"El carruaje pasó perezoso por las callejuelas de Cadwallon. Iba escoltado por cuatro aguerridos soldados cabalgando en sus corceles negros como la noche. Al pasar por el santuario de Viletis, su campanario gritó avisando a sus acólitos la hora del encierro espiritual nocturno. Repentinamente el carruaje se detuvo en seco. Las pezuñas de los caballos frenaron su trote. Los cuatro soldados se detuvieron también. Se encontraban en una de las calles que conducía al interior del santuario y, en este justo momento, una procesión de viletieses caminaba a su encuentro. Una mano rosada y ensortijada en cientos de rubíes, abrió la ventanilla de la puerta derecha del carruaje, intentando saber el porqué de su detención. Los soldados empezaron a mirar en todas las direcciones posibles. Cualquier rincón no controlado, cualquier resquicio olvidado por su mirada, podría albergar una conspiración para secuestrar a uno de los hombres más ricos de todo Aarklash. La comitiva se acercó peligrosamente a los caballos de los soldados y éstos desenvainaron sus espadones. Uno a uno los integrantes pasaron rozando sus monturas. Iban cubiertos por un manto rojo como la sangre y tapados sus rostros con un gorro picudo. Sus sombras invadían la lujosa decoración del carruaje y el misterioso habitante del mismo, o su mano rosada, se precipitó a su interior cerrando la ventanilla de la portezuela. El Barón se encogió de repente al oír los primeros cantos de los feligreses del dios de la oscuridad. Lentamente fueron pasando uno a uno hasta que la calzada quedó completamente desierta. Los cuatro hombres armados se miraron y después de sonreír entre ellos, envainaron sus mandobles y empezaron a espolear a sus crines. El rostro del Barón se reconfortó cuando empezó a sentir movimiento en el interior. El Carruaje se alejó del santuario. La última de las campanadas coincidió con el último de los viletienses en entrar y cerrar el portón. El último de los soldados oyó extrañado cómo lo cerraba con doble cierre. Se giró pero no pudo reaccionar una flecha lo atravesó su cuello. Cayó instantáneamente. Sus compañeros no tardaron en seguir su funesto destino. El conductor del carruaje detuvo por segunda vez su tiro. Su cuerpo oscilaba torpemente sentado sin cabeza. Una sombra enorme atacó el perfil del carruaje y después se introdujo en su interior. Solamente se oyeron dos gritos y ambos de la misma persona. El Barón suplicó que le dejasen libre y después, clamó piedad. Esa fue la última noche en la que se vio al Barón."
La aventura de hoy implicaba un componente humanístico, aunque como siempre relacionado con el elemento económico en el universo de Cadwallon. Se han producido unos extraños secuestros de los más ricos e importantes mandatarios y comerciantes de Aarklash y necesitan al gremio de ladrones para que intente socorrerlos. Y yo me pregunto: ¿será lo más acertado? ¿Confiar en una panda de ladrones y mercenarios? Deben estar muy desesperados, en cualquier caso, tanto Vane como yo estamos dispuestos a todo con tal de ganar algún que otro ducado.
Y aquí tenemos la tabla de recompensas de la hoja de aventura. Así que sin más dilación nos pusimos el distrito de Soma por montera en busca de estos personajes. Después de muchas investigaciones, descubrimos que quién estaba detrás de todo era el mismísimo Rey de las Cenizas y sus esbirros zombies. ¿Os acordáis del capítulo anterior? Un tipo pesado este rey cenizo, bueno nos preparamos y empezamos a tirar los dados para descubrir si la diosa fortuna estaba del lado de alguno. Y aunque Vane y sus dos ladronas fueron las primeras en pisar las calles, fue mi Anays quién encontró la primera de las pistas de los secuestros en una de las casas, cerca de la posada.
Pero en Cadwallon siempre hay que tener cuidado y más si tenemos como rival al Rey de las Cenizas.
Así que la pista se transformó en un... ¡Zombie! Además de la presencia de estos pesados putrefactos, había que andarse con mucho cuidado ya que los torpes milicianos andaban por el distrito también. La noche no se presentaba tan tranquila como la habíamos imaginado.
Poco a poco, como de costumbre, Vane iba amontonando piezas e incluso tuvo la suerte de encontrar a uno de los secuestrados.
Si, era una de las celebridades más importantes de Cadwallon y yo en cambio seguía con mi suerte zombificada, en este caso con Lucius.
Y con la presencia de un antiguo compañero.
No obstante no tiré la toalla y me propuse perseguir a Leona para intentar secuestrar a su rescatado y poder cobrar la recompensa. Me desembaracé del miliciano y del zombie con suma facilidad y fui en su búsqueda.
Gracias al apoyo de mi Necromante, Anays, pude arrebatárselo.
Y al final pude conseguir liberar a otra celebridad más, un poco más barata pero me reportó algunos ducados más, y sobre todo, conseguí sacar con vida a mis dos únicos integrantes de los Malditos.
En cuanto a Vane y sus dos ladronas, tampoco se fueron de "rositas", salvándose ellas también.
Logramos pasar la noche con algún que otro ducado más y dejamos un barrio con más incógnitas que soluciones.
Continuará...
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