusionándose los diferentes miembros de la tripulación con el plano en una laberíntica estructura que ya hemos podido comprobar en muchas ficciones, ya sean televisivas o cinematográficas.
Me gustaría que en futuros episodios se tratara con más profundidad el tema Reavers, mientras tanto me quedaré con el plano de una nave consumiéndose por las llamas, alumbrando quizás a Mal (Nathan Fillion) y a su tripulación para enderezar el espíritu aventurero en los próximos episodios. Estaremos en stand by.
Ante la tercera pieza del puzle que se está convirtiendo este almacén trece, solo me queda el asombro. Desde la perspectiva cero de cualquier testigo que se enfrenta a una creación, uno se deja llevar por el engarce perfecto, la narración, el mecanismo que se dispone a desarrollarse en el momento justo de darle la atención pertinente. Y es al final de la experiencia cuando por fin vemos la luz en el túnel. Cuando cada pieza del engranaje funciona conjuntamente y a la perfección. Siempre la secuencia prologada de la serie nos desconcierta en grado sumo y no es hasta después de los títulos de crédito de presentación del show, cuando volvemos a dejarnos embaucar por las desventuras de los agentes Mika (Joanne Kelly) y Pete (Eddie McClintock). En este caso el título del capítulo nos lanza la primera pista, Resonancia. Somos testigos del ejemplo físico de fagocitación energética y como si fueran los átomos sujetos a campos magnéticos, las piezas de este entramado van chocando unas con otras hasta formar una figura en la que se representará la resolución de la trama. Se abren varios frentes a desvelar; en primer lugar la investigación del robo al banco (ver pie de foto), su consecuencia inmediata: las pesquisas de la pareja de agentes. Y como si de matrioskas fueran, se cuelan la investigación que realiza Artie (Saul Rubinek) en busca de un hacker y la relación personal de Mika con su progenitor, situándola al mismo nivel que la valía narrotológica de la afección por el padre, como eje temático del episodio. Todo parece envuelto en una neblina que se irá disipando hasta poder contemplar el misterio en su plenitud: un piano, un viejo y un pasado.
Pero hasta llegar a ese punto, hace falta una cierta predisposición al reto. ¿Qué es sino una ficción? Un juego malabar donde lo contado funciona como jugabilidad del testigo.
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