La frase informática se ha convertido con el paso
del tiempo en una expresión usual en nuestra cotidianidad. Rehacer todo lo
hecho por algún error o regresar al punto de partida, retrocediendo lo ya
andado por un cambio de rumbo en nuestras vidas. La narración de Al Filo del
Mañana (Doug Liman, 2014) también se apoya en este hecho, una y otra vez como
si estuviera condicionada sobre una cinta de Moebius. En un futuro
apocalíptico, la humanidad se encuentra amenazada por una raza alienígena. Sus
falanges son los indestructibles miméticos que aniquilan el paisaje mundial a
su paso. El protagonista no es un soldado, más bien es su farsa. El sargento
Cage (Tom Cruise) nunca ha estado en el campo de batalla, siempre ha estado
haciendo trabajo de oficina mientras otros se dedicaban a morir por él. Pero
eso va a cambiar porque por avatares del destino, el publicista castrense se
verá inmerso en plena vanguardia de una batalla. Y lo más sorprendente es que algo
pasará en el ataque condenándolo a vivir el mismo día una y otra vez. El
personaje es el motor del proceso reseteado antes mencionado. Cuando está a
punto de morir se despierta, regresando al mismo sitio una y otra vez. La
reiteración se convierte en el sistema narrativo de la diégesis como ya le
sucediese al reportero Phil (Bil Murray) en Atrapado en el Tiempo (Groundhog
Day, 1993) pero existe una diferencia genérica. Mientras la propuesta de Harold
Ramis se apoyaba en la comedia, aquí lo estará bajo el estigma del género actioner y sus características. Una
intentaba fabular jocosamente con la noción divina y la otra la connota
seriamente. No tenemos que olvidarnos de la figura del señor Cruise. Si en
Oblivion (Joseph Kosinski, 2013), mata a un dios, en Al Filo del Mañana quiere
igualarse a uno mismo. Al principio es un cobarde pero más adelante, armado de
consciencia jugará con ventaja con respecto a los demás actantes,
convirtiéndose en demiurgo de sus acciones, ayudándoles en algunos casos o
dejándoles al libre albedrio (incongruencia del guion porque no existe como tal
en el mismo). El concepto divino persigue a este actor, o es él, a través de su
cienciología, quién designa todos sus principios apoyándose en el cine como
herramienta perfecta de publicidad para hacerlo. Reseteemos esta crítica.
Hemos dicho que la película está sometida a los
vaivenes del género de acción y el comienzo de la misma es revelador a su
propósito: contarnos una distopía. A través de una reel informativa del statu
quo de la historia, se posiciona el contexto narrativo y la sumisión del
espectador al mismo. Nos encontramos ante una producción hollywoodiense y todo tiene que estar bien masticado para una mejor
digestión. Si el futuro que nos presenta el film es todo lo contrario a uno
utópico, la mirada del espectador tiene que estar sujeta a una disciplina
acomodaticia. La de aquel que va a contemplar un espectáculo de una manera
pasiva mientras come sus palomitas y bebe su refresco. No actúa, no piensa sólo
observa. En una sociedad distópica donde un gobierno autoritario controla al
ciudadano, el cine se convertiría en una formidable forma de control. Y para
este viaje cinematográfico en flashbacks hay que tenerlo todo muy claro para
que aquel que haya pagado su entrada, no consiga frustrarse por no entender nada.
El paisaje bélico nos ayuda a encajar la trama en una de “guerra” donde
habrá muertes, violencia, comandos, misiones suicidas y mucha testosterona. Eso
es fácil para el espectador. Hacerlo encuadrar desde el minuto primero en la
historia. Pero existen curiosidades que podrían dejarlo fuera, como aquellos
primeros planos, durando un par de segundos, donde se presenta a la teniente
Rita Vrataski (Emily Blunt). Son como pequeñas interrupciones dentro de la
plana narración que provocan un nimio desconcierto sobre el voyeur cinematográfico. Son fogonazos en
el montaje que pertenecen al legado creativo del que se alimenta la película,
la novela All you need is kill (Shueisha,
2004) de Hiroshi Sakurazaka. Y es que la inclusión del rol femenino es
interesante porque es depositaria de la verdad, sabe algo que desconoce el
protagonista por lo tanto la ubica por encima del héroe, y es utilizada como
reclamo explicativo de lo que le está sucediendo. En un momento del metraje le
llega a soltar al sargento Cage que no es un soldado, cosa muy cierta, sino un
arma. La condición bélica construye, rearma al personaje y lo transforma en un
arma de destrucción masiva. Para hacer frente a un super-enemigo, uno tiene que
convertirse en super-soldado y ella lo es, solamente hay que ver las secuencias
de batalla en las que emplea su espadón. Volvamos a resetear que de eso se
trata.
El final de la película se sostiene sobre una
sonrisa perfecta, la de Cruise hacia su compañera o es hacia la mirada del
espectador. ¿Nos estará diciendo que ha conseguido su propósito? ¿Hacernos
pasar dos horas y media a través de un montaje sincopado, viendo explosiones,
mutilaciones o sufrimiento? ¿O por el contrario, de ver una historia donde podemos
ser testigos de las numerosas muertes del protagonista, algunas de ellas
chocarreras como la del camión que le pasa por encima, de la cual sólo oímos
los gemidos del héroe? ¿Habrá dejado Cruise de tomarse en serio él mismo?
Ojala. Reseteo final. Out.
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