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martes, 24 de septiembre de 2013

HOJA APERGAMINADA. (X). QUIEBROS.



Finalizar un relato puede llegar a ser lo más difícil de todo el proceso narrativo. La presentación y desarrollo o nudo de los personajes y tramas nace de un concepto abstracto, que después se irá puliendo en detrimento de la forma para que todas las piezas del rompecabezas encajen correctamente en una especie de lógica narratoria. Ahora bien, crear un final puede llegar a convertirse en el talón de Aquiles de cualquier escritor o dibujante. Si además, estamos hablando de movernos genéricamente, es decir, de limitarnos por las características propias de un género, en nuestro caso la espada y brujería, aún puede ser más complicado. Pero Le Tendre y Loisel han llegado a la conclusión de regalarnos un magnifico movimiento de ciento ochenta grados, vamos han puesto una pica en Flandes, en La Búsqueda del Pájaro del Tiempo realizando un quiebro creativo, convirtiendo el suceso en cuento.



El comienzo del álbum es una osadía ejemplar. En términos cinematográficos podríamos catalogarlo como un Flashforward que nos hace recapitular todo lo anteriormente visto o leído.  Escenifica el final de la historia y de la serie. Son cuatro planchas y media donde se produce una correlación interna en las estructuras narrativas de la obra. Es un momento de frenesí creativo entre el exordio y la recapitulación, ya no sólo desde el proceso interno del argumento, sino desde su condición lúdica. Estas páginas se dividen en lo que llamaríamos un prólogo (la primera hoja y media) y un epílogo (la última hoja del cómic). La distribución de su ubicación replantea muchas dudas y aquí es donde se adscribe el posicionamiento jugable de sus creadores con el lector. Nada más empezar nos encontramos con la presentación de unos personajes que nos parecen familiares y que conforman un giro en la narración, institucionalizando la crónica de las aventuras de Pelisse y el caballero Bragón en fabula.



El mundo de Akbar crece en el subconsciente popular adentrándose en las fronteras del cuento para permanecer eternamente en sus dominios, mutando el relato en uno inmortal. Los autores juegan con imágenes preconcebidas genéricas alrededor de lo que se piensa que es la fragua del cuento: el abuelo (viejo/sabio) sentado en su sillón rodeado de nietos (niños/ignorancia), dispuesto a contarles una historia,  a abrir su mente para disfrute de su imaginación. He dicho que los personajes nos pueden resultar conocidos, ya que el abuelo se parece al Caballero Bragón y entre sus nietos están Ludine, que se asemeja a Pelisse y Balin a Touret, el misterioso desconocido. Los creadores proponen un reto al lector, despistarle en su posicionamiento, desubicarle de la narración presente para ejercer un trayecto temporal al pasado. El comienzo es el mismo entre el primer volumen (La concha de Ramor) y éste último. La sensación circular (de la cual ya hemos dejado constancia) se nos antoja premeditada. Nos encontramos en un mismo espacio o uno que se le parece, el salón de una vivienda, siendo testigos  del ser transmisor del relato. La diferencia reside en el tiempo, una pertenece a un pasado mítico y el preámbulo del Huevo de las Tinieblas a su presente. Se podría hablar de otro quiebro, uno que implicaría una dislocación temporal pero me interesa otro tipo, de ámbito estructural en el discurso narrativo. Por fin hemos llegado al Dedo del Cielo, el Eje de Akbar y lo que a partir de ahora acontecerá es una sucesión de pérdidas para poder conseguir la victoria final frente al Dios Ramor y su renacimiento. Es un gesto claudicatorio frente a la lucha triunfalista de muchos relatos de espada y brujería. A lo largo de los tres álbumes anteriores hemos sido testigos de la muerte de príncipes hechiceros, amigos y en este último el Santuario de Tharmine se transformará en el sepulcro de uno de los héroes de la saga y precederá al gesto traicionero que acabe con el final de la misma. El desengaño creado desde la manipulación (¿acaso no es lo que pretende un escritor o dibujante, manipulando con todas sus armas y consecuencias al lector para que pueda introducirse en la preposición ficticia pergeñada en su mente?). Pareciese que nada puede detener el inminente resurgir de Ramor pero el alea vuela a lomos de un pájaro, uno cuya sombra alargada controla el tiempo terrestre. Su cupido velará por el destino de la humanidad al final (quizás la Búsqueda del Pájaro del Tiempo sea una en pos del amor o de la representación de su pérdida). La elección de la figura mitológica del cupido (tan corrompida en estos tiempos consumistas) revela un acertijo, ¿el último de Fol de Dol o quizás el último quiebro de sus creadores?

Para amar hace falta destruir la inocencia que llevamos dentro,



dejándola atrás y recordándola con el sacrificio de una pérdida.



   


   



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