En literatura, la palabra es la benefactora del sentido. Las palabras buscan juntarse para significar algo y de esa unión nace un tipo de narración. La descripción de unos hechos y quién los realiza. El mundo de la televisión y del cine, poseen la imagen, garante de la comprensión sin florituras, directa en su objetivo comprensible. Explicar sin decirlo, narrar sin contarlo. La adaptación catódica de Canción de Hielo y Fuego está teniendo un éxito imparable, comparable tal vez a otra adaptación, The Walking Dead pero de diferente base, el cómic. En cualquier caso alimentada por el poder subyugante de la imagen-plano/dibujo-viñeta.
Y aunque exista gente que solo se haya aproximado al Westeros televisivo o bien empezó con el mismo, entre ellos un servidor, la base literaria de la que parte es más creativa y más enigmática que su mímesis hertziana. Ya sé que el viaje suele ser en dirección contraria pero al leer el primer libro, uno se encuentra con que todo es mucho más fascinante, más misterioso, arrebatadoramente críptico, y por supuesto, el universo descrito mucho más expansivo, mucho más violento y cruel que el gancho televisivo. No obstante llegué a la conclusión de que la serie de televisión tampoco erra en sus objetivos, ofreciéndonos un buen ejemplo de síntesis y entretenimiento sin desmerecer al mundo del cine.
La adaptación de HBO funciona perfectamente por muchas razones, pero una de las más importantes es su razón complementaria. La serie de televisión es un complemento perfecto de la novela. Nunca está por encima de la misma y sus creadores (David Benioff y D. B. Weiss) han sabido extraer el jugo de la misma. ¿Cómo? Convirtiéndose primeramente en fans de la saga (sólo tenéis que oírlos hablar de la misma), y después detectando aquellos momentos nucleares de los libros para exprimirlos al máximo. Podemos analizar un momento del prólogo del primer libro para dar fe de ello.
"Pero ya era veterano de cien expediciones, y la interminable extensión de selva oscura que los sureños llamaban el bosque Encantado no le resultaba aterradora. Hasta aquella noche. Aquella noche había algo diferente. La oscuridad tenía un matiz que le erizaba el vello. [...] Durante toda la jornada, Will se había sentido observado, vigilado por algo frío e implacable que no le deseaba nada bueno. Gared también lo había percibido. No había nada que Will deseara más que cabalgar a toda velocidad hacia la seguridad que ofrecía el Muro, pero no era un sentimiento que pudiera compartir con un comandante. Y menos con un comandante como aquel."
(Prólogo, págs 15 y 16).
La novela comienza con una búsqueda. Miembros de la Guardia de la Noche rastrean la pista de unos asaltantes salvajes, más allá del Muro, y se encuentran con los Otros. La serie iguala al prólogo literario pero con diferente sentido. Aquí el elemento clave es el suspense. Su construcción relacionada con la aparición de los Caminantes Blancos es un buen ejemplo para detenernos. Siendo más detonante en la serie que en la novela, transformándose en más atonal. Las imágenes requieren síntesis, la conciliación de las partes reunidas en un todo con el único fin de conducir la mirada del espectador de la manera más sencilla posible, mientras que entre las paginas, el escritor debe recrearse en el ambiente, describirlo y desarrollar la situación, amparándose en una concisión compleja. Además existe un aliado bicéfalo en el campo visual que suele ser muy útil, el sonido y sobre todo la música, cosa que en la literatura hay que pergeñarlos.
El prólogo en la serie es relampagueante, posicionando todos los elementos listo para activar el suspense. Un rastrillo se levanta ante la atenta mirada de los integrantes de la Guardia y del espectador, que realizando un ejercicio metanarrativo, pareciese que estuviese en su interior observando atentamente a los tres miembros de la expedición. Nos adentraremos en el interior del Muro, comprobando sus dimensiones y su magnificencia. Y aunque la atracción en este momento bien pudiera darse por lo novedoso de la misma, ya que no aparece en la primera novela, es el tamaño lo verdaderamente hipnótico. ¿Por qué?
Mientras las palabras se arremolinan en un cierto laconismo, que en sus significados se pueden transformar en verborrea metafórica, Martin solamente nombra el Muro y ya está, la dimensión, el volumen, tiene que ser importante en el mundo de las imágenes. La sensación de espectacularidad reverbera en cada plano que muestre alguna construcción de proporciones faraónicas (eso nos lo hizo recordar una y otra vez la trilogía cinematográfica del Señor de los Anillos y ahora la del Hobbit). Los héroes mitológicos lo son por su hazañas y por el mundo que pueblan o que han heredado de enigmática descendencia, y la geografía es su transposición visual de su grandeza. En cambio para Martin, lo que de verdad le importa es otra cosa. Es la construcción de un suspense que dejará en un "cliffhanger" al lector. No sólo hay que crear ese ambiente terrorífico sino que además tienes que hacerlo sentir al lector, y la opción del autor es describiéndolo con un ritmo sosegado que muy sutil, como si fuese la duración que tarda Will en subir al Centinela gris verdoso, nos va cercando a medida que pasamos la página. Logra conseguir que la mirada del testigo, el lector, se amolde a la del personaje, Will, y de la mano observen el ataque de los Otros. Momento que será menos descriptivo y más rítmico en la serie, acorde con sus características visuales y sonoras.
El origen y su adaptación visual funcionan complementariamente buscando la intención de agradar al vulgo y eso es muy difícil de hacer en estos días. Para sus creadores mi enhorabuena. Y hablando de intenciones, la mía será que periódicamente iré escribiendo sobre el primer libro, titulándolo como la serie de televisión, intentando ser conciso y sintético al mismo tiempo, ya que si quiero escribir acerca de la saga literaria, hacerlo capítulo por capítulo siguiendo su patrón, se convertiría en una tarea ardua y complicada, entre otras cosas porque en la Fortaleza de Nintes se habla de muchas más cosas, además de literatura. ¡Es tiempo de encender fogatas! ¡Se acerca el Invierno!
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