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lunes, 8 de julio de 2013

LA CAÍDA DE DUNDEE. (XV). TIEMPO DE COBARDES.


La semana pasada el presidente Evo Morales regresaba de Rusia, después de participar en el foro de países exportadores de gas en Moscú, en su avión presidencial cuando diferentes países europeos (Francia, España, Portugal e Italia) le negaron su espacio aéreo. La comitiva aérea boliviana tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Viena, permaneciendo hasta 13 horas esperando alguna explicación contundente, ya que hasta el momento solo habían escuchado especulaciones e hipótesis que las relacionaban con el espía Edward Snowden. Bien. ¿Adivinan quién se presentó a socorrerles? El gobierno español decidió tomar cartas en el asunto, a su manera, para buscar un nuevo plan de vuelo. Parece ser y, según palabras del propio ministro de asuntos exteriores español, José Manuel García Margallo, que les había llegado información de que podría ser que el espía norteamericano estuviera en el interior del avión. Pero la mascarada continuó. Minutos después el embajador español en Viena quiso entrevistarse con el presidente de Bolivia en su avión y registrarlo para resolver el enigma, a lo que el presidente se negó. Esto hizo que las negociaciones se tratasen hasta las trece horas, cuando España consintió dejar aterrizar a Evo Morales y su séquito en suelo canario para repostar. Poco tiempo después aparecieron las primeras voces indignadas por el agravio al presidente boliviano. La presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner dijo que este tipo de acciones le recordaba a la época colonial y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, casi en tono chascarrillo amenazó a que si el avión de Rajoy volase por su territorio, lo registraría para encontrar el dinero que ha robado al pueblo español. No dijo nada al respecto, si después de encontrarlo lo devolvería. Y mientras tanto,  la administración estadounidense permanecía en un sutil segundo plano.

Cuando hace unos años me enfrasqué en la estructura de La caída de Dundee, empecé describiendo una serie de personajes, de sus motivaciones y sus entornos, sus espacios. Cuando llegué al Convenio, al grupo de personas que gobernaban las ciudades-cúpulas, me enfrenté a escribir una Biblia de la creación, desarrollo y decadencia del Convenio. Para mí son la escenificación del poder en las páginas de la novela. Empecé por crearlos como un movimiento utópico,  que nació como esperanza frente a un mundo devastado. Un grito de ayuda y compromiso entre la humanidad, o lo que quedaba de ella. Consiguieron lo imposible, sobrevivir y crear el proyecto M, el mundo cúpula, apostando por el bien común pero, paulatinamente y con el paso del tiempo y de su comodidad, se fueron transformando. Se empezaron a dividir entre ellos mismos y como consecuencias de dichas secesiones, se crearon los Seekers, otro forma de gobernar alternativamente. Durante mucho tiempo convivieron en paz pero esa armonía se fue rompiendo, a medida que el Convenio se iba mutando, ansiando más y más poder, más y más control sobre prácticamente todo lo que lo rodeaba. Las hostilidades empezaron a producirse entre los dos grupos y esto desató una guerra que hizo exterminar a un grupo en detrimento del éxito del otro. Así fue como el Convenio se hizo amo absoluto de las ciudades cúpulas.
La morfología del poder puede llegar a fascinar y su imbricación, asustar. Cómo lentamente se va desarrollando en un  sistema, parasitando y transformándolo a su antojo y a su libre albedrío. Cómo se divide en diferentes capas que controla cada actitud humana, sin ni siquiera darnos cuenta. No hay daño más destructor en una democracia que hacer creer al votante que se siente libre de hacer una cosa u otra. Es la negación contundente de ser consciente del valor del juego democrático y la ficha que representa en ese desafío. Suele nacer en el centro mismo del sistema,  extrapolándose  sin límites y sin forma. Porqué lo que de verdad da miedo del Poder, es la negación física del mismo, su intangibilidad. Va cambiando de forma y rostro para no reconocerlo, usando una característica cobarde para poder ejercitarse desde la sombra. Lo acontecido con el presidente boliviano, bien podía ser visto como un ejercicio del poder norteamericano. Una manera de enseñarnos como actúa la nación más herida del panorama internacional. Con una hipotética llamada puede bastarle para desestabilizar todo un sistema. No estamos seguros de quién fue el primero, quizás fue Puttin quien alertó a Obama, aunque ya tenía la mosca en la oreja. El caso es que se gesta un rumor y éste corre como la pólvora explosionando el espacio aéreo de varios países satélites del norteamericano, y haciéndonos partícipes del bochornoso espectáculo del mundo, aquel creado por unos cobardes, gestionando por otros cobardes y sufrido por más cobardes, todos ellos garantes del poder respectivo en sus propios países. Desenmascarémoslos. El primer grupo ya los hemos señalado. Son aquellos que han dejado que un hijo pródigo se les escape de las manos. El segundo bien podría ser ese embajador español y el ministro de asuntos exteriores que queriendo ponerse medallitas y soñando con las palmaditas de su amo (no hay que olvidarse de la cantidad de aviones norteamericanos que pasaron por el cielo europeo, transportando a prisioneros ilegalmente a una prisión ilegítima como Guantánamo), hubiesen querido poder capturar al espía más importante de todos los tiempos. ¡Qué buena noticia para un país como el nuestro! ¡Que chute de adrenalina para nuestro sistema! ¡Qué vergüenza! El tercer grupo estaría representado por aquellos, a los cuales he citado al principio y que representan a varios países del cono sur americano, que se rompen las vestiduras, clamando al cielo la injusticia del agravio sufrido a Evo Morales. Lo tienen fácil. Se les llena la boca de aplausos alimentándoles su ego. El enemigo no lo tienen fuera, lo poseen dentro. Es el poder susurrándoles a sus oídos lo que quieren escuchar. Cuando el Convenio dejó de escuchar a los ciudadanos, cuando se cerró sobre una minoría que los endiosó, en ese mismo momento fue cuando empezó su caída. Una debacle que bien podía ser representada como esa ciudad-cúpula del ocio y la diversión que fue Dundee. Lagasca y el resto pueden no ser los típicos héroes a los que estamos acostumbrados a ver o seguir pero de lo que estoy seguro, es que no son unos cobardes. 

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